DÍA 4. Comprobado. Me despierto a las 3.15 de la madrugada y es de día. Vuelta a la cama con el antifaz. A las 5.15 hay un sol radiante. Desayunamos en las mesitas de fuera aprovechando la buena temperatura, 15 grados. Pagamos en el edificio anexo de la piscina, donde había duchas disponibles para los campistas.
He de reconocer que la Jólagarðurinn nos gustó, no un poco, muchísimo. El exterior es bastante atrayente para los niños, con sus bastones de caramelo, juegos de madera, casitas diminutas…
Pero por dentro... hay pequeñas joyas y obritas de arte casi en cualquier rincón... Dijimos (y nos dijimos) muchas mentiras sobre que nada de aquello se vendía. Al final cumplimos comprando chuches y algunas figuritas.
Bordeamos el sur del fiordo Eyjafjörður. Vimos de pasada la calle principal de la ciudad, vaciamos las aguas negras en la gasolinera de Olís y le dimos un repaso a la AC, junto al puerto.
Y seguimos hacia Godafoss, que está a unos 50 km. Pasado el cruce de la N1 con la 841 y la 842, una señal indica que nos queda un kilómetro para conocer una de las cascadas más famosas de Islandia. Es una visita de la que disfrutamos con tranquilidad, nos llevó unas dos horas, porque se puede ver desde distintas perspectivas: desde la derecha nos podemos acercar al borde y alejarnos por un sendero hacia el puente que conecta las dos orillas; desde la izquierda podemos bajar, pero también verla desde el mirador superior.
Primero aparcamos a la derecha en un terreno de arena y roca volcánica; la zona está en obras, puede ser que estén construyendo un mirador. El camino de frente nos lleva a la cascada directo.
No hay vallas, la exposición es total y cada uno decide cuánto se quiere acercar al borde, aunque no es peligroso para un niño (siempre pegado a uno de nosotros).
Hay un saliente de roca (a la derecha de la foto) en el centro en el que, como los demás, nos subimos para tener la sensación de estar más cerca y solitarios ante la brutalidad de agua que cae sobre las paredes de piedra.
A la entrada del aparcamiento hay un merendero, desde donde sale un camino que señala baños a 700 metros; el mismo lleva también al puente que permite cruzar al otro lado (se llega también desde la carretera). Nosotros lo seguimos y tras pasar la zona acordonada que preserva la vegetación, desde una pequeña loma a la derecha empezamos a tener unas vistas más completas de Godafoss.
Volvemos al coche y paramos en el otro aparcamiento (hay un grill de sopas y más adelante un restaurante), el de la izquierda, que es mucho mayor y nos lleva al otro lado de la cascada.
En un primer momento bajamos a la orilla más cercana al parking y al puente para ver un salto de agua muy caudaloso. Esta parte es más entretenida, porque en algunos puntos podemos desarrollar la rutina de ver la temperatura del agua, tirar piedras, "¿me puedo mojar los pies?"...
Luego seguimos de frente y bajamos unos escalones que nos acercan a la orilla.
La roca de enfrente muestra las estrías de piedra que tanto me gustan, bendito capricho de la naturaleza.
Por último, subimos hacia el mirador que permite ver Godafoss más redondeada y, a nuestro juicio, desde una perspectiva más completa. Es la vista que más nos gusta.
Comemos en el mismo aparcamiento y a las 16.00 vamos hacia Mývatn.
EL LAGO MYVATN
Los pseudocráteres de Skútustaðagígar
Por la 848, la siguiente parada es en el sureste del lago Myvatn, el lago de las moscas enanas. Muchos viajeros comentan la presencia de estos bichitos, molestos en ocasiones. Por precaución, llevamos unos gorros caseros con una tela de rejilla cosida. Seguro que ni los usamos-pensamos. Pero nada más abrir la puerta de la AC y poner un pie en el suelo, se me mete uno en un ojo. ¡No pudo darle tiempo!
La AC estaba sucia de las mosquitas que se habían ido encontrando en su camino y murieron en su vuelo. Las siguientes fotos muestran el grado de "invasión" que había ese día. Así que, pasando vergüenza, nos encasquetamos los gorritos y nos dirigimos hacia el lago. La gente nos miraba como si fuéramos marcianos, pero fuimos tranquilos durante la visita y no haciendo aspavientos continuos para espantar las moscas enanas y molestosas de la cara.
