BERLÍN: Free Tour, Tour Tercer Reich, Hackeschen Höfe y Dead Chickens Alley ✏️ Diarios de Viajes de Europa

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Sábado 7 de abril de 2018: Free Tour Sandemans + Tour Tercer Reich Sandemans + Hackeschen Höfe + Dead Chickens Alley + Alexanderplatz

Hoy iba a ser un día intenso, porque teníamos pensado hacer dos tours con la empresa Sandemans.

Después de abrigarnos, salimos del hotel y fuimos caminando hasta la Puerta de Brandeburgo, ubicada en Pariser Platz. Eran las 9:00 am y aún no había mucha gente, así que pudimos hacer fotos tranquilamente.


De las pocas opciones que había en la zona para desayunar, elegimos Starbucks, que también era el punto de encuentro de los tours de Sandemans. Pedimos dos muffins y dos chocolates calientes (15,45 EUR) e hicimos tiempo a que apareciera la gente de los paraguas rojos en la esquina del local para apuntarnos al Free Tour en español.


Con el papel numerado que nos entregaron, y siguiendo las indicaciones, fuimos al centro de la plaza a esperar que iniciara el tour. Como éramos muchos y había varios guías, nos dividieron en grupos; a nosotros nos tocó con Eduardo, un español que hacía más de diez años estaba viviendo en Berlín. El tour empezó apenas pasadas las 10:00 am en la Puerta de Brandeburgo, donde el guía nos hizo una introducción de la historia de Berlín y de Alemania, nos señaló los distintos edificios que rodeaban la Pariser Platz (cuyo estilo arquitectónico era sencillo ya que, según nos comentó, por ley, las nuevas construcciones no podían opacar los monumentos históricos aledaños) y nos contó la historia de la cuadriga que coronaba la emblemática puerta.


Cruzamos la Puerta de Brandeburgo y Eduardo nos señaló las marcas en la calle, que indicaban por dónde pasaba el Muro de Berlín:


Llegamos al Monumento a los judíos asesinados en Europa, o Memorial del Holocausto, formado por 2711 bloques de hormigón de distinta altura dispuestos sobre el suelo, que tenía cierto desnivel, y por entre los cuales se podía caminar libremente. Antes de escuchar las explicaciones, el guía nos advirtió que no se podía gritar, ni comer o tomar arriba de los bloques, ni pararse encima, ni correr; en fin, cuestiones relacionadas con el respeto hacia el lugar donde nos encontrábamos. A ninguno de nosotros se le ocurriría hacer tales cosas, pero lamentablemente no todos somos iguales: vimos gente (grande) subida a los bloques y haciéndose fotos y otros corriendo por los pasillos y jugando a las escondidas. En el subsuelo del memorial había un Centro de Visitantes, que conoceríamos otro día.


Pasamos por el lugar donde estaba ubicado el Búnker de Hitler, que pasaba desapercibido. Actualmente es un estacionamiento.

Luego hicimos una parada en un bar donde se podía aprovechar para comer o tomar algo o ir al baño y donde se podían contratar otros tours que ofrecía la empresa (nosotros reservamos el del Tercer Reich [14 EUR] para el mismo día y el de Sachsenhausen [16 EUR], que haríamos el martes; las reservas tenían una validez de cuatro o cinco días corridos, así que nos aseguramos los lugares de antemano, por las dudas. Con la Berlín Welcome Card nos hicieron un 30% de descuento: por los dos tours pagamos 21 EUR por persona en vez de 30 EUR).

Continuamos por el Checkpoint Charlie, el paso fronterizo más famoso en la época del muro, que se usaba para llegar a Berlín Este desde Berlín Oeste. Conocimos su historia y la de un hombre que intentó cruzar, pero fracasó y terminó muerto. Ahora no era más que una atracción montada para turistas, en la que, por unos euros, la gente se podía sacar fotos con soldados que hacían guardia delante de una caseta de vigilancia. En los alrededores había varios locales de souvenirs y puestos callejeros que vendían elementos tales como insignias, gorros de piel del ejército de la URRS y máscaras anti-gas… escalofriante. También estaba el Museo Checkpoint Charlie, dedicado al muro. El guía, indignado, nos comentó que el antiguo paso fronterizo ni siquiera estaba en ese preciso lugar, sino a unos metros de distancia, en una zona no tan comercial, y nos mostró dónde era.


