DÍA 4. ITINERARIO.
CONQUÉS - GARGANTAS DE LA JORDANNE - PUY MARY - LE PUY-EN-VELAY.
227 kilómetros, con casi cuatro horas de viaje en coche.
Este es detalle de la ruta que no fue la que teníamos planificada por lo que luego contaré.
AUVERNIA.
Antes de empezar el relato, haré una pequeña introducción ya que se trata de un destino no muy conocido.
Situación de Auvernia en el mapa de Francia.
Tiene una superficie de algo más de 26.000 km2 y su población total ronda el millón y medio de habitantes. Su capital es Clermont Ferrand. Fue una región desde 1956 hasta el 1 de enero de 2016, cuando pasó a integrarse en la de Auvernia-Ródano-Alpes. Consta de cuatro departamentos creados en 1790: Allier, Cantal, Haute-Loire y Puy de Dôme.
Mapa de Auvernia, sacado de un panel informativo.
Su nombre se deriva de Arverno, el pueblo galo que ocupaba la región en tiempos de la invasión romana. Su jefe militar, Vercingentórix, logró vencer al mismísimo Julio Cesar en el año 52 a.C., si bien de poco le sirvió porque la derrota posterior en ese mismo año en Alexia le llevó a ser apresado, encarcelado durante seis años y ejecutado tras la definitiva victoria de los romanos. No obstante, este guerrero quedó como paradigma de la valentía y el arrojo de los galos: todos hemos disfrutado con las aventuras de Asterix y Obelix. Con la caída del Imperio Romano, la provincia sufrió diversas vicisitudes, siendo objeto de disputa entre los francos y los aquitanos durante el siglo VII. Conquistada por los carolingios, perteneció un tiempo al reino de Aquitania, si bien, poco a poco, sus condes fueron consiguiendo cierta autonomía. A partir del siglo X, sufrió las rivalidades entre los condes de Tolosa y de Poitiers, fue dividida en cuatro dominios feudales y soportó numerosas incursiones y devastaciones durante la Guerra de los Cien Años. En 1424 pasó a poder de la rama de los Borbones de Francia, hasta que en 1531 fue heredada por Catalina de Medicis, pasando luego a engrosar los territorios reales. En 1790 desapareció la provincia histórica como entidad administrativa, creándose los cuatro departamentos actuales.
En nuestro viaje íbamos a visitar tres de los cuatro departamentos, dejando para otra ocasión Allier.
Nuestra ruta aproximada: no están todos los destinos porque GoogleMaps solo admite 10 referencias.
El Parque Regional de los Volcanes de Auvernia es el más grande de Francia con casi 400.000 hectáreas, por lo cual no es extraño que los folletos y las guías señalen sus valores naturales como uno de sus mayores atractivos turísticos, con imponentes paisajes salpicados de lagos, con bosques, fértiles valles y antiguos volcanes (puys), apagados desde hace miles de años, pero que resultan sencillos de identificar, pues muchos mantienen su forma de cono y sus cráteres, cubiertos habitualmente por un manto verde. Auvernia ofrece muchas posibilidades para realizar senderismo y resulta sencillo el acceso a la cima de varios de los Puys más significativos, desde donde se contemplan panoramas espléndidos, muy frecuentemente a más de mil metros de altura. Respecto a su patrimonio histórico y cultural, cuenta con importantes muestras de arte románico, destacando las vírgenes negras y los capiteles historiados policromos, y pueblos encantadores, algunos catalogados entre los más bellos del país vecino.
Los aficionados a la vulcanología pueden disfrutar del Parque Temático de Vulcania y el Volcán de Lemptégy. Seguramente son visitas muy interesantes en especial si se viaja con niños, pero nosotros las descartamos porque no nos llamaban demasiado la atención y, además, nos hubieran quitado un tiempo que preferíamos emplear en otras cosas.