Dejada la AC en el aparcamiento enfrente del Hotel Sel, una vez pasado el Hotel Gigur, caminamos hacia el lago donde está este cartel explicativo; hay dos posibles senderos, uno alrededor del lago y otro paseando entre los distintos pseudocráteres, llamados así porque de estos volcanes nunca salió lava.
Atravesando la verja llegamos hasta ellos, aunque también puede entrarse por la parte más cercana al Hotel Sel.
Suele haber unas escalerillas o escalones que te permiten verlos desde arriba.
Son formaciones muy curiosas con el bonito fondo del lago y algunas granjas, incluso caballos en una de las orillas pegada a la carretera.
La península boscosa de Höfdi
De vuelta a la AC, condujimos pocos kilómetros hasta la península de Höfdi. Nos llamaron la atención cuando vimos fotos desde casa, así que les dimos una oportunidad.
Antes de llegar a Höfdi, paramos en un apartadero desde el que se ven ya las formaciones, llamadas aquí "stripar", con el cabo boscoso enfrente.
El cartel indica que hay un sendero de 500 m. Las vistas nos parecen preciosas, el día ayuda con ese sol radiante.
Seguimos hasta la península. En el aparcamiento hay una caseta con baños y un mapa del lago y sus visitas más importantes, así como de los campings que hay en la zona.
El paseíto por dentro es sencillo y agradable. Hay varios carteles indicativos, pero todos conducen al mismo sitio. Nosotros seguimos de frente por el principal hasta un cartel que señala "propiedad privada" y giramos a la izquierda, atravesando una pequeña zona con flores.
Ya estamos en la otra orilla del lago, la que veíamos antes desde los “stripar”. Las mosquitas nos vuelven a invadir, por lo que gorro al canto otra vez.
En el siguiente desvío está el mirador que nos deja la imagen más repetida de los “klasar”. Nos ha valido la pena la breve parada aquí.
Las formaciones de lava de Dimmuborgir
Bordeando el lago por el este y siguiendo la 848 llegamos a Dimmoburgir. Se ve una mayor preparación turística (tienda, baños por 200 isk...). Las vistas hacia el lago nos hacen girarnos más de una vez. Son las 20.30.
A la entrada hay unos carteles con los Yule lads, los troles islandeses a los que vamos buscando por todo el camino (imaginación infantil). Hay una cueva y también agujeros en el suelo por el que, supuestamente, nos están vigilando ... Otros carteles explican las distintas rutas que se pueden seguir. Al principio el sendero es compartido por todas ellas, luego se dividen, tras pasar la cueva del trol y varios arcos de piedra con agujeros en el centro. Luego ya se separan las diferentes rutas: la amarilla y la blanca son las más cortas (unos 20 minutos); la roja lleva a la famosa Kirkjan (2 km, una hora y cuarto); la azul está señalizada como “difficult path”. Otro sendero lleva hasta el volcán negro de Hverfjall y a la grieta de Stóragjá en 6 km.
La visita es interesante, los castillos negros, como también se les suele llamar, son curiosos, hay arcos, formas de chimeneas... Desde este se ve el volcán Hverfjall.
Encontramos unas visitantes algo desorientadas.
Entre tanta foto y buscar a los troles, se nos pasa el desvío a la Kirkjan, la formación rocosa más conocida de las que hay aquí. Nos consolamos pensando que en sur hay otra Kirkjan, en Reynisfjara. Pero nos fastidia haber interpretado mal un cartelito. Seguro que el trol lo cambió- nos dijo don terremoto. Seguro.
Son casi las 22.00 cuando salimos de Dimmuborgir, parece que hoy vamos a llegar al camping a una hora decente. De los que hay en la zona de Myvatn, elegimos el Vogar, que está en la misma 848 junto al Daddi´s Pizza, una vez pasado Hverfjall y la entrada hacia Grjótagjá. Este nos resultó el más caro de todo el viaje y el que menos nos gustó. Es la primera vez que el agua de la ducha nos olió mal, el famoso olor a huevos duros en mal estado. Le eché la culpa al señor que se duchó antes que nosotros …hasta que caí en la cuenta.
