Día 1. Llegada a Dakar.
Salimos con cierto retraso de Madrid, con lo que aparecemos en Dakar a las diez de la noche hora local en el vuelo de Iberia (media hora de retraso) Hemos conseguido los asientos de la salida de emergencia por lo que hemos ido relativamente anchos. Menos mal, porque las filas normales son para piernas de liliputienses.
Es nuestra segunda incursión en Senegal después de que en mayo de 2007 recorriéramos el norte de este país. No he dicho que en estos momentos la expedición la formamos mi mujer María José, mi hijo Javier de 14 años (el que narraba el viaje al norte de Senegal en un diario precedente) y ¡sorpresa!, por primera vez desde hace 5 años, viene con nosotros mi hijo Carlos, de 21 años, probablemente el éxito de nuestro primer viaje y el exotismo de la aventura le han atraído.
La salida del aeropuerto no es fácil ya que el aeropuerto es pequeño y se pone de bote en bote, por sí fuera poco te obligan a pasar todas las maletas por un escáner con lo que se forma una cola enorme. En resumen, salimos del aeropuerto casi a las doce de la noche y con una paliza de categoría.
Nos espera nuestro guía Demba, bueno Demba ya no es nuestro guía sino bastante más, nuestro amigo, casi un nuevo hijo, como dice Carlos, un hijo que se nos ha torrado un poquito en la incubadora, y nuestro chofer que en esta ocasión es Rigoberto. Según llegamos tomamos algo en un local mezcla de hamburguesería, pizza y supermercado, situado al lado de una gasolinera. Los precios no son baratos: la pizza mediana 5,7 euros y la hamburguesa 3 €. El ambiente es curioso porque, pese a ser lo que en España se consideraría el típico antro cutre de carretera, allí se ve gente muy elegantemente vestida. Demba nos dice que probablemente es gente que vive en Francia o España y que está de vacaciones en Senegal, ya que no es un sitio que se pueda permitir la gente que vive aquí.
Aprovechando que hablo de dinero, diré que un viaje a Senegal es una experiencia francamente asequible para el bolsillo. Aparte del billete de avión, un recorrido de 10 días en pensión completa (sin bebidas) y habitación doble puede salir por una cantidad muy reducida. Todo ello con chofer y guía permanentemente a tu servicio. Esta es la modalidad de viaje que nosotros llevamos y es una auténtica delicia ya que Demba se ocupa de todo y tú sólo tienes que disfrutar del viaje sin preocuparte de nada, de hecho no puedo dar ninguna información sobre precios de hoteles o comidas ya que los desconozco absolutamente ¡que placer!. Por si esto fuera poco, el contacto con la gente del lugar es mucho más estrecho porque no sientes ninguna necesidad de estar a la defensiva: estás con Demba y eres uno más, eso sí un poquito descolorido.
Desde Dakar vamos a Kaolak con el objetivo de ahorrar camino para el día siguiente, que promete ser duro. El trayecto en cualquier caso se hace muy pesado ya que en muchos trozos la carretera está en malas condiciones. Llegamos a nuestro alojamiento: “Le Relais de Kaolak” a las a las dos y media de la mañana ya prácticamente exhaustos. El Hotel ya lo conocíamos de nuestro anterior viaje a Senegal y está bastante bien con pequeñas cabañas de dos habitaciones con relieves de animales en las puertas, buena piscina y buenas vistas al delta del Sine-Saloum
Día 2. De Kaolak a Tambacounda
Nos levantamos a las 8 de la mañana para salir a las 9 de la mañana camino a Tambacounda. A nuestra expedición se une una pareja de jóvenes vascos: Mikel y Xixili, él guitarrista, compositor e intérprete de un prometedor grupo musical, ella experta en publicidad, hemos conseguido tener un poquito de todo.
El camino es espantoso, la carretera tiene tales baches que resulta conveniente ir por el arcén o por caminos laterales. Cuando te cruzas con un coche, cada uno va por donde puede, dándose frecuentemente el caso de que cada uno vaya por el sentido opuesto. Tardamos más de seis horas en hacer unos 250 kilómetros. La única esperanza que nos queda es que la carretera está en obras y es de esperar que en poco tiempo se tarde menos de la mitad.
