Domingo 8 de abril de 2018: Reichstag + Monumento a los judíos asesinados en Europa + Museo del Pérgamo + Museo Nuevo + Alexanderplatz (Marienkirche y Torre de la TV) + East Side Gallery
Hoy teníamos la visita guiada en español al Parlamento alemán a las 09:00 am, seguida de la visita a la cúpula.
Habíamos hecho la reserva por Internet en la página web de dicha institución (se podían elegir hasta tres opciones de fechas y horarios por orden de preferencia y luego nos asignaron una) y recibimos las entradas por correo electrónico, junto con un listado de visitantes que teníamos que completar (cantidad de personas que iban a asistir, nombre, apellido y fecha de nacimiento). A diferencia del Parlamento de Budapest, las visitas al Parlamento alemán eran gratuitas. Tuvimos suerte de conocer la cúpula, porque a partir del día siguiente iba a estar cerrada unos días (del 9 al 13 de abril) por tareas de limpieza y mantenimiento.
Según las indicaciones del correo que habíamos recibido, teníamos que presentarnos media hora antes del inicio de la visita. Con las entradas impresas y nuestros pasaportes en mano, nos acercamos a una caseta que estaba justo en frente del Parlamento (en una esquina había otra, pero, según nos había comentado la guía en el tour que hicimos el día anterior, era para adquirir entradas sin reserva, en función de las personas que cancelaban sus visitas).
Después de pasar un control de seguridad como el de los aeropuertos, nos llevaron al punto de encuentro y esperamos a la guía que nos daría la visita en español (también había visitas en alemán). El recorrido empezó puntual y estaba permitido hacer fotos.
Durante la visita aprendimos curiosidades acerca del Parlamento y sus miembros. En primer lugar, la guía nos marcó la diferencia entre los términos Bundestag (el Parlamento alemán como institución) y Reichstag (el edificio que alberga el Bundestag, antigua sede de las sucesivas asambleas parlamentarias que hubo en Alemania entre 1846 y el fin de la Segunda Guerra Mundial).
Nos llevaron al sótano, donde vimos una obra del artista francés Christian Boltanski que consistía en un archivo con aproximadamente 5000 cajas de metal, en el que se recordaba a todos los diputados elegidos democráticamente por el pueblo alemán entre 1919 y 1999, año de remodelación del Reichstag. Los diputados asesinados por los nazis estaban identificados con una cinta negra, y a Hitler se le dedicó una única caja negra.
También nos enseñaron un tramo de un conducto de calefacción por el que se sospecha que entraron los nazis para quemar el Reichstag en 1933 y allanar el camino de Hitler al poder. Según nos contó la guía, ese túnel representaba el inicio de la dictadura y por eso se conservaba en el edificio.
Pasamos por unos pasillos en cuyas paredes los soldados soviéticos habían pintado grafitis en señal de victoria tras la toma del Reichstag en 1945 y el fin de la dictadura en Alemania. Esas paredes estaban exhibidas en el edificio como símbolo del fin de la dictadura.
Por último, conocimos el interior de la Sala Plenaria, donde se dio por finalizada la visita. Desde aquí teníamos una perspectiva distinta de la cúpula, la veíamos desde abajo.
El recorrido guiado duró una hora y fue muy interesante.
Con ayuda de la guía, abandonamos la Sala y fuimos directo a la cúpula. Retiramos una audioguía en español (sin costo) y empezamos el recorrido, que nos llevó aproximadamente media hora. Nos llamó la atención que el audio se activara a medida que íbamos avanzando; ese sistema nos resultó más práctico que el que ya conocíamos, en el que había que marcar un número al ver un determinado objeto o pasar por un cierto punto de interés.
Dedicamos otra media hora a deambular por la terraza y admirar unas hermosas vistas de la ciudad.
Las vistas por sí solas ya ameritaban la subida a la cúpula, recomendamos que vayan aunque no puedan (o no quieran) complementarla con el recorrido guiado por el Parlamento.
Pasamos nuevamente por el Memorial a los gitanos Sinti y Roma para verlo con mayor detenimiento. Leímos los paneles informativos que había en la entrada y que narraban, en forma cronológica, la historia de persecución y genocidio que padeció este grupo.
