Domingo 24 de junio de 2018
El último día completo que íbamos a pasar en París quisimos aprovecharlo para ver las cosas que nos habían quedado pendientes, hacer algunas compras y tomárnoslo con calma para despedirnos de la ciudad. Nos levantamos un poco más tarde que el resto de días, limpiamos un poco el piso y recogimos la mayoría de nuestras cosas para no tener que hacerlo al día siguiente. No nos dimos mucha prisa ya que no habíamos planificado muchas cosas para el día y las que teníamos no requerían llegar pronto. Lo planeamos así también porque ambos somos menores de 26 y este día teníamos que movernos más en transporte público que el resto del viaje, por lo que nos sacamos un billete joven diario ilimitado de fin de semana, que cuesta 4,10€ por persona.
Cuando finalmente salimos de casa, nos dirigimos a la zona de Rivoli y paseamos un rato sin rumbo. Sobre las 12:00 fuimos a Pont Neuf para montarnos en el Crucero por el Sena de 1 hora que habíamos contratado por adelantado (lo hicimos con una semana de antelación al viaje con la empresa Vedettes du Pont Neuf). Nos costó 12€ por persona ya que queríamos flexibilidad horaria, aunque si lo contratas allí en el momento son 14€/p, o si lo coges a través de su web por adelantado pero con una hora fija en lugar de en cualquier momento del día, 10€/p. Fue una forma cómoda, relajada, rápida y relativamente barata de hacer un tour general para echarles un último vistazo a los monumentos y puentes más importantes; además de que la guía era supersimpática. Contaban la información en francés y en inglés, pero también podías coger un folleto con exactamente la misma información y un mapa del recorrido en muchos otros idiomas, español incluido. Además, cogimos comida para llevar en una boulangerie y aprovechamos para comérnosla en el barco, haciendo nuestro propio crucero con comida de forma lowcost.
Cogimos de nuevo el metro (aunque fuesen un par de paradas, teníamos el abono) y fuimos a Pyramides para comenzar nuestro paseo por la zona más lujosa de París, empezando por la Plaza Vendôme, donde se encuentra la Columna de Vendôme y diversas boutiques de lujo como Chanel, además del Hotel Ritz París. Continuamos hasta la Iglesia de la Madeleine y paseamos por las calles a su alrededor, que estaban repletas de todo tipo de tiendas y restaurantes. Caminamos hasta Boulevard Haussmann para ver sus famosos centros comerciales; en primer lugar los Grandes Almacenes Printemps, muy de lujo y a los que no nos atrevimos a entrar porque íbamos hechos un desastre y nos miraron regulín cuando nos asomamos a curiosear. Tampoco es como si nos pudiésemos permitir nada de allí. Donde si que entramos fue a las Galerias Lafayette, menos ostentosas pero con una decoración preciosa y una cúpula de cristal de las que dejan con la boca abierta.
Alrededor de las 15:00 nos fuimos a la Ópera Garnier, nuestra visita cultural del día, que puede ser visitada por dentro sin necesidad de asistir a ningún espectáculo. De hecho, aquel día fuimos a visitarla por la tarde porque por la mañana estaba cerrada ya que había un concierto de música clásica. Mucha gente se salta esta visita debido a su precio (8€ los menores de 26 años, 11€ la entrada estándar), pero os aseguro que merece completamente la pena y no es exageradamente cara, por lo que apartar un pedacito del presupuesto para ello no es difícil. Una de las cosas que más me sorprendió y gustó fue que tenían a actores vestidos de época pululando entre los visitantes y haciendo diferentes papeles, e interactuaban tanto entre ellos como con la gente. A su vez, si tenías dudas te las resolvían, aunque algunas veces como si fuese un juego, gesticulando solamente en lugar de decirlo con palabras. Es algo muy original y hace la visita un poco más mágica. Además, el Palais Garnier es tan bonito por dentro que volvería a pagar para verlo.
Cuando terminamos nuestra visita a la Ópera, fuimos a comprar unos macarons a una pastelería cercana y nos los comimos mientras paseábamos por las diversas Galerías y Pasajes cubiertos que se encuentran por todo el barrio. Nosotros visitamos solo unos pocos de todos los que hay, entre ellos Galerie Vivienne y Passage des Panoramas. Escogimos también el domingo premeditadamente para esta visita ya que cierran las tiendas, por lo que aunque no se pueda entrar a verlas por dentro o comprar, tiene la ventaja de que hay muchísima menos gente y puedes verlos mucho mejor, en especial si quieres hacer fotos. Incluso desde fuera, los escaparates de muchas tiendas eran impresionantes y tenían un encanto mágico, como de otra época.
Nuestro remate final para el día fue coger el metro de nuevo y plantarnos en Rèpublique para pasear desde allí por gran parte del Canal Saint-Martin, que además nos dejaba justo al lado del distrito en el que nos alojamos. Fue una de las experiencias más "reales" que vivimos en todo el viaje, ya que pudimos mezclarnos con toda la juventud parisina que estaba allí pasando la tarde en la orilla del canal, tomando algo y pasando el rato con sus amigos. Además, tuvimos la suerte de poder disfrutar de un evento de coros al aire libre que organizaban ese domingo justo allí. Cansados pero muy felices con la experiencia, nos volvimos al piso a terminar de recoger nuestras cosas, ya que al día siguiente tomábamos el vuelo de vuelta a Madrid.