[align=center]
La carretera entre Kaolack y Tambacounda
Salimos con cierto retraso de Madrid, con lo que aparecemos en Dakar a las diez de la noche hora local en el vuelo de Iberia (media hora de retraso) Hemos conseguido los asientos de la salida de emergencia por lo que hemos ido relativamente anchos. Menos mal, porque las filas normales son para piernas de liliputienses.
Es nuestra segunda incursión en Senegal después de que en mayo de 2007 recorriéramos el norte de este país. No he dicho que en estos momentos la expedición la formamos mi mujer María José, mi hijo Javier de 14 años (el que narraba el viaje al norte de Senegal en un diario precedente) y ¡sorpresa!, por primera vez desde hace 5 años, viene con nosotros mi hijo Carlos, de 21 años, probablemente el éxito de nuestro primer viaje y el exotismo de la aventura le han atraído.
La salida del aeropuerto no es fácil ya que el aeropuerto es pequeño y se pone de bote en bote, por sí fuera poco te obligan a pasar todas las maletas por un escáner con lo que se forma una cola enorme. En resumen, salimos del aeropuerto casi a las doce de la noche y con una paliza de categoría.
Nos espera nuestro guía Demba, bueno Demba ya no es nuestro guía sino bastante más, nuestro amigo, casi un nuevo hijo, como dice Carlos, un hijo que se nos ha torrado un poquito en la incubadora, y nuestro chofer que en esta ocasión es Rigoberto. Según llegamos tomamos algo en un local mezcla de hamburguesería, pizza y supermercado, situado al lado de una gasolinera. Los precios no son baratos: la pizza mediana 5,7 euros y la hamburguesa 3 €. El ambiente es curioso porque, pese a ser lo que en España se consideraría el típico antro cutre de carretera, allí se ve gente muy elegantemente vestida. Demba nos dice que probablemente es gente que vive en Francia o España y que está de vacaciones en Senegal, ya que no es un sitio que se pueda permitir la gente que vive aquí.
Aprovechando que hablo de dinero, diré que un viaje a Senegal es una experiencia francamente asequible para el bolsillo. Aparte del billete de avión, un recorrido de 10 días en pensión completa (sin bebidas) y habitación doble puede salir por una cantidad muy reducida. Todo ello con chofer y guía permanentemente a tu servicio. Esta es la modalidad de viaje que nosotros llevamos y es una auténtica delicia ya que Demba se ocupa de todo y tú sólo tienes que disfrutar del viaje sin preocuparte de nada, de hecho no puedo dar ninguna información sobre precios de hoteles o comidas ya que los desconozco absolutamente ¡que placer!. Por si esto fuera poco, el contacto con la gente del lugar es mucho más estrecho porque no sientes ninguna necesidad de estar a la defensiva: estás con Demba y eres uno más, eso sí un poquito descolorido.
Desde Dakar vamos a Kaolak con el objetivo de ahorrar camino para el día siguiente, que promete ser duro. El trayecto en cualquier caso se hace muy pesado ya que en muchos trozos la carretera está en malas condiciones. Llegamos a nuestro alojamiento: “Le Relais de Kaolak” a las a las dos y media de la mañana ya prácticamente exhaustos. El Hotel ya lo conocíamos de nuestro anterior viaje a Senegal y está bastante bien con pequeñas cabañas de dos habitaciones con relieves de animales en las puertas, buena piscina y buenas vistas al delta del Sine-Saloum
Día 2. De Kaolak a Tambacounda
Nos levantamos a las 8 de la mañana para salir a las 9 de la mañana camino a Tambacounda. A nuestra expedición se une una pareja de jóvenes vascos: Mikel y Xixili, él guitarrista, compositor e intérprete de un prometedor grupo musical, ella experta en publicidad, hemos conseguido tener un poquito de todo.
El camino es espantoso, la carretera tiene tales baches que resulta conveniente ir por el arcén o por caminos laterales. Cuando te cruzas con un coche, cada uno va por donde puede, dándose frecuentemente el caso de que cada uno vaya por el sentido opuesto. Tardamos más de seis horas en hacer unos 250 kilómetros. La única esperanza que nos queda es que la carretera está en obras y es de esperar que en poco tiempo se tarde menos de la mitad.
