Al día siguiente hice la excursión a Connemara y alrededores para visitar lo siguiente:
La primera parada fue el castillo de Aughnanure, que, aunque sencillo, el emplazamiento rodeado por un río, la hierba tan verde y brillante, la maravillosa piedra gris...hacen que el conjunto resulte bastante atractivo y valga la pena visitar el recinto, que está incluido en la tarjeta. Aunque una vez más, me acompaña la mala suerte, ya que no hay luz, se ha ido, no sé si para ahorrar o para recrear la época medieval y no abren la torre por ser muy oscura. Dejan entonces entrar a todo el mundo al recinto. Otra bofetada, para eso pagué la tarjeta...
La siguiente atracción era la famosa Sky Road. Alguno puede pensar que eso significa que es una carretera de eskay, como un sofá barato, pero no es eso. Es, traducido, la carretera del cielo, un nombre que vamos, con tener un mínimo de imaginación, nos puede sugerir un paisaje sublime y celestial, nunca mejor dicho. O un panorama sobrecogedor visto desde una gran altura, tipo fiordo noruego, Nada de eso. Simplemente es una carreterita costera que permite contemplar el paisaje desde una pequeña altura, nada impactante, ya que es una línea de costa baja con unas rocas, nada de vertiginosos acantilados o costa abrupta. Si se viene por aquí, vale la pena, sobre todo si vives en Soria o Albacete, donde no hay mar. Pero para alguien que, como yo, casi siempre ha vivido junto al mar, no le llama gran cosa la atención.
Continué hasta la isla de Omay y conseguí algo que hasta me hizo algo de ilusión, como si fuera un crío, y fue circular con el coche, un normalito Opel Corsa, por la enorme playa que se forma entre la costa y la isla de Omay cuando baja la marea. La explanada es amplia y la arena parecía firme, aunque no las tenía todas conmigo. Solo me animé cuando vi que otro vehículo, normal y corriente, viniendo de la isla, llegaba sin problemas a mi lado. Metí entonces el coche y di una vuelta, sin llegar a la isla, pero suficiente para satisfacer mi curiosidad. Me sentí un poco macarra o chulo de playa, es una sensación muy agradable, la recomiendo sin duda. No quería quedarme allí mucho pensando en el Mont San Michel, donde la marea, al ser tan llano, sube tan deprisa que te puede arrastrar. Creo que el coche también disfrutó con la experiencia, seguro que nueva para él y que podría contar a sus aburridos compañeros del aeropuerto de Dublín a la vuelta, que seguramente solo se movieron por carreteras asfaltadas de toda la vida.
Tras esa aventura, que ni Ulises en sus mejores momentos, me dirigí al no menos famoso Parque Nacional de Connemara, creo que el número uno de los del país. Tenía expectativas relativamente altas por comentarios del Foro, que ponían a este enclave en los cuernos de la Luna: magníficos paisajes de montañas y costa, unas rutas a pie por aquí y por allá, que si blablabla. En teoría ya había visto en el mapa la altura de las montañas y... Pues otra decepción, aunque decidí hacer una ruta de una media hora por la colina cercana al centro de visitantes en el que te informan de 4 paseos posibles, todos más bien cortos. Una vez que caminas y subes un poco, las vistas de la costa no están mal, pero no es como para echar cohetes, sobre todo si está nublado Al menos aguantó sin llover y llegamos a los 10 grados, casi me da un sofocón. Este Parque Nacional es muy pequeño, y en toda la zona que lo rodea las montañas no pasan de los 817 metros y están peladas. Por falta de lluvia no es, eso seguro. No entiendo como con tanta agua los picos no hayan crecido más. La mayoría de las veces la espectacularidad y belleza de los paisajes depende de las montañas, cuanto más altas, más sorprendentes resultan las panorámicas. Irlanda carece de sierras montañosas de cierta envergadura, aquí están casi sus mayores cimas, que no llegan a los 800 metros. En el anillo de Kerry se alcanzan los 1.038, máxima altura del país. Quien vea los paisajes de Irlanda como algo destacado es que poco ha visto, ni siquiera por España, cuya cornisa cantábrica sí que resulta espectacular. Por tanto, y aun sin hacer comparaciones, aunque a veces son necesarias, este Parque Nacional tiene una fama que no se merece en absoluto y que le viene por ser lo más llamativo en un panorama desolador, nunca mejor dicho, en cuanto a espacios naturales atractivos.
Tras el paseo por aquellas colinas, que no son otra cosa, continué con mi ruta para ver otro de los grandes alicientes de la zona, imprescindible visita según los defensores del país, el convento de Kylemore: ohhhhhh. Pues siguiendo la línea del viaje, otro chasco. Aunque el aspecto exterior junto a un laguito es llamativo, en realidad todo es del siglo XIX en estilo neomedieval y cobran entrada cara, 13 eurazos, lo mismo que Chambord otra vez. Están tan obsesionados con los castillos del Loira, que hasta les copian los precios. No puede ser casualidad. Al llegar a la taquilla todo el mundo se daba la vuelta, me pareció que la chica que vende las entradas estaba llorando, una tristeza, qué cutre es la gente. Deberían entrar, al menos para darle una alegría a la pobre empleada, quizás hasta es la mismísima dueña del palacio, que necesita ingresos para mantener eso. Yo también fui cutre claro, no voy a consentir que sean más cutres que yo. Desconozco el interés del interior, pero ya una imitación no me atrae mucho. Me limité a hacer las fotos de rigor con la laguna delante, el conjunto está bonito, pero para dedicarle 5-10 minutos.
Alojándose en Galway, como yo, es recomendable hacer esta excursión de manera circular para visitar más lugares y no repetir carretera. Así que la vuelta la hice por el otro lado del gran lago Lough Corrib donde hay 3 puntos de cierto interés.
El primero es Cong, exótico nombre con reminiscencias africanas, y quizás por eso, al llegar salió el sol, ohhhhhh, pero aquí no hay ni grandes gorilas ni tribus bantúes. Se puede visitar otro convento en ruinas junto al río, entrada libre, vale la pena si se pasa por aquí.
En las afueras de Cong, entré a ver el enorme y lujoso hotel Ashford. Había visto una foto espectacular del mismo como un soberbio y precioso castillo de cuento cubierto por hiedras. En la entrada al enorme recinto todo amurallado, el portero me aseguró que por los 5€ que cobran se puede visitar el edificio. Luego comprobé que solo los jardines, y, nueva decepción, no valen la pena. En las fotos el hotel tenía un aspecto impresionante. El edificio ha sido limpiado, le han quitado las verdes hiedras que trepaban por las paredes y torres del castillo, con lo que ha perdido su encanto, su aura medieval, antigua, prístina y romántica, viéndose una construcción moderna en un “quiero y no puedo”. Sigue siendo bonito, pero ya solo eso, se han cargado todo el romanticismo que tenía. Visita prescindible, nuevo chasco.
La última parada en esta ruta bastante bien aprovechada en cuanto a cantidad de sitios, más que a calidad, fue el monasterio de Ross. De vuelta hacia Galway, merece la pena parar para ver estas ruinas del siglo XV, de las mejores de Irlanda y la más completa y romántica de las 15 que visité. También aislada en pleno campo, siempre abierta y entrada libre, conserva muchas salas, claustro, sencillito, cocina, iglesia etc. Aunque no hay piedras talladas, tiene mucho encanto. Fue, con el primer castillo, lo mejor del día, ya que no solo no fue una decepción, sino que incluso me gustó más de lo que esperaba.