16 de agosto
Al cabo de unas 5 horas, llegamos a Washington DC, concretamente a Union Station, donde tras recoger las maletas, bajamos para cenar algo, puesto que a esta hora, poca cosa vamos a encontrar. En la misma estación, hay un Sbarro’s (pizzería), en la que tomamos unas porciones gigantes y buenísimas con bebidas por menos de 20$ entre los 3. Salimos de la estación siguiendo las indicaciones de “TAXI”, y pillamos el primero que llega, le damos el nombre del hotel y en menos de 10 minutos, nos deja en la puerta, le pago 14$ y procedemos al check in. El hotel es bastante decente, limpio y moderno (por lo que estamos acostumbrados). La única pega es que el desayuno no está incluido en la tarifa, pero al menos tiene wifi…
Hotel Courtyard Marriott Embassy Row: 501€ por 3 noches, sin desayuno (Booking)
17 de agosto
Nos levantamos un poco más tarde que ayer, nos vamos haciendo con el horario de la costa este (6 horas menos). Después de echar un vistazo al menú de desayunos del hotel, y sobre todo, a sus precios, nos vamos a la calle con la esperanza de encontrar alguna cafetería cerca. Guiamos nuestros pasos bajando por la calle 16 en dirección a la Casa Blanca. A la altura del cruce con la calle K (sí, no se complican con los nombres de las calles en esta zona), nos topamos con el infalible Starbucks y entramos a desayunar unos zumos, café con leche y unos mini sándwiches por 32$! Por lo menos el café que sirven es mejor del de otros sitios.
Al salir de la cafetería, nos quedan solamente un par de calles para llegar a la puerta norte de la Casa Blanca, con algo de gente haciendo fotos y unas pocas personas manifestándose contra Trump. Todo muy pacífico: alguna pancarta, una radio con reggae…
Después de unas fotos y selfies, rodeamos la (teórica) residencia del Presidente por el este, bajando por la calle 15 hasta la entrada sur, buscando como posesos cualquier sombra que encontremos para refugiarnos del castigo divino que viene del cielo. Esta entrada protagoniza varias películas, una de las últimas con un gran tiroteo en esta zona es "Objetivo:la Casa Blanca" o "Asalto a la Casa Blanca"
Más fotos en la puerta sur (la más famosa), y atravesamos la Elipse, rodeando el árbol de Navidad que se encuentra justo fuera del recinto de la Casa Blanca. La Elipse es un inmenso prado de césped que une la Casa Blanca con el Mall; justo en la intersección se encuentra el Washington Monument, más conocido como el Obelisco. A los pies del monumento, un carrito ambulante nos salva de la deshidratación, vendiéndonos un par de botellas de agua helada por 5$. Nos refugiamos a la sombra del obelisco a descansar un poco y decidir si vamos hacia el este (Capitolio) o el oeste (Lincoln Monument). Al final el calor puede más y decidimos la ruta este porque es la que está llena de museos (gratuitos), en los que nos podemos refugiar y disfrutar del aire condicionado gélido. Estos cambios de temperatura tan salvajes van a pasar factura a Ester y Ada, que sufren mucho con el calor, pero necesitan abrigo al entrar a locales refrigerados… Yo ya venía con medio catarro de casa, aquí me voy a curar o a morir en el intento.
El primer museo al que entramos (chaquetas on) es el de Historia Americana, con poca cosa interesante (atrezzo de Indiana Jones, el primer ordenador Mac…). En este museo nos enteramos de los atentados en las Ramblas de Barcelona (tiene wifi gratuito).
Pasado el efecto del calor y en vista de lo poco que hay que ver, salimos (chaquetas off) y nos vamos al siguiente: el de Historia Natural, justo al lado del anterior. Otra vez chaquetas puestas, y a pasar el rato viendo animales disecados. En este museo tiene lugar la película “Noche en el Museo 2”. Nos gustó más el de New York, pero aprovechamos para comer aquí, puesto que en Mall no hay sitios donde comer aparte de algún carrito ambulante y los comedores de los museos (no todos, creo). Un plato de pasta para cada uno y bebidas por unos 25$.
Muchos museos pertenecen a la Smithsonian Foundation, que tiene su sede en el Mall, justo enfrente del de Historia Natural. En todos ellos, controles de seguridad de mochilas, bolsas, detectores de metales…Otra vez fuera (chaquetas fuera también), y cruzamos el Mall para, un poco más adelante, entrar en el Museo del Aire y el Espacio (chaquetas on).