[align=center]
La carretera entre Kaolack y Tambacounda
Por el camino no hay prácticamente nada que ver lo que hace el camino un poquito más duro. A las 3 y media de la tarde, llegamos a Tambacounda y comemos en el albergue Ninki Nanka. De primero, una ensalada de lechuga acompañada de una salsita bastante rica, en principio miramos la ensalada con recelo, pero decidimos saltarnos todas las recomendaciones de vacunación internacional y comemos con alegría. La ensalada no está mal pero después nos sirven un plato de arroz con carne y salsa de cebolla que está para chuparse los dedos. Un gran primer encuentro con la comida africana
Después de comer vamos a nuestro hotel: le Relais de Tambacounda, obviamente de la misma cadena que el de Kaolack y que el que disfrutaremos después en Kedougou. Probablemente este hotel está un poquito más descuidado que los otros dos, pero está también bien, con su buena piscina y las ya conocidas puertas con animales. En la piscina aprovechamos para darnos un bañito, aunque el agua está más fría de lo que cabía esperar.
Hotel Le Relais de Tambacounda
Ya casi de noche salimos a dar una vuelta con Demba, en primer lugar, visitamos un poblado cerca del hotel donde habita una familia encantadora. La mamá amamanta al mismo tiempo dos pequeñas niñas gemelas en una de las escenas más tiernas que se puedan ver.
María José con la familia del poblado de Tambacounda
La abuela lleva un bonito pañuelo naranja. En general irrumpimos en sus vidas, enseñándonos todo sin pedir nada a cambio.
María José con la abuela del poblado de Tambacounda
Mi hijo mayor manifiesta su interés por ver como son las cabañas por dentro y la mamá de las gemelas nos muestra una cama, sorprendentemente “europea”.
La habitación de matrimonio del poblado de Tambacounda
Acabamos jugando con los niños con unas pelotas de plástico que llevamos de regalo. Merece la pena ir con Demba aunque sólo sea por esta posibilidad que te ofrece de participar un poquito de la vida de la gente senegalesa.
Después, paseamos por Tambacounda. Tambacounda es probablemente el sitio de más pobre que he visto en mi vida. No hay calles ni aceras y todo, desde las casas hasta las tiendas, parece estar en ruina. A pesar de ello la gente vive ¿feliz?.
Las calles de Tambacounda
La cena en el hotel, a base de ensalada y pescado frito no está mal. Hay que irse pronto para la cama que mañana hay que madrugar para volver a coger la carretera.
Día 3. De Tamabacounda a Kedougou y visita a Iwol.
Hoy nos toca madrugar para llegar a buena hora a Kedougou. Por el camino, atravesamos el Parque Nacional de Niokolo Koba. No es muy buena época para ver animales ya que todavía hay agua y los animales no necesitan acercarse a los cauces de agua permanentes. Además, para ver animales conviene ir tempranito y cuando llegamos al parque ya es bastante tarde. En cualquier caso vemos varias familias de jabalíes de un considerable tamaño. Antes de llegar a Mako encontramos un termitero de gigantescas proporciones. Es lo que llaman un termitero-catedral.
El termitero catedral
Al llegar a Mako hacemos una parada para ver a las mujeres que lavan la ropa en el río Gambia.
Mujeres lavando en el río Gambia en Mako
Es un espectáculo curioso y colorido ver como las mujeres, muchas veces con el torso desnudo, lavan lo mismo ropa, que niños, que ellas mismas.
Mujer lavando en Mako
En los alrededores hay muchos niños que te cogen de la mano mientras paseas por la zona o atraviesas el puente del río Gambia. No hay que hacerse muchas ilusiones, probablemente buscan algún tipo de recompensa, pero es un bonito modo de hacerlo ya que te sientes como la madre Teresa de Calcuta.
Los simpatiquísimos niños de Mako
Al lado del río hay un pequeño mercado donde conocemos la existencia de un fruto llamado cola. Según dicen por allí, podría ser el componente principal de la coca cola. Yo lo pruebo y está bastante amargo. Demba compra dos kilos para llevarlos por la tarde al poblado bedick porque, al parecer, a los bedick les encanta este producto
El fruto llamado Cola en el mercado de Mako
La entrada en Kedougou es bastante espectacular, la carretera desaparece y se abre ante tus ojos una larga avenida de tierra roja con mucha animación por ambos lados. No es que Kedougou sea más rico que Tambacounda pero si que tiene mucho mejor aspecto. Las tiendas bordean la calle, tiene un aspecto francamente diferente a lo que estamos acostumbrados.
