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Muy de mañana, mientras finalizaban en el hotel la preparación del desayuno, me fui hasta la cercana plaza Simon Stevin. La plaza esta denominada de dicha forma por la figura del hombre que se encuentra sobre un pedestal en el centro de la misma, Simón Stevin. No tenía ni idea de quién era este señor hasta que averigüé que fue un personaje ilustre. Un gran matemático, considerado como padre de los números negativos. Aparte de otras ocupaciones como ingeniero, constructor de molinos, contable …..Detrás de la estatua se alza imponente la torre de la catedral.
En esta plaza aunque hay alguna que otra casa de arquitectura notable, pero en general son edificios normales. Lo que disfruto de la plaza es la cotidianidad que hay en estas horas tempranas. El barrendero que se afana en recoger las hojas que el incipiente otoño se empeña en quitar de los árboles. La señora que va a comprar el pan en una panadería que parece de cuento. Los primeros clientes de un bar especial y con encanto que ya han comenzado a desayunar. Unas cuantas tiendas, aún sin abrir, con escaparates primorosos y que no son ni de encajes, ni chocolates, ni de recuerdos.
Alrededor de la plaza una serie de callejas que circundan también la cercana catedral de San Salvador cuyo ábside se puede ver desde la distancia.
Una vez que hemos desayunado nos ponemos en marcha hacia la que será nuestra primera visita del día. Muy cercana del hotel.
La iglesia de Nuestra Señora u Onze Lieve Vrouwekerk.
Es una iglesia dedicada al culto pero visitable fuera del horario de los oficios religiosos. Hay dos formas de verla, si solo se quiere visitar su nave central y sus altares barrocos, la entrada es libre. Pero si se quiere ver lo más interesante de la misma hay que pagar una entrada de 4€. Se ingresa por una puerta del lateral derecho.
Fuera de la iglesia lo que más sorprende es su alta y robusta torre de ladrillo. Nada menos que 115 m., lo que la hace ser la torre más alta de los Países Bajos fabricada en ladrillo. Más parece una mezcla de torre campanario y fortaleza defensiva. En tiempos remotos la torre era una clara referencia para navegantes.
En el lugar había anteriormente una iglesia románica sobre la que se construyó la iglesia que se ve actualmente. En varias etapas, que van de los siglos XIII al XV. La alta torre fue añadida entre 1270 y 1340. Como suele ser muy normal en las iglesias belgas, la iglesia tiene un estilo gótico y su ornamentación interior es barroca, ya que la anterior decoración original fue destruida por las rebeliones de los protestantes. En la época de la Contrarreforma se vuelven a decorar las iglesias con el estilo predominante de entonces que era el barroco.
Los altares barrocos de esta iglesia son bonitos y tiene varias obras de arte repartidas por sus cinco naves. La iglesia desde hace unos años se halla inmersa en una extensa restauración. La torre y el exterior ya finalizaron su restauración en 2011 y por eso lucen en toda su gloria. En el interior los muros blancos de algunas naves también lucen espléndidos. Pero hay ciertas zonas que se encuentran cerradas por estas obras. Aparte de sus altares barrocos, las naves son sencillas, con muros blancos y columnas robustas.
En la nave central destaca un precioso púlpito y algunas estatuas de apóstoles.
En las capillas laterales es donde se encuentran los altares barrocos más decorados. Y repartidos por estas capillas obras de primitivos flamencos, La transfiguración de Gerar David, el Tríptico de la Pasión de Cristo de Bernard van Orley, una Natividad de Pieter Pourbus, Niño Jesús entre santos, de Crayer,
Santa Margarita de van Oost el Joven, la adoración de los Magos, de Seghers
Pero los tesoros de esta iglesia y por los que hay que pagar la entrada son otros.
Detrás del altar mayor, y en el espacio del coro, podemos encontrar dos mausoleos, el de Carlos el Temerario, duque de Borgoña y Brabante y el de su hija, la duquesa María de Borgoña y Brabante. Abuelo y madre del que conocemos como Felipe el Hermoso, esposo de Juana I de Castilla o Juana la Loca.
Ambos mausoleos pueden parecer similares a simple vista. Pero son de distintos estilos y media entre ellos unos sesenta años en su construcción. Y paradójicamente el más antiguo es el de María de Borgoña, muerta bastante joven, pero solo cinco años después de la muerte de su padre Carlos en la batalla de Nancy, en Francia. Fue enterrado por aquellas tierras y es mucho más tarde cuando su tataranieto Felipe II decide trasladar sus restos junto a los de su hija.
