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Pusimos el despertador a las 7h30, con la intención de ir a visitar la cascada Rjúkandi que se nos había quedado pendiente el día anterior y que nos obligaba a retroceder casi 60 kms. En la calle 6°C y cielo nublado.
Tras ducharnos y vestirnos, nos preparamos unos ricos cereales con leche que habíamos comprado el día anterior. Compartimos mesa de desayuno con los huespedes de la habitación de al lado.
A las 8h30 dejamos la casa y nos fuimos en busca del supermercado Bonus que habíamos visto en el pueblo. Nuestro sorpresa fue que abrían a partir de las 10h y decidimos que no íbamos a esperar. Localizamos otro supermercado abierto de la cadena Netto. Hicimos las compras del día por ISK 6.464 (60,11€).
Tras ducharnos y vestirnos, nos preparamos unos ricos cereales con leche que habíamos comprado el día anterior. Compartimos mesa de desayuno con los huespedes de la habitación de al lado.
A las 8h30 dejamos la casa y nos fuimos en busca del supermercado Bonus que habíamos visto en el pueblo. Nuestro sorpresa fue que abrían a partir de las 10h y decidimos que no íbamos a esperar. Localizamos otro supermercado abierto de la cadena Netto. Hicimos las compras del día por ISK 6.464 (60,11€).
A medida que nos íbamos acercando, empezamos a ver la parte superior de la cascada. Y sobre las 10h30 llegamos al pequeño parking que hay al lado de la carretera. Desde allí, apenas tuvimos que andar 5 minutos hasta llegar al mirador. No estuvimos solos, justo a la vez que nosotros, llegó un minibus con un grupo organizado de fotógrafos.
A pesar de haber tenido que recorrer casi 100 kms. (ida y vuelta) la visita creemos que mereció la pena. Además, tener 20h de luz al día, nos permitía hacer este tipo de pequeñas locuras que no sé cómo nos las arreglamos, siempre terminamos haciendo en todos los viajes y que no podríamos dejar de hacer.
Cuando regresábamos hacia Egilsstaðir, nos dimos cuenta de que no había cargado las baterías de la cámara grande y hoy se suponía que íbamos a ver puffins. ¿Y si nos quedamos sin cámara en mitad de la sesión? ¡Eso si que no!
Así que ni cortos ni perezosos, nos desviamos un poco y regresamos a la casa para dejar cargando la batería que más descargada estaba. Nuestro anfitrión se extraño al vernos por la casa a media mañana, pero cuando le explicamos lo que nos había ocurrido, no sabemos qué pensaría realmente de nosotros pero estamos casi seguros de que le levantamos de una siesta mañanera.
Tras la parada técnica, volvimos a ponernos en marcha y cogimos la carretera 93 en dirección al fiordo de Seyðisfjörður. Por el camino, tuvimos la oportunidad de ver nieve al borde de la carretera e incluso vimos pequeños lagos que aún tenían helada parte de su superficie.
Así que ni cortos ni perezosos, nos desviamos un poco y regresamos a la casa para dejar cargando la batería que más descargada estaba. Nuestro anfitrión se extraño al vernos por la casa a media mañana, pero cuando le explicamos lo que nos había ocurrido, no sabemos qué pensaría realmente de nosotros pero estamos casi seguros de que le levantamos de una siesta mañanera.
Tras la parada técnica, volvimos a ponernos en marcha y cogimos la carretera 93 en dirección al fiordo de Seyðisfjörður. Por el camino, tuvimos la oportunidad de ver nieve al borde de la carretera e incluso vimos pequeños lagos que aún tenían helada parte de su superficie.
Junto a la carretera vimos una especie de escultura y aunque no la teníamos apuntada en nuestra ruta, paramos porque nos pareció que había unas bonitas vistas del fiodo. Resulto que la escultura era un monumento en honor a Þorbjörn Arnoddsson, que fue un pionero en los viajes invernales a través del paso Fjarðarheiði.