Seguimos hasta el Monumento a los judíos asesinados en Europa y nos tomamos unos minutos para caminar por entre los bloques. Luego fuimos al Centro de Información gratuito que había en el subsuelo. Hicimos fila para acceder, porque dejaban entrar gente a medida que otros salían. Pasamos un control de seguridad y tratamos de encontrar un folleto en español, pero no tuvimos suerte, al parecer se habían acabado. Se podía contratar una audioguía por 3 EUR, pero no lo hicimos. El lugar estaba compuesto por distintas salas con información acerca de las víctimas del Holocausto (fotos, testimonios, cartas), la política nacionalsocialista y los distintos lugares donde los judíos fueron perseguidos y exterminados. La visita nos llevó una hora y fue muy interesante, porque en cierta manera sirvió para complementar, con información concreta, lo abstracto del monumento.
A continuación, caminamos hasta la avenida Unter den Linden, donde tomamos el Bus 100 (turístico) hasta la Isla de los Museos.
En busca de algún lugar para almorzar por la zona, encontramos Bandy's Currywurst, donde también aprovechamos para ir al baño. Pedimos dos menúes de currywurst con papas fritas y gaseosa a 8,50 EUR cada uno y nos sentamos a degustar este plato típico alemán con vistas a la Catedral de Berlín… y un excesivo e inevitable olor a fritura. El precio no era muy económico en relación con lo que se ofrecía, pero para comer algo al paso en una zona tan concurrida estuvo bien.
Al lado del anterior había un local llamado Bandy Brooks, donde vendían helados y café. Cuando entramos había bastante gente, pero la atención fue rápida. Compramos dos vasos con cinco bochas de helado cada uno y gastamos 6,90 EUR por persona. No había mucha variedad de sabores, pero los que probamos, eran ricos.
Nos adentramos en la Isla de los Museos y nos sentamos en un banco a terminar el helado. Justo en frente se alzaba el edificio de la Antigua Galería Nacional, que tenía un aspecto de templo romano.
Nuestro siguiente destino era el Museo del Pérgamo, que decidimos conocer aun sabiendo que su protagonista, el altar de Pérgamo, estaba cerrado al público por obras de restauración.
Para hacer esa visita, teníamos el pase de la Isla de los Museos (18 EUR por persona) que habíamos comprado por Internet semanas antes del viaje y que recibimos por correo electrónico. Dicho pase era válido por un día e incluía la entrada a los cinco museos de la Isla, a saber:
- El Museo de Pérgamo
- El Museo Antiguo
- El Museo Nuevo
- El Museo Bode
- La Antigua Galería Nacional
La Berlin Welcome Card de 5 días que teníamos nosotros no daba la opción de adquirir el pase, por eso lo tuvimos que comprar por separado. En cambio, había BWC de 3 días con una extensión que abarcaba la Isla de los Museos. Por supuesto, convenía ver más de un museo para amortizar el pase; de lo contrario, no valía la pena. De los cinco que había en la lista, visitamos el Museo del Pérgamo y el Museo Nuevo.
Por las dudas, habíamos reservado horarios; lo hicimos sin costo al momento de comprar el pase y también los recibimos por correo electrónico. Con todo impreso (el pase y los horarios) nos presentamos directamente en la entrada de cada museo al horario indicado; por suerte no hizo falta hacer cola en ningún caso.
A las 14:15 pm, como indicaba nuestra reserva, entramos al Museo del Pérgamo. Antes de empezar la visita, dejamos las mochilas en un guardarropas (gratuito), conseguimos un mapa y tomamos una audioguía en español.
De las tantas piezas exhibidas que llamaban la atención en la planta baja, se destacaba la Puerta de Ishtar, una de las ocho puertas de la muralla interior de Babilonia.
Además, sobresalía la majestuosa Puerta del mercado romano de Mileto.
En la primera planta había una extensa colección de arte islámico y alfombras.
El museo nos gustó y nos pareció interesante, pero a mí me dio la sensación de que con el Altar de Pérgamo en obras era como ir al Louvre y no ver la Gioconda. Fue una lástima no haber podido conocer en vivo y en directo su principal atractivo.
A las 15:30 pm teníamos reserva en el Museo Nuevo.
Al igual que el anterior, dejamos las mochilas en el guardarropas (sin cargo) antes de empezar la visita, nos hicimos de un mapa y tomamos una audioguía en español.
El museo albergaba dos tipos de colecciones: una dedicada al Antiguo Egipto y la otra, a la Prehistoria. Empezamos por las salas del Antiguo Egipto, por las cuales yo tenía especial interés. En la primera sala resaltaba un espectacular techo astronómico, similar a aquellos que decoraban las cámaras sepulcrales de algunas tumbas reales, que pasaba desapercibido entre los visitantes.
La estrella de la colección era el busto de la reina Nefertiti, exhibido en una sala donde estaba prohibido sacar fotos y donde ni siquiera nos atrevimos a intentarlo, ya que había varios vigilantes dando vueltas. La miramos fijamente en silencio durante unos minutos y pasamos a la sala donde estaba su marido, Akhenatón, del que sí conseguimos un registro fotográfico:
En la parte destinada a la Prehistoria, el principal atractivo era un sombrero ceremonial de oro, perteneciente a la Edad de Bronce. Hasta el momento, se descubrieron solamente cuatro de ellos.
Este museo nos encantó, no solo por la infraestructura del edificio (cada sala tenía su encanto) sino por su contenido.
Terminadas las visitas culturales, nos dirigimos a la Catedral de Berlín, ubicada frente al parque Lustgarten. Al fondo de este parque se encontraba el imponente edificio del Museo Antiguo.
Nuestra idea era conocer la Catedral por dentro, pero cuando nos acercamos a comprar las entradas nos dijeron que había empezado una misa y, por lo tanto, no se podía ver la nave central. Por este motivo, cobraban una entrada reducida: 5 EUR en vez de 7 EUR. La propuesta no nos convenció; volveríamos al día siguiente.
Como plan B, fuimos andando hasta Alexanderplatz. Entramos a la Iglesia de Santa María (Marienkirche), cuyo acceso era gratuito.
La decoración del interior era austera pero muy bonita; valió la pena haberla visitado.
Frente a la iglesia se encontraba la Fuente de Neptuno, compuesta por una gran escultura del dios romano Neptuno en el centro, acompañado de seres mitológicos, animales acuáticos y cuatro figuras femeninas que representaban los cuatro ríos principales de Alemania.
De fondo se veía el Ayuntamiento Rojo (Rotes Rathaus), que no llegamos a visitar por falta de tiempo.
Una de las estructuras más llamativas de la plaza era, sin duda, la Torre de la Televisión (Fernsehturm), nada más ni nada menos que el edificio más alto de Alemania, con 368 metros de altura.
Allí fuimos, con la intención de subir hasta el mirador panorámico. Presentamos la Berlin Welcome Card en la taquilla y nos hicieron un descuento; cada entrada nos costó 11,55 EUR en vez de 15,50 EUR.
En el ticket que nos dieron estaba impresa la franja horaria en la que se podía subir. Esperamos a que nuestro turno saliera en pantalla y enfilamos hacia el ascensor. En cuestión de segundos llegamos a la plataforma de observación, situada a 203 metros de altura, que ofrecía unas hermosas vistas de la ciudad. Alrededor de la plataforma había un gran mapa que marcaba los distintos puntos de interés que se veían a lo lejos.
A unos metros por encima del mirador panorámico había un restaurante, al que se accedía con una entrada aparte. Antes de bajar por el ascensor, aprovechamos para usar los baños.
Pese al elevado costo de la entrada, nos pareció una visita recomendable. Eso sí: siempre y cuando el clima acompañe, porque, de lo contrario, no se podría apreciar bien el paisaje.
Eran las 18:30 pm cuando fuimos a la estación de Alexanderplatz para tomar el tren S9 hasta Ostbanhof, ya que teníamos pensado conocer la East Side Gallery, el segundo de los tres restos del muro que se conservaban en Berlín. Contemplamos las distintas obras procedentes de artistas de todas partes del mundo, que se extendían a lo largo de 1,3 kilómetros.
Nuestro recorrido siguió hasta el Puente Oberbaumbrücke.
A través de él vimos la escultura "Molecule Man" (Hombre Molécula) sobre el río Spree.
A esa altura, en Berlín empezaba a anochecer.
Cruzamos el puente en dirección a Burgermeister, un pequeño puesto ubicado debajo de las vías del metro, que, según habíamos leído, tenía fama de hacer buenas hamburguesas. Lo malo es que había mucha gente (estuvimos un buen rato haciendo fila) y poco lugar donde sentarse. Pedimos dos bebidas (una de ellas, cerveza), una hamburguesa Meister Aller Klassen (doble carne, doble queso, bacon, salsa barbacoa y jalapeños), una Meisterburguer (con cebolla frita, bacon, salsa barbacoa y mostaza), dos porciones de papas fritas con cheddar y una porción de papas fritas con chili y en total pagamos 23 EUR. Por falta de espacio, comimos en una plaza cercana a la que por lo general iba la gente cuando no encontraba lugar. No había bancos y la iluminación escaseaba, pero no teníamos otra opción. La comida era muy rica, estaba a buen precio, y las porciones eran normales. Nos pareció una alternativa ideal para hacer una parada antes o después de la visita a la East Side Gallery.
Para volver al hotel, tomamos el metro U1 (a pasos del Burgermeister) y combinamos con la línea U6 hasta U Stadtmitte.