Despertamos mucho más relajados, con ganas de ver el desayuno que nos van a ofrecer en el hotel. Intentamos no darle más importancia a lo ocurrido la noche anterior, al final son cosas que pasan y no hay que darle más vueltas, ahora toca disfrutar de Fez. La terraza de la tercera planta en la que se sirve el desayuno tiene unas vistas privilegiadas sobre la ciudad.
Durante el día, la medina está hecha para perderse por sus rincones, en ningún momento nos sentimos inseguros e intentamos recorrer cualquier calle que nos parezca interesante.
Teniendo en cuenta que este laberinto declarado patrimonio de la humanidad está formado por más de 9.000 calles no vamos a intentar verlas todas. Juntas dan lugar al casco antiguo peatonal más grande del mundo.
Principalmente caminamos a lo largo de la calle principal que parte desde la Puerta Azul hasta la Plaza Seffarine y a partir de ella nos vamos dejando llevar por los callejones que la van cruzando.
La verdad es que nunca he estado en ningún lugar con tal lío de calles, la medina desprende un encanto fascinante. De las cosas que más me gustaron fueron las puertas de las casas y las fuentes decoradas de azulejos con formas geométricas que aparecen en los rincones más inesperados.
Nos sorprende para bien que los vendedores de Fez se lo toman de una manera más relajada que los de Marrakech, o al menos esa es nuestra impresión, parece que no te atosigan tanto. Nosotros aprovechamos para hacer algunas compras típicas, té, especias, unas babuchas para los peques de la familia y poco más.
Cerca de la bonita plaza Nejjarine accedimos a través de una tienda hasta una terraza, desde la que pudimos tener una vista sobre la curtiduría Moulay Abdellah. Visitar una de las varias curtidurías de la ciudad es algo que se supone no debes perderte si vienes a Fez.
Viendo trabajar a estos hombres entre los tintes, y lo que no son los tintes, en unas condiciones durísimas y bajo un olor nauseabundo, me guardo una nota mental en mi cabeza para cuando yo me agobio con tonterías. Me parece digno de admiración ganarse la vida bajo unas condiciones tan duras, lo de esta gente tiene mucho mérito así que mi respeto a todos ellos desde aquí.
A través del arco central de la Puerta Azul puede verse el minarete verde de la Madrasa Bou Inania, componiendo una espléndida fotografía.
Esta madrasa es una de las mejor conservadas de todo Marruecos y uno de los pocos edificios visitables en Fez para los no musulmanes. Su visita cuesta 20dh por persona y merece la pena simplemente por ver su gran patio central y observar con detalle la decoración de sus paredes.
Una zona diferente y fuera de la medina por la que merece la pena darse una vuelta es el barrio judío o Mellah. En este barrio la decoración de las casas cambia por completo al igual que la distribución de sus calles es un poco más sencilla, pero sólo un poco. En las fachadas de sus casas se hace un uso mucho mayor de la madera, especialmente en los balcones y ventanas.
Justo al final de la calle comercial que va cruzando el barrio se encuentra la puerta del Palacio Real que aparece en todas las guías. Consta de 7 puertas doradas de diferentes tamaños, permanecen cerradas porque el palacio no puede visitarse.
De Fez nos encantaron los numerosos mercados y zocos en los que puedes ver cómo se crean utensilios de todo tipo.
Para mí la esencia de la ciudad puede resumirse echando un vistazo a sus artesanos, que son los que le dan alma a esta ciudad. Puedes disfrutar escuchando el ritmo del martillo que va creando un caldero, con el rascar de la gubia que va tallando la madera bajo las sabias órdenes de un ebanista, o con los tejedores creadores de alfombras que son mágicas sin necesidad de echar a volar.
Resumiendo, este viaje ha sido impresionante, tengo la sensación de haber visitado un país muy lejano, cuando en realidad nos separan tan sólo 14 kilómetros. Lo que no entiendo es cómo he podido tardar tanto en venir a visitarlo. Me encanta que existan tantísimos lugares interesantes por explorar y me gusta mucho que pese a ser un país muy turístico mantiene muchos pueblos y paisajes casi intactos. Ofrece al viajero multitud de lugares diferentes, desde sus cuatro ciudades imperiales a sus maravillosos pueblos de barro, de las arenas del desierto a las nieves de los Atlas. Se convierte para mí en una gran opción para viajar con bajo presupuesto a un país exótico y con una cultura muy diferente a la nuestra, sin necesidad de meterte 12 horas de avión en el cuerpo.