Como las vistas eran increibles, nos pareció que este sitio podía ser el lugar elegido para hacer la foto de presentación del diario.
Como las vistas eran increibles, nos pareció que este sitio podía ser el lugar elegido para hacer la foto de presentación del diario.
Paseando por la zona, conocimos a una pareja de catalanes con la que estuvimos charlando un rato porque Miguel, que así se llama él, es aficionado también a la fotográfia y qué más quieres!!!! Su pareja se había encontrado una tarjeta de crédito en el suelo que parecía ser de un ciudadano chino. La dejamos en un sitio a la vista con una piedra encima para que no se la llevara el viento, por si el dueño volvía a buscarla.
Además de la tarjeta, vimos otra cosa perdida (esta en peor estado). Una tablet en el fondo de un barranco. Tiene pinta de que fuera un selfie que no acabó bien .
Además de la tarjeta, vimos otra cosa perdida (esta en peor estado). Una tablet en el fondo de un barranco. Tiene pinta de que fuera un selfie que no acabó bien .
Antes de llegar al pueblo, todavía hicimos una parada más para visitar la cascada Gufufoss. Lo bueno de esta cascada es que está al lado de la carretera y se puede acceder hasta la base muy facilmente. Lo malo para nosotros fue que eran las 13h y el sol había conseguido hacerse un hueco entre la nubes y estaba justo encima de la cascada. Así que hicimos lo que buenamente pudimos.
Sin más paradas, llegamos al pueblo de Seyðisfjörður que da nombre al fiordo. El pueblo tiene de especial el entorno privilegiado en el que se encuentra y dimos un tranquilo paseo por el puerto y calles principales.
¡Ahhh! se nos olvidaba comentar que este fiordo, es la entrada principal a Islandia a través de ferry ya que cuenta con una linea que une la isla con la población danesa de Hirtshals que opera la compañía Smyril Line. Por sí alguno se anima a traer su propia autocaravana y recorrer media europa, es aquí donde desembarcará.
Junto con unas casas “grafiteadas” que nos encontramos durante nuestro paseo, lo que más nos gustó del pueblo, fue la iglesia azul con su alfombra multicolor. En el enlace anterior se puede lee rmás sobre la historia de esta pintoresca iglesia, que se remonta a 1882. El pueblo no es muy grande y entre calles nos encontramos con nuestros compañeros de alojamiento y a la pareja que vimos en el alto hacía un ratito.
Ya cuando nos íbamos del pueblo, nos llamó la atención una cabina de teléfono roja en mitad de una colina y con la particularidad de que estaba hecha de hierro. Resulta que era una escultura celebrando el 100 aniversario (1906) del primer cable telegráfico entre Islandia y Escocia (haciendo escala en las Islas Feroe).
Camino de vuelta a Egilsstaðir, y para no perder tiempo, comimos por el camino y pasamos de nuevo un momento por la casa a recoger la batería que habíamos dejado cargando. De camino, paramos a hacer más fotos a los lagos helados que nos habíamos visto a la ida.
Nuestro siguiente destino era la cascada Klifbrekkufossar, en la carretera 953 que acaba en el fiordo de Mjóifjörður. Casi toda la carretera es pista de tierra y además con algunas rampas con desniveles que llegan hasta el 18%. Cuando fuimos nosotros estaba seca, pero con barro, tiene que ser muy, pero que muy complicada.
Antes de llegar a la cascada vimos unos saltos de agua, junto a la carretera, que nos llamaron mucho la atención y como andábamos bien de tiempo, decidimos para un momento y hacer unas fotos.
Pasadas las 16h30, llegamos a la cascada. Mientras yo sacaba fotos, Anna entabló conversación con una lugareña que estaba sentada junto a la orilla del río tejiendo, mientras su pareja sacaba fotos a la cascada. La peculiaridad de esta cascada es que tiene saltos a varias alturas y desde aquí también se pueden disfrutar de unas magníficas vistas del fiordo.
