Hoy amanece nublado pero más soleado que ayer, con 15º. Decidimos saldar una deuda pendiente y hacer la carretera alpina de Großglockner (Großglockner-Hochalpenstraße). Volvemos a conducir hacia el oeste, con las odiosas retenciones de tráfico que hay a la entrada de la zona industrial de Zell am See. Enfilamos el valle de Fuschertal para llegar al inicio de la famosa carretera, que une en sus sinuosos 48 km la región de Salzburgo con la Carintia, más al sur. La visita viene incluida en la tarjeta que ya tenemos amortizada; si no, hay que pagar unos 36€ por vehículo. Nos dan un mapa en español muy útil con las distintas paradas y los restaurantes, exposiciones, parques de juego... que hay en cada una de ellas. Nos gustaron los parques infantiles de Piffkar, el lago Fusch y el de Schöneck.
Empezamos, acompañados por los más de 3000 m del macizo de Sonnenwelleck, en el pueblo de Bruck sobre las 10.00 recorriendo las primeras de sus 36 curvas que en algunos puntos parecen retorcerse sobre sí mismas y hacemos una primera parada en Piffkar, a 1620 m donde hay una exposición, café, tienda de souvenirs, unas vistas que sin niebla deben de ser impresionantes y un parque infantil chulísimo con tobogán, columpio, compuertas de agua, palas y cubos para coger arena con un sistema de poleas, figuras talladas en madera...
Los paneles explicativos indican que estamos ante algunas cumbres de la cadena montañosa del alto Tauern, en los Alpes centrales, que superan los 3000 m, empezando a nuestra izquierda por el rey de la zona, el Großglockner con sus 3798 m, el Sonnenwelleck (3261 m), el Fuscherkarkoff (3331 m) o el Grosseswiesbachhorn (3564 m). La niebla baja nos deja ver parte de algunas montañas, restos de nieve y el agua que corre tras el deshielo.
Subimos un poco más y nos detenemos en la parada señalizada como Hochmais, a 1850 m.
A continuación seguimos hasta uno de los puntos estrella: un desvío de 2 km de la principal que conduce a una vía sin salida y nos lleva al Edelweisspitze, el punto más alto de la carretera, a 2571 m. Es un sitio de parada obligatoria, por las vistas de 360º que ofrece de unas 30 montañas, incluida la cara norte del Großglockner. Tenemos allí el refugio Edelweishütte, engullido por la niebla, que nos niega la plenitud de la cadena montañosa.
Pasamos por Fuscher Törl, el puerto donde hay una torreta de piedra y una terraza panorámica, y la carretera rodea una pequeña cima; un poquito después divisamos el lago Fuscher.
Después de este, sobre la 13 paramos a tomar un chocolate en la terraza del Gasthof Fuscherlacke Mankeiwirt, el restaurante de las marmotas de la familia Herbert Haslinger; al parecer el dueño se dedica a criarlas. Nuestro niño gasta sus últimas energías en el parque infantil que hay un poco más abajo y decide que hay que hacer una pausa para dormir, así que allí nos quedamos sentaditos, con la boca abierta y nuestras tazas ya vacías, disfrutando de semejante espectáculo de la naturaleza. Se acerca la hora de comer, así que entramos al restaurante, que está decorado con marmotas disecadas , y nos tomamos una gulaschsuppe y una tabla de embutidos y quesos. Don terremoto se despierta a tiempo de comer algo.
Sobre las 15 seguimos y el día nos concede un cielo despejado. Antes de la entrada del túnel de Hochtor el paisaje cambia: montañas con arroyos, otras escarpadas recubiertas de vegetación, caídas de agua entre praderas.... Una vez pasamos el túnel un cartel nos indica que estamos en Carintia; la frontera entre ambas regiones está en el centro del mismo.
Desde aquí empezamos a divisar la cima más alta de Austria, el Großglockner con sus flamantes 3798 m, a lo largo ya de todo el camino.
En una rotonda, la carretera por la que venimos sigue hacia el sur, hacia Heilingenblut y pasa a llamarse ahora Untertauern; nosotros seguimos hacia el último destino por la misma carretera alpina.
Encontramos otras caídas de agua que resbalan por la pared de la montaña, varios refugios y cabañas, alguna capilla y un lago turquesa.
Pasado otro túnel, llegamos al Kaiser-Franz-Josefs-Höhe, el punto más codiciado de la carretera alpina, porque ofrece unas vistas abiertas hacia el Großglockner y al glaciar Pasterze, el más largo de los Alpes orientales con sus 9 km. Ha retrocedido enormemente.
El agua que procede derretida del glaciar llega mezclada con tierra abajo, con un aspecto sucio, y forma un lago que parece estar quieto, pero desagua con mucha fuerza bajo el puente verde.
Entramos al ascensor panorámico, que nos lleva al Panoramarestaurant y desde aquí subimos al Kaiser-Franz-Josefs-Haus. Desde la terraza las vistas son excepcionales también, aunque una pequeña nube se encapricha con la punta de la famosa montaña que todos hemos venido a ver.
Hay un pequeño camino hasta el mirador que es la torre piramidal de cristal W. Swarovski, donde hay una pequeña exposición de animales (cabras, marmotas...) y telescopios.
Por suerte podemos ver algunas marmotas de verdad que merodean por los alrededores.
Por último, Kaiser-Franz-Josefs-Höhe, el lugar más cercano desde el que sale el Großglockner gletscherbahn, que acerca al glaciar. A nosotros ya apenas nos dio tiempo a bajar, cierra muy pronto, así que nos quedamos admirando la estampa conjunta que forman los dos grandes del lugar, aunque con cierta pena por ver cómo la lengua glacial no llega ya a los pies de la montaña.