Seguimos hasta la Topografía del Terror, donde pudimos ver uno de los tres restos del muro que se conservaban en Berlín.


Pasamos por la puerta del Museo dedicado al Trabant (también conocido como “trabi”), automóvil oficial de la Alemania comunista.


Caminamos hasta Gendarmenmarkt (Mercado de los Gendarmes), donde se destacaban dos catedrales gemelas, la francesa (izquierda) y la alemana (derecha). Nos pareció una de las plazas más lindas de la ciudad.


En el centro, el gran edificio de la Konzerthaus, la sala de Conciertos:


En los tantos cruces de calles que hicimos, conocimos al Ampelmann, el hombrecito de los semáforos de Berlín. Casualmente, lo que más nos llamó la atención de la ciudad fue el poco tiempo en que el semáforo permanecía en verde; apenas se llegaba a cruzar la calle y, en muchos casos, se ponía en rojo antes de llegar al otro lado. El guía no supo respondernos el porqué de esa cuestión.


Llegamos a Bebelplatz, escenario de la quema de libros de algunos autores sancionados por los nazis, en 1933. Nos acercamos al monumento subterráneo en el medio de la plaza para ver, a través de un vidrio colocado en el suelo, una biblioteca con estanterías vacías.


Aquí se dio por finalizado el recorrido guiado a las 13:30 pm y todo el grupo hizo su aporte voluntario; nosotros dejamos 25 EUR entre los dos. El tour duró tres horas y media y nos resultó muy útil porque aprendimos un montón, no solo datos históricos sino curiosidades o anécdotas que, de otra manera, no nos hubiésemos enterado.

El próximo tour guiado, el del Tercer Reich, empezaba a las 14:30 pm, así que teníamos una hora por delante para almorzar. A diez minutos a pie desde donde estábamos se encontraba Flamingo Fresh Food Bar, un lugar del que habíamos leído buenos comentarios en Internet y queríamos conocer. Cuando llegamos, estaba cerrado… no nos percatamos de que no abría los fines de semana. No teníamos mucha idea de dónde ir a comer por la zona, así que paramos en una plaza cercana y nos conectamos a wi-fi, a ver si Google nos daba alguna pista. Las opciones eran unos pocos restaurantes, pero no nos servían porque íbamos a perder mucho tiempo (de hecho, el guía de Sandemans nos había recomendado uno frente a Gendarmenmarkt, pero ya no llegábamos). Finalmente volvimos al Starbucks de la Pariser Platz, donde compramos una ciabatta, una focaccia y dos botellas de agua por 14 EUR y las comimos afuera del local, que estaba abarrotado de gente.

Cuando aparecieron los paraguas rojos de Sandemans, nos acercamos para mostrar los tickets del tour que habíamos comprado y nuevamente fuimos al centro de la plaza a esperar a que se formaran los grupos. El tour no empezó puntual a las 14:30 pm, sino quince minutos después, porque tuvimos que hacer tiempo hasta que llegaran unas personas que ya tenían el tour pago. Para este recorrido se necesitaba un billete de transporte AB; nosotros, con la Berlín Welcome Card zonas ABC, ya estábamos cubiertos.

Nuestra guía fue Camino, quien llevó a todo el grupo a la parte de atrás de la Academia de las Artes para que pudiéramos sentarnos en el piso, ya que nos advirtió que la primera parte de las explicaciones iba a demandar un buen rato. Nos hizo un resumen acerca del nazismo y la figura de Hitler, desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la llegada de la dictadura, en 1933.

A continuación, fuimos andando hasta el antiguo edificio del Reichstag, actual sede del Parlamento alemán, donde la guía nos contó la historia del edificio, el incendio que sufrió en 1933 y la consecuente llegada de Hitler al poder.

