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Mientras dormíamos, a las 3:00 de la mañana, el barco ha empezado la navegación hacia Worms, donde ya estábamos atracado cuando nos hemos despertamos.
Hoy nos espera un día muy duro, sobre todo para mi marido que se ha levantado con migraña. Antes de desayunar hablamos con Javier para comentarle que, aunque tenemos contratada la excursión a Heildeberg, preferimos no hacerla, no sea que la migraña siga en aumento. Nosotros visitamos la ciudad en 2009.
Pero no adelantemos acontecimientos, que primero hay que visitar Worms.
Esta zona ya estaba habitada por campesinos y ganaderos 5000 años antes de Cristo. Más tarde llegaron los romanos y en el siglo V se establecieron los burgundios, un pueblo germánico del este y, con posterioridad, llegaron un pequeño grupo de francos llamados Nibelungos, que nos suenan más (nunca mejor dicho, por el Sr. Wagner).
Por la ciudad hay alusiones continuas a Sigfrido, vencedor de los Nibelungos, como en una fuente en la que está matando al dragón.
La Catedral de Worms, otra de la catedrales imperiales, se construyó en el siglo XII y es uno de los ejemplos de arquitectura románica tardía de la alta Alemania. La estructura está hecha con arenisca roja local. Sus majestuosas torres, con más de mil años de historia, son visibles desde gran distancia. Pero al parecer, en breve, se levará una moderna construcción que quitará toda la perspectiva de la Catedral. Esto tiene en pie de guerra a los ciudadanos, aunque parece que no tendrán éxito.
Mientras esperamos que abran la catedral, Javier nos comenta la fachada. Al lado de las vidrieras hay cuatro vírgenes, dos virtuosas y dos necias. Una de las necias tiene una sonrisa picarona. Solo hay que ver como debajo de sus vestimentas aparece un personaje masculino (vaya, vaya con la virgen).
Otro de los protagonistas es un perro salchicha. Según cuentan, el maestro de obras llevaba a su perro, pero molestaba a los trabajadores que le pidieron que lo atara. En un momento, el perro comenzó a ladrar y su amo bajó del andamio para ver qué pasaba. Cuando ya estaba abajo, el andamio se derrumbó. En agradecimiento por haberle salvado la vida, decidió inmortalizar al perro en la fachada, un poco escondido para que no destacara mucho.
En el tímpano exterior hay una mujer montada sobre un animal fantástico, que representa cuatro animales en uno solo. Los cuatro animales son los símbolos de los cuatro evangelistas (león, águila, toro y ángel). La mujer simboliza a la Iglesia.
Una características de las catedrales imperiales es que tienen dos altares, uno para representar el poder de la iglesia, y el otro el poder del emperador. Dentro, los dos altares son distintos y antes de entrar, únicamente podemos estar 10 minutos, Javier ya nos había puesto “deberes”: cuál es del emperador y cual es del obispo. Al salir, enigma resuelto: el barroco, más recargado es el de la iglesia; el románico, más austero, es el del emperador.
En el interior de la catedral hay una maqueta en la que aparece representado el claustro que fue destruido por los franceses.
Al salir, una última mirada a la virgen necia y picarona: tiene la espalda llena de bichos… Parece que la tenían un poco de ganas a la pobre.
Javier nos explico que en esta ciudad se resume muy bien la historia de las religiones en Alemania. Acabábamos de salir de la Catedral, representante del catolicismo. Ahora nos dirigimos a la representación de la comunidad judía.
Los judíos sabían leer y escribir, se dedicaban al comercio o eran prestamistas, incluso de los reyes. En las ciudades vivían separados de los cristianos. En Worms había una población muy importante de judíos.
Camino del cementerio judío, en el pavimento de la acera, nos encontramos con unas placas de latón señalando el portal en el que vivieron los judíos y otras víctimas del nazismo. “Aquí vivió” seguido del nombre, año de nacimiento, año de su deportación y destino final. Estas placas reciben el nombre de Stolperstein. El autor de este proyecto es Gunter Damnig y ya lleva colocadas unas 35.000 placas en una iniciativa para preservar la memoria y honrar a las víctimas.
El Cementerio Judío o Heiliger Sand es el cementerio judío más antiguo de Europa. Funciono desde el año 1076 hasta los años 30 del siglo XX. Los judíos no depositan flores junto a sus tumbas, ya que consideran que, como se marchitan, es matar algo bello. Lo que hacen es depositar papeles donde escriben en memoria de los fallecidos y le ponen una piedra encima para que no vuele con el aire.