Ya eran las 17h y estábamos a casi dos horas del mirador de los puffins, así que, nos despedimos de los paisanos islandeses y pusimos rumbo a Borgarfjörður Eystri, no sin antes inmortalizar un tierno momento que nos brindaron nuestras amigas, las ovejas.
Para llegar a nuestro destino, cogimos la carretera 94 desde Egilsstaðir, y tuvimos que cruzar varios tramos sin asfaltar, aunque afortunadamente estaban en bastante buen estado y pudimos mantener un buen ritmo.
Poco antes de las 19h llegamos al pueblo de Borgarfjörður Eystri, con una luz increible. Al cruzar el pueblo, nos intentamos fijar a ver si veíamos algún cartel que anunciara el mirador, pero no vimos nada, así que decidimos ir hasta donde nos llevara la carretera.
Acabamos en el puerto y por las fotos que habíamos visto en internet, estábamos en el sitio correcto. Dejamos el coche aparcado en un parking que había en la zona alta (se supone que sólo podían bajar en cochen hasta el puerto, los pescadores y usuarios del propio puerto) y nos atabiamos con todo lo necesario para pasar un buen rato con nuestros simpáticos amigos, los puffins.
Nada más llegar a la zona del puerto, vimos unas escaleras metálicas que llevaban a una especie de promontorio que se adentraba en el mar. Y es que, en las laderas de ese montículo, tenían sus nidos excavados los frailecillos. Al contrario que, por ejemplo las gaviotas que anidan en casi cualquier sitio, estas aves necesitan estar a cubierto para dar a luz y dar de comer a su prole.
Casi nada más llegar empezamos a ver los primeros ejemplares. ¡Pero si son muy pequeñitos! Fue lo primero que nos llamó la atención y es que, de media, miden unos 20 cms.
Casi nada más llegar empezamos a ver los primeros ejemplares. ¡Pero si son muy pequeñitos! Fue lo primero que nos llamó la atención y es que, de media, miden unos 20 cms.
No podíamos parar de sacar fotos y algún que otro video y es que, este era como os dijimos al principio, el principal motivo de nuestro viaje a Islandia. Intentamos pillarlos en vuelo, cuando regresaban al nido… y digo intentamos, porque ¡qué rápido se mueven los jodidos!
En el mar se veían cientos de ellos, agrupados en bandadas de unos 50 ejemplares. Estaban pescando para llevar comida a las crías que esperaban en el nido. Habíamos visto fotos de estas aves con pequeños pescados en el pico, aunque nosotros hasta el momento, no habíamos tenido la suerte de verlos así.
Como nos suele pasar muy a menudo, la gente iba llegando, se quedaba 15 minutos y se iba. Nosotros, sin embargo no nos podíamos ir sin la foto que habíamos venido a buscar. Y afortunadamente, no tardó en llegar. En uno de los multiples viajes que iban haciendo los frailecillos desde el mar hasta el nido, vimos como uno de ellos llevaba algo en loa boca. Cuando aterrizó en la ladera, a pocos metros de nosotros, lo pudimos ver claramente. Llevaba la cena para sus crías, jejeje.
¡¡Parece mentira que no se le escape ningún pececillo!!
¡¡Parece mentira que no se le escape ningún pececillo!!
También nos fijamos en una cosa que nos llamó la atención y es el instinto de protección que tienen estas aves. Cuando aterrizaban en la ladera, nunca iban directamente al nido. Siempre se quedaban durante unos instantes fuera, mirando de un lado a otro (suponemos que para no desvelar la ubicación del nido a posibles depredadores que anduvieran cerca).
Tras casi dos horas y ¡1800 fotos!, dimos por finalizada la visita al mirador de los puffins. Aunque no lo hemos comentado antes, la temperatura había bajado bastante y hubo ratos que pasamos mucho frío en la manos pero mereció la pena 100%.
Antes de volver al coche, nos despedimos de una pareja que habíamos conocido en el mirador. Ella era gallega y él belga, de padres españoles, con los que estuvimos charlando entre foto y foto.
