Lunes 26 de marzo de 2018: Castillo de Buda + Bastión de los Pescadores + Museo Hospital en la Roca + Iglesia de Matías + Café Gerbaud + Paseo en barco
Nos levantamos y bajamos a desayunar. El comedor del hotel estaba en la planta baja y, para cuando llegamos, había muy pocas mesas ocupadas, así que teníamos lugar de sobra para elegir. El desayuno era buffet y variado: panes, fiambres, yogur, cereales, frutas, miel, mermelada, jugo, café, té, etc. Además, una de las empleadas pasaba mesa por mesa ofreciendo unos smoothies de frutos rojos y maracuyá.
Minutos después de las 08:00 am iniciamos la caminata al Castillo de Buda, bien abrigados para combatir el frío y el viento. Pasamos el Mercado Central, el Puente de la Libertad (que cruzaríamos otro día) y caminamos recto por la calle que costea el Danubio del lado de Pest. En el camino nos detuvimos en la Plaza Vigado, donde vimos la estatua de la princesita o el duende de Budapest y una estatua de una niña con un perro, ambas originales porque aparecen sentadas en distintos lugares de la vía pública.
Al acercarnos al Hotel Continental, nos encontramos con la estatua de un pintor.
Llegamos al Puente de las Cadenas, con sus grandes leones en sus extremos, y lo atravesamos, fotos de por medio, para ir a Buda.
Lo primero que vimos fue la plaza Clark Ádám, donde se encuentra la estatua del KM 0 de Budapest.
Allí había algunas personas que interceptaban a los turistas (incluidos nosotros) para ofrecer la subida al Castillo de Buda en bus y con un recorrido guiado por el mismo precio que el funicular, que en ese momento estaba cerrado. Nosotros pasamos del ofrecimiento y emprendimos la subida por nuestra cuenta.
Existen varias opciones para acceder a la colina del Castillo:
• El funicular (1200 HUF el trayecto);
• Unas escaleras que salen del lado derecho del túnel del Castillo de Buda;
• Un camino en zig-zag cuesta arriba que sale del lado izquierdo del funicular;
• Una combinación de ascensor + escaleras mecánicas + ascensor (gratuito), que conduce a la zona del Museo de Historia de Budapest.
Nosotros subimos a pie por las escaleras cercanas al túnel del Castillo de Buda. La subida, con el frío, resultó un poco cansadora, pero a paso lento fue llevadera. Las vistas eran muy bonitas:
El camino nos llevó a la Plaza San Jorge, donde está la estación del funicular. Giramos a la izquierda, atravesamos una gran puerta ornamental y llegamos al patio del Castillo de Buda, que alberga la Biblioteca Nacional, la Galería Nacional Húngara y Museo de Historia de Budapest. Estos edificios están cerrados los lunes, y para la hora que llegamos (minutos después de las 09:00 am) el recinto lucía desierto, así que pudimos pasear tranquilamente por los alrededores.
Volvimos a la Plaza San Jorge y vimos de pasada el Palacio Sandor. No hicimos a tiempo a presenciar el cambio de guardia; al parecer se hace cada hora en punto, de 9:00 am a 17:00 pm, y hay un acto principal a las 12:00 del mediodía.
Caminamos unos diez minutos por el barrio de Buda hasta llegar a la Plaza de la Santísima Trinidad, con su columna homónima en el centro y numerosos grupos de turistas por todos lados.
Nuestra intención era visitar primero la Iglesia de Matías junto con su Torre, pero no contábamos con que esta última estuviera cerrada y abriera a partir de las 11:00 am. Como nos quedaba una hora por delante, aprovechamos y fuimos al Bastión de los Pescadores, que estaba justo al lado, y que además de su llamativa arquitectura nos deleitó con unas hermosas vistas de la ciudad.
Los miradores que forman parte del Bastión están en dos niveles; para acceder al más alto hay que pagar 1000 HUF, el resto es gratuito. Nosotros no pagamos porque habíamos leído en el foro que no valía la pena, y lo cierto es que no había tanta diferencia de altura como para que el paisaje cambiara demasiado. Unos guardias parados al lado de molinetes vigilaban el acceso al área de pago. Frente al Bastión se alzaba la Estatua de San Esteban.