También hay que probar su rica gastronomía y mención aparte merecen sus quesos pues es la región francesa con más variedades con denominación de origen protegido (AOP), y de las 38 que poseen esa distinción en Francia, cinco proceden de Auvernia: el Bleu d’Auvergne, el Saint Nectaire, el Salers, el Cantal y el Fourme d’Ambert. A nivel turístico, los amantes del queso pueden seguir la denominada Route des Fromages.
Uno de los platos típicos, que ponen de acompañamiento con casi todos los menús es la truffade.
Y pasemos al relato del día, que ya toca.
GARGANTAS DE LA JORDANNE.
Desde Conques hasta las Gargantas de la Jordanne hay 70 kilómetros, que suponen una hora y veinte minutos de coche, aproximadamente. Y es que en Francia las carreteras secundarias cunden poco (las nacionales casi son todavía peores en comparación), pues aunque tienen buen firme en general, son estrechas, muy viradas y con frecuentes subidas y bajadas. Eso sí, están poco concurridas y suelen proporcionar unos paisajes francamente bonitos… si los árboles permiten verlos, claro. Cruzar Aurillac también nos llevó un buen rato, ya que las circunvalaciones no abundan en las ciudades pequeñas, lo cual alarga bastante los viajes por la limitación de velocidad en las travesías (30 km/hora muchas veces). Pero eso lo contaré después.
Las nubes lucían dispersas en el cielo y el tiempo era estupendo: soleado, pero sin demasiado calor, en torno a los 24 grados. El paisaje empezaba a agradecer la luz, mostrándonos unos atractivos panoramas de un verde intenso, muy propio de Auvernia, como íbamos a comprobar a partir de entonces. Estábamos en el departamento de Cantal.
Mapa del Departamento de Cantal, donde nos encontrábamos.
Las Gargantas de la Jordanne están a 16 kilómetros de Aurillac, desde donde el camino más corto es ir por la carretera D-17 hasta la localidad de Lascelle, pasada la cual, a la izquierda, se encuentra el aparcamiento, antes de llegar a Saint Cirques-de-Jordanne. Está bien indicado, así que no tiene pérdida.
Datos prácticos:
Recorrido a pie de unos 4 kilómetros (ida y vuelta por el mismo sitio), con una duración aproximada de 2 horas/2horas y media (caminando muy tranquilitos). El acceso cuesta 3,5 euros los adultos y 1,5 euros los niños. En julio y agosto están abiertas todos los días, de 09:30 a 19:30, siendo la última entrada dos horas antes del cierre. Para horarios en otras épocas del año, consultar su página web: www.gorgesdelajordanne.fr
Al comienzo, hay que descender un buen trecho hasta alcanzar el cauce del río que corre encajonado en un desfiladero, entre paredes de roca volcánica que alcanzan los cincuenta metros de altura en algunos puntos, dando lugar a unas bonitas gargantas, que no se ven desde la carretera. La vegetación es espesa y se disfruta de sombra en casi todo el recorrido.
La ruta está delimitada con vallas de madera y bastante preparada, con varios puentes de diseño pintoresco, algunos de tipo japonés, que facilitan el paso de una orilla a otra del río. Al principio, nos pareció todo un tanto… ¿light?, pero poco a poco nos fue gustando más. Existen paneles informativos sobre la flora y la flora que se contempla y entregan un pequeño folleto explicativo en las taquillas sobre lo que se va a contemplar; como no había en español, nos dieron unas hojas fotocopiadas y traducidas que tuvimos que devolver al final de la visita.
En un par de puntos, hay mostradores de madera que con trozos de piedra y rocas volcánicas que se pueden tocar y estudiar. Todo muy didáctico. Vimos que los niños se lo pasaban muy bien.
En cada puente hay un panel indicando en qué punto de la ruta nos encontramos y lo que falta para el final, con lo cual se lleva todo perfectamente controlado.
