Bien tempranito el autobús que me llevaba hasta el embarcadero de Chong Khneas, desde allí atravesando el lago Tonle Sap y remontando el rio Sangker tenía previsto llegar con las ultimas luces del día.
Ya en el barco te das cuenta que vuelves a estar en la genuina Camboya, nada que ver con Siem Reap, una vez te alejas del embarcadero y vislumbras esas casitas flotantes o sobre pilotes te convences por completo de ello.
En poco más de una horita el barco cruza el lago y entre infinidad de tráfico fluvial y bastantes pueblos compuestos de casas-barco nos adentramos en el rio Sangker. Entre la velocidad de navegación, la cercanía de las casas, y la ausencia de puertas se puede observar con facilidad el día a día de esas gentes. Pescan, limpian el pescado, cocinan, comen, pescan algo más para la cena o para venderlo…. Así viven, del rio, humildes, aparentemente felices, sin grandes necesidades, pero para un occidental poco avezado a esas condiciones son realmente pobres. Pero cuando intercambias algún gesto o palabra con ellos en las pausas que realiza el barco, no te atosigan intentando vender nada, ni mendigando, tan solo te sonríen e intentan comunicarse, saber de dónde eres, si te gusta Camboya, si te gusta el futbol, cosas completamente triviales y por ello muy cercanas.
A medida que nuestro barco remonta el rio este se va haciendo más estrecho y la navegación más costosa, en ocasiones el barco se ve obligado a realizar complicadas maniobras para virar en algún recodo estrecho o muy revirado. En otras hay que ceder paso a un autentico convoy compuesto por un barco a motor que arrastra un variado número de embarcaciones con diversa carga.
Tras siete largas horas divisamos el embarcadero de Battambang, justo junto a un tramo de rio utilizado como vertedero. Welcome to Battambang.
El viaje a sido duro, el barco no es precisamente cómodo, pero el paisaje es algo indescriptible, mejor que estar 6 horas para realizar el trayecto en autobús. De hecho, es uno de los mejores recuerdos que tengo de todo el viaje.
En Battambang más de lo mismo, un paseíto del embarcadero al mercado para ir tomando el pulso a la cuidad ya es suficiente para ver que aquello promete. Es un caos de tráfico, y según voy viendo es más grande de lo que aparenta. En el mercado me comí un plato pescado con verduritas y un arrocito muy ricos, y después junto al mismo mercado hay un hotel en apariencia cutre pero con unas habitaciones muy completas. AC, TV, Agua caliente, teléfono, etc. etc., por 12 US$ la doble. Es el Hotel Royal, tiene en su azotea la cafetería y la salida del sol sobre la ciudad es digna de ver.
En la ciudad hay una docena de templos, un par de museos y un curioso tren de Bamboo. Pero como era ya oscuro me decidí por ir a una sesión de circo.
Delicioso, así podría definir el espectáculo, se trataba de una obra de teatro rural, parca en palabras y rica en gestos. Se desarrollaba bajo la carpa de un circo y ante la atenta mirada de unos 200 camboyanos en su mayoría jóvenes y niños y un centenar de occidentales. La puesta en escena era sencilla, pero colorida, la ambientación musical corría a cargo de una orquesta que aquí no hubiera sido contratada ni en la más cutre de las verbenas, pero tenía su encanto.
La gracia de la representación estaba en la técnica y flexibilidad de los actores-acróbatas, que no faltos de expresividad y simpatía hicieron las delicias de niños y mayores. Es un espectáculo realmente trabajado, a la altura de muchos circos occidentales. Contorsiones, equilibrios sobre tropocientos rodillos encima de una mesa estrecha e inestable, juegos malabares con cualquier cachivache y un par de números que en ese momento me parecieron bellísimos, dignos del mismísimo Cirque du Soleil. xD
Tras el espectáculo disfrutamos de una cenita junto al rio, era Viernes, había animación hasta altas horas y Beerlao, había decidido que era mi última noche en Camboya y quería aprovecharla.
A la mañana siguiente, a través del paso de Paillin me dirigiría de nuevo a Tailandia, necesitaba volver a ver el mar.