El siguiente destino era el Museo Hospital en la Roca, sitio que funcionó como hospital en la Segunda Guerra Mundial y luego como búnker nuclear durante la Guerra Fría. Para llegar, tomamos la calle que salía de la Iglesia de Matías hasta alcanzar una muralla en la que había unas escaleras y un ascensor para acceder al nivel inferior. Para bajar usamos las escaleras y para subir, el ascensor.
La única manera de visitar este museo es con un recorrido guiado que dura una hora y es en inglés (también se hace en húngaro). Hay visitas cada hora en punto. La entrada cuesta 4000 HUF por persona y hay descuento si tienen la entrada a la Iglesia de Matías, por lo que sugerimos la visiten primero. Yo había preguntado en la taquilla cercana a la Iglesia si esto era así (porque lo había leído en el foro) y me habían dicho que no, pero se ve que no lo sabían o no entendieron mi consulta.
Hicimos tiempo por la zona porque la siguiente visita guiada era a las 11:00 am y todavía faltaban unos minutos. En el interior se siente el frío, así que es recomendable llevar un abrigo o usar uno de los que ofrecen ellos sin costo.
La visita empezó puntual, primero con la proyección de un video que relataba la historia del hospital, y luego con el recorrido por los túneles que se extienden a lo largo de varios kilómetros bajo tierra. Para recrear las escenas de la época se usaron figuras humanas de cera y distintos instrumentos y maquinarias. Está prohibido sacar fotos durante el recorrido.
Cuando salimos, nos detuvimos en la tienda, donde había distintos objetos a la venta: gorros, abrigos, máscaras anti-gas, botiquines, kits de supervivencia, lapiceras, anotadores, entre otros. Compramos una máscara anti-gas y con ella nos dieron un papel que certificaba que era un objeto del museo, por si eventualmente hubiera algún problema en el aeropuerto, ya que se trata de un objeto particular.
Recomendamos la visita a este lugar porque es distinta a las demás; la experiencia es realmente impresionante. El único defecto que encontramos es que el tour avanzó muy rápido y no tuvimos tiempo de ver con detenimiento el material exhibido en los distintos sectores.
A continuación, volvimos a la Plaza de la Santísima Trinidad para comprar la entrada a la Iglesia de Matías (1500 HUF) y la Torre (1500 HUF), pero seguíamos sin suerte porque el personal de la taquilla nos dijo que la próxima visita a la Torre era a las 13:00 pm y para eso faltaba casi una hora, así que desistimos y sacamos la entrada para la Iglesia. El pago es únicamente en florines húngaros, no aceptan euros.
El interior es muy bonito, hay muchos detalles que llaman la atención. A través de unas escaleras se accede a un nivel superior, donde se exponen algunos objetos y se puede ver la iglesia desde otra perspectiva. Está permitido sacar fotos, incluso con flash.
Salimos de la iglesia y regresamos a la zona del Castillo. Para ese entonces, el funicular ya estaba en funcionamiento, pero nosotros bajamos por el mismo camino que habíamos tomado para subir. Cruzamos nuevamente el Puente de las Cadenas y fuimos hasta Lucky 7 Burgers & More, el elegido para almorzar.
El lugar no era muy grande, pero por suerte no estaba lleno cuando llegamos. Aquí aprovechamos para cargar nuestros dispositivos electrónicos, porque había enchufes USB detrás de cada mesa. Pedimos dos menúes con hamburguesa (una con queso y otra “Lucky 7”, doble), papas, aros de cebolla y gaseosa y en total gastamos 7500 HUF (24 euros). En la carta había varias opciones para elegir además de hamburguesas. La comida era rica y las porciones estaban bien. Nos pareció una buena alternativa ante los ya conocidos fast-food.
Ya eran las 14:00 pm cuando visitamos la Iglesia Parroquial del Centro, el edificio más antiguo de la ciudad de Pest, ubicada a pocos metros del restaurante y cercana al Puente Elisabeth.