Quizás el más llamativo (por diferente) de todos los de la ciudad, y en el que pasamos más rato viendo aviones, cohetes, módulos espaciales… La tienda también es atractiva, con artículos de series/películas famosas relacionadas con el espacio (Star Trek, Star Wars…), así como material de la NASA. En esta tienda dejamos también unos cuantos dólares en compras caprichosas (camiseta, juego de cartas). En el hall de la entrada, se están poniendo unas mesas como si fuera a haber un banquete de boda o algún tipo de recepción bajo los cohetes. Si es una boda, es para darles un premio freaky…
A media tarde, abandonamos el museo (chaquetas off), y seguimos por el Mall hacia el Capitolio, en el extremo este del mismo. Nos paramos a remojar los pies en el Capitol Reflection Pool (a pesar que seguramente está prohibido), antes de continuar, ya fuera del Mall, adentrándonos en downtown, y las fuerzas nos llegan hasta el Compass Café (6ª con F), donde entramos (chaquetas on) para tomar unos capuccinos y bajar la temperatura corporal.
Al acabar, como estamos cerca del Museo de los Espías (9ª con F), decidimos echar un vistazo, pero solamente tenemos tiempo de dar una vuelta por la tienda de regalos, pues el museo va a cerrar. Parece que a Ada le hace gracia (Oh, milagro), y decidimos que si tenemos tiempo, volveremos al museo. Deambulando un poco más por esta parte, que por cierto es la única en la que parece que hay comercios y restaurantes (de lo que hemos visto hasta ahora), entramos a una tienda de souvenirs a comprar una sudadera para Ada. Vamos recortando camino hacia el hotel, pero antes tenemos que cenar, y nos metemos en el Harry’s Bar (E con 11ª), junto al hotel Harrington, para tomar una sopa de almejas y unas ensaladas por unos 40$, cervezas incluidas. El paseo que nos queda hasta el hotel nos servirá para bajar la cena antes de ir a dormir. De camino, volvemos a pasar frente a la Casa Blanca, iluminada al anochecer, y vemos como los guardias de seguridad despejan la calle (Pennsylvania Avenue) de manifestantes y turistas. Llegamos al hotel agotados y muertos de calor, suerte que en el interior la temperatura es mejor que fuera…
18 de agosto
Amanece nuestro nuevo día en la capital igual que acabó el de ayer: con calor sofocante que ya se nota apenas salir por la puerta del hotel para ir a desayunar. Destino: Starbucks. Hoy nos sale un poco más barato que ayer, 29$. Después del desayuno, nos disponemos a buscar una boca de metro de la línea azul para ir a Arlington, al otro lado del Potomac. Encontramos una en la calle junto al Starbucks, en la calle I, entre 17 y 18, la de Farragut West. Al bajar a las profundidades de Washington, tenemos que pedir ayuda al empleado de la garita para sacar las tarjetas recargables que permiten pasar al metro. Hay que tener claro cuántos viajes y cuáles vas a hacer en metro para no pagar de más, pues hay tarifas marcadas para cada trayecto en función de la hora. Nosotros, en principio, sólo queremos ir y volver de Arlington, con lo que en total pagamos 18$ por las 3 tarjetas. Mismo precio que nos costó en NY, pero la diferencia en el aspecto de las estaciones de metro es abismal, las de Washington tienen una arquitectura muy característica, sobre todo en lo que respecta a los techos.
En menos de 5 minutos pasa un tren de la línea azul en el sentido que necesitamos y unas paradas más allá, bajamos del tren y salimos a la superficie donde no hay ninguna sombra que nos proteja de los rayos solares, que vuelven a ser de lo más intenso. Por suerte, no tenemos que caminar mucho entre la boca de metro y el centro de visitantes del Cementerio, y allí podemos refugiarnos y refrescarnos mientras decidimos qué hacer. Debido al calor (ya lo he comentado?), optamos por coger el tour organizado en el que te llevan en trenecito y va parando en los puntos más importantes del cementerio (40$ los 3). Sale un tren cada 20 minutos, y se puede subir y bajar en las diferentes paradas con libre albedrío. Compramos unas aguas frescas y subimos al tren (por lo menos va cubierto, aunque sin aire acondicionado). Durante el trayecto, el conductor va contando lo que se ve a ambos lados, es decir, quién hay bajo tierra. No le prestamos demasiada atención. Lo único que pillamos es que si vemos algún funeral, no saquemos fotos…
En pocos minutos, el tren realiza su primera parada: la tumba de JFK y su familia, seguramente el punto más visitado del cementerio. Hay que subir unos pocos escalones para llegar a una plazoleta en la que hay grabadas varias de las citas más famosas de JFK, y un poco más arriba, la lápida que indica donde yacen los restos de uno de los presidentes más queridos de USA de todos los tiempos. Junto a la suya, una llama sale del suelo y arde sin parar, y después la tumba de Jackie, su mujer. También hay otras dos más pequeñas de dos de sus hijos menores. Vaya tragedia lo de esta familia… Unos metros más lejos, se encuentra la tumba de uno de los hermanos del presidente, en el césped perfectamente recortado que cubre la ladera de una colina.
