Jueves 21 de junio de 2018
El primer día madrugamos bastante para poder hacer algunas compras para el piso. Por suerte teníamos un Carrefour Market a un par de calles del piso y estaban abiertos desde las 7:00am, por lo que nos levantamos a esa hora, nos vestimos y preparamos nuestras mochilas de calle, fuimos y volvimos de comprar y desayunamos en el apartamento, todo antes de las 8:00. Después fuimos a la estación de metro más cercana, sacamos un pack de 10 tickets t+ y, ahora sí, empezamos oficialmente nuestra aventura parisina.
A las 8:45 llegamos al Museo del Louvre, que abría a las 9:00, para hacer cola antes de que se abarrotase. Todo un acierto, ya que entramos de los primeros y disfrutamos casi solos de gran parte del museo. Yendo desde primera hora de la mañana y dedicándole medio día fuimos capaces de ver todo lo esencial que nos interesaba y la mayoría de las obras importantes (aunque fuimos incapaces de encontrar el cuadro de La Libertad guiando al pueblo, no sabemos si es que lo tenían en restauración, porque no estaba en la sala en la que se suponía que debía estar). Además pudimos hacer algunas fotos impresionantes que no hubieran sido posibles con mil personas pasando todo el rato por delante o saliendo de fondo. Eso sí, La Gioconda es imposible verla sin decenas de personas aglomerándose delante de ella, y tampoco era una de nuestras prioridades, así que no nos importó dejarla para casi el final de la visita.
A las 8:45 llegamos al Museo del Louvre, que abría a las 9:00, para hacer cola antes de que se abarrotase. Todo un acierto, ya que entramos de los primeros y disfrutamos casi solos de gran parte del museo. Yendo desde primera hora de la mañana y dedicándole medio día fuimos capaces de ver todo lo esencial que nos interesaba y la mayoría de las obras importantes (aunque fuimos incapaces de encontrar el cuadro de La Libertad guiando al pueblo, no sabemos si es que lo tenían en restauración, porque no estaba en la sala en la que se suponía que debía estar). Además pudimos hacer algunas fotos impresionantes que no hubieran sido posibles con mil personas pasando todo el rato por delante o saliendo de fondo. Eso sí, La Gioconda es imposible verla sin decenas de personas aglomerándose delante de ella, y tampoco era una de nuestras prioridades, así que no nos importó dejarla para casi el final de la visita.
Sobre las 13:00 salimos del museo y fuimos en busca de algo de comer. Pasamos por delante del Palais Royal, sin entrar ya que habíamos leído que no merece mucho la pena y teníamos bastante hambre. Cogimos un par de croissants de jamón y queso calentitos en una boulangerie, para llevar, y nos sentamos en los Jardines de las Tullerias a disfrutarlos rodeados de parisinos en su descanso para comer.
Anécdota divertida: mientras descansábamos sentados en un banco se nos acercó una niña francesa (de un grupo que parecía estar de excursión o haciendo actividades) y nos pidió si podía hacernos una foto dándonos un beso. Por supuesto, le dijimos que sí, aunque no nos llegó a quedar claro si era parte de algún juego que estaban haciendo con la excursión.
Tras hacer la digestión dando un paseo por el parque, fuimos hacia la Plaza de la Concordia, justo en la salida oeste de los Jardines, y en cuyo centro se encuentra el Obelisco de Lúxor. Justo antes de salir del recinto del parque hay una zona elevada desde donde se pueden hacer unas fotos bastante buenas.
Anécdota divertida: mientras descansábamos sentados en un banco se nos acercó una niña francesa (de un grupo que parecía estar de excursión o haciendo actividades) y nos pidió si podía hacernos una foto dándonos un beso. Por supuesto, le dijimos que sí, aunque no nos llegó a quedar claro si era parte de algún juego que estaban haciendo con la excursión.
Tras hacer la digestión dando un paseo por el parque, fuimos hacia la Plaza de la Concordia, justo en la salida oeste de los Jardines, y en cuyo centro se encuentra el Obelisco de Lúxor. Justo antes de salir del recinto del parque hay una zona elevada desde donde se pueden hacer unas fotos bastante buenas.