Junto con la entrada (1000 HUF por persona) nos entregaron un folleto en español. En el subsuelo había una cripta y algunos objetos en exhibición. Prácticamente no había gente adentro, y nuestra visita fue breve.
Luego dimos un paseo por Váci Utca, calle comercial a la que le hicimos honor con unas compras en H&M. Al final de la calle estaba la Plaza Vörösmarty tér, donde tenía lugar la Feria de la Primavera y se mezclaban aromas, sonidos y colores.
En una de las aristas de la plaza sobresalía el edificio del Café Gerbaud, al que fuimos a merendar a las 17:15 pm. Con una decoración delicada y un aspecto señorial, este Café es llamativo tanto desde afuera como desde adentro. Los precios eran elevados y la propina (mayor al 10%) estaba incluida en la cuenta. Merendamos un capuccino, un café Baileys, dos jugos de naranja y un plato con una selección de tres tortas por 12400 HUF (40 euros). El café llegó tibio tirando a frío, las porciones de torta eran muy chicas para compartir (mejor pedir dos tortas de tamaño regular) y no nos parecieron tan ricas. Teníamos grandes expectativas de este lugar, pero quedamos un poco decepcionados. Tal vez nuestra elección no fue la correcta, pero no volvimos para degustar otra cosa.
Con el estómago lleno, y enfrentándonos nuevamente al frío del exterior, aceleramos nuestros pasos para llegar al muelle donde estaba amarrado el barco de la empresa Legenda, con la que teníamos pensado hacer un paseo por el Danubio. La próxima salida era a las 18:30 pm, y sacamos las entradas (5500 HUF por persona) sin problemas unos quince minutos antes. Habíamos elegido ese horario para aprovechar las vistas de día y de noche.
La navegación duró 1 hora y en el precio de la entrada se incluía una bebida a elección (vino, agua, gaseosa, cerveza o champagne). Había audioguías en muchos idiomas, entre ellos, el español. El barco tenía dos plantas, la de abajo era cerrada y la de arriba tenía una parte cerrada y la otra descubierta. Se podía ir a una u otra en cualquier momento del paseo (prescindiendo de la audioguía): la parte descubierta fue ideal para sacar fotos sin el vidrio de por medio. Recomendamos este paseo si están de visita por la ciudad. Hay muchas empresas con las que se puede hacer (incluso hay recorridos que hacen una parada intermedia en la Isla Margarita); nosotros elegimos esta por ser la que más calificaciones positivas tenía.
De regreso en el muelle y en plena noche cerrada, lo último que nos quedaba por hacer era cenar en el Hungarikum Bistró, que habíamos reservado previamente vía mail con varias semanas de anticipación. En el camino hicimos una pausa para ver la Basílica de San Esteban iluminada.
Teníamos reserva para las 20:30 pm, y pese a que llegamos diez minutos antes no nos dieron mesa hasta pasado ese horario. En la puerta del restaurante había un cartel que aclaraba que hasta el viernes de esa semana estaban llenos y no tomaban más reservas, así que mucha gente llegaba, leía el cartel y se iba. El espacio adentro era reducido y había pocas mesas, por eso se llenaba enseguida. Cuando nos sentamos, nos trajeron la carta, que estaba en húngaro y en inglés, y además nos dieron una tablet en la que podíamos ver las fotos de los platos. Los precios eran razonables y las porciones, normales. La comida estaba bien presentada y era rica. De entrada pedimos salchichas y un crepe de pollo; como platos principales, una trenza de cerdo con paprika y el plato del día, que era carne con papas; y dos bebidas (una de ellas cerveza). Lo curioso es que nos ofrecieron un trago que parecía cortesía de la casa, pero después estaba incluido en la cuenta. En total gastamos 12600 HUF (40 euros), con propina. El lugar nos gustó, pero de todos modos hay muchas otras opciones si es que no logran ir por no conseguir reserva.
Salimos del restaurante rumbo al Parlamento, para verlo iluminado. Justo en frente estaba la parada del tranvía 2, que tomamos para volver al hotel a dormir y descansar después de un largo día.