Nos paramos en dos tumbas que tienen un significado especial. Uno de los dos difuntos, durante la Edad Media, fue un gran doctor en judaísmo, le llamaban Maharam el Maestro. Nació en Worms, pero como muchos otros judíos marchó a Tierra Santa. En un viaje que hizo a Europa fue secuestrado por el emperador Rodolfo que pidió mucho dinero por su rescate, pero él se negó a que se pagase tasa cantidad para no crear un precedente. Estuvo encerrado siete años en la cárcel y murió. Pero Rodolfo dejó su cuerpo allí. No obstante, un vecino de Worms, Alexander ben Salomon, decidió pagar el rescate y enterró el cuerpo del Maestro en el Cementerio judío. El pidió que cuando muriese, lo enterraran junto al maestro, lo que sucedió unos pocos meses después.
El tercer punto que visitamos representa al protestantismo. En esta ciudad nació Martín Lutero y en el centro de la ciudad está la Lutherdenkmal. En el centro de este conjunto escultórico está Lutero y lo rodean otros reformadores: Valdo, Wiycliffe, Hus y Savonarola. Rodeando a este grupo aparecen algunas de las figuras que le protegieron: Federico III, Duque de Sajonia, su gran protector, y Felipe I de Hesse.
Y este es el final de nuestra visita a Worms.
Nuestra intención es volver al barco, pero parece que en los autocares las plazas están muy justas, así que no nos queda más remedio que ir a Heildeberg. Afortunadamente, parece que la migraña de mi marido empieza a remitir.
Heildeberg está situada a orillas del río Neckar. Está considerada una de las mejores zonas económicas de Alemania. Aquí tienen casa, entre otros millonetis, André Agassi y Steffi Graf.
El autocar nos deja en el parking del Castillo y aquí empieza la visita.
Lo que hace famosa a la ciudad es su castillo, que domina la línea del horizonte. Se accede al Schlosshof o pario por la Elisabethentor. Al parecer, Federico V no fue un buen político, pero si un buen amante y un buen esposo. Se casó con la hija del rey ingles James I, Elisabeth. Para su 19 cumpleaños le regaló esta puerta. Dicen que la puerta se construyó en una sola noche. Parece que el matrimonio fue de lo más feliz, ya que tuvieron 13 hijos. ¡Ahí es na!
Tras un puente fortificado, una puerta decorada con la formidable figura de unos caballeros con armadura da al patio, rodeado por edificios de todas las épocas que abarcó la construcción del castillo.
En el patio, a la izquierda, hay un relieve de dos ángeles con una corona y un compás. El maestro de obras tenía dos hijos gemelos que, a veces le acompañaban. En una ocasión, cayó un andamio, matándolos. Cada día el maestro de obras, llevaba rosas blancas a la tumba de sus hijos. Dicen que una noche se le aparecieron los hijos en forma de ángeles y la mañana siguiente encontró las rosas que había llevado, pero se habían convertido en rosas rojas. Y digo yo, si este maestro de obras hubiese llevado un perro como el de la catedral de Worms, le hubiese avisado con sus ladridos de que algo pasaba ¿no?
Otro de los relieves es el águila imperial. El conde del Palatinado era príncipe elector y tenía influencia dentro del imperio. Debajo del águila hay dos escudos más pequeños: el de la izquierda es el león del condado del Palatinado, y el de la derecha son los rombos que pertenecen a Baviera (azul y blanco).
En la Sala de la Fuente hay un pozo. Tenía una gran importancia, ya que, en caso de asedio era muy importante tener un pozo de agua.
En la parte posterior está el Belvedere o mirador que Federico IV decidió construir para que su esposa paseara. Pero además de esto es un punto de vigilancia estupendo ¡Menudas vistas! En la montaña situada al otro lado del río se encuentra el Philosophenweg o Camino del filósofo, que recibe este nombre en memoria de los habitantes de la ciudad que paseaban por él para meditar sobre los misterios de la vida.
En el suelo del Belvedere hay una huella. Según se comenta, la esposa de Federico IV fue sorprendida por éste con su amante. Para escapar, el amante saltó desde la ventana y dejó esta huella en el suelo. Dicen que el señor que pone el pie allí y le coincide con el tamaño de la huella es un buen amante.
Una de las curiosidades del castillo es la Grosses Fass (Gran Tinaja), tan grande como un edificio de dos plantas, que es el barril de madera más grande que se ha construido. Fue construido para contener la cantidad de vino que tradicionalmente era entregada como tributo a los electores. Hay un pequeño paso para llegar a lo alto del barril, que, en ocasiones, ha sido utilizado como pista de baile. La Kleines Fass (pequeña Tinaja) tampoco se puede decir que sea pequeña.
Al lado de la Kleines Fass está la figura de Perkeo, el vigilante de la bodega, que era italiano. Al parecer cuando le preguntaban si quería vino respondía “Per ché no?“. De ahí se le quedó el nombre. Dicen que murió porque le engañaron dándole una copa de agua.
