Descansamos bien y nos despertamos con bonitas vistas del fiordo. El desayuno no era tan variado como en otros Hoteles de la cadena Foss, ni salmón ni aceite que tanto me gustan, y menos variedad de frutas pero hicimos un desayuno fuerte con lo que ofertaban en el bufet