El mausoleo de María es un sepulcro de su época, un sepulcro gótico. Presenta una talla que es, a la vez, recargada, refinada y delicada, con gusto por los detalles. Obra del escultor Jan Borreman y encargado por su marido, Maximiliano I.
El mausoleo de Carlos el Temerario es un sepulcro renacentista, propio de la época en la que fue encargado por Felipe II. Su autor fue Jacobo Jonghelinck y presenta una talla mucho más sencilla, realista y sobria, aunque se hiciera como copia del otro mausoleo.
Por ésa época ya se apreciaba la decadencia de la ciudad de Brujas y algunos han querido ver también en esta diferencia entre las tumbas, la diferencia entre un Brujas rica y poderosa a una Brujas decadente y empobreciéndose.
Dentro de la tumba de María de Borgoña además de sus restos se encuentra, dentro de una caja de plomo, el corazón de su hijo Felipe el Hermoso. Felipe y su esposa Juana, junto con los Reyes Católicos, se encuentran enterrados en la Capilla Real, capilla anexa a la catedral de Granada. Conozco muy bien estos sepulcros por haberlos visitados en más de una ocasión. Pero los restos de Felipe están incompletos, le falta el corazón que se encuentra junto a su madre. Fue trasladado en secreto allí por la intermediación de su hermana Mariana de Austria. La pobre Juana que se volvió loca por los celos y la falta de amor de su marido en vida, ahora resulta que tampoco está acompañada del corazón de su marido. Hay una réplica de la caja de plomo, con inscripciones, fuera de la tumba de María de Borgoña.
Por un lateral de estos mausoleos y en otra capilla de una nave menor, hay expuestos restos de tumbas románicas encontradas en las excavaciones de la restauración. Las mismas presentan distintos dibujos policromados.
En la parte sur de la iglesia se encuentra el tesoro más preciado de esta iglesia y la figura que yo tenía pendiente de ver desde hace muchos años. La “Madonna de Brujas” de Miguel Angel.
Soy una enamorada de las obras de Miguel Angel. Me he recorrido iglesias y museos en busca de diferentes obras repartidas por ciudades de Italia, sobre todo en Florencia y Roma. Y esta no se me podía escapar.
Me quedé un poco chafada porque esperaba verla de cerca. Pero se encuentra al fondo de una capilla, sobre un altar, acompañado de otras dos esculturas que pasan desapercibidas ante el esplendor de la figura central. Delante de la capilla gruesas cuerdas impiden el paso hasta la figura. Hay que conformarse con verla de lejos o algo más de cerca, pero de forma lateral.
No es una de las imágenes más famosas y conocidas de Miguel Angel, pero ello no impide que la visiten miles de personas.
Es una imagen de la Virgen con el niño Jesús de pequeño, esculpidos en mármol blanco de Carrara. La Virgen se encuentra sentada, sosteniendo con la mano derecha un libro y con la mano izquierda la mano de su hijo que se encuentra casi de pie, como si acabara de descender de su regazo y quisiera emprender pronto el paso. La cara de la Virgen es muy parecida a la cara que representó Miguel Angel en La Piedad que se haya en el Vaticano. Y parece que son correlativas en el tiempo. Los rasgos de su cara, sus ropajes, el manto que cubre su cabeza, el cuerpo y los rizos de la cabeza de su hijo, parecen seguir la línea renacentista de la primera época de Miguel Angel. Ambas figuras muestran varias curvas en la escultura, en los ropajes, en las carnes redondeadas del niño Jesús, en su pelo rizado…Con una sensación de humanidad que solo Miguel Angel podía conseguir. El rostro de la Virgen y su forma de estar sentada, desprenden serenidad. La Virgen parece estar pensativa, serena, resignada, con un pequeño mohín en la boca. Y aunque sujeta la mano de su hijo, lo hace de forma suave, como apurando un último contacto.
Ambos, la Virgen y el niño Jesús, no te miran de frente. Pareciera que miran para abajo. La figura del niño es grandota y algo cabezona, no proporcionada con el tamaño de su madre. Esto podría deberse a que, presumiblemente, la figura fuera en inicio encargada para acompañar un altar – mausoleo para el Papa Pío II en Siena, a una altura de 8 metros. Sería uno de los efectos especiales que Miguel Angel perseguiría, porque sería vista desde abajo y tirando hacia la izquierda. El mayor tamaño del niño Jesús sería por el mismo motivo, ya que en caso contrario se perdería en la altura entre los ropajes de su madre.