A las 21h nos pusimos de nuevo en ruta dirección a la casa de Egilsstaðir. Para entrar en calor lo antes posible, le dimos uso a la calefacción de los asientos.
Y como somos de esos que nos llama la atención cualquier cosa que esté al borde de la carretera, no pudimos evitar parar al ver una casa roja con el tejado recubierto de hierba mientras atravesábamos el pueblo. Y resultó que tenía su propia historia.
Elísabet Sveinsdóttir y su marido Skúli Ingvarsson compraron la casa en 1979. En las escrituras se describía la casa como “vieja, contruida con cemento, madera, piedras y hierba y para nada moderna”. Así todo, invirtieron un montón de tiempo y trabajo para renovarla y que se pareciera a las casas de la zona. Además construyeron un pequeño cobertizo donde guardan todo tipo de cosas que han ido recopilando a lo largo de los años.
Skúli murió en 1987, pero Elísabet sigue viniendo a la casa durante los meses de verano.
Antes de volver al coche, nos despedimos de una pareja que habíamos conocido en el mirador. Ella era gallega y él belga, de padres españoles, con los que estuvimos charlando entre foto y foto.
A las 21h nos pusimos de nuevo en ruta dirección a la casa de Egilsstaðir. Para entrar en calor lo antes posible, le dimos uso a la calefacción de los asientos.
Y como somos de esos que nos llama la atención cualquier cosa que esté al borde de la carretera, no pudimos evitar parar al ver una casa roja con el tejado recubierto de hierba mientras atravesábamos el pueblo. Y resultó que tenía su propia historia.
Elísabet Sveinsdóttir y su marido Skúli Ingvarsson compraron la casa en 1979. En las escrituras se describía la casa como “vieja, contruida con cemento, madera, piedras y hierba y para nada moderna”. Así todo, invirtieron un montón de tiempo y trabajo para renovarla y que se pareciera a las casas de la zona. Además construyeron un pequeño cobertizo donde guardan todo tipo de cosas que han ido recopilando a lo largo de los años.
Skúli murió en 1987, pero Elísabet sigue viniendo a la casa durante los meses de verano.
Como teníamos un par de horas de viaje por delante, decidimos cenar en ruta. Llegamos a la casa poco antes de las 23h y ya os podéis imaginar. También repasamos el itinerario para el día siguiente porque cambiábamos de alojamiento y teníamos reservado el tour para navegar por el lago del glaciar Fjallsárlón a las 17h.
*** Final del día 12 ***
El despertador no quiso darnos ni un minuto de tregua ¡maldito trasto! Desayunamos y para las 8h30 nos despedimos de la pareja francesa y de nuestro anfitrión y nos dirijimos a uno de los supermercados del pueblo para hacer las compras del día. El cielo estaba nublado y caía algo de “sirimiri”. La temperatura 8°C.
Además de las compras, ISK 5.711 (53,12€), aprovechamos para llenar el depósito en la gasolinera que había junto al supermercado Bonus. Por cierto, fue la gasolina más barata del viaje. 30,21L x ISK 165,50 = ISK 5.000 (46€).
Cuando cargamos el coche con las compras, nos dimos cuenta de que apenas se podía leer la matrícula y como no queríamos tener ningún problema con la autoridad, la “aseamos” un poco.
Además de las compras, ISK 5.711 (53,12€), aprovechamos para llenar el depósito en la gasolinera que había junto al supermercado Bonus. Por cierto, fue la gasolina más barata del viaje. 30,21L x ISK 165,50 = ISK 5.000 (46€).
Cuando cargamos el coche con las compras, nos dimos cuenta de que apenas se podía leer la matrícula y como no queríamos tener ningún problema con la autoridad, la “aseamos” un poco.
Sobre las 9h30 nos pusimos en marcha cogiendo la N1 dirección sur. En el tramo de 45 kms. que recorrimos antes de llegar a la desviación de Folaldafoss (carretera 939), nos encontramos con una zona que no estaba asfaltado y no parecía que estuviera en obras. Nos extrañó mucho porque era la carretera principal.
