El viaje a Egipto no es un viaje más, es como uno de esos viajes obligados que un buen viajero tiene que hacer al menos una vez, la civilización egipcia, y no sólo el Egipto de los faraones, que en si mismo es grandioso, sino la suma de otras como la bizantina, la romana o la árabe dejaron su impronta en este territorio, no obstante la grandeza de los faraones egipcios es lo que te lleva hasta allí y le da un punto de grandeza al viaje.
No disponía de mucho tiempo, el víaje no podía durar más de 12 días con lo que decidí conocer el alto Egipto, de Luxor hasta Assuán y de allí volar a Abú Simbel, hacer noche y disfrutarlo bien y después volver a El Cairo y reservarle un par de días, así hice y sirvió para iniciarme en la cultura de los faraones.
Aterricé en El Cairo y antes de enlazar vuelo a Luxor, fui hasta la explanada de las pirámides, nada mejor para abrir boca en Egipto que ver las pirámides, allí muy cerca de la ciudad, situadas en un alto y con buenas vistas de el Cairo, estaban las pirámides que tanto había visto en libros. Lo primero que me sorprendió fue el enorme tamaño de las piedras, era grandioso.
Empecé visitando la gran pirámide de Keops, la más antigua y la más grande de las pirámides de Guiza, es la del faraón Jufu, más conocido por Keops, que reinó entre los años 2.589 y 2.566 ac., parece mentira que hace casi 5.000 años se pudiera hacer algo así. Entré dentro por un túnel muy estrecho y en el que te falta el aire y llegué hasta la sala funeraria, todo un sueño hecho realidad.
Más tarde hice lo mismo en la de Kefren, este faraón era el hijo de Keops, la cámara funeraria tallada en la roca de esta pirámide nunca fue acabada y en ella se puede observar el revestimiento que llevaban estas pirámides en la cima que se conserva intacto.
La última pirámide, la de Micerinos, es la más pequeña, fue construida por Menkaure (sucesor de Kefren) y su tamaño es el reflejo de la decadencia del poder de la dinastía.
Después de las pirámides, un poco más apartada se encuentra la mítica esfinge de Giza, ese gran rostro humano con cuerpo de león que mando tallar Kefren en una sóla piedra caliza, la seguridad para pasar a verla era enorme y la emoción de tenerla tan cerca fabulosa.
Volé hasta Luxor, allí me embarqué en uno de los barcos que llegan hasta Assuan, sería mi medio de locomoción en los siguientes días. A la mañana siguiente fui a Luxor, a pesar de ser primavera y primera hora ya hacía calor, el sol en Egipto es como un puñal, en verano debe ser imposible de soportar. Allí estaba el templo de Luxor, este templo consagrado a la triada Amón-min, Mut y Jonsu, fue construido casi en su totalidad por el emperador Amenofis III (1.417 – 1.379 ac.), durante el reinado de su hijo ajenaton se paralizaron las obras y fue Ramses II (1.304 – 1.237 ac.), quien añadió la columnata y lo finalizó. Cuando entras te impresionan 2 majestuosas efigies y por dentro las 32 elegantes columnas de la columnata de Amenofis III te empequeñece, sólo estropea un poco el templo la mezquita interior (mezquita de abu-el-Haggag), es uno de los mejores monumentos de Egipto.
Muy cerca del anterior se encuentra el templo de Karnak, dicen que estaba destinado a convertirse en la morada de los dioses, la construcción y las diversas ampliaciones de este templo duraron más de 1.300 años durante el llamado imperio medio, se construyó como un gran recinto de culto al dios Amón y posteriormente se amplió con otro recinto de culto a su mujer Mut. La entrada se realiza por la gran avenida de la esfinges, estas esfinges unían en sus tiempos este templo con el de Luxor, en su época sólo podían acceder al templo el faraón o sus representantes, nunca el pueblo llano. Quizás lo más impresionante del templo es la sala hipostila, una sala de 6.000 m2 llena de gigantescas columnas en un muy buen estado de conservación.
Para terminar el día fui a ver los colosos de Menón, que fueron restaurados durante la época romana, dos gigantescas estatuas que es lo único que queda en pie en medio de la nada de lo que dicen pudo haber sido el recinto funerario más grande del antiguo Egipto.
Al día siguiente nos esperaba el valle de los Reyes, en un lugar apartado, en medio de las colinas de Tebas y de lejos sin ningún síntoma de grandiosidad, aparecen unas entradas a tumbas que era el lugar donde se enterraba a los faraones que según los egipcios alcanzaban la vida eterna, las tumbas eran labradas y decoradas por expertos artesanos y muchos de sus operarios eran asesinados a la finalización de las tumbas para que no desvelaran sus secretos. Los faraones eran enterrados llenos de tesoros y cada tumba por dentro es un impresionante templo, con frescos y tallas en un muy buen estado de conservación.
La que más impresiona es la entrada a la tumba de Tutankamon qu en ese momento no podía ser visitada, aunque más adelante podría disfrutar del tesoro de Tutankamon en el museo de El Cairo. Un poco más allá del valle de los reyes está el valle de las reinas y los restos de la ciudad de los artesanos y constructores del valle de los reyes, en la que según estimaciones pudieron haber llegado a vivir hasta 120.000 personas.
Seguimos avanzando por el bonito Nilo, sus orillas tienen vegetación, bajo el fondo cercano del desierto, la siguiente parada era Edfú, en la que primero di una vuelta por su mercado y después pasamos al templo de Edfú. Este templo que está muy bien conservado, está consagrado a Horus, hijo de Isis y Osiris, es de la época ptolemaica y tiene clara influencia helenística (Ptolomeo VII), es increíble como cambia la construcción con respecto a los anteriores.