Fue terminada de esculpir en 1504 y poco después apareció en Brujas comprada por unos ricos comerciantes que se quedaron prendados cuando la vieron. Resultando ser la única obra que salió de Italia en vida del artista. Por eso se encuentra en el lugar en el que ahora la vemos, porque estos mercaderes la donaron a la iglesia pocos años después.
En el exterior, cerca de la puerta por donde entramos, hay otra escultura de una Virgen y un niño encima de un pedestal que sostiene una fuente. Son totalmente diferentes. Pero esta imagen es bonita de ver también pues muestra una escena alegre y desenfadada.
Desde esta imagen decido hacer un recorrido de exploración por detrás de la iglesia. Mientras mi marido se llega al hotel a recoger algo que se le había olvidado.
Comienzo a rodear la iglesia por la derecha, cruzando un portalón con arco y me encuentro con un rincón idílico y precioso. Un espacio detenido en el tiempo. Como si en lugar de haber cruzado el arco hubiera traspasado un túnel del tiempo.
Los árboles están amarilleando y se han desprendido bastantes hojas que están sembrando el suelo de color dorado. Al lado un canal que se encuentra cruzado por un pintoresco puente. Al canal vierten casas que parecen sacadas de un cuento. Todo un lugar lleno de encanto.
Debajo de un árbol hay un pedestal con leyenda en neerlandés y español. Sobre el mismo, la escultura de un busto de Juan Luis Vives. Juan Luis Vives es uno de los más importantes pensadores y humanistas españoles. Hijo de judíos, nació en Valencia y se marchó con 17 años a estudiar a París. Huyendo de la Inquisición que pudo con la vida de sus padres. Se estableció en Brujas porque sus padres tenían amistad con mercaderes de aquella ciudad. Y allí se quedó hasta su muerte en 1540, aunque tuvo períodos de estancia en Inglaterra, conociendo a Tomás Moro y Catalina de Aragón.
Esta estatua es un humilde recuerdo de esta ilustre figura española. Vivió un tiempo por esta zona. Sus restos fueron sepultados en la catedral de San Donaciano que fue destruida en la revolución francesa y se desperdigaron como los de Jan van Eyck y otros personajes.
Cruzo el pequeño puente sobre el canal. Este puente es el famoso puente San Bonifacio, que algunos hasta dan en llamar el “puente del amor” porque algunas parejas se declaran su amor sobre el mismo. Y no me extraña, el paraje es de lo más romántico.
Otros comentan que es el puente más viejo de Brujas, pero data de 1910. Aunque este pequeño dato no disminuye para nada su encanto pintoresco. Otra Leyenda añade que una vez que cruces el puente, la primera persona que ves del otro lado es con quien te casarás… Pero no es cierto. He estado sola todo el rato, disfrutando de este rincón tan especial y cuando cruzo el puente lo primero que veo es una pareja que vienen hacia el puente a realizar una sesión de fotos en plan “posado”, de esas que la gente sube a Istagran.
Desde el puente una estupenda vista del ábside y la torre de la iglesia de Nuestra Señora, tan solo perjudicada por los andamios del palacio Gruuthuse que lo están restaurando.
Las paredes del edificio gótico al otro lado del canal, corresponden al Palacio Gruuthuse, en donde dicen se encuentra la ventana gótica más pequeña de la ciudad y, posiblemente, del mundo. Desconozco este dato en esos momentos y no me fijo siquiera. Pero al día siguiente sí que la descubrí. Y descubrí también que no es la única.
Una vez cruzado el puente San Bonifacio, otro espacio formidable se ofrece a la vista. Es el llamado Arentshof. La pareja sigue su sesión de fotos en el puente y tengo la oportunidad de tener todo el patio para mí sola.
Es un espacio que parece renovado no hace mucho tiempo. Un templete redondo con figuras de angelotes blancos. Un par de columnas dispuestas como al azar, que no tendrían más relevancia que la de adornar si las mismas no fueran restos del antiguo Waterhalle que se encontraba en la Grote Mark, en su lado este, y que fue derruido en el siglo XVIII.
En forma de círculo están dispuestas cuatro esculturas de bronce que representan “los cuatro jinetes del Apocalipsis”. Una obra moderna de Rik Poot.
