Martes 10 de abril de 2018: Tour Sachsenhausen Sandemans + Memorial del Muro de Berlín + KaDeWe
Dedicamos la mañana de nuestro último día en Berlín a visitar el Memorial y Museo Sachsenhausen, antiguo campo de concentración utilizado en Alemania entre 1936 y 1945. Íbamos a hacer el tour con la empresa Sandemans; ya habíamos comprado las entradas hace unos días, durante el receso del Free Tour, así que solo teníamos que presentarnos en el punto de encuentro (Starbucks de Pariser Platz) minutos antes del inicio. Había dos horarios posibles de salida: a las 09:00 am y a las 11:00 am; nosotros elegimos el primero. Para este recorrido se necesitaba un billete de transporte ABC; nosotros, con la Berlín Welcome Card, ya estábamos cubiertos.
Salimos del hotel temprano y llegamos a Pariser Platz con tiempo suficiente para desayunar. Esta vez le tocó el turno a Dunkin' Donuts: pedimos dos capuchinos y tres donas por 8,70 EUR, que decidimos comer en uno de los bancos de afuera, en vez de hacerlo en el propio local.
Pasamos por una tienda de souvenirs cercana y compramos un monumento en miniatura y un vaso de cerveza. Después fuimos a la esquina del Starbucks, donde estaba la gente de los paraguas rojos. Les mostramos las entradas que habíamos comprado y nos hicieron ir al centro de la plaza a esperar a que se formaran los grupos. Había dos guías: Pablo, a quien no conocíamos y Eduardo, con el que habíamos hecho el Free Tour.
A las 09:00 am en punto fuimos todos juntos a tomar el tren S1 hasta la última parada, Oranienburg. Fueron 45 minutos de viaje más o menos. Cuando llegamos a la estación, los guías se dividieron los grupos; nosotros fuimos con Eduardo. Salimos de la estación y nos detuvimos a escasos metros para escuchar las explicaciones del guía durante 20 minutos, quien nos hizo una introducción sobre los campos de concentración y nos contó la historia de Sachsenhausen en particular. A continuación, nos tomamos el bus 804, que tras 15 minutos nos dejó en la puerta del recinto.
Nos reunimos a un costado del Centro de Información al Visitante, donde había una maqueta del lugar, y allí empezó la visita. El guía nos repartió un folleto en español a cada uno, en el que se describían los distintos puntos de interés del Memorial.
Antes de cruzar la Torre A, lo primero que vimos fue la siniestra frase “Arbeit macht frei” (“El trabajo te hace libre”) en la gran puerta de hierro que daba acceso al campo de prisioneros.
En la zona neutral, según nos explicaron, todo prisionero que se atreviera a pasar iba a ser asesinado de un disparo sin ningún tipo de aviso.
Visitamos los barracones 38 y 39, pertenecientes al “Campo Pequeño”, donde estaban los prisioneros judíos. Uno de ellos era un museo que ilustraba la vida de los judíos en el campo, y en el otro había una exposición sobre la vida cotidiana de los prisioneros.
Entramos al edificio de celdas de castigo, que sirvió como la cárcel del campo y de la GESTAPO.
Visitamos un barracón donde antiguamente se encontraba la cocina, en el que había una exposición permanente dedicada a los acontecimientos principales de la historia del campo. Nos detuvimos delante de un uniforme exhibido junto al cual figuraban los distintivos utilizados por los nazis para diferenciar a los prisioneros.
A lo lejos vimos el Monumento Nacional del Recuerdo y Conmemoración de la antigua RDA, inaugurado en 1961.
Nos acercamos a la fosa de fusilamiento, donde fueron ejecutados los combatientes de la resistencia o los condenados por los tribunales nazis.
En la “Estación Z” se encontraban los cimientos del crematorio y las cámaras de gas, instalaciones destinadas al asesinato masivo.
En ese terreno se alzaba el Monumento en memoria de las víctimas del campo de concentración.
El tour finalizaba en el memorial; la persona que lo deseaba se podía quedar recorriendo el lugar o, de lo contrario, volvía con el grupo y el guía a Berlín. El tiempo de permanencia en el recinto fue de dos horas, que era el tiempo que le dejaban a los guías para hacer las visitas en grupo. En cambio, no había límite de tiempo para el que hacía la visita por su cuenta. No había nada para comer allí y por eso en el tour se sugería llevar algo para el almuerzo. A nosotros no nos pareció apropiado hacerlo y almorzamos cuando llegamos a Berlín. De más está decir que no es una visita para cualquiera, ya el hecho de estar ahí e imaginarse lo sucedido hacía perder el aliento. El guía nos trasmitió sus conocimientos con tanto respeto y dedicación que el tour fue muy ameno y más que interesante.