Seguimos por el Nilo y cerca del anterior pero en la otra orilla, se encuentra el templo de Kom Ombo, dedicado a Haroeris y Sobek, también es de la época Ptolemaica y si no me hubieran dicho que estaba en Egipto podría haverlo tomado por un templo griego, pude ver sus famosos halcones de la entrada y pasearme entre sus majestuosas columnas, la luz del sol era perfecta ya que era la puesta de sol y disfruté haciendo montones de fotografías.
Antes de llegar a Assuan visitamos el templo de Hatshepsut, famoso por dos situaciones, la primera es porque es un templo construido por la única mujer que fue faraona de Egipto, la reina Hatshepsut, que gobernó Egipto entre 1.503 y 1.482 ac., que se casó con su hermano Tutmosis II y enviudó sin hijos. La segunda razón de la fama de este templo es porque fue aquí la famosa matanza de turistas que tanto perjudicó el turismo en Egipto en los años 90.
Llegué a Assuán, esta agradable ciudad tiene un buen mercado y está al borde de la famosa y polémica presa de Assuán, obra faraónica que sepultó bajo sus aguas muchos templos egipcios, dio tiempo para recorrer Assuán, incluso para visitar el museo nubio y la famosa cantera de Assuán donde los antiguos egipcios trabajaban la piedra, allí se encuentra el famosos obelisco inacabado. Me adentré un poco en el desierto y visité un bonito y colorido poblado nubio, todo azul y con bellas mujeres.
Al día siguiente tocaba el templo de File, otro templo Ptolemaico, dedicado a Isis, situado originariamente en la isla de File, tras la construcción de la presa, la crecida de las aguas inundó el templo, la UNESCO y otras organizaciones lo trasladaron a la cercana isla de Aglica.
El misterioso culto a Isis floreció durante la época romana, incluso perduró en la era cristiana, en este templo todavía alguna secta extraña lo venera de vez en cuando, el templo es precioso sobre todo visto desde el agua.
Quedaba uno de los puntos fuertes del viaje, Abu Simbel, volé desde Assuán y pasé noche en la zona, por la noche el espectáculo de luz y sonido en el templo fue alucinante, aunque lo mejor fue ver amanecer allí y ser el primero en pasar al templo con lo que pude disfrutar de la soledad del lugar, sinceramente maravilloso.
Abu simbel encarna el monumentalismo del Nuevo Imperio cuando Ramsés II (1.304 – 1.237 ac. ) ganó las guerras coloniales desde el valle de la Bekaa en el Líbano hasta la cuarta catarata. El objetivo del monumento era dejar huella de su poderío en tierras nubias. El complejo está formado por dos templos, el del propio Ramsés y el de la reina Nefertari, ambos marginan a los dioses (Hathor y Ra) a los que en teoría está dedicado, por ejemplo las paredes están íntegramente dedicadas a representar las hazañas de Ramsés II.
Pero lo que marca a este templo es la faraónica obra de salvamento realizada en la década de los 60. Ante la perspectiva de su desaparición bajo las aguas del lago, se diseñó una operación que desplazó toda la montaña del templo 210 metro hacia atrás y 61 metros por encima de su anterior emplazamiento, toda la operación se expone con detalle en un pequeño museo situado a la entrada del templo.
Pocas cosas hay tan intensas como contemplar la entrada de los primeros rayos del sol en el templo sobre todo si te evitas la masa de turistas que llegan todos en el avión de las 11:00.
Quedaba la visita a El Cairo, un par de días y un cambio de chip importante. Empecé por la visita obligada al museo del Cairo, un poco para ordenar mis ideas sobre tanto templo y tanto dato, la visita no decepciona el museo está muy bien concebido, el tesoro de Tutankamon me pareció muy original, sobre todo la cantidad de pequeños detalles que te hacen a la idea de lo adelantados que estaban en aquella época, tenían hasta ventiladores.
Depués empezó la visita a el Cairo, empecé por la ciudadela, espectacular fortificación construida por Saladito (1.171-1.193), en la época de las cruzadas, desde lo alto se contemplan unas espectaculares vistas de el Cairo y la Mezquita es espectacular.
Situado en la parte septentrional de El cairo se encuentra el barrio copto, un precioso enclave con sabor medieval, donde según las creencias de la comunidad ortodoxa copta local se refugió la sagrada familia cuando huían de Israel, el barrio incluye numerosas iglesias, la más importante es la de San Jorge, conventos, un bonito cementerio, una impactante cripta y los restos de una fortaleza romana.
Luego tocaba El cairo musulmán, el famoso zoco de El Cairo, franqueado por palacetes e innumerables mezquitas, conviene pasearlo con paciencia y procurar no dejarse tantas cosas que atraviesas, la más famosa es la mezquita de Al-Hakim pero hay otras más pequeñas que son todavía más bonitas, también son famosas el conjunto de madrasas del sultán Qalaoun, en fin es una ciudad muy intensa en la que te dejas muchas cosas.
Lo peor de el Cairo es su alocada circulación, cruzar una calle es toda una aventura y que es una ciudad muy contaminada, en la que sus edificios está un poco sucios, por el contrario tiene el Nilo, las vistas desde mi hotel era estupendas.
Bueno fue un viaje corto pero me llevé una buena impresión general.
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