A la derecha una gran puerta conduce a la parte trasera del Museo Groeninge. Un museo de los más bonitos de Brujas del que me quedé con ganas de visitar. Con una importante colección de primitivos artistas flamencos. La zona de jardines y casitas de ladrillo que rodean por aquí el museo tienen mucho encanto también y está totalmente tranquila, sin nada que perturbe su paz.
En la parte final del Arentshof se vislumbra otro portalón con arco, similar al que he utilizado para entrar en ambos espacios que estoy descubriendo. Me dirijo hacia él y a la izquierda se alza otro edificio que es una antigua casa solariega clásica perteneciente a la familia Arents. Ahora alberga el Museo Arents que contiene en su planta baja una colección y exposición de encajes y en la segunda planta una gran colección de pinturas del artista Frank Brangwyn. Este señor era un artista gráfico y pintor, además de diseñador de alfombras, muebles y cerámica. En 1936 donó alrededor de 300 de sus obras a la ciudad de Brujas, que ahora se encuentran en esta colección.
Por el portalón se sale a Dijver y se puede torcer a la izquierda para bordear el lateral izquierdo de la iglesia de Nuestra Señora. Tanto esta puerta como la que he utilizado para entrar se cierran por la noche.
Justo al lado de este portalón otra gran portada ornamental parece dar acceso al Palacio Gruuthuse. Pero se encuentra cortada por vallas metálicas que aíslan las obras del interior, correspondientes a la rehabilitación de este palacio.
A principios del siglo XV esta era la residencia de los señores de Gruuthuse, o casa del Gruute. En la Edad Media, el “gruute” era una mezcla de plantas y hierbas con las que se aderezaba la cerveza. A los señores de Gruuthuse se les había otorgado el derecho exclusivo de suministrar este condimento a los cerveceros. Era un negocio lucrativo porque Flandes siempre tuvo una larga tradición cervecera. Antes de iniciar su rehabilitación, albergaba el Museo Gruuthuse.
Poco pude mirar con las vallas impidiendo el paso, pero al siguiente día tuve ocasión de colarme unos instantes en el patio de este palacio.
Voy al encuentro de mi marido que dice estar ya un rato esperándome. A mí me habían parecido solo unos instantes. Insuficientes para “llenarme” de los rincones que acababa de descubrir. Volvería.
Nos dirigimos al cercano Museo de Hans Memling, situado en la capilla del antiguo hospital de San Juan que ayer en la tarde estuve visitando.
Es uno de los mejores museos de Brujas. Pequeñito y que se ve en poco tiempo, como a mí me gustan. Posee nada menos que 6 obras de Hans Memling, dos de ellas las únicas firmadas por este artista, además de otras obras pictóricas, atuendos, muebles, relicarios, documentos de archivo, instrumentos quirúrgicos que utilizaban en la vida del hospital y algunas losas de antiguas sepulturas. Un testimonio importante de los 800 años de vida y cuidados en el hospital Sint Jans.
Ya en 1839 los religiosos crearon un pequeño museo en la sala capitular del hospital, siendo uno de los primeros de Bélgica. Fueron muchos, los viajeros y amantes del arte, los que pasaron por esta sala.
En 1958 se decidió ocupar esta capilla, ampliando el museo, y es el que actualmente se visita.
Hans Memling vivió y trabajó en Brujas en el siglo XV, creando sus obras maestras más importantes para el hospital Sint Jans. No está muy clara la relación de Memling con el hospital. Según dicen, estuvo acogido y asilado en el hospital durante un tiempo y en pago creó las magníficas obras donadas al hospital.
Pero según explica un panel, dentro del museo, el hospital fue cliente del artista, el cual pintó para la congregación el Gran Altar de San Juan, dos trípticos más pequeños y la arqueta relicario de Santa Úrsula.
El estilo de pintura de Hans Memling es muy gótico, propio de la época, lleno de colorido y luz. Es un maestro en el dibujo, gustando de la precisión y los detalles. Sus obras fueron muy apreciadas y al gusto de la época.
Las seis pinturas que Memling dejó en el hospital de San Juán, son estas:
El Tríptico de San Juan o, también llamado, Bodas místicas de Santa Catalina
Óleo sobre tabla pintado en 1479. Es una de las obras más grandes del artista, con un tablero central de 1.72 m. de lado.
El tríptico cerrado representa a los patrocinadores, cuatro personalidades importantes de las órdenes masculina y femenina del hospital. Así como a sus santos patrones.