Peluquería en Kedougou
Visitamos el mercado que no es muy grande pero está lleno de colorido
El mercado de Kedougou
Regateamos unas telas y unos bonitos hipopótamos de madera en una tienda de artesanía de madera con un divertido aspecto exterior.
La tienda de artesanía en madera del mercado de Kedougou
Hoy nos toca nuestro tercer Relais consecutivo el de Kedougou. Ya de entrada la piscina y las habitaciones están mejor que el de Tambacounda, pero lo más espectacular es el comedor.
La piscina del hotel Le Relais de Kedougou
El comedor está la otro lado de una pequeña calle y tiene una estructura bastante espectacular y unas preciosas vistas sobre el río Gambia, donde, de nuevo, hay mujeres lavando.
La estructura del comedor del hotel Le relais de Kedougou
Pegado al mirador hay hamacas donde echarse una siestecita para disfrutar de la vista mientras se reposa la comida. La comida vuelve a ser muy agradable a base de carne con patatas y ensalada
La vista desde el comedor del hotel de Kedougou
Esta tarde hay que visitar el poblado de Iwol donde habitan los beddick. Emprendemos la marcha por carretera hasta Ibel donde comienza la ascensión al poblado de los beddick. Demba, que se conoce el percal, ha contratado a un simpatiquísimo chaval de 19 años llamado Aruna para que nos acompañe. Aruna tiene una simpática sonrisa y se cubre la cabeza con un gorrito que no hay manera de conseguir que se quite. Mis hijos bromean con él intentando quitárselo pero el se zafa una y otra vez, sino es porque la día siguiente nos acompañará a la cascada de Dindefelo no hubiéramos sabido lo que ocultaba tras el gorro.
Aruna con gorro
La familia de Aruna vive en Ibel y a medida que atravesamos el pueblo nos va mostrando a sus familiares. Aruna no sabe leer ni escribir pero ha sido capaz de aprender español a través del contacto con los turistas. Demba quiere prepararlo para ser guía, pero piensa que todavía tiene mucho pájaros en la cabeza. El problema es que muchos de estos jóvenes más que pensar en hacerse guías, están pensando en algún modo de venir a España porque para ellos esto es el auténtico paraíso. Demba quiere que la gente se quede en Senegal contribuyendo al progreso de su pueblo.
La parte más dura del viaje es la subida a la montaña donde viven los beddick. El tramo inicial es durísimo pero dentro de lo que cabe no tiene piedras, la parte final, dura y con muchísimas rocas, si que es difícil de verdad. Dentro del grupo Demba y Aruna suben como si la cuesta fuera hacia abajo en lugar de hacia arriba y, claro, eso nos deja absolutamente muertos en la primera subidita.
La vista desde la subida al poblado de Iwol
A menos de un cuarto de subida sufrimos la primera baja, mi mujer que tiene una dolencia en la cadera no puede más y se queda, Aruna se queda con ella. Pronto se destacan mis dos hijos y yo me quedo con Demba, que va como si cualquier cosa y los dos jóvenes vascos. Sorprendentemente para mí, Mikel y Xixili se quedan y Demba y yo nos adelantamos para que no se nos eche la noche encima prometiendo volver a por ellos.
Demba me confiesa que normalmente es la gente de entre 25 y 30 años la que no llega al poblado, los viejos solemos ser más resistentes. En nuestro caso, no es así, porque después de la pájara Mikel y Xixili se recuperan y consiguen llegar, eso sí con bastante retraso.
Después de nuestra particular etapa del Tour llegamos al poblado beddick. La vista de las chozas desde la montaña resulta idílica, si ya sé que todo es muy utópico y que cualquiera cambia su casita adaptada a las comodidades del siglo 21 para irse allí, pero merece la pena verlo y casi soñarlo.