Durante el tiempo libre paseamos por el Schlossgarten o jardín del castillo. Del jardín original, de estilo francés, sólo quedan las murallas y las terrazas, y fue sustituido por uno de estilo inglés.
En la excursión de hoy se puede escoger entre ir a una cervecería, Palmbrau Gasse, a comer el típico codillo alemán o bien un picnic e ir a comer a algún lado. Nosotros escogimos el codillo. Todo estaba perfectamente organizado: los guías nos habían distribuido en las mesas de acuerdo a la afinidad que habían ido viendo durante el crucero, y a la mesa llegaba la comida que habíamos escogido.
Tras la comida, nos tomamos un cortadito, en una cafetería de una jienense y que, por cierto, nos sonaba del Canal Viajar, del programa Ciudades del Mundo. Después hacemos la típica visita a la tienda donde se venden los “Besos de Heildeberg” y a patearnos la ciudad.
Lo primero el Alte Brüke o Puente del Príncipe Carlos Teodoro. Al puente se accede por un arco flanqueado por torres medievales, rematadas con pequeños capiteles añadidos el siglo XVIII. Ya en el puente, se encuentra la estatua del Príncipe Karl-Theodor, que según indica la leyenda tuvo casi 200 hijos ilegítimos. Al parecer, este príncipe no era muy querido porque construyó un arco triunfal cuyo sobrecoste tuvo que pagar la ciudad. Desde el puente se tiene una magnífica vista del castillo y de la ciudad.
A la entrada del puente hay una estatua de un mono metálico sujetando un espejo y rodeado de ratones. Según se dice había un vigilante que tenía una mascota que no era un perro, ni un gato, ni nada por el estilo, sino un mono. Dicen que quien toque el espejo tendrá mucha riqueza, el que toque los dedos del animal, volverá a Heildeberg, y quien toque a los ratones tendrá muchos hijos. Yo puedo afirmar que lo de volver a Heildeberg se cumple, pero lo de la riqueza… Lo de los hijos no puedo decirlo.
Tras pasear por la ciudad regresamos, al punto de reunión, junto a la Heiliggeistkirche una iglesia construida con la misma piedra arenisca roja que el castillo. Adosadas a sus muros hay pequeñas tiendecitas de artesanía. Aquí también está la Haus zum Ritter (Casa del Caballero), que es el único edificio que sobrevivió a los desastres del siglo XVII. Recibe este nombre porque aparece la figura de un caballero, al parecer, San Jorge, rematando la fachada renacentista.
Ya de retirada hacia los autocares pasamos por la Markplatz, con bellas casas y el Ayuntamiento. En el centro está la Fuente de Hércules. Aquí se encadenaba a los ladronzuelos en época medieval para escarnio público.
Y ahora camino de Espira.
El nombre de Espira (Speyer, en aleman) tiene su origen en el afluente del Rhin llamado Speyerbach, cuya desembocadura en el gran río tiene lugar en esta ciudad.
Ya empieza a ser tarde y únicamente vamos a visitar la catedral. El autocar nos deja en el parking, un poco alejado. Para llegar hasta la catedral tenemos que atravesar un parque.
La Catedral se inició en el año 1030, bajo el reinado del emperador Conrado II y se dieron por concluidas 31 años después. Aquí hay nueve emperadores enterrados. Es un ejemplo de arte románico, y es la única de las tres catedrales imperiales declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En la fachada, sobre la portada, aparecen las esculturas que corresponden a San Esteban, a quien está dedicada la Catedral, San Miguel, patrón de Alemania, María, San Juan Bautista y Bernard de Clairvaux. En el rosetón aparece Jesús en el centro y en las cuatro esquinas los símbolos de los evangelistas.
El interior es bastante impresionante por sus dimensiones, aunque bastante austero. Prácticamente la única decoración que tiene son unas pinturas del siglo XVIII. Otra de sus características es que, a diferencia de las otras dos catedrales imperiales, ésta solo tiene un altar.
En la plaza está el Domnapf, que es un inmenso cuenco de piedra, con más de 1500 litros de capacidad, que representaba la inmunidad del obispo en su distancia con la ciudad. Según nos indica Javier, este recipiente que se llenaba con vino cada vez que venía el emperador o cuando se consagraba un nuevo obispo.
Junto a la Catedral encontramos el Monte de los Olivos, de principios del siglo XVI, un grupo escultórico que se encontraba en el centro del claustro que fue destruido. Recrea como, según las escrituras, Jesús fue acompañado de sus apóstoles a rezar al Monte de Olivos previamente a que fuese prendido por las tropas romanas y posteriormente crucificado.
Regresamos al autocar y, después de perdernos un par de veces, al barco. Suerte de Roser, Ari y Gabriel que estaban atentos.
A las 20:00, cóctel de despedida y un poco más tarde, la cena del Capitán. Esto ya se acaba (sniff).
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