Nada más desviarnos hacia la carretera 939, varias señales de tráfico advertían de que la carretera era una pista sin asfaltar y que, además, tenía zonas con pendientes de hasta el 17%. Pero antes de llegar, y para abrir boca, nos encontramos con una cascada (no hemos conseguido averiguar el nombre) al lado mismo de la carretera.
Nada más desviarnos hacia la carretera 939, varias señales de tráfico advertían de que la carretera era una pista sin asfaltar y que, además, tenía zonas con pendientes de hasta el 17%. Pero antes de llegar, y para abrir boca, nos encontramos con una cascada (no hemos conseguido averiguar el nombre) al lado mismo de la carretera.
La cascada Folaldafoss tiene una altura aproximada de 16 mts. y una anchura de unos 5 mts. y su agua procede del rio Berufjarðará. Está situada en la carretera 939, conocida tambien como Öxi pass, y está considerada como una de las carreterás más peligrosas de Islandia. No se recomienda circular por ella fuera de los meses de verano o con mal tiempo, ya que las avalanchas son frecuentes. Nosotros, afortunadamente, no tuvimos problemas para llegar a la cascada. Y no fuimos los únicos.
Al llegar, sobre las 11h, nos encontramos con otra pareja que también estaba sacando fotos, aunque al poco tiempo, se marcharon y nos dejaron la cascada para nosotros solos.
Al llegar, sobre las 11h, nos encontramos con otra pareja que también estaba sacando fotos, aunque al poco tiempo, se marcharon y nos dejaron la cascada para nosotros solos.
Después de media hora recorriendo un poco la zona y sacando fotos, reemprendimos la marcha y recorrimos los apenas 2 kms. que nos quedaban para volver a la N1. Como dato a tener en cuenta, os diremos que al cruzar por la 939, se ahorran 60 kms. de trayecto.
Un poco más adelante paramos para hacer unas fotos a un zona de la costa que nos pareció curiosa y resulta que vimos aparcada una furgoneta con matrícula española. Nos nos pudimos resistir a acercamos a presentarnos. Era un matrimonio de Barcelona que, al igual que la pareja que habíamos visto en Reykjavík, había viajado hasta Dinamarca y luego había cogido un ferry para llegar hasta Islandia. Por cierto, el hombre nos dijo que al desembarcar del ferry, la policía de fronteras a poco más, le desmonta la furgoneta y les quitaron un montón de la comida que llevaban desde España.
Antes de seguir con nuestro relato, sólo un pequeño “break” para una foto denuncia. Parece mentira que todavía haya gente que crea que tiene más prisa que los demás. No son conscientes (y si lo son, peor todavía) que se están poniendo en peligro y lo peor de todo, es que están poniendo en peligro a otras personas con ciertos comportamientos.
Antes de seguir con nuestro relato, sólo un pequeño “break” para una foto denuncia. Parece mentira que todavía haya gente que crea que tiene más prisa que los demás. No son conscientes (y si lo son, peor todavía) que se están poniendo en peligro y lo peor de todo, es que están poniendo en peligro a otras personas con ciertos comportamientos.
A pesar de que sabíamos que no era demasiado vistoso (y demasiado moderno para nuestro gusto, jejeje), hicimos una breve parada para ver el faro de Hvalnes. Lo que más nos gustó fue el precioso entorno donde está ubicado.
Siguiendo por la N1 llegamos a una laguna donde, nos comentaron unos amigos que en verano cuando vinieron ellos, se pueden ver cientos de cisnes. Nosotros sólo vimos un par de parejas o tres
Para variar, íbamos apurados de tiempo y decidimos “intentar” no parar parar más y comer por el camino. Según nos fuimos acercando al Vatnajökull National Park, el paisaje cambió radicalmente y empezaron a asomar lenguas de glaciar.
A las 15h llegamos al parking de la laguna del glaciar Jökulsárlón. A pesar de haber bastante gente, no tuvimos problemas para aparcar. Al caminar hacia la orilla, el paisaje que apareción ante nuestros ojos nos dejo con la boca abierta. Cuando estuvimos en la costa oeste de Canadá en 2014, estuvimos caminando por el glaciar Athabasca, pero esto era diferente: un mar de icebergs flotando a la deriva.