Vimos un monumento dedicado a los diputados del Reichstag asesinados por los nazis, ubicado en una de las esquinas del edificio, compuesto por placas de hierro que simulaban lápidas y que llevaban grabados los nombres de los diputados y las fechas y los lugares donde murieron. En el monumento, a propósito, había lugar para que se agregaran más placas, según surjan nuevos resultados de las investigaciones recientes.


Nos adentramos en el Tiergarten para visitar el Memorial dedicado a los gitanos Sinti y Roma asesinados por el nazismo. En algunas losas de piedra que rodeaban el estanque circular estaban escritos los nombres de los campos donde fueron llevados los gitanos.


Seguimos hasta el Monumento conmemorativo a los soldados soviéticos que murieron durante la Batalla de Berlín (1945), dentro del cual se encontraban algunas de sus sepulturas. En los extremos del monumento había tanques y cañones soviéticos.


Luego fuimos al Memorial dedicado a los homosexuales perseguidos por el nazismo. A través de la pequeña ventana de la estructura de hormigón se podía ver un video de dos hombres besándose.


Volvimos a la Academia de las Artes para hacer un receso, en el que aprovechamos para tomar algo. Camino nos recomendó este lugar porque los precios eran más económicos que en otros sitios.

Retomamos el tour y nos dirigimos a una estación de metro cercana para llegar a Oranienburger Straße, zona donde se encontraba la Nueva Sinagoga, cerca de la cual escuchamos explicaciones acerca del Antisemitismo durante el Tercer Reich y la Noche de los Cristales Rotos.

Mientras recorríamos el barrio, hicimos una pausa al encontrarnos con las llamadas piedras del tropiezo (Stolpersteine), obra del artista alemán Gunter Demnig. Consistían en unos adoquines dorados situados frente a los edificios donde vivían las víctimas del nacionalsocialismo (judíos, gitanos Sinti y Roma, homosexuales, disidentes, testigos de Jehová y víctimas de la eutanasia) que fueron deportadas y asesinadas en campos de exterminio.


La última parada fue frente al Antiguo Cementerio Judío, donde la guía nos habló de la Solución Final. Cerca de la entrada había un Monumento a los niños judíos.


El recorrido guiado terminó a las 18:15 pm, luego de tres horas y media, y fue muy interesante. Camino se quedó dándoles indicaciones a algunas personas acerca de cómo volver a la Puerta de Brandeburgo, a sus alojamientos u otros destinos.

Debemos reconocer que haber hecho dos tours el mismo día en Berlín fue algo cansador, por un lado, porque había que estar mucho tiempo de pie o caminando y, por el otro, por los contenidos (no se trataba precisamente de cuentos de hadas), pero para nosotros, sin duda, valió la pena.

Visitamos Hackeschen Höfe, unos patios interiores con oficinas, negocios, restaurantes y viviendas ubicados muy cerca de donde había terminado el tour. Allí había una tienda exclusiva de Ampelmann, con todo tipo de productos que llevaban la figura del hombrecito. También había una tienda de souvenirs, a la que volvimos otro día, después de comprobar que los precios de determinados artículos eran más baratos que en otros lugares.


Al lado de esos patios estaba el Dead Chickens Alley, un callejón de cultura alternativa.


Seguimos a pie hasta Alexanderplatz e hicimos compras en Primark y en el local gigante de Saturn, que ocupaba toda una esquina y tenía cinco pisos.

Fuimos hasta el barrio de Nikolaiviertel para cenar en Zur Gerichtslaube, un restaurante del que habíamos leído buenas recomendaciones. El lugar era pintoresco, con una decoración medieval y un sector con mesas al aire libre ideal para aprovechar los días cálidos y con buen tiempo. La atención fue cordial, los precios eran algo elevados, las porciones eran normales y la comida, rica. Pedimos una entrada de hongos rellenos con espinacas a la crema con ensalada y dos platos, albóndiga con cebollas asadas, chauchas y puré de papas y el “gran festín berlinés”, con salchicha, albóndiga, cerdo, chauchas y papas a las hierbas. Con dos bebidas y propina pagamos 60 EUR. Nos pareció un buen lugar para probar comida local, pero por precios más accesibles había mejores opciones.


Tomamos el Bus M48, a metros del restaurante, y en menos de quince minutos ya estábamos de vuelta en el hotel.

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