Después de desayunar, más básico que en los otros alojamientos, no tenían pan sin gluten que había solicitado como a los otros alojamientos por correo electrónico, sólo cereales sin gluten, menos mal que llevaba el pan de centeno del ALDI, salimos por otra pista algo mejor que por la que llegamos, que a los 5 km nos dejó en la ring-road.
Nos desviamos en la península de Vatnsnes para, si era posible, ver focas, y lo fue. Tras una entrada infructuosa que indicaba un dibujo con focas, pero que no había ninguna, sí que vimos en la playa Illugastadir, a la que llegas tras un paseo de unos 20 minutos desde el aparcamiento con baños que ha habilitado el propietario de los terrenos. en el pequeño acantilado te encuentras con un mirador donde hay prismáticos desde el cual ves muchas focas a unos 20 metros descansando apaciblemente sobre un arrecife tumbadas al sol. Lo mejor de la experiencia fue cuando se acercó una pareja de focas al saliente rocoso donde estábamos y empezaron una especie de cortejo que nos mantuvo embobados hasta que llegó un grupo de personas y se marcharon de nuevo a sus rocas, ¡fue precioso! En el arrecife y en el agua también había cormoranes, patos, cisnes y gaviotas, en una apacible mañana.
[align=center]Focas en Illugastadir, Península de Vatnsnes
Nos desviamos en la península de Vatnsnes para, si era posible, ver focas, y lo fue. Tras una entrada infructuosa que indicaba un dibujo con focas, pero que no había ninguna, sí que vimos en la playa Illugastadir, a la que llegas tras un paseo de unos 20 minutos desde el aparcamiento con baños que ha habilitado el propietario de los terrenos. en el pequeño acantilado te encuentras con un mirador donde hay prismáticos desde el cual ves muchas focas a unos 20 metros descansando apaciblemente sobre un arrecife tumbadas al sol. Lo mejor de la experiencia fue cuando se acercó una pareja de focas al saliente rocoso donde estábamos y empezaron una especie de cortejo que nos mantuvo embobados hasta que llegó un grupo de personas y se marcharon de nuevo a sus rocas, ¡fue precioso! En el arrecife y en el agua también había cormoranes, patos, cisnes y gaviotas, en una apacible mañana.
[align=center]Focas en Illugastadir, Península de Vatnsnes
Cuando regresábamos al coche, contemplando las simpáticas ovejas a ambos lados del sendero, vimos un punto blanco al final de la bahía y al mirar con los prismáticos descubrimos que era un gran iceberg flotando, ¡alucinamos! En el buzón junto a los oportunos baños dejamos un par de euros por su uso, no teníamos coronas.
El Hversarkur, la roca-trolls, lo dejamos para otra vuelta, pero sí nos volvimos a parar en el encantador faro rojo de Skardsviti frente a las costas de los fiordos del Oeste, donde nos dirigíamos. Antes de salir de la península hicimos otra parada en Hvammstangi que es su mayor y animada población, donde se encuentra un Centro sobre las focas. Allí compramos varias cosas en el bien surtido supermercado, que incluso tiene ropa y recuerdos, y algo cayó. Aprovechamos para echar gasolina, dar un paseo por su animado puerto, y echar fotos al secadero de pescado y al jardín con esculturas de foca en madera de la casa de Sirgudur Palmasón, que indica en la fachada que es de 1926. Bonita parada.
Ya tocaba dirigirse a los fiordos del oeste por una carretera que en muchos tramos está sin asfaltar pero que a cambio de ir más lento te permite disfrutar con las vistas al fiordo Hrutafjordur y de la bahía de Húnafloi, frente a la parte visitada de la península de Vatnsnes. Muy curioso nos resultó que toda la costa y sus playas, donde nos paramos a recoger un poco de arena, estaba llena de troncos, algunos de grandes dimensiones que al parecer arrastra la corriente incluso desde Siberia.