La escena central del tríptico abierto representa a la Virgen con el niño, rodeados de Santa Catalina y Santa Bárbara, en posición sentada, y las figuras en pie de san Juan el Bautista y san Juan el Evangelista, auténticos protagonistas del retablo. El niño Jesús pone un anillo en un dedo de Santa Catalina. De este detalle deriva el nombre del retablo como Bodas místicas de Santa Catalina.
En el ala de la derecha aparece san Juan Evangelista en la isla de Patmos, imaginando escenas del Apocalipsis. En el ala de la izquierda se muestra la escena de la decapitación de san Juan Bautista.
Este retablo fue pintado para el altar mayor de la capilla del hospital, lugar que ocupa actualmente, pero con la capilla convertida en museo. Es una de las dos obras del artista que aparece firmada.
La otra obra firmada por Hans Memling es el tríptico de Jan Florein, 1479.
Este retablo es mucho más pequeño y no sigue los parámetros habituales. El tríptico cerrado no aparece con las figuras en grisalla, sino al óleo. Tampoco aparecen las imágenes de los patrocinadores sino la imagen de San Juan Bautista en la hoja izquierda y Santa Verónica en la hoja derecha. Ambos enmarcados por un bonito arco gótico. Un paisaje rocoso de fondo con un río que es el Jordán y en la lejanía la escena del bautismo de Cristo.
En su época se creía que la cara de San Juan Bautista era un autorretrato de Memling.
El retablo abierto representa tres escenas: La Natividad y la Presentación en el Templo en las alas del retablo y la Adoración de los Magos en el panel central. El donante, Jan Florein, aparece en la tabla central, a la izquierda, detrás de un muro, leyendo y vestido de negro. Era un miembro de la comunidad monástica del hospicio de San Juan.
En el panel derecho, la Presentación en el Templo, es utilizado un espacio arquitectónico real, la catedral de San Donaciano de Brujas, ya desaparecida.
Retrato de una joven, o Sibila Sambetha. 1480. No existe una identificación clara de esta joven. La inscripción de Sibila Sambeth aparece a los pies de la obra. Es el rostro de una mujer meditativa, sobria, que no mira al espectador sino que parece perdida en su mundo interior. El marco es de mármol y es utilizado por el artista como una continuación de la tabla, como si hiciera las veces de reposa manos de la figura pintada. La cruz que lleva la mujer al cuello ha sido pintada por Memling en otros cuadros.
Este cuadro se incorporó a la colección del hospital en 1815.
Tríptico de Adriaan Reins. 1480.
Es otro tríptico encargado a Memling por unos de los hermanos del hospital de San Juan y sigue parecidos patrones que el tríptico Floreins.
El donante era Adriaan Reins y junto con su santo patrono, San Adrián, son representados en el panel de la izquierda. La hoja de la derecha representa a Santa Bárbara, protectora del hospital.
El panel central muestra una Piedad con cuatro personajes, la Virgen y Cristo con San Juan y María Magdalena. Estos dos últimos no parecen figuras del estilo de Memling. La postura del cuerpo de Cristo es común con otros maestros flamencos. Sobre los tonos oscuros resalta el color rojo de la pasión.
El retablo cerrado vuelve a representar figuras enmarcadas por arcos góticos. Una imagen de una hija del rey de Portugal que llegaron a crucificarla y Santa María de Egipto, una prostituta convertida al cristianismo que marchó al desierto con solo tres panes como alimento. Era la patrona de las monjas del hospital.
Díptico de Maarten van Nieuwenhove. 1487.
Dos tablas representando a la Virgen con el Niño y al donante Maarten van Nieuwenhove, un noble de la ciudad de Brujas. Se conserva el marco original que informa de la fecha y la edad y nombre del donante.
En el panel de la virgen, al fondo, se representa un espejo que refleja a los tres personajes del díptico, el donante, la Virgen y el Niño. Un recurso utilizado por Van Eyck en el Matrimonio Arnolfini.
Detrás de la figura del donante se abre un ventanal que representa un paisaje verdadero de Brujas, el puente de Minnewater.
Relicario de Santa Úrsula. 1489
Es un relicario de madera tallada y dorada que representa una capilla gótica de la época. Encargada por el hospital de San Juan para contener las reliquias de santa Úrsula y solo se abría una vez al año, en la festividad de la santa.