Durante el día, la medina está hecha para perderse por sus rincones, en ningún momento nos sentimos inseguros e intentamos recorrer cualquier calle que nos parezca interesante.
Teniendo en cuenta que este laberinto declarado patrimonio de la humanidad está formado por más de 9.000 calles no vamos a intentar verlas todas. Juntas dan lugar al casco antiguo peatonal más grande del mundo.
Principalmente caminamos a lo largo de la calle principal que parte desde la Puerta Azul hasta la Plaza Seffarine y a partir de ella nos vamos dejando llevar por los callejones que la van cruzando.
La verdad es que nunca he estado en ningún lugar con tal lío de calles, la medina desprende un encanto fascinante. De las cosas que más me gustaron fueron las puertas de las casas y las fuentes decoradas de azulejos con formas geométricas que aparecen en los rincones más inesperados.
Nos sorprende para bien que los vendedores de Fez se lo toman de una manera más relajada que los de Marrakech, o al menos esa es nuestra impresión, parece que no te atosigan tanto. Nosotros aprovechamos para hacer algunas compras típicas, té, especias, unas babuchas para los peques de la familia y poco más.
Cerca de la bonita plaza Nejjarine accedimos a través de una tienda hasta una terraza, desde la que pudimos tener una vista sobre la curtiduría Moulay Abdellah. Visitar una de las varias curtidurías de la ciudad es algo que se supone no debes perderte si vienes a Fez.
Viendo trabajar a estos hombres entre los tintes, y lo que no son los tintes, en unas condiciones durísimas y bajo un olor nauseabundo, me guardo una nota mental en mi cabeza para cuando yo me agobio con tonterías. Me parece digno de admiración ganarse la vida bajo unas condiciones tan duras, lo de esta gente tiene mucho mérito así que mi respeto a todos ellos desde aquí.
A través del arco central de la Puerta Azul puede verse el minarete verde de la Madrasa Bou Inania, componiendo una espléndida fotografía.
Esta madrasa es una de las mejor conservadas de todo Marruecos y uno de los pocos edificios visitables en Fez para los no musulmanes. Su visita cuesta 20dh por persona y merece la pena simplemente por ver su gran patio central y observar con detalle la decoración de sus paredes.
Una zona diferente y fuera de la medina por la que merece la pena darse una vuelta es el barrio judío o Mellah. En este barrio la decoración de las casas cambia por completo al igual que la distribución de sus calles es un poco más sencilla, pero sólo un poco. En las fachadas de sus casas se hace un uso mucho mayor de la madera, especialmente en los balcones y ventanas.
Justo al final de la calle comercial que va cruzando el barrio se encuentra la puerta del Palacio Real que aparece en todas las guías. Consta de 7 puertas doradas de diferentes tamaños, permanecen cerradas porque el palacio no puede visitarse.
De Fez nos encantaron los numerosos mercados y zocos en los que puedes ver cómo se crean utensilios de todo tipo.
Para mí la esencia de la ciudad puede resumirse echando un vistazo a sus artesanos, que son los que le dan alma a esta ciudad. Puedes disfrutar escuchando el ritmo del martillo que va creando un caldero, con el rascar de la gubia que va tallando la madera bajo las sabias órdenes de un ebanista, o con los tejedores creadores de alfombras que son mágicas sin necesidad de echar a volar.
Resumiendo, este viaje ha sido impresionante, tengo la sensación de haber visitado un país muy lejano, cuando en realidad nos separan tan sólo 14 kilómetros. Lo que no entiendo es cómo he podido tardar tanto en venir a visitarlo. Me encanta que existan tantísimos lugares interesantes por explorar y me gusta mucho que pese a ser un país muy turístico mantiene muchos pueblos y paisajes casi intactos. Ofrece al viajero multitud de lugares diferentes, desde sus cuatro ciudades imperiales a sus maravillosos pueblos de barro, de las arenas del desierto a las nieves de los Atlas. Se convierte para mí en una gran opción para viajar con bajo presupuesto a un país exótico y con una cultura muy diferente a la nuestra, sin necesidad de meterte 12 horas de avión en el cuerpo.