En la parte final, se suben unas empinadas escaleras para recorrer un tramo que va por la parte superior de las rocas, que cuenta con varios miradores sobre el río, que se queda muy al fondo. Al final, se desciende de nuevo, recuperando el cauce y para culminar la excursión se alcanza la zona más bonita, con unas fotogénicas cascadas.
En ese punto, hay que dar la vuelta y regresar por el mismo camino. No está de más llevar unos bocadillos y bebida para tomarlos en alguna de las mesas de pic-nic que se encuentran repartidas por el recorrido, como hicimos nosotros. Resulta muy agradable disfrutar de la merendola a la sombra, escuchando el sonido del agua tan cerquita. Por supuesto, hay cubos de basura estratégicamente situados para depositar los desperdicios.
Se trata de una caminata corta, sencilla y agradable, pero hay que tener en cuenta que no se circula todo el tiempo por pasarelas: existen varios tramos de escaleras y, aunque está acondicionado en parte, el sendero no deja de ser el propio de la orilla de un río, tiene muchas piedras y si ha llovido el día anterior (como fue nuestro caso), pueden estar resbaladizas. Mejor lleva un buen calzado, nada de chanclas, ni tacones.
LE PUY MARY.
La ruta de la tarde nos llevaba, en principio, hasta Saint Flour y el Viaducto de Garabit, para llegar a Le Puy-en-Velay supuestamente sobre las seis de la tarde, con tiempo para visitar la ciudad, en la que teníamos alojamiento reservado esa noche. Sin embargo, las cosas no resultaron así.
Desde las Gargantas de la Jordanne, seguimos por la carretera D-17, en dirección a Saint Flour. El paisaje cada vez era más bonito, empezando a mostrarnos la esencia de Auvernia, presumiendo ya de un enjambre de cumbres de lavas viscosas revestidas de verde en el marco de la cordillera del Macizo Central. Por la carretera vimos varios indicadores señalando el desvío hacia el Puy Mary, uno de los lugares que habíamos señalado como imprescindibles para visitar, si bien sería unos cuantos días después, durante nuestro alojamiento en Salers. Pero lo teníamos solo a cinco kilómetros… Así que, inevitablemente, caímos en la tentación. En un paraje considerado como el más lluvioso de Francia, con aquel día tan claro, un cielo tan azul y una luz espléndida, decidimos saltarnos el programa e ir directamente al Puy Mary, no fuera que a la vuelta el tiempo empeorase, impidiéndonos disfrutar de las magníficas vistas que se nos prometían.
Desde las Gargantas de la Jordanne, seguimos por la carretera D-17, en dirección a Saint Flour. El paisaje cada vez era más bonito, empezando a mostrarnos la esencia de Auvernia, presumiendo ya de un enjambre de cumbres de lavas viscosas revestidas de verde en el marco de la cordillera del Macizo Central. Por la carretera vimos varios indicadores señalando el desvío hacia el Puy Mary, uno de los lugares que habíamos señalado como imprescindibles para visitar, si bien sería unos cuantos días después, durante nuestro alojamiento en Salers. Pero lo teníamos solo a cinco kilómetros… Así que, inevitablemente, caímos en la tentación. En un paraje considerado como el más lluvioso de Francia, con aquel día tan claro, un cielo tan azul y una luz espléndida, decidimos saltarnos el programa e ir directamente al Puy Mary, no fuera que a la vuelta el tiempo empeorase, impidiéndonos disfrutar de las magníficas vistas que se nos prometían.
Después de tomar helados y café (ya nos hemos aprendido que el café cortado se dice “noissete” en francés) en la terraza de un pueblecito, seguimos hacia el Pas de Peyrol, donde se encuentran las escaleras que conducen a la cima del Puy Mary. Por el camino pudimos ver panoramas espléndidos y paramos en algunos miradores. Nos gustó sobre todo uno que hay donde se inicia la caminata hacia el alto cuando no se puede llegar en coche hasta el Pas de Peyrol, que se abre únicamente de mayo a octubre.
