Teníamos día y medio en Phnom Penh pero acabamos tomándonoslo con mucha calma para descansar un poco de todo el tute que llevábamos encima. La primera mañana no madrugamos mucho y después de desayunar en el hotel negociamos con un tuktuk que había en la entrada para que nos llevara a Tuol Sleng (el museo del genocidio) y nos esperara a que termináramos para llevarnos de vuelta a la zona del hotel por $5. No era un chollo, pero tampoco nos pareció exagerado así que no discutimos mucho. Le pedimos primero nos llevara a un cajero de Canadia Bank que habíamos buscado en google para hacer la última retirada de efectivo del viaje, y después ya nos llevó a Tuol Sleng. Le dijimos que le pagábamos al terminar, y se quedó fuera esperándonos.
Tuol Sleng es en realidad un antiguo colegio que en 1975 fue tomado por los jemeres rojos liderados por Pol Pot, que lo convirtieron en una prisión secreta llamada S-21. Fue, de hecho, secreta hasta que a finales de 1978 fue descubierta por las fuerzas vietnamitas tras la invasión del país. Por allí habían pasado más de 17000 personas que o bien murieron allí mismo o bien eran llevados a los campos de exterminio de Choeung Ek para ser asesinados. Cuando se descubrió la prisión, también se descubrieron todos los archivos y fotografías que meticulosamente se habían ido guardando durante esos años, y que ahora se exponen en el museo. Es uno de esos sitios espeluznantes que te ponen la carne de gallina y que te dejan mal cuerpo, pero que merece la pena visitar. La entrada cuesta $8 por persona con audioguía incluida, y te puedes tirar fácilmente 2 o 3 horas recorriéndolo. Se han mantenido las celdas (antiguas aulas), algunas todavía con los camastros de hierro y fotos en la pared de cómo se encontraron cadáveres en esas mismas camas, torturados hasta la muerte por los guardas cuando supieron que las fuerzas vietnamitas se acercaban. Hay una exposición de fotos de prisioneros, antes y después de ser torturados, y muchos carteles informativos sobre el régimen de los jemeres rojos, los cabecillas, y el papel de Tuol Sleng, y cómo algunos de los que al principio eran guardas de la prisión acabaron siendo prisioneros y muriendo allí mismo. También te cuentan la historia de los únicos 7 prisioneros que se encontraron con vida cuando se descubrió la cárcel.
Tuol Sleng
Es verdaderamente deprimente, pero os animo a que lo visitéis porque de verdad merece la pena. Cuando salimos era ya la hora de comer así que buscamos a nuestro tuktukero y le pedimos que nos llevara a un restaurante (Noodle Boat) que habíamos visto recomendado en la guía y en TA. Estaba relativamente cerca del Palacio Real, que era nuestra segunda parada del día. Comimos bastante bien por $22.
Phnom Penh cuisine
Después de comer fuimos dando un paseo hacia el hotel y el Palacio Real bajo un sol abrasador, pero cuando llegamos al palacio no me dejaron entrar porque llevaba una camiseta sin mangas. Hasta entonces no había tenido problema, ni siquiera en Angkor, ya que sencillamente me cubría los hombros con un chal, pero aquí no coló, me dijeron que ni hablar. Pensamos en volver al hotel, cambiarnos y volver al palacio, pero nos dio mucha pereza, y como no teníamos planes definidos para la mañana siguiente, decidimos dejar la visita al palacio para entonces. A pesar del calor, dimos un paseo por la zona del palacio y el río, pero pronto decidimos tomarnos la tarde libre en la piscina del tejado del hotel. No habíamos tenido ninguna tarde de realmente descansar y no hacer nada en todo el viaje, y ya tocaba. Valoramos la opción de acercarnos al mercado nocturno antes de cenar, pero no teníamos pensado hacer más compras y otra vez nos pudo la pereza… Decidimos quedarnos cerca del hotel para poder ir andando a cenar y fuimos a un sitio llamado Sovanna, que era una especie de barbacoa asiática con un montón de platos. Cenamos por $14 y pedimos varios platos; no estuvo mal pero creo que no elegimos bien…
A la mañana siguiente desayunamos bien temprano y pedimos un late checkout, cortesía de booking, de forma que podíamos ir a ver el palacio sin preocuparnos de vaciar la habitación. También les pedimos un taxi que nos recogiera a las 2 para llevarnos al aeropuerto. A las 8:15 ya estábamos entrando al Palacio Real (entrada $10.25 por persona). Es en realidad un conjunto de edificios que incluye la residencia oficial de los reyes de Camboya. Los edificios más conocidos y llamativos son la sala del trono (que antes por lo visto se podía entrar y visitar, pero cuando estuvimos nosotros no), el Moonlight Pavillion, y la Silver Pagoda. Esta última incluye el templo Wat Preah Keo, con multitud de joyas y estatuas de Buda que deben valer una fortuna, y que tiene el suelo cubierto de plata, aunque para verlo hay que levantar un poco las alfombras que los cubren para que no se estropee. Hay también varias estupas y estatuas en los patios, y el paseo por el jardín es muy agradable. Como curiosidad, vimos un par de ejemplares de un árbol que no habíamos visto nunca y que a mí me encantó, con una flor preciosa: el Shorea siamensis, un árbol nativo del sudeste asiático que se suele ver cerca de pagodas y altares budistas.
Palacio Real
Estuvimos algo más de una hora en el palacio, y después volvimos al hotel a darnos un último baño en la piscina. Bajamos a comer a un pequeño restaurante que habíamos fichado en la calle del hotel llamado Lazy Gecko, donde comimos un par de hamburguesas por $13. Es cierto que quizás podíamos haber aprovechado más nuestro tiempo en PP, y haber visitado los campos de exterminio o el Museo Nacional, pero a estas alturas del viaje estábamos ya algo cansados y nos conformamos con lo que vimos. A las 2 dejamos el hotel y cogimos un taxi al aeropuerto, donde nos esperaba un largo viaje de vuelta a Wellington.