Como el tour en barco lo teníamos contratado en la otra laguna y teníamos que estar en la recepción a las 16h45, pasamos un rato paseando y sacando fotos. También pasamos un buen rato viendo como la mamá pato enseñaba a sus poyuelos a pescar metiendo la cabeza bajo el agua.
Y como no podía ser de otra manera, también nos encontramos con un reportaje de boda de una pareja de orientales. Menudo despliegue de medios, ¡incluso tenían un dron!
Una curiosidad de esta laguna es que está unida al mar, por lo que los trozos de icebergs desprendidos del glaciar acaban derritiendose en el oceano atlántico. Cruzando el puente de la carretera N1 accedimos a una playa de arena negra, que sí no me equivoco la llaman la playa de los diamantes, donde acaban encayando muchos trozos pequeños de iceberg.
Poco después de las 16h30, dejamos Jökulsárlón y nos fuimos hasta la laguna del glaciar Fjallsárlón para hacer el tour en bote que teníamos reservado. A pesar de ser una laguna más pequeña y quizas menos espectacular que Jökulsárlón, elegimos Fjallsárlón por huir de los más turístico.
Nada más llegar a la recepción, validamos nuestras reservas, 2 x ISK 6.800 = ISK 13.600 (120,09€) y como ya estábamos todos los que íbamos al tour, nos dieron las chaquetas y los chalecos salvavidas para que nos los fueramos poniendo. En cuanto estuvimos todos listos, dimos un pequeño paseo hasta la orilla de la laguna, donde nos estaba esperando una lancha fueraborda. Mientras nuestro guía se presentaba, nosotros pusimos a punto nuestras cámaras.
Nada más llegar a la recepción, validamos nuestras reservas, 2 x ISK 6.800 = ISK 13.600 (120,09€) y como ya estábamos todos los que íbamos al tour, nos dieron las chaquetas y los chalecos salvavidas para que nos los fueramos poniendo. En cuanto estuvimos todos listos, dimos un pequeño paseo hasta la orilla de la laguna, donde nos estaba esperando una lancha fueraborda. Mientras nuestro guía se presentaba, nosotros pusimos a punto nuestras cámaras.
El paseo en bote duró aproximadamente 45 minutos dutante los cuales nuestro guía nos estuvo explicando todo lo relacionado con los glaciares, icebergs, cambio climático, etc… También nos propuso un juego y es que nos dijo que en la laguna habitaba una foca y quien consiguiera sacarle una foto, tendría un premio. Aunque llegamos a ver la foca, no fuimos capaces ninguno de sacarle una foto.
Al volver a la orilla, y para que inmortalizar el momento, pedimos que nos sacaran una foto. ¿A que parecemos auténticos lobos de mar?
Nuestra última parada del día fue para ver una iglesia muy curiosa que está en el pueblecito de Hof. Y es que alrededor de la iglesia hay una especie de jardín con un montón de bultos que luego nos enteramos que eran tumbas. Hofskirkja fue construida en 1884 y fue la última iglesia con tejado de hierba que se construyó al estilo tradicional en Islandia. Es una de las seis que se mantienen en el país como monumento histórico. En el interior se pueden ver lámparas danesas del siglo XVI y XVII (cuando estuvimos nosotros, la iglesia estaba cerrada ).
Como hoy teníamos alojamiento nuevo, no nos entretuvimos demasiado. Volvimos a la N1 y le dijimos al señor Google que nos llevara hasta la Klaustur-Hof Guesthouse, en el impronunciable pueblo de Kirkjubæjarklaustur. Todavía teníamos 85 kms por delante.
Durante el vieje, además de disfrutar paisajes increibles cubiertos por la niebla, tuvimos la oportunidad de cruzar un puente que en vez de asfalto tenía listones metálicos. Como el puente sólo tenía un carril y era bastante largo, cada cierto tiempo han puesto unos huecos para que se puedan cruzar dos vehículos, al más puro estilo de los passing places en las Highlands escocesas.
