Miércoles 11 de abril de 2018: Free Tour Buendía Tours
Nos levantamos temprano y a las 7:15 am hicimos el check-out. El día amaneció nublado y, al parecer, había llovido.
Caminamos hasta la estación de metro U6 y seguíamos sin suerte con el ascensor, que estaba fuera de servicio. Al igual que nos había pasado cuando recién llegábamos a la ciudad, un señor nos vio y nos ayudó a bajar el equipaje por las escaleras. Compramos dos billetes sencillos (2,80 EUR), los cuales, previa validación, usamos para hacer trasbordo en la estación Friedrichstraße y desde ahí llegar a Berlín Hauptbahnhof.
Ya en la Estación Central, compramos unos sándwiches y una botella de agua (9,70 EUR) para desayunar. El anuncio del tren en las pantallas se hizo unos 15 minutos antes de la llegada a la estación. De camino a la plataforma correspondiente, vimos un local de Dunkin' Donuts algo escondido; nos tentamos y compramos una caja de 6 donas por 7 EUR.
Teníamos impresos los billetes que habíamos comprado por Internet en el sitio web de la empresa alemana con tres meses de anticipación, así que solo nos quedaba esperar.
El InterCity 148 salió a las 08:34 am, como estaba previsto. Habíamos reservado asientos en primera clase, en un vagón con compartimentos divididos en camarotes, con capacidad para 6 personas cada uno. En el andén de la estación había pantallas que detallaban las plataformas de donde salía el tren y cuáles pertenecían a primera y segunda clase.
Los asientos en primera eran muy cómodos, pero el tren no tenía wi-fi, lo que verdaderamente nos sorprendió. En los estantes ubicados arriba del camarote había espacio suficiente para nuestro abultado equipaje.
Viajamos acompañados de un señor australiano con sus dos hijos, y en una de las tantas paradas subió un hombre que al poco tiempo se bajó. No tuvimos inconvenientes durante el viaje porque los niños se portaron bien y estuvieron buena parte del trayecto con su padre en el vagón comedor. Quizá para dos personas resulte más cómodo, por cuestiones de privacidad, un formato de vagón abierto y no un camarote.
Al poco tiempo de partir el tren, pasaron unos revisores para controlar los billetes. No hicieron control de pasaportes. Durante el viaje aprovechamos para comer los sándwiches y las donas que habíamos comprado.
Al cabo de seis horas y media, a las 15:00 pm llegamos a la Estación Central de Ámsterdam.
Para salir del andén, tuvimos que pasar el billete por un escáner, algo que hasta el momento no habíamos hecho nunca. Sin salir de la estación nos dirigimos a una oficina de información para comprar dos Amsterdam & Region Travel Ticket de 3 días (33,50 EUR cada uno), que utilizaríamos a partir del día siguiente para las visitas que teníamos previstas. El ticket (que en realidad era una tarjeta de cartón con un chip) nos permitía viajar en forma gratuita e ilimitada en todos los metros, tranvías, autobuses (operados por GVB, Connexxion, Arriva y EBS) y trenes NS dentro de Ámsterdam y sus alrededores; y venía con un mapa gratuito. Al igual que el resto de los billetes y abonos, había que validarlo (es decir, apoyarlo en una máquina hasta que se escuchara un sonido) al subir y al bajar a un medio de transporte. El periodo de vigencia empezaba a contar desde la primera validación.
Preguntamos por los abonos de 24 horas y nos indicaron que se compraban en una oficina que estaba afuera de la Estación, así que hasta allí fuimos para comprar dos (a 7,50 EUR cada uno), que usaríamos el día de hoy. Para llegar al hotel teníamos que tomar el metro M51 desde Amsterdam Centraal hasta la estación RAI. Al entrar y al salir del metro tuvimos que escanear nuestro pase, de lo contrario, no se abrían las puertas que daban paso a los andenes.
Después de unos 15 minutos de viaje, a las 16:00 hs llegamos al Motel One (zona Zuideramstel) e hicimos el check-in. Si bien ya teníamos paga la estadía, tuvimos que abonar una diferencia del impuesto local (3,60 EUR) porque habíamos reservado el hotel en el 2017 y en el 2018 se habían actualizado los valores. Particularmente en Ámsterdam se nos hizo difícil conseguir alojamiento porque los precios, sobre todo en el centro, eran prohibitivos para nosotros (tal vez por la época del año). Además, algunos hoteles céntricos que habíamos visto eran menos cómodos desde el punto de vista del acarreo del equipaje (por ejemplo, solamente tenían escaleras, y bastante estrechas en algunos casos). El Motel One estaba alejado del centro, pero bien comunicado con distintos medios de transporte (metro M51, tranvía Nº4 y tren que llevaba al Aeropuerto) y la relación precio-calidad resultó muy buena. Nuestra habitación estaba en la última planta; era amplia y cómoda (sobre todo la cama) y tenía televisor, armario, una mesita con una silla, un pequeño sillón y un baño sencillo. Justo al lado del hotel había una obra en construcción, pero no escuchamos ruidos en ningún momento. En la zona había movimiento porque a escasos metros se encontraba el centro de convenciones RAI.