He de reconocer que la Jólagarðurinn nos gustó, no un poco, muchísimo. El exterior es bastante atrayente para los niños, con sus bastones de caramelo, juegos de madera, casitas diminutas…
Pero por dentro... hay pequeñas joyas y obritas de arte casi en cualquier rincón... Dijimos (y nos dijimos) muchas mentiras sobre que nada de aquello se vendía. Al final cumplimos comprando chuches y algunas figuritas.
Bordeamos el sur del fiordo Eyjafjörður. Vimos de pasada la calle principal de la ciudad, vaciamos las aguas negras en la gasolinera de Olís y le dimos un repaso a la AC, junto al puerto.
Y seguimos hacia Godafoss, que está a unos 50 km. Pasado el cruce de la N1 con la 841 y la 842, una señal indica que nos queda un kilómetro para conocer una de las cascadas más famosas de Islandia. Es una visita de la que disfrutamos con tranquilidad, nos llevó unas dos horas, porque se puede ver desde distintas perspectivas: desde la derecha nos podemos acercar al borde y alejarnos por un sendero hacia el puente que conecta las dos orillas; desde la izquierda podemos bajar, pero también verla desde el mirador superior.
Primero aparcamos a la derecha en un terreno de arena y roca volcánica; la zona está en obras, puede ser que estén construyendo un mirador. El camino de frente nos lleva a la cascada directo.
No hay vallas, la exposición es total y cada uno decide cuánto se quiere acercar al borde, aunque no es peligroso para un niño (siempre pegado a uno de nosotros).
Hay un saliente de roca (a la derecha de la foto) en el centro en el que, como los demás, nos subimos para tener la sensación de estar más cerca y solitarios ante la brutalidad de agua que cae sobre las paredes de piedra.
A la entrada del aparcamiento hay un merendero, desde donde sale un camino que señala baños a 700 metros; el mismo lleva también al puente que permite cruzar al otro lado (se llega también desde la carretera). Nosotros lo seguimos y tras pasar la zona acordonada que preserva la vegetación, desde una pequeña loma a la derecha empezamos a tener unas vistas más completas de Godafoss.
Volvemos al coche y paramos en el otro aparcamiento (hay un grill de sopas y más adelante un restaurante), el de la izquierda, que es mucho mayor y nos lleva al otro lado de la cascada.
En un primer momento bajamos a la orilla más cercana al parking y al puente para ver un salto de agua muy caudaloso. Esta parte es más entretenida, porque en algunos puntos podemos desarrollar la rutina de ver la temperatura del agua, tirar piedras, "¿me puedo mojar los pies?"...
Luego seguimos de frente y bajamos unos escalones que nos acercan a la orilla.
La roca de enfrente muestra las estrías de piedra que tanto me gustan, bendito capricho de la naturaleza.
Por último, subimos hacia el mirador que permite ver Godafoss más redondeada y, a nuestro juicio, desde una perspectiva más completa. Es la vista que más nos gusta.
Comemos en el mismo aparcamiento y a las 16.00 vamos hacia Mývatn.
EL LAGO MYVATN
Los pseudocráteres de Skútustaðagígar
Por la 848, la siguiente parada es en el sureste del lago Myvatn, el lago de las moscas enanas. Muchos viajeros comentan la presencia de estos bichitos, molestos en ocasiones. Por precaución, llevamos unos gorros caseros con una tela de rejilla cosida. Seguro que ni los usamos-pensamos. Pero nada más abrir la puerta de la AC y poner un pie en el suelo, se me mete uno en un ojo. ¡No pudo darle tiempo!
La AC estaba sucia de las mosquitas que se habían ido encontrando en su camino y murieron en su vuelo. Las siguientes fotos muestran el grado de "invasión" que había ese día. Así que, pasando vergüenza, nos encasquetamos los gorritos y nos dirigimos hacia el lago. La gente nos miraba como si fuéramos marcianos, pero fuimos tranquilos durante la visita y no haciendo aspavientos continuos para espantar las moscas enanas y molestosas de la cara.
