Este día lo dedicamos a recorrer una de las regiones más bonitas de Austria, la de los lagos de Salzkammergut, visitando los pueblos de Hallstatt, St.Wolfgang y St. Gilgen.
Salimos dirección a Hallstatt, situado a unos 80 km de Salzburgo. De camino pasamos por un mirador que nos llamó mucho la atención y no pudimos menos que parar. La vista era preciosa, se veía el lago Wolfgangsee rodeado de montañas y en la parte inferior el pueblo de St.Gilgen con sus tejados color negro.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Continuamos por una carretera donde se podían apreciar unos paisajes preciosos y pasado un rato por fin llegamos al pueblo de Hallstatt, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por ser “el pueblo más bonito del mundo a orillas de un lago”, y la verdad que después de verlo, es un galardón ganado con total merecimiento.
Dejamos el coche en el parking y nos dirigimos al paseo que va bordeando el lago Hallstätter See y lleva al centro del pueblo. Desde el inicio del paseo se ve la típica imagen de postal de Hallstatt, donde se observan las dos iglesias (católica y protestante) y casas que parecen colgadas de la montaña y otras que parece que están flotando en el lago. ¡Inolvidable!
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Paseando tranquilamente por sus calles, llegamos al corazón del pueblo, Markplatz, una bellísima plaza con sus casas cubiertas de flores y bonitos perales adosados a la fachada, que suben hasta el tejado. Al lado se encuentra la iglesia protestante con su característica torre alargada.
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En un embarcadero que se encuentra al lado de esta iglesia alquilamos una barca eléctrica de madera durante una hora. La barca era bastante amplia y tenía un volante y dos velocidades. Desde el lago pudimos ver Hallstatt desde otra perspectiva distinta, también muy bonita. La verdad es que dimos un paseo muy largo con la barca y cuando parábamos en medio del lago había una tranquilidad absoluta con un paisaje rodeado de montañas, que parecía a los fiordos noruegos.
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Después subimos a la parte alta del pueblo, donde se encuentra la iglesia católica junto con un precioso cementerio, desde donde se aprecian otras bonitas vistas.
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Con pena fuimos volviendo por el mismo camino hacia el coche para dirigirnos a una campa merendero que habíamos visto en el viaje de ida y que se encontraba en la orilla del mismo lago Hallstätter See. Aquí comimos unos bocadillos que habíamos comprado por la mañana en Salzburgo y que nos supieron a gloria por el entorno en el que nos encontrábamos.
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Cuando íbamos a marchar llegaron dos chicos, que se metieron en el lago con la tabla y el parapente para hacer kitesurf.
Después nos dirigimos a St. Wolfgang, que es otro pueblo a orillas de un lago, el Wolfgangsee, y está situado en la orilla opuesta a St.Gilgen. Uno de sus reclamos más famosos son las fachadas de sus casas pintadas. El cuidado de sus casas es exquisito, dando un toque muy especial al pueblo. El pueblo estaba muy tranquilo y las tiendas estaban ya cerradas porque eran sobre las siete de la tarde.
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Para terminar con la ruta y tras recorrer unos 20 kilómetros llegamos a St. Gilgen, que también está en la orilla del lago Wolfgangsee. El pueblo tiene varias casas pintadas y varios jardines muy recomendables, y es famosa por ser la ciudad natal de la madre de Mozart. Especialmente bonito es el ayuntamiento, que se encuentra en una plaza donde hay una estatua del músico.
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Fue una pena no disfrutar con más tiempo y de día del pueblo porque estaba anocheciendo. Desde este pueblo se pueden hacer varios paseos en barco por el lago.
Una vez recorrimos sus calles, nos fuimos de nuevo hacia nuestro coche para tomar la carretera de vuelta a Salzburgo. Toda la zona nos pareció espectacular con pueblos muy bonitos y en un entorno natural muy bien conservado.
Cuando llegamos a Salzburgo nos dirigimos al restaurante Barenwirt, que tiene muy buenas opiniones en la web de Tripadvisor. Aquí llegó el momento de risas del día porque no sabíamos llegar en coche y tuvimos que preguntar en varias ocasiones y para entendernos fue una odisea. Preguntábamos por el Augustiner Brau, que está al lado, pero la pronunciación no debía ser muy correcta porque no nos entendían muy bien. Preguntamos a un chico que llevaba unas cervezas de más y ahí terminamos todos partiéndonos de risa, hasta el propio chaval.
Por fin llegamos al restaurante, que tenía un comedor muy acogedor, y pedimos la típica comida austriaca, gulash con una bola gigante llamada Knodl, schnitzel, una sopa y una ensalada, acompañado de una cerveza Augustiner. Todo muy rico.