El poblado de Iwol
Nuestro primer encuentro es con una joven que muele el mijo con un niño agarrado a sus piernas, quizás no nos sorprende porque era lo que esperábamos ver, pero desde luego la escena resulta bastante intemporal, podría haber sucedido hace varios siglos. Demba nos presenta al maestro y jefe del poblado, para que nos acompañe en la visita y poder ir a rescatar Mikel y Xixili. El jefe, que va disfrazado de guiri (se puede comprobar en las fotos), nos enseña la escuela que es bastante rural, rodeada simplemente de una empalizada de paja.
El jefe del pueblo y maestro en su escuela
Lo más impresionante del poblado son los enormes baobabs que están en los alrededores. Será difícil encontrar otros más espectaculares en cualquier otro sitio de Senegal.
El gran baobab de Iwol
Por el recorrido observamos como en muchas casas se cuece algo en una especie de olla. Nos dicen que es el vino de mijo, aunque el maestro le llama “bière de mille” o sea cerveza de mijo. Sea vino o sea cerveza el caso es que lo están preparando para la fiesta del próximo lunes donde se va a producir el rito de iniciación de los niños (en otras palabras la circuncisión o fimosis pero en vivo).
Haciendo el vino o cerveza de mijo en Iwol
También nos encontramos con unas niñas que transportan agua. No quiero pensar de la distancia que habrán tenido que recorrer para traerla.
Niñas transportando agua en Iwol
Al final de la visita nos reunimos todos cerca de la iglesia que es la única construcción de cemento del pueblo, al parecer regalo de algún extranjero. Demba nos cuenta que siempre les insiste en que aprovechen esa construcción como escuela, cuando no haya culto, pero dice que no hay manera de convencerles, por lo que casi siempre está desaprovechada.
En la puerta de la iglesia nos reunimos con los niños y varias mujeres del pueblo, muchas de ellas de avanzada edad y con el torso desnudo. La verdad es que en el entorno en que nos encontramos parece algo natural. Es curioso que creo que hemos visto más mujeres con el torso desnudo que hombres, hombres creo que no hemos visto ninguno, incluso cuando se bañan en la cascada que veremos el día siguiente lo hacen con camiseta, dando lugar a situaciones realmente absurdas.
Mujeres mayores de Iwol. Detrás se observa la iglesia del poblado
En la puerta de la iglesia, Demba y una de las mujeres se enzarzaron en una divertida discusión sobre intercambio de collares sin llegar a un acuerdo.
El único punto negativo de la visita es que, al partir, observamos que en una lateral del pueblo los hombres, que, ni por un momento se habían acercado a nosotros, estaban reunidos bebiendo, al parecer es su principal distracción.
Disfrutamos de una preciosa puesta de sol y cuando bajamos la montaña ya era casi de noche. Las piedras casi nos matan y había algunos trozos bastante resbaladizos pero llegamos sin novedad.
Puesta de sol en Iwol
María José nos estaba esperando al borde de la carretera muy bien acompañada por Aruna, algunos hombres del pueblo de Ibel y varios niños. Estaba encantada, en nuestra ausencia había intentado seguir el camino pero al ver lo que quedaba se había dado definitivamente la vuelta. Aruna la llevó a casa de sus familiares y la habían acogido extraordinariamente. Le enseñaron todo lo que hacían y como vivían y habían estado todo el tiempo acompañándola y agasajándola. Estaba encantada de la hospitalidad de la gente y del bueno de Aruna.
El camino de vuelta en coche fue uno de los momentos cumbres del viaje. Rigobert que hasta el momento presente sólo había sacado su faceta de preguntador, en las comidas nos hacía auténticos “tercer grado” sobre nuestras vidas, sacó en esta ocasión su vena más cachonda y, acompañado por Demba y Aruna, comenzó a entonar canciones senegalesas. La mejor, una que al parecer se utiliza en las excursiones para animar a la gente cuando está cansada. Dice algo así:
Oh ye culé
Oh ye kafissa.
Kafissa langa
Langa ti langa
Umma lele, umma lele
Oh ye kafissa.
Kafissa langa
Langa ti langa
Umma lele, umma lele
Por supuesto, que acabamos todos cantando la canción y nosotros contraatacando con el 1 de enero, la vaca lechera, el badabadum y otras cancioncillas populares. El final fue apoteósico dedicándonos uno a uno la popular canción francesa: “il est vraiment fenomenal”. En aquel momento nos sentimos formar parte de una sola y “fenomenal” familia.