A las 13:30 pm todos emprendimos el regreso a Berlín. Como se había juntado bastante gente en la parada del bus 804 y tal vez no íbamos a poder entrar todos en el bus, el guía sugirió que algunos podían ir caminando con él hasta la estación; el viaje sería de aproximadamente media hora caminando a buen ritmo. Tuvimos suerte de que cuando llegó el bus había espacio suficiente, así que todos volvimos por ese medio, aunque un poco apretados. Tomamos el tren de vuelta y en una de las paradas subieron unos revisores a pedir los billetes; fue la primera vez que tuvimos que mostrar nuestra Berlin Welcome Card y todo estuvo bien. No pudo decir lo mismo un joven que estaba sentado cerca nuestro, a quien, al parecer, lo sorprendieron sin billete y le hicieron una multa.
A las 14:15 pm ya estábamos en Pariser Platz y nos despedimos del guía. Fuimos nuevamente hasta Flamingo Fresh Food Bar y esta vez lo encontramos abierto, así que entramos para almorzar. Había mesas adentro y afuera, y se trataba de un “semi-autoservice”: algunos productos, como las ensaladas o los sándwiches, se podían agarrar libremente, mientras que otros, como las sopas o los platos del día, había que pedirlos en el mostrador. Todo iba a una bandeja y con la bandeja se iba a la mesa. La atención fue buena; una empleada nos explicó muy amablemente las opciones que había para comer y cuando se dio cuenta de que hablábamos español, llamó a otro compañero que hablaba el mismo idioma. Los precios eran accesibles, la comida era rica y los baños eran limpios. Almorzamos una sopa grande de queso, hongos y puerro, un plato del día (ensalada, papas y vegetales grillados con queso) y una bebida grande y gastamos 19 EUR. También había distintas opciones para desayunar y merendar. Fuimos por las buenas recomendaciones que habíamos leído y no nos defraudó, así que lo recomendamos.
Justo en frente del restaurante había un acceso a la estación de trenes Friedrichstraße. Hacia allí nos dirigimos para tomar el S2 hasta la estación Nordbanhof, porque nuestro próximo destino era el Memorial y centro de documentación del Muro de Berlín.
En este espacio se exhibía el tercero de los tres restos de muro que se conservaban en Berlín.
La zona era enorme y estaba dividida en cuatro sectores: A, B, C y D, en los cuales había distintos paneles informativos. Entramos primero al Centro de Visitantes, donde había folletos gratuitos y vendían libros y souvenirs.
Luego fuimos al Centro de Documentación, donde había una exposición permanente sobre la historia del muro con mucho material interesante (fotos, videos y textos).
Desde la plataforma alta ubicada al lado se podían ver las instalaciones fronterizas originales (la llamada "franja de la muerte", una zona comprendida entre dos muros con un sistema de máxima seguridad que consistía en torres de vigilancia con francotiradores, un foso, vallas electrificadas y una calle por la que circulaban vehículos militares constantemente).
También visitamos la Capilla de Reconciliación. Antiguamente, en ese lugar estaba la Iglesia de la Reconciliación, demolida en 1985 por encontrarse dentro de la "franja de la muerte".
La visita fue muy interesante y nos llevó cerca de dos horas, pese a que no leímos todo el material que había a disposición.
Eran las 16:45 pm y no estábamos muy seguros de qué haríamos después, ya que habíamos cumplido con todo el itinerario previsto. Tomamos el tranvía M10 (donde, por segunda vez, nos pidieron los billetes) e hicimos un viaje eterno que incluyó combinación con el tren S5 y el metro U2 hasta llegar a la zona del centro comercial KaDeWe, donde paseamos un rato e hicimos las últimas compras en H&M.
Apenas anocheció fuimos a cenar a Tiergarten Quelle, un restaurante ubicado debajo de la estación de tren Tiergarten, a la que llegamos con el tren S9. No se destacaba por ser un lugar pintoresco, parecía que estaba más orientado a los alemanes que a los turistas. Enfrente había un sector con mesas al aire libre (“Biegarten”); creíamos que era otro restaurante, pero era parte de ese porque los camareros iban y venían hacia allí cruzando la calle. Ofrecía comida local a buen precio, rica y en porciones abundantes, aunque la atención podría mejorar. De entrada pedimos papa al horno con queso y hash browns con queso y huevo frito (ambos platos venían con una pequeña ensalada), y luego probamos cordon bleu de pollo relleno de jamón y queso con papas fritas y un Schnitzel de pavo con crema de hongos y croquetas. Con dos bebidas (una de ellas, cerveza), pagamos 55 EUR, propina incluida. Nos pareció una opción recomendable si andan por la zona.
Volvimos al hotel en el tren S7 y el metro U6, dando por finalizada la vigencia de nuestra Berlin Welcome Card. Al día siguiente partiríamos hacia Ámsterdam, así que dedicamos un buen rato a acomodar el equipaje y dejar todo preparado. En ese momento nos dimos cuenta de que nuestras valijas/maletas grandes nos estaban quedando pequeñas, y que nos estábamos quedando sin espacio para seguir metiendo cosas. El viaje todavía no se terminaba y definitivamente íbamos a necesitar un refuerzo: en la capital holandesa buscaríamos la solución.