Durante el vieje, además de disfrutar paisajes increibles cubiertos por la niebla, tuvimos la oportunidad de cruzar un puente que en vez de asfalto tenía listones metálicos. Como el puente sólo tenía un carril y era bastante largo, cada cierto tiempo han puesto unos huecos para que se puedan cruzar dos vehículos, al más puro estilo de los passing places en las Highlands escocesas.
Klaustur-Hof Guesthouse
Web: Klaustur-Hof Guesthouse
Precio: 172€ por noche (2 camas individuales en habitación privada y baño privado). Toallas y ropa de cama incluidas.
Ubicación: buen centro de operaciones para recorrer la zona del Parque Nacional Vatnajökull
Estado: Las habitaciones estaban construidas dentro de una especie de barracón, estaban bien cuidadas y eran modernas. El único pero, aparte del precio, es que el agua de la ducha era con termo eléctrico y si dejabas la ducha para última hora, te podías encontrar que no tenías agua caliente. Lo decimos por experiencia.
Servicios: Aparcamiento gratuito, WIFI
Trato recibido: Normal
Calificación: (7.5 sobre 10)
Al hacer el check in, nos ofrecieron el desayuno por 18€/persona y día. Como ya habíamos pagado bastante por la habitación, decidimos que seguiríamos preparandonos nuestros propios desayunos (había que intentar recortar en algo, el ya abultado presupuesto).
Antes de buscar un sitio para cenar, pasamos por un supermercado a hacer las compras para el día siguiente ya que íbamos a andar justos de tiempo - ISK 4.540 (42,23€). A las 10h teníamos reservado la caminata por el glaciar. Para cenar, nos dimos un pequeño homenaje y fuimos a una hamburguesería que había junto a una gasolinera y que habíamos visto de camino al alojamiento.
La cena fueron 2 hamburguesas con patatas y refrescos por ISK 3.200 (29,75€).
También aprovechamos para llenar el depósito. 27,58L x ISK 183,3 = ISK 5.000 (46€)
Antes de buscar un sitio para cenar, pasamos por un supermercado a hacer las compras para el día siguiente ya que íbamos a andar justos de tiempo - ISK 4.540 (42,23€). A las 10h teníamos reservado la caminata por el glaciar. Para cenar, nos dimos un pequeño homenaje y fuimos a una hamburguesería que había junto a una gasolinera y que habíamos visto de camino al alojamiento.
La cena fueron 2 hamburguesas con patatas y refrescos por ISK 3.200 (29,75€).
También aprovechamos para llenar el depósito. 27,58L x ISK 183,3 = ISK 5.000 (46€)
Al volver al alojamiento, mientras sacábamos el equipaje del coche, se nos acercó otro huesped y nos preguntó a ver de dónde veníamos. Al principio no lo entendíamos, pero al ver nuestra cara de extraneza, nos volvío a preguntar pero señalando la suciedad que tenía nuestro coche. Acabamos hablando de nuestros respectivos viajes y lo que más nos había gustado hasta el momento.
Ya en la habitación y aprovechando nuestro baño privado, nos duchamos antes de ir a la cama. Anna, que fue la segunda en ducharse, notó que al final se estaba quedando sin agua caliente (las desventajas de los termos eléctricos compartidos).
Mientras Anna escribía las notas para el viaje, yo descargué las fotos y demás… ¡casí conseguimos echarnos a la cama antes de medianoche!
Ya en la habitación y aprovechando nuestro baño privado, nos duchamos antes de ir a la cama. Anna, que fue la segunda en ducharse, notó que al final se estaba quedando sin agua caliente (las desventajas de los termos eléctricos compartidos).
Mientras Anna escribía las notas para el viaje, yo descargué las fotos y demás… ¡casí conseguimos echarnos a la cama antes de medianoche!
*** Final del día 13 ***
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