Acomodamos rápidamente nuestras cosas y tomamos el tranvía Nº 4 para llegar al centro. Tanto en los tranvías como en los buses que tomamos estaban estas máquinas, en las que había que apoyar los billetes y abonos de transporte al subir y antes de bajar, sin excepción:
Lamentablemente, los protagonistas de nuestra visita a Ámsterdam y sus alrededores fueron las nubes y las lloviznas (al menos la mayoría de los días), así que procuramos salir siempre con un paraguas en la mochila. El plan para lo que quedaba del día era hacer un Free Tour en español con la empresa Buendía Tours, que empezaba 17:30 pm frente al Madame Tussauds de la Plaza Dam. Elegimos esa empresa porque nos convenía el horario, ya que era la única que lo ofrecía (los tours de las demás eran a la mañana y a primera hora de la tarde). Nos acercamos para apuntarnos y todavía faltaban algunos minutos para el inicio, así que aprovechamos para pasar por un supermercado Albert Heijn, nuestro aliado durante nuestra estadía en Ámsterdam, donde compramos agua, golosinas y unos waffles que venían en bolsa (3,50 EUR).
Nuestra guía fue Yesi, quien nos contó la historia de la ciudad y nos comentó acerca de los edificios que rodeaban la Plaza Dam. Allí vimos el Monumento Nacional, alzado en honor a los caídos en la Segunda Guerra Mundial…
El Museo de Cera Madame Tussauds…
El Palacio Real…
Y la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva).
Pasamos por el Begijnhof (el beaterio), pero no pudimos entrar, porque para ese entonces ya estaba cerrado. Igualmente escuchamos las explicaciones y la guía nos dijo que podíamos visitarlo por nuestra cuenta otro día.
Anduvimos por la calle opuesta al Mercado de las Flores, que también estaba cerrado.
Vimos la Munttoren (Torre de la Moneda), una de las construcciones defensivas medievales que sobrevivió hasta la actualidad.
Llegamos a The Waag, antigua muralla de Ámsterdam, ubicada en la plaza Nieuwmarkt.
Y paseamos por el Barrio Chino y el Barrio Judío.
Barrio Chino
El tour duró dos horas y terminó cerca de la Estación Central, donde cada uno hizo su aporte voluntario; nosotros contribuimos con 20 EUR. Nos pareció interesante para una primera toma de contacto con la ciudad; de todos modos, recomendamos hacer los tours de la mañana o primera hora de la tarde, para que nos les pase como a nosotros, que encontramos algunas atracciones cerradas durante el recorrido. Además, el tour termina siendo más corto y, lógicamente, la energía del guía a última hora no es la misma que a primera hora del día.
A continuación, volvimos a la Plaza Dam y entramos al enorme centro comercial De Bijenkorf para hacer una compra salvadora: otra valija. Habíamos buscado locales en Google y el único lugar cercano que estaba abierto a esas horas (cerca de las 20:00 pm) era ese, así que allí fuimos.
Con la valija a cuestas cenamos en Wok to Walk, un local de comida al paso de camino a la Estación Central. Se elegía una base (fideos o arroz) y hasta cuatro ingredientes (pollo, carne, cerdo, champignones, camarones, etc.), a los que se les podía agregar salsa y toppings (semillas, por ejemplo). Por 21 EUR comimos un wok cada uno. Las porciones eran abundantes y la comida era rica. Si bien el espacio era reducido, encontramos lugar donde sentarnos. Para tomar usamos el agua que habíamos comprado en el supermercado. En definitiva, no era más que un local de comida rápida, pero para salir de la típica hamburguesa o pizza, estuvo bien. Si hubo algo que nos sorprendió de Ámsterdam en cuanto al rubro gastronómico, fue la gran cantidad de restaurantes argentinos que ofrecían carne.
Volvimos al hotel en el metro M51 desde la Estación Central y fuimos directo a dormir, ya que el día siguiente empezaba temprano.