Cruzamos también hasta la rotonda donde se encuentra el obelisco, ya que desde lejos no se aprecian bien los detalles. En lugar de subir directamente por los Campos Elíseos, dimos un pequeño rodeo para ver el Puente Alejandro III, que es una preciosidad y fue nuestra primera toma de contacto con el río Sena. Pasamos también por delante del Petit Palais y Grand Palais, impresionantes desde fuera y a los que tampoco entramos por falta de tiempo, y ahora sí, fuimos a la Avenida de los Campos Elíseos. Nos paramos varias veces para entrar en algunas galerías y tiendas, y al final nos esperaba el enorme Arco del Triunfo. Para llegar a él (y comprar las entradas para entrar) se hace mediante un túnel que atraviesa la rotonda por debajo. Tuvimos mucha suerte y apenas tuvimos que hacer cola (no más de 15 minutos); eso sí, la infinita escalera de caracol que hay que subir no te la quita nadie, pero las vistas merecen muchísimo la pena. Además, es la oportunidad perfecta para ir al baño y rellenar las botellas de agua, ya que dentro del monumento hay baños.
Como no hay ningún tipo de límite de tiempo en lo alto del Arco, aprovechamos que allí hacía un poquito de fresco y nos sacamos nuestros bocadillos para merendar y recuperar fuerzas (de verdad, no sé si es solo cosa nuestra, pero esas escaleras nos drenaron las energías). Desde allí tomamos una de las avenidas y bajamos paseando por el barrio de Chaillot, donde nos encontramos con muchísimas embajadas y los típicos bloques de pisos residenciales parisinos en su más pura esencia. Al final de este camino nos esperaba la Plaza de Trocadero, desde donde se tienen una de las mejores vistas de la Torre Eiffel; aunque como pega tengo que decir que (obviamente) está bastante abarrotado y es complicado disfrutar tranquilamente de las vistas o hacerse una buena foto, ya que justo antes de la barandilla elevada de la plaza había unas vallas metálicas colocadas. Por suerte, los Jardines de Trocadero cuentan con diferentes desniveles y escaleras que hacen mucho más fácil tomar una foto bonita, además de tener ese toque extra gracias a las fuentes, que te pueden regalar un arcoíris como a mí.
Como no hay ningún tipo de límite de tiempo en lo alto del Arco, aprovechamos que allí hacía un poquito de fresco y nos sacamos nuestros bocadillos para merendar y recuperar fuerzas (de verdad, no sé si es solo cosa nuestra, pero esas escaleras nos drenaron las energías). Desde allí tomamos una de las avenidas y bajamos paseando por el barrio de Chaillot, donde nos encontramos con muchísimas embajadas y los típicos bloques de pisos residenciales parisinos en su más pura esencia. Al final de este camino nos esperaba la Plaza de Trocadero, desde donde se tienen una de las mejores vistas de la Torre Eiffel; aunque como pega tengo que decir que (obviamente) está bastante abarrotado y es complicado disfrutar tranquilamente de las vistas o hacerse una buena foto, ya que justo antes de la barandilla elevada de la plaza había unas vallas metálicas colocadas. Por suerte, los Jardines de Trocadero cuentan con diferentes desniveles y escaleras que hacen mucho más fácil tomar una foto bonita, además de tener ese toque extra gracias a las fuentes, que te pueden regalar un arcoíris como a mí.
Nuestro día terminó paseando hasta la Torre Eiffel, aunque no subimos debido a que estaban ya de obras y toda la base y el Campo de Marte se encontraban vallados. Aunque siguen permitiendo el ascenso, no podíamos calcular desde fuera cuanta espera habría y consideramos que las vistas y la experiencia quedaban un poco desmerecidas, además del precio que tiene subir. Como estábamos muy contentos con la panorámica del Arco del Triunfo, decidimos dejar para otro futuro la experiencia de subir a la Torre Eiffel. Dimos un paseo más y tomamos el metro de vuelta al distrito XIX, donde cogimos cena para llevar y nos la tomamos en el piso; ya que este primer día fue muy intenso y no podíamos estar más cansados.