Dejada la AC en el aparcamiento enfrente del Hotel Sel, una vez pasado el Hotel Gigur, caminamos hacia el lago donde está este cartel explicativo; hay dos posibles senderos, uno alrededor del lago y otro paseando entre los distintos pseudocráteres, llamados así porque de estos volcanes nunca salió lava.
Atravesando la verja llegamos hasta ellos, aunque también puede entrarse por la parte más cercana al Hotel Sel.
Suele haber unas escalerillas o escalones que te permiten verlos desde arriba.
Son formaciones muy curiosas con el bonito fondo del lago y algunas granjas, incluso caballos en una de las orillas pegada a la carretera.
La península boscosa de Höfdi
De vuelta a la AC, condujimos pocos kilómetros hasta la península de Höfdi. Nos llamaron la atención cuando vimos fotos desde casa, así que les dimos una oportunidad.
Antes de llegar a Höfdi, paramos en un apartadero desde el que se ven ya las formaciones, llamadas aquí "stripar", con el cabo boscoso enfrente.
El cartel indica que hay un sendero de 500 m. Las vistas nos parecen preciosas, el día ayuda con ese sol radiante.
Seguimos hasta la península. En el aparcamiento hay una caseta con baños y un mapa del lago y sus visitas más importantes, así como de los campings que hay en la zona.
El paseíto por dentro es sencillo y agradable. Hay varios carteles indicativos, pero todos conducen al mismo sitio. Nosotros seguimos de frente por el principal hasta un cartel que señala "propiedad privada" y giramos a la izquierda, atravesando una pequeña zona con flores.
Ya estamos en la otra orilla del lago, la que veíamos antes desde los “stripar”. Las mosquitas nos vuelven a invadir, por lo que gorro al canto otra vez.
En el siguiente desvío está el mirador que nos deja la imagen más repetida de los “klasar”. Nos ha valido la pena la breve parada aquí.
Las formaciones de lava de Dimmuborgir
Bordeando el lago por el este y siguiendo la 848 llegamos a Dimmoburgir. Se ve una mayor preparación turística (tienda, baños por 200 isk...). Las vistas hacia el lago nos hacen girarnos más de una vez. Son las 20.30.
A la entrada hay unos carteles con los Yule lads, los troles islandeses a los que vamos buscando por todo el camino (imaginación infantil). Hay una cueva y también agujeros en el suelo por el que, supuestamente, nos están vigilando ... Otros carteles explican las distintas rutas que se pueden seguir. Al principio el sendero es compartido por todas ellas, luego se dividen, tras pasar la cueva del trol y varios arcos de piedra con agujeros en el centro. Luego ya se separan las diferentes rutas: la amarilla y la blanca son las más cortas (unos 20 minutos); la roja lleva a la famosa Kirkjan (2 km, una hora y cuarto); la azul está señalizada como “difficult path”. Otro sendero lleva hasta el volcán negro de Hverfjall y a la grieta de Stóragjá en 6 km.
La visita es interesante, los castillos negros, como también se les suele llamar, son curiosos, hay arcos, formas de chimeneas... Desde este se ve el volcán Hverfjall.
Encontramos unas visitantes algo desorientadas.
Entre tanta foto y buscar a los troles, se nos pasa el desvío a la Kirkjan, la formación rocosa más conocida de las que hay aquí. Nos consolamos pensando que en sur hay otra Kirkjan, en Reynisfjara. Pero nos fastidia haber interpretado mal un cartelito. Seguro que el trol lo cambió- nos dijo don terremoto. Seguro.
Son casi las 22.00 cuando salimos de Dimmuborgir, parece que hoy vamos a llegar al camping a una hora decente. De los que hay en la zona de Myvatn, elegimos el Vogar, que está en la misma 848 junto al Daddi´s Pizza, una vez pasado Hverfjall y la entrada hacia Grjótagjá. Este nos resultó el más caro de todo el viaje y el que menos nos gustó. Es la primera vez que el agua de la ducha nos olió mal, el famoso olor a huevos duros en mal estado. Le eché la culpa al señor que se duchó antes que nosotros …hasta que caí en la cuenta.