Elefantes en el Ivory Lodge
Días 1 y 2: vuelo a Victoria Falls y traslado a Hwange
Viernes, 10 de Agosto. Tras más de medio año esperando, por fin llegó el gran día: nos vamos tras la senda de los elefantes, a recorrer el oeste de Zimbabwe y parte de Botswana siguiendo su estela. No puedo estar más ilusionada, llevo tres días histérica esperando que llegue el ansiado momento de empezar la ruta… este viaje es muy diferente a todo lo que hemos hecho hasta ahora y la emoción (junto con algo de incertidumbre acerca de lo que nos aguarda) es máxima.
Sobre las 16 de la tarde ya nos habíamos plantado en el aeropuerto del Prat, con tiempo más que de sobras, por lo que pudiera pasar. A la hora indicada facturamos el equipaje, pasamos los controles de seguridad y pasaportes y a esperar. Ilusión y nervios a partes iguales, el África negra es una gran desconocida hasta la fecha, pero esperamos que no nos decepcione.
Despegamos sobre las 19:50, más o menos puntuales. Tocaba ir de Barcelona a Madrid, donde el vuelo hacía una parada técnica para recoger a otros pasajeros, pero nosotros no bajamos del avión. Y ahí empieza el agobio: llegamos a Madrid sobre las 21:30, pero la cosa se alargó más de lo previsto y perdimos el turno para despegar, así que nos tuvieron allí esperando hasta las 23:45 aproximadamente. Si inicialmente la escala en Addis Abeba ya era justa (2 h 30 min), con aquel retraso se presentaba complicado no perder la conexión a Victoria Falls. Ya me veía haciendo noche en el aeropuerto de Addis Abeba y perdiendo uno o dos días de viaje…
Aparte de la incertidumbre sobre la conexión, el vuelo con Ethiopian Airlines fue bien: comida correcta y buena atención. Lo único es que no tenían películas en español ni con subtítulos en español o inglés, así que si no dominas el inglés sin subtítulos el tema entretenimiento está complicado (al menos en esta ruta aérea).
Aterrizamos en Addis Abeba a las 7:20 del sábado 11 de Agosto, hora local (en Addis Abeba hay una hora más que en España, así que el trayecto Madrid-Addis Abeba duró sobre unas 6 horas y media). El enlace hasta Victoria Falls despegaba a las 8:35, así que teníamos poco más de una hora de margen: en caso de tener que pasar un control de pasaportes y hacer cola, lo perderíamos fijo .
Afortunadamente la suerte estaba de nuestra parte y nos dejaron ir directamente a las puertas de embarque, sin controles adicionales, así que a las 7:50 ya estábamos esperando para embarcar en la puerta correspondiente. ¡Menos mal! Qué alivio… Embarcamos y salimos algo más tarde de las 8:35. Este segundo avión era bastante más pequeño y sencillo, no había pantalla personal de entretenimiento y lo peor era que solo tenía dos lavabos para todo el pasaje, con la consiguiente cola para ir al baño. Nos dieron desayuno-comida y a las 12:30 hora local (mismo horario que en España) aterrizábamos en el pequeño aeropuerto de Victoria Falls. ¡Por fin estábamos en África! Empezaba la aventura…
El aeropuerto de Victoria Falls es muy turístico y funciona muy bien, en menos de una hora teníamos hechos todos los trámites: visado de doble entrada a Zimbabwe (45 USD por persona) y recogida de equipajes, que sorprendentemente habían llegado bien al destino final pese a lo corta que era la escala.
Salimos al hall y allí nos estaba esperando la que sería nuestra guía durante el viaje, Teri, con un cartel con el nombre de la agencia. Nos presentamos, fue llegando todo el grupo y poco después nos dirigíamos ya hacia el camión 4x4 que sería nuestro compañero de ruta durante los próximos días. También conocimos al equipo del camión: Sebh (conductor), Faray (cocinero) y Layton (ayudante), muy majos los tres. La verdad es que fue todo mucho más rápido y eficiente de lo que esperaba tratándose de África, y antes de las 14 del mediodía ya poníamos rumbo a Hwange, nuestro primer destino en Zimbabwe.
Tras las pertinentes presentaciones de los miembros del grupo, Teri nos dio las primeras instrucciones sobre la dinámica del viaje y explicaciones varias sobre el país, que conoce perfectamente gracias a su amplia experiencia como guía en África y a su amor por la zona. Luego cada día a la hora de la cena nos detallaría el itinerario de la jornada siguiente, incluyendo horarios y todos los detalles necesarios para aprovechar el tiempo al máximo.
Quién conozca algo acerca de la actualidad en Zimbabwe sabrá que poco antes de llegar nosotros había habido elecciones, concretamente el día 30 de julio, con algún altercado en la capital que había causado 5 muertos. Las elecciones en Zimbabwe siempre generan polémica, ya que normalmente la oposición pone en duda la legitimidad del resultado (y no sin razón, claro). Pues bien: lógicamente hay que estar al caso de la situación de los países antes de viajar, pero en principio en las zonas turísticas no suele haber problema y el país es seguro para los visitantes. De todas formas, esta ruta en concreto transcurre por el oeste de Zimbabwe, muy cerca de la frontera con Botswana, así que la guía está preparada para cruzarnos al otro lado en cualquier momento si la cosa se pone peliaguda. Que no cunda el pánico… Personalmente, lo vi todo muy tranquilo y seguro, pero ya digo que únicamente visitamos zonas turísticas.