Fue realizado siguiendo el modelo tradicional de iglesia con el tejado a dos aguas. El tejado está recubierto por pinturas en tondos y arcos. En la decoración de arcos y cubierta cuajada de pináculos se ve claramente que es gótica. La decoración pictórica de los arcos laterales hace las veces de vidrieras.
Representa la leyenda de Santa Úrsula en seis escenas, tres en cada lateral del relicario. En la cabecera del templete, la imagen de la santa amparando bajo su manto las 11.000 vírgenes, en los pies, una imagen de la Virgen María con el Niño, dentro del interior de una iglesia gótica, acompañados de la figura de los donantes.
La historia de santa Úrsula: Era hija del rey cristiano de Bretaña y con la que quería casar el rey pagano de Inglaterra a su hijo Eterio. Ella aceptó a cambio de que se convirtiera y le permitiera viajar a Roma acompañada por once mil vírgenes. Al final moriría mártir en manos de los hunos.
Esta historia es representada en las seis escenas de los laterales, la llegada a Colonia, a Basilea, a Roma. La partida de Basilea, el martirio de los peregrinos y el martirio de la santa.
Se trata de una obra cumbre que muestra su maestría destacando como pintor de miniaturas, de colorido y gran narrador de historias y detallista. Pero no llega a tener maestría en la expresión en los martirios.
Desde el museo nos volvimos a pasar por dentro del hospital de San Juan, (bueno, mi marido era la primera vez que lo veía), y nos salimos por la parte de atrás, por dónde está el aparcamiento del centro de eventos, hacia las callejas sobre el canal que hay cercanas y repetir la mirada sobre el canal con los edificios del hospital de fondo y alzándose por encima de ellos la torre de la catedral o la torre de Nuestra Señora.
En nuestro deambular por estas callejuelas tuvimos la oportunidad de toparnos con uno de estos complejos de “casas de caridad” llamadas Godshuizen. Todas blanquitas y perfectamente limpias.
Como quiera que ya eran las 12 del mediodía, nos acercamos de nuevo a la iglesia de Nuestra Señora. A las 12 había una oración en el altar de la “Madonna” de Miguel Angel y pensaba que quitarían las cuerdas y la ceremonia tendría lugar dentro de la capilla.
Pero estaba equivocada. Una de las cuerdas estaba quitada, pero solamente para el paso de los que estaban dirigiendo la oración. Oración que se hacía en varios idiomas. El resto de asistentes tenía que permanecer en los asientos de delante de la capilla.
Me esperé hasta que acabó la oración y cuando finalizaron le pedí a un sacerdote que me dejara entrar a ver la Virgen de cerca. Accedió y pude mirar los rasgos de la Virgen de cerca. Pero perdí la oportunidad de hacerle una bonita foto cercana a la Virgen. Como no quería demorarme demasiado…., ya que me estaban esperando para volver a cerrar la cuerda.
Ya que estábamos en Mariastraat nos fuimos a ver la catedral de San Salvador, que tan cerca la teníamos.
La catedral de San Salvador es una iglesia antigua que no fue construida para tal fin, tan solo para ser una iglesia parroquial, rango que ostentaba desde el siglo X pese a que anteriormente había una antigua capilla. La primera iglesia románica se perdió en varios incendios y el aspecto de hoy viene a construirse desde 1250, durando su construcción un siglo.
Cuando Bélgica obtuvo su independencia en 1830, en Brujas un nuevo obispo designó como catedral esta antigua parroquia, dado que la esplendorosa catedral de San Domiciano, situada en la plaza Burg, había sido arrasada en la revolución francesa.
Sin embargo la imagen de la iglesia no parecía la de una catedral, era incluso más pequeña que la iglesia de Nuestra Señora. Así que hubo que hacerle arreglos y ampliaciones, comenzando por la construcción de la gran torre de 99 m. que hoy vemos, la cual tuvo sus distintas fases e historia.
El aspecto sencillo que presenta el exterior de la catedral no hace preveer la riqueza de de su interior, que, no obstante, fue añadido posteriormente, en la época barroca de la Contrarreforma.
Nos llevamos una gran decepción pues en su interior había varias zonas en las que no se podía entrar por obras. Del coro ni siquiera pasamos, y ni hablar del altar mayor. Por encima del coro dicen que se encuentran los valiosos tapices que anteriormente colgaban en la catedral de San Donaciano.
En la parte visitable hay unos restos de la antigua capilla románica con frescos que han sido restaurado recientemente y algunas tumbas medievales. Bastante parecidos a los encontrados en la iglesia de Nuestra Señora.
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