Nuestra segunda parada larga fue en Holmavik, donde visitamos el muy interesante Museo de la Brujería, y donde descubres el hambre que aquí se pasó, y la inquisición, que aquí también la hubo, cómo se cebó en los más desfavorecidos. En las salas se pueden observar diversos objetos rituales, runas y manuscritos de grimorios (libros sobre el conocimiento mágico), y el curioso y algo desagradable “necropantalón”, hecho de la piel de alguien fallecido con quien se había realizado un pacto para después de muerto desenterrarlo y poder quitarle de una vez la piel de cintura para abajo, que se convertiría en la segunda piel de quien había hecho el trato. Ponerle una moneda le aseguraría la riqueza y suerte mientras viviera. En el museo también tienen un agradable café con comida, sobre todo en la zona de fuera cuando hace un buen día. Muy bonitas las casas frente al puerto y allí comimos en unas mesitas muy bien colocadas. También nos acercamos al monumento a los 32 balleneros vascos asesinados, que en 1615 se encontraban en estas tierras tras el naufragio de los 3 barcos en los que faenaban. La tremenda ley promulgada por el rey danés Cristian IV que permitía asesinar a balleneros vascos no ha sido derogada hasta 2015, celebrándose en este lugar una ceremonia de reconciliación. Crueles situaciones de tiempos difíciles, que no obstante y desgraciadamente se siguen dando en la actualidad.
No fuimos directamente a nuestro alojamiento sino que nos dirigimos a Laugarholl, donde se encuentra la cabaña del hechicero y el “milagroso” estanque a 42º, monumento nacional y donde está prohibido bañarse que también pertenece al Museo de la Hechicería. Por el camino paramos en 2 ocasiones porque en el fiordo vimos un grupo de ballenas que saltaban y a las que pudimos escuchar, imposible hacer fotos con las cámaras de nuestros móviles, pero quedaron en la retina, cada vez que nos acercábamos por una orilla se iban hacia la otra y era un grupo numeroso.
En Laugarholl, lugar de interior, solitario y con bonitas vistas al valles y montañas, hay un Hotel, que fue anteriormente la escuela. El Hotel está gestionanado por los maestros que aquí dieron clase y tiene una magnífica piscina alimentada por las mismas aguas que el estanque milagroso, al módico precio de 4€, y en la que, tras el concienzudo aseo en la ducha, nos sumergimos pensando en el lujazo que era bañarnos y nadar rodeado de una naturaleza tan increíble y con sólo otra persona en ella, ¡subidón y relax total. Lo recomendamos![/align]
Subir hasta la solitaria Djúpavik quedará para otra ocasión porque ya tocaba enfilar hacia nuestro alojamiento en Dragnes: GUESTS HOUSE MALARHORN. Grundargata,17, Drangsnes, 520. Tfn: +3548536520. Después de acomodarnos en nuestra habitación con vistas a la montaña aún nos dio tiempo de pasear junto al mar hasta los restos de antiguos secaderos y tinglados marinos y ver un precioso atardecer con vistas a la cercana isla de Grímsey y su faro, a la que se puede llegar en un barco que sale desde aquí.
A las 8,30 estábamos en el restaurante, como nos había indicado el propietario del hotel, curiosos sus tatuajes incluso en todos los dedos de las manos. Había tenido el detalle de reservanos una de las mesas con vistas al mar y a la isla que seguían en ese atardecer perfecto. La cena no pudo ser más buena, un cordero asado exquisito con verduras variadas y un halibut fresquísimo con verduras y patatas asadas. Con las cervezas nos costó unos 90€. Antes de irnos nos comentó que conocía España y que había ido muchas veces sobre todo a la zona de Orihuela, pero que ahora con 3 niños era más difícil viajar, un tipo interesante. Antes de ir al edificio donde estaba nuestra habitación, dimos un paseo junto al mar y nos encontramos con el “Kerling”, un afloramiento rocoso de los que consideran trolls petrificados. Ya sólo quedaba irnos a dormir.
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