Después de un trayecto de unas dos horas largas, llegamos al que sería nuestro primer alojamiento: el Ivory Lodge. Un polvoriento camino de tierra da acceso a este fantástico lugar, y ahí, en ese camino fue donde saltamos de emoción por primera vez al avistar a nuestro primer elefante. Lo acribillamos a fotos sin piedad, animalico… poco podíamos imaginar que en los próximos días tendríamos la suerte de ver a cientos, miles de ellos.
El nombre de la ruta es sin duda muy apropiado, son los elefantes los auténticos reyes del corazón del África Austral, y no dejaríamos de compartir con ellos todo nuestro itinerario. Personalmente, es un animal que me encanta, tierno y majestuoso a partes iguales (y con una mala leche del copón cuando se cabrea ).
Llegamos al lodge, ubicado en un entorno privilegiado frente a una charca de agua y rodeado de bosques. Pero las sorpresas no terminan aquí: nos acercamos a la charca y vimos, estupefactos, como una manada de elefantes iba bajando de la ladera de enfrente y todos se dirigían hacia el pozo a beber. En unos cinco o diez minutos se reunieron allí más de 100 elefantes, no podía dar crédito a lo que veían mis ojos… fue un momento increíble, lleno de emoción.
Acercándonos al abrevadero
Es la hora de refrescarse
Pudimos observarlos desde muy cerca en una especie de búnker especial para su avistamiento, a algunos los tuvimos a menos de 5 o 6 metros de distancia, cara a cara. Reconozco que me acojonó un poquillo tener tan cerca un animal de esa envergadura, que ya sabemos cómo se las gasta si por lo que sea decide que no le gustas y carga contra ti. Pero todo controlado, saben que no suponemos ninguna amenaza y pudimos disfrutar de su compañía tranquilamente.
La observadora observada
Aprovecho para comentar que al final del diario escribiré una etapa con datos y curiosidades sobre cada uno de los animales que vimos durante el safari, una especie de mini-guía de fauna, pero en las etapas diarias no entraré en demasiado detalle sobre cada bicho para que no resulte un tostonazo del copón si no os interesa el tema. No todos tenemos las mismas motivaciones en este viaje, para algunos los animales son tan solo un complemento y lo interesante son los paisajes (no es mi caso, ya sabéis que yo soy una loca de los gatos y del bicheo en general ).
El benjamín de la manada
Volviendo a lo que íbamos: los elefantes saciaron su sed en el pozo y siguieron su camino hacia el este, internándose en el bosque y desapareciendo de nuestra vista, así que en menos de una hora la charca volvía a estar desierta. Esto es una clara demostración de que los avistamientos no son tan fáciles: de haber llegado a partir de las 17 h, ya no hubiéramos visto a la manada y la impresión que nos hubiera causado el lugar habría sido mucho menos impactante. Esto es así siempre, la suerte y los tiempos marcan tu currículum bichero. Nunca olvidaré cómo nos recibió Hwange:
Tras esta fantástica experiencia de iniciación en la fauna africana que nos hizo olvidar el cansancio del viaje, nos instalamos en nuestros acogedores bungalows: construcciones individuales de madera, lona y techo de paja, cada una diferente de las otras:
Las cabañitas del Ivory Lodge
Teníamos baño privado, con una ducha y una bañera enorme (cosa que nos encontramos en varios lodges y me sorprendió bastante). No había aire acondicionado, pero sí ventilador y mosquitera, que poco antes de cenar te vienen a colocar para impedir que tu sueño se vea perturbado por bicharracos indeseables sedientos de sangre. La decoración era de teca y al más puro estilo safari, con vistas a la charca. Sin duda, una maravilla de alojamiento que nos permitía empezar la ruta con buen pie.
Interior de nuestro bungalow en el Ivory Lodge
Una habitación con vistas
Fue allí donde contemplamos nuestra primera puesta de sol africana: el sol, convertido en una ardiente esfera roja, se ocultaba tras los árboles marcando el final del día. Dicen que las puestas de sol en África son únicas y que quedan grabadas en tu retina para siempre. Pues bien: aunque suene a tópico super-cursi, doy fe de que así es. Cualquier intento de explicarlo se queda corto y las fotos no le hacen justicia, así que hay que ir allí y comprobarlo por uno mismo, ese es mi consejo.
La cena en el Ivory Lodge se sirve a las 7 de la tarde y está cuidada hasta el último detalle, la sola visión de la mesa preparada para los comensales ya es una maravilla. Se cena en el edificio central:
Por si a alguien le interesa, iré poniendo los menús diarios para que veáis lo que se suele comer por allí con los productos de que disponen, que son limitados:
- Primer plato: pastel de espinacas
- Segundo plato: arroz, verduras y pollo (guisado con alguna salsa, no lo apunté porque yo no lo comí)
- Postre: pastel de chocolate con nata
Entraba también una copa de vino blanco o tinto por persona y agua ilimitada, y a partir de ahí cada uno pagaba la bebida extra que consumiera.
Tras la rica cena, fuimos a sentarnos un rato alrededor de una hoguera que habían encendido frente a la charca y finalmente nos fuimos a dormir. Fueron dos días de viaje bastante agotadores, pero acabábamos de llegar y ya había valido la pena. Al día siguiente nos esperaba Hwange National Park, uno de los parques menos masificados de África y con más variedad de animales, donde de nuevo los elefantes imponen su ley .