Perdemos el siguiente tren que pasa, y nos sentamos a descansar donde vemos un poco de sombra, viendo pasar y conversar a turistas de todas partes del mundo. La próxima parada es en la Tumba del Soldado Desconocido, situada en otra colina, con un anfiteatro con gradas de mármol blanco y un pequeño museo. Enfrente de este museo se efectúa, cada hora en punto, el cambio de guardia, con toda una ceremonia y seriedad que casi da risa. Imposible aguantar toda la ceremonia con el calor que hace y sin prácticamente sombra. Además, hay que estar de pie, pues si ven a alguien sentado durante el cambio, le llaman la atención.
Siguiente parada (y última para nosotros), Arlington House, casa restaurada en lo alto de otra colina, con unas vistas espléndidas de toda la ciudad. La casa no tiene mucho a destacar, muebles antiguos, algún voluntario atendiendo las preguntas de los visitantes… Hemos visto lo principal del cementerio (aunque hay otros puntos destacados) y decidimos dejarlo aquí. La idea inicial era ir caminando hasta las cercanías del Pentágono, pero como no podemos entrar (ni en teoría sacar fotos ni de cerca), y hace muchísimo calor, descartamos el Pentágono y el Monumento en recuerdo de la batalla de Iwo Jima, ambos a este lado del río.
Volvemos al metro y nos bajamos en Metro Centre y tras andar un par de manzanas, entramos a comer en el Hard Rock (E con 10ª), justo al lado del Ford Theatre (en el que asesinaron a Lincoln). Nos ponemos hasta arriba de comida por 55$, y al salir nos vamos al Museo de los Espías, hoy con tiempo para visitarlo. La entrada es carísima (70$ los 3), y aún no tengo claro de qué va el museo… Al entrar te piden que escojas y memorices los datos de algunos espías, pues puede ser que durante la visita alguien te haga preguntas. Tiene pinta de juego de rol o similar y nos lo tragamos. Hora y media después, y sin nada de juego de rol, nos largamos, arrepintiéndonos mucho de haber entrado. Una pérdida de tiempo y dinero.
A Ester le hace gracia ir a ver el Museo del Holocausto, situado al otro lado del Mall (14ª con C), y por el camino pasamos por el edificio del FBI, sin nada que denote algún tipo de actividad.
Más adelante compramos unos helados para refrescarnos un poco, pues el calor sigue aquí. Al llegar al Museo, faltan menos de 20 minutos para que cierren, pero nos dejan entrar igual (chaquetas on), damos unas vueltas por los pisos y salas que vamos encontrando, pero no llegamos a ver nada de nada, aparte de unas pocas fotos. Otra pérdida de tiempo, pero esta vez gratuita. Nos vamos muy decepcionados de nuevo, vaya día llevamos… Para rematarlo, al salir empieza a llover, y nuestra intención de llegar hasta el Monumento a Lincoln, en la punta oeste del Mall, se ve truncada, pues amenaza con ser una tormenta de verano de reglamento. Cambiamos de planes, cruzamos otra vez hacia downtown y nos metemos en un Starbucks (14ª con G) minutos antes que empiece el diluvio universal 2.0. Tomándonos unos cafés, vemos como cae agua para aburrir durante una hora y después para de golpe y sale el sol.