En el Pas de Peyrol hay un gran parking, una tienda de recuerdos y productos típicos, una cafetería con terraza y una oficina de información. El precio por aparcar un turismo es de 4 euros y estaba casi lleno; por la mañana aquello debió ser un correcalles, lo que no resultaba extraño dado el tiempo magnífico que hacía.
Con 1.783 metros de altura, el Puy Mary está situado en el corazón del macizo de Cantal y forma parte del más grande conjunto estrato-volcánico de Europa con 2.700 km2 y 70 km de diámetro, cuyo punto más alto es el Plomb de Cantal con 1.855 msnm. Nos encontramos, pues, ante un único volcán, a diferencia de la cadena de Puys del Puy de Dôme, que registra hasta 80 pequeños volcanes. Este macizo, el más antiguo de los volcanes de Auvernia, lleva dormido millones de años a lo largo de los cuales ha sufrido la erosión de los glaciares y la acción de la actividad humana, eminentemente agrícola y de pastoreo, que han producido profundas hendiduras y vaciado del terreno. Al parecer, su nombre se debe a Marius, discípulo de Saint Austremoine, el primer evangelizador de Auvernia, del que tendremos noticias más adelante.
El Puy Mary se formó mediante la acumulación de lavas viscosas y la erosión glacial le dio su forma tan característica de enorme pirámide. Está catalogado como Gran Sitio de Francia desde 2012 y se ha convertido en un punto de atracción turística de primer orden (recibe más de medio millón de visitantes al año) por la espectacularidad de sus paisajes y la relativa facilidad de su ascenso, que únicamente requiere trepar unos veinte minutos por un camino pavimentado casi vertical, sembrado de escaleras, con una pendiente muy acusada en algunos tramos. ¡Recién llegados a Auvernia y ya empezábamos con las escaleras! Pues nada, a ello.
Cada cual sube a su ritmo, así que puede descansar cuando le apetece, lo cual no supone ningún contratiempo pues las paradas brindan la oportunidad de contemplar el que según se dice es uno de los panoramas más hermosos de Francia. No me atrevo a decir que sea así, pero la verdad es que, al menos esa tarde con una luz y visibilidad extraordinarias, las vistas resultaban alucinantes y la cámara de fotos echaba humo.
El Pas de Peyrol visto desde la cumbre.
En la cima, hay una mesa de orientación, con los puntos que se vislumbran y que alcanzan a no sé cuántos kilómetros a la redonda, incluso se asegura que se puede divisar el Mont Blanc en los días más claros del otoño. Ignoro si es así, pero ya me compensó admirar lo que tenía frente a mí: la hilera sobre el Puy Griou y el Plomb du Cantal, los siete valles verdes formados por otros ríos que se extienden en estrella en torno a la cima, con sus estrechos promontorios divergentes, los pueblecitos perdidos en la distancia entre múltiples tonos verdes, salpicados de flores silvestres. ¡Impresionante! En esta ocasión era de verdad, sin que importase demasiado el gran número de personas arremolinadas en los miradores del alto. Qué gran acierto haber subido a la cima aprovechando el buen tiempo. Importante tener en cuenta el tiempo al acceder a los puys.
Existen numerosas rutas a pie en los alrededores y se pueden utilizar los antiguos senderos en vez de las escaleras. Una ruta muy conocida es la que cruza la Brecha de Roland (otra más), no es muy larga ya que se puede hacer en una tarde o una mañana, pero puede resultar complicada a personas no habituadas. Por los escasos días de que disponíamos, para nosotros en Auvernia primaba el conocer lugares más que el hacer senderismo, con lo cual escogimos la opción más rápida y tiramos de escaleras hacia arriba y hacia abajo disfrutando todavía de aquellas incomparables vistas.
Desde allí, nuestro siguiente destino era Le Puy-en-Velay.