Otra buena cena nos esperaba en el Relais de Kedougou, en esta ocasión a base de dorada al horno. Se come realmente bien en Senegal, eso sí, hay que hacerse a la idea de que muchos días toca ensalada y arroz, pero, en general, todo está bastante bueno.
Día 4. De Kedougou a Mako pasando por la cascada de Dindefelo.
Hoy se supone que tenemos un día más relajado, aunque eso teniendo en cuenta nuestro planteamiento de viaje es un decir. Por la mañana nos viene a buscar un 4x4 para ir a la cascada de Dindefelo ya que el camino es todavía peor que los anteriores y nuestro microbús no puede pasar. El camino desde Kedougou a Dindefelo es una pista de tierra que no está muy mal. El 4x4 es uno de estos americanos con 5 plazas y un remolque abierto en el que hay un banquito donde sólo caben 2 personas. Ello quiere decir que Aruna y Demba van sentados en los bordes de la zona de camión. Siempre me sorprende la capacidad de sacrificio de esta gente, yo creo que no hubiera durado ni cinco minutos haciendo equilibrios por ese camino.
En Dindefelo hay mercado por lo que se observa una gran movimiento en los alrededores. También hay comercios de distinto tipo, resulta divertido ver la correspondencia entre los nombres europeos de las tiendas y el correspondiente local africano.
La panadería local de Dindefelo
Antes de llegar a la cascada paramos en Dindefelo donde visitamos la maternidad. Al cargo de la maternidad hay un enfermero bastante bien alimentado.
María José con el enfermero de Dindefelo
La maternidad atiende a prácticamente todos los pueblos de la zona pero es un poquito desastre ya que todo está muy sucio y descuidado. Mi mujer, como profesional del ramo, echa una pequeña arenga sobre la importancia de la higiene y dejamos una buena parte del material sanitario que llevamos en especial leches para bebés.
La maternidad de Dindefelo
Luego paramos en el campamento de Dindefelo justo al principio del camino que lleva a la cascada, también parece bastante descuidado. Por fin empezamos a recorrer el camino a la cascada que es una especia de pequeña selva llena de lianas, ceibas y vegetación. Es un camino extraordinariamente agradable.
La selva camino a la cascada de Dindefelo
Al final el espectáculo impresionante de la cascada. La cascada tiene una altura de unos 80 metros, pero más que la caída de agua impresiona la arquitectura de la zona. La cascada esta en el vértice de un ángulo casi perfecto de 90º y las paredes de la cascada parecen casi esculpidas por la mano del hombre. Al pié de la cascada hay una pequeña poza de agua invitando a bañarse. La verdad es que es un lugar precioso que merece la pena visitar.
Espectacular cascada de Dindefelo
Nos disponemos a bañarnos pero hay dos inconveniente el agua está helada y hay unas piedras bastante agudas en el borde. No hay nada que nos arredre y decidimos emprender la marcha por el borde para tirarnos desde el pie de la cascada. No cubre mucho, por lo que hay que tener cuidado con el impacto en el agua, y la impresión es tremenda por el agua helada, pero la belleza del sitio compensa.
Bañándonos debajo de la cascada de Dindefelo
A la salida se produce una sensación muy curiosa. En España estamos acostumbrados a que la salir del agua, aunque haga calor, siempre se pasa un poquito de frío. Aquí es todo lo contrario y la salida es maravillosa se siente una especie de calorcito realmente agradable.
Aruna se baña con camiseta como todos los del país. Hay cosas que no podré entender porque la sensación de salir con la camiseta mojada de aquel agua tan fría debe ser espantosa. No sé si es que los hombres tienen un especial sentido del pudor, que ni siquiera las mujeres tienen. Le pregunto a Demba y me dice que no es por ninguna razón sino simplemente por pasar menos frío. No hay quien lo entienda. Demba por supuesto que piensa que el agua está demasiado fría par bañarse, ya vendrá por aquí en otras ocasiones y podrá hacerlo.