Salimos dirección a Hallstatt, situado a unos 80 km de Salzburgo. De camino pasamos por un mirador que nos llamó mucho la atención y no pudimos menos que parar. La vista era preciosa, se veía el lago Wolfgangsee rodeado de montañas y en la parte inferior el pueblo de St.Gilgen con sus tejados color negro.
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Continuamos por una carretera donde se podían apreciar unos paisajes preciosos y pasado un rato por fin llegamos al pueblo de Hallstatt, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por ser “el pueblo más bonito del mundo a orillas de un lago”, y la verdad que después de verlo, es un galardón ganado con total merecimiento.
Dejamos el coche en el parking y nos dirigimos al paseo que va bordeando el lago Hallstätter See y lleva al centro del pueblo. Desde el inicio del paseo se ve la típica imagen de postal de Hallstatt, donde se observan las dos iglesias (católica y protestante) y casas que parecen colgadas de la montaña y otras que parece que están flotando en el lago. ¡Inolvidable!
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Paseando tranquilamente por sus calles, llegamos al corazón del pueblo, Markplatz, una bellísima plaza con sus casas cubiertas de flores y bonitos perales adosados a la fachada, que suben hasta el tejado. Al lado se encuentra la iglesia protestante con su característica torre alargada.
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En un embarcadero que se encuentra al lado de esta iglesia alquilamos una barca eléctrica de madera durante una hora. La barca era bastante amplia y tenía un volante y dos velocidades. Desde el lago pudimos ver Hallstatt desde otra perspectiva distinta, también muy bonita. La verdad es que dimos un paseo muy largo con la barca y cuando parábamos en medio del lago había una tranquilidad absoluta con un paisaje rodeado de montañas, que parecía a los fiordos noruegos.
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Después subimos a la parte alta del pueblo, donde se encuentra la iglesia católica junto con un precioso cementerio, desde donde se aprecian otras bonitas vistas.
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Con pena fuimos volviendo por el mismo camino hacia el coche para dirigirnos a una campa merendero que habíamos visto en el viaje de ida y que se encontraba en la orilla del mismo lago Hallstätter See. Aquí comimos unos bocadillos que habíamos comprado por la mañana en Salzburgo y que nos supieron a gloria por el entorno en el que nos encontrábamos.
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Cuando íbamos a marchar llegaron dos chicos, que se metieron en el lago con la tabla y el parapente para hacer kitesurf.
Después nos dirigimos a St. Wolfgang, que es otro pueblo a orillas de un lago, el Wolfgangsee, y está situado en la orilla opuesta a St.Gilgen. Uno de sus reclamos más famosos son las fachadas de sus casas pintadas. El cuidado de sus casas es exquisito, dando un toque muy especial al pueblo. El pueblo estaba muy tranquilo y las tiendas estaban ya cerradas porque eran sobre las siete de la tarde.
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Para terminar con la ruta y tras recorrer unos 20 kilómetros llegamos a St. Gilgen, que también está en la orilla del lago Wolfgangsee. El pueblo tiene varias casas pintadas y varios jardines muy recomendables, y es famosa por ser la ciudad natal de la madre de Mozart. Especialmente bonito es el ayuntamiento, que se encuentra en una plaza donde hay una estatua del músico.
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Fue una pena no disfrutar con más tiempo y de día del pueblo porque estaba anocheciendo. Desde este pueblo se pueden hacer varios paseos en barco por el lago.
Una vez recorrimos sus calles, nos fuimos de nuevo hacia nuestro coche para tomar la carretera de vuelta a Salzburgo. Toda la zona nos pareció espectacular con pueblos muy bonitos y en un entorno natural muy bien conservado.
Cuando llegamos a Salzburgo nos dirigimos al restaurante Barenwirt, que tiene muy buenas opiniones en la web de Tripadvisor. Aquí llegó el momento de risas del día porque no sabíamos llegar en coche y tuvimos que preguntar en varias ocasiones y para entendernos fue una odisea. Preguntábamos por el Augustiner Brau, que está al lado, pero la pronunciación no debía ser muy correcta porque no nos entendían muy bien. Preguntamos a un chico que llevaba unas cervezas de más y ahí terminamos todos partiéndonos de risa, hasta el propio chaval.
Por fin llegamos al restaurante, que tenía un comedor muy acogedor, y pedimos la típica comida austriaca, gulash con una bola gigante llamada Knodl, schnitzel, una sopa y una ensalada, acompañado de una cerveza Augustiner. Todo muy rico.