Ahora sí, nos encaminamos al Mall para llegar hasta nuestro destino inicial. Pasamos por el Obelisco, el Monumento a la 2ª Guerra Mundial, la Lincoln Reflection Pool y finalmente llegamos hasta el Lincoln Monument, con la gigantesca estatua del presidente sentado en el interior del templo de inspiración griega. Nos sentamos un rato en las escaleras mientras se va poniendo el sol, a tiempo de ver una pedida de mano frente al monumento, entre aplausos y vítores del público. Tras la pedida, una visita fugaz al Monumento de la Guerra de Corea y a buscar un taxi para volver al centro a cenar.
Estamos agotados y no queremos caminar mucho más. Desde el Monumento a Lincoln hasta el mismo restaurante en que cenamos ayer (Harry’s, E con 11ª), pagamos 13$ al taxista. Bien invertidos, estamos poco menos que muertos… Cenamos por unos 44$ y vamos, andando ahora sí, hasta el hotel. Mañana dejamos Washington, y tenemos que recoger el coche de alquiler a las 10 de la mañana a pocas manzanas del hotel.
19 de agosto
Nuestro último día en la capital empieza acabando de preparar las maletas, a punto para empezar el road trip en cuanto recojamos nuestro coche de alquiler. Antes de eso y de hacer el check out, como la oficina está cerca del hotel (L con 19ª), bajamos a desayunar al Starbucks (29$) y dar un paseo hasta la oficina de Avis-Budget. Llegamos a las 10 en punto, hora en la que teníamos la reserva hecha. Por las caras de la gente que espera, da la sensación de que algo (malo) pasa. En información nos explican que debido a la tormenta de ayer, muchos garajes se han inundado y aún no han empezado a llegar todos los coches que tenían previsto. Me piden que volvamos en una hora, pues seguramente ya tendrán algo. Volvemos al hotel con otro corto paseo, para hacer el check out y dejar las maletas en consigna. A las 11 menos 10, volvemos otra vez a la oficina. Sin suerte, aún hay más cola que antes, pero por suerte, han hecho una lista de espera con orden de llegada, y estamos en espera antes que algunos de los que están en la oficina. Tenemos que esperar un rato más, viendo como a ratos se va entregando algún coche, aunque no tienen ningún SUV para nosotros de momento. Ester y Ada se van a tomar unos cafés al Corner Bakery Café, mientras yo sigo esperando. Cuando regresan ya son pasadas las 12 y aún falta un rato. Empieza a ser desesperante, puesto que teníamos previsto hacer un par de visitas más en DC con el coche y después salir hacia Lancaster, donde tenemos cita a las 17:00 para un tour guiado en el Amish County. Me parece que no tenemos tiempo de hacer las dos visitas freakys previstas: Catedral Nacional de Washington (3101 Wisconsin Ave. NW), en la que hay una gárgola representando a Darth Vader (Star Wars por si alguien ha aterrizado en la tierra estos últimos días y no sabe quién/qué es), y la 2ª, las escaleras de la escena final de “El Exorcista”, en las que muere el Padre Karras (Prospect con 36ª, hasta calle M).
Empezamos a temer incluso por perder el tour, puesto que aún tenemos que ir a recoger maletas, comer y llegar a Lancaster, a unos 200 kms de la capital. Espero que no encontremos mucho tráfico… Finalmente, a la 1 menos cuarto, nos hacen entrega de nuestro flamante SUV, un Mitsubishi Outlander. El garaje de salida de los coches de alquiler está en un edificio en el que no hay otra entrada para coches, y una mujer empieza a gritar a los empleados que quiere entrar, que lleva mucho rato esperando, pero tenemos que pasar la revisión de arañazos y demás, o sea que entre todos la ignoramos bastante y vamos a lo nuestro. Con la entrega de papeles y llaves oficialmente resuelta, nos montamos en el coche y nos dirigimos al hotel, apenas a 5 minutos de allí. Cargamos las maletas, ponemos el GPS en marcha e iniciamos nuestra aventura por la costa este con la presión del horario y el malestar por habernos perdido las dos visitas comentadas antes. El GPS tarda en ubicarse, y para no perder tiempo, nos ponemos en marcha avanzando con muchas dudas por Rhode Island Ave. Atravesamos barrios residenciales y finalmente don GPS se digna a darnos las primeras indicaciones para llegar a la I-95. Pasado Baltimore, cogemos la I-83 y nos paramos a comer en Carrabba’s, un italiano situado en una de las salidas, a pocos metros de la I-83. Comemos unos menús a base de pasta y pan de ajo por 30$, y salimos volando para devorar más kilómetros.