La comida hoy es en el campamento de Dindefelo por el que hemos pasado a la ida. Gracias a Dios hoy no hay ensalada porque el sitio no parece de muchas garantías sanitarias. El plato principal es un pescado llamado capitán con arroz y una salsa roja como de pimentón, no está mal aunque la repetición de arroz y pescado está empezando a cansar a algunos.
Por la tarde emprendemos el camino de vuelta a Kedougou donde nos espera nuestro Rigobert con los equipajes ya cargados en el microbús para seguir camino a Mako. Por el camino vemos monos rojos y nos arriesgamos a pasar por un atajo que atraviesa un pequeño río donde nuestro chofer demuestra sus cualidades de conductor.
Un mono rojo en el camino de vuelta de Dindefelo
Nos despedimos de Aruna que escondía unas mini-rastas bajo su gorra porque le daba vergüenza enseñarlas.
Aruna sin el gorro que cubría sus mini-rastas
El campamento de Mako es muy bonito, consiste en una choza central abierta que hace de comedor y pequeñas chocitas alrededor. Todas tienen water y ducha, eso sí sin techo para que sepas que se siente al hacerlo a la luz de la luna. Hay un pequeño depósito de agua en cada choza que cierran continuamente para que no se gaste agua innecesaria.
Cabaña del campamento de Mako
El campamento pertenece a una ONG española llamada campamentos solidarios y hay una pareja de españoles que acaban de llegar para estar 6 meses en la zona, organizando el campamento y haciendo algunas obras como escuelas o maternidades.
Ducha de la cabaña del campamento de Mako
Una vez llegado a Mako empezamos el camino a la búsqueda de los hipopótamos. El campamento está pegadito al río Gambia y en sus cercanías viven al menos dos familias de estos enormes animales. Encontramos primero dos hipopótamos cerca del campamento y, posteriormente, un poco más alejados, otra familia de por lo menos 6 miembros. A los hipopótamos no se les ve mucho ya que tienen que estar prácticamente sumergidos en agua durante el día y sólo salen por la noche a comer grandes cantidades de hierba. Pueden llegar a pesar 4 toneladas y son conocidos como los animales más peligrosos de África ya que, aunque son herbívoros, si se sienten amenazados, destrozan todo lo que está en su camino.
Hipopótamo en el río Gambia en Mako
Nos quedamos un buen rato contemplando a los hipopótamos y el anochecer, realmente es un momento mágico.
Puesta de sol en el río Gambia en Mako
Cenamos con los españoles en el campamento, nada menos que espaguetis boloñesa, no es evidentemente lo más típico del lugar, pero para cambiar un poco de tipo de comida no está nada mal.
La noche en el campamento es muy especial. Se oyen mil y un ruidos diferentes, normalmente de pájaros, pero en distintos registros. También se oye, ya de madrigada a los hipopótamos. Algunos verdaderamente cansados del viaje no oímos prácticamente nada.
Día 5. De Mako a Ziguinchor.
Nos espera una nueva jornada de carretera para cruzar todo el sur de Senegal desde el País Bassari hasta la Cassamance. Cambiaremos también de paisaje, el del País Bassari es más bien seco, mientras que en la Cassamance hay mucha más agua y todo está mucho más verde con abundantes palmeras, ceibas etc.
Salimos bien tempranito para poder ver animales en el parque de Niokolo Koba. Bien pronto, a la salida de Mako nos encontramos con un grupo de árboles llenos de babuinos. Es todo un espectáculo verlos saltar de un árbol a otro. Nos paramos y tratamos de comunicarnos con ellos imitando sus gritos y realmente parece que nos responden.
También vemos monos verdes que son mucho más simpáticos. Aceptando golosinas, de tal modo que uno se nos mete en el coche y casi nos mata del susto. Vemos alguna gacela suelta y jabalíes pero no mucho más, los bordes de la carretera están quemados y no queda mucha vida alrededor de la misma.
Mono verde en el parque de Niokolo Koba
La carretera está mejor que la de Kaolak a Tambacounda pero el camino se hace pesado. Paramos en Kolda para comer en el hotel Hobbe. El sitio está muy bien y a la comida está estupenda sobre todo la brocheta de carne, aunque también el pollo con arroz. Lo peor los baños que, no sé si porque estaban en obras, pero el caso es que las cisternas no funcionaban y estaba aquello hecho un asco.[/align][/size]