Sábado 14 de abril de 2018: Zaanse Schans + Basílica de San Nicolás + Casa de Anna Frank + paseo por el barrio Jordaan
Después de desayunar, tomamos el Metro M51 hasta la Estación Central, porque desde allí salía el tren que nos llevaría a Zaanse Schans, el pueblo de los molinos. Cuando llegamos a la estación, a las 9:00 am, preguntamos desde qué plataforma salía el tren Sprinter con destino Uitgeest y hacia allí nos dirigimos; el billete estaba incluido en nuestro Amsterdam & Region Travel Ticket, así que solo tuvimos que validar el pase en una de las máquinas ubicadas en los andenes. Al cabo de casi 20 minutos, nos bajamos en la cuarta parada, Zaandijk Zaanse Schans (también llamada Koog-Zaandijk). Habíamos leído que en la zona había una máquina de información turística de color azul de la cual se podía obtener un plano gratuito del pueblo con solo bajar una palanca, pero no la encontramos. Del lado donde nos bajamos solamente había un cartel grande con un mapa a modo de referencia.
Caminamos recto (éramos varios los que íbamos al mismo lugar), doblamos a la izquierda al llegar al Museo del Cacao (fácilmente reconocible por el aroma) y seguimos derecho hasta ver un primer molino en una esquina.
Para llegar a destino nos quedaba girar a la derecha y cruzar un puente, desde el que vimos una panorámica de los demás molinos en una orilla.
Después de un agradable paseo de 15 minutos, a las 9:45 am llegamos a Zaanse Schans. A esas horas de la mañana, ya había bastante gente recorriendo el lugar. Las nubes nos acompañaron en todo momento, aun así, el paisaje era muy pintoresco.
El tren no era la única forma de llegar: podríamos haber tomado el bus 391 en la Estación Central (la parada estaba en la parte posterior del edificio, más adelante de donde paraban los buses que salían hacia los pueblos de Waterland) y bajar directamente en el pueblo, luego de 40 minutos de viaje. En definitiva, no había mucha diferencia de tiempo entre ambas opciones.
Entramos al primer molino que vimos, el de las especias (llamado “De Huisman”), cuyo acceso era gratuito. Además de conocerlo por dentro, visitamos una tienda de souvenirs, bastante cara por cierto.
Fuimos a un segundo molino, llamado “de Kat”, de pintura y pigmentos. La entrada nos costó 4,50 EUR a cada uno. Desde el interior subimos a una plataforma elevada para contemplar una linda vista del pueblo.
Había más molinos a los que se podía entrar, pero algunos estaban cerrados y otro tenía un cartel que rezaba “enseguida vuelvo”; nos quedamos sin conocerlo porque la persona que se había ido nunca volvió…
Visitamos la fábrica de queso Henri Willig, donde vimos algunas maquetas antes de llegar a una sala donde nos explicaron, en inglés, el proceso de fabricación del queso. Luego pasamos a la enorme tienda, en la que había tantas personas como productos exhibidos, así que seguimos de largo esquivando gente hasta la salida. Ya habíamos comprado suficiente queso en Edam y no necesitábamos más, aunque, por lo poco que vimos, los precios no diferían demasiado.
A continuación, fuimos a una fábrica de zuecos; esta vez pudimos escuchar toda la explicación que nos había quedado por la mitad en Marken. Aprovechamos para hacer algunas compras en la tienda.
Seguimos paseando entre casitas, jardines, canales y molinos.
Pasamos frente al Museo de Zaanse Schans, que no visitamos, y subimos a una torre de madera que era un mirador.
Abandonamos el pueblo a las 13:00 pm, después de haber estado tres horas. Zaanse Schans nos gustó mucho y recomendamos que lo visiten si tienen tiempo, en medio día se puede ver perfectamente.
Para volver a la estación, hicimos el mismo recorrido a pie, pero a la inversa. Acababa de pasar un tren, que no llegamos a tomar, así que tuvimos que esperar el siguiente. A las 14:00 pm ya estábamos de regreso en Ámsterdam.
A metros de la Estación Central se encontraba la Sint Nicolaaskerk (Basílica de San Nicolás), cuya entrada era gratuita. El interior era muy bonito.
Dimos un paseo por los canales hasta llegar al barrio de Jordaan, donde estaba el lugar que habíamos elegido para almorzar.
Cuando llegamos a Piqniq, tuvimos que hacer cola para entrar, porque el local no era muy grande, pese a que tenía mesas adentro y afuera. El menú del mediodía se basaba en combinaciones de diferentes sándwiches, ensaladas, sopas y quiches, todas de tamaño reducido (lo bueno es que lo aclaraban, tanto en el menú que habían puesto afuera como cuando vino la camarera a atendernos). Se podían elegir de dos a cuatro piezas por persona. La atención fue cordial, las porciones eran acordes y con las cuatro piezas uno quedaba satisfecho. Pedimos dos platos de cuatro piezas cada uno y dos bebidas y gastamos 33 EUR con propina incluida. Aprovechamos para ir al baño, tanto el de hombres como el de mujeres tenían algunas falencias en común que no viene al caso comentar. El lugar no defrauda, así que lo recomendamos.
A la vuelta del restaurante, en la plaza Noordermarkt, se alzaba el gran edificio de la Noorderkerk (Iglesia del Norte), que solo vimos por fuera. En la plaza había un mercado muy animado que solo abría los sábados. Principalmente había alimentos, pero también se vendían libros y ropa.
Seguimos hasta la puerta de la casa de Anna Frank. Tanto la casa como la calle estaban en obras y circulaba bastante gente, así que nos costó acercarnos para hacer una foto. Habíamos comprado las entradas por Internet (9 EUR más 0,50 EUR en concepto de gastos de reserva cada uno) para las 17:30 pm, pero aún faltaba media hora. El ingreso a la casa era por el costado; no sabemos si se debía a las obras o era algo habitual. Como vimos una fila considerable, nos acercamos con las entradas impresas a preguntar a qué hora teníamos que presentarnos, y la persona que estaba allí nos contestó que teníamos que estar a la hora que dijera en la entrada y no antes, porque de lo contrario íbamos a tener que esperar.
Para hacer tiempo, pasamos por la Westerkerk (Iglesia del Oeste), ubicada en la plaza Westermarkt. La torre de la Iglesia se podía visitar, pero para ese entonces estaba cerrada.
En la plaza donde estaba la iglesia vimos el Monumento a Anna Frank…
Y el monumento a los homosexuales:
Cinco minutos antes del horario de nuestra reserva, volvimos a la casa de Anna Frank. Nos dejaron pasar para hacer la fila, pero entramos puntuales a las 17:30 pm. Nos escanearon el código de barras de la entrada y nos entregaron una audioguía en idioma español. Apenas nos pudieron revisar la mochila, que estaba llena de bolsas por las compras que habíamos hecho a la mañana en Zaanse Schans. Nos indicaron que había que usar la mochila hacia adelante o llevarla en la mano (como si fuera una bolsa), nunca hacia atrás. También nos advirtieron que estaba prohibido sacar fotos o filmar. El recorrido audioguiado se hacía en una hora. A diferencia de otras audioguías que nos tocó usar en todo el viaje, esta se activaba automáticamente al apuntar a una especie de lector que había en las paredes de algunas habitaciones. La visita fue conmovedora y la recomendamos, sobre todo para aquellos que hayan leído el diario o conozcan el tema y tengan interés. La única objeción al respecto fue la cantidad de gente que había. Desconocemos si el lugar está siempre abarrotado o hay momentos en los que se puede visitar con más calma; a nosotros nos resultó algo incómodo tener que recorrerlo en procesión (en varias ocasiones, había que hacer fila para ir pasando por las distintas habitaciones y mirar los objetos exhibidos).
Salimos a las 18:30 pm y fuimos hasta la calle Elandsgracht para ver los bustos de tres músicos, Johnny Jordaan, Tante Leen y Johnny Meyer, que estaban en una pequeña plaza.
Seguimos paseando por el atractivo barrio de Jordaan, y en el camino nos topamos con IJscuypje, una heladería, donde compramos un vaso con 3 bochas de helado por 4 EUR.
Continuamos la ruta a pie hasta los alrededores de la Plaza Dam para hacer compras en H&M y Primark. Cuando salimos del último local, ya era de noche, y sin tener en claro qué cenar, volvimos a la zona de la Estación Central para tomar el Metro M51 en dirección al hotel. Allí encontramos un pequeño local de la cadena de supermercados Albert Heijn To Go, y sin dudarlo entramos a comprar snacks y algunos sándwiches que luego comeríamos en el hotel. Usamos por última vez la Amsterdam & Region Travel Ticket que habíamos comprado hacía tres días, ya que su vigencia se terminaba hoy.
Después de la improvisada cena en la habitación del hotel, acomodamos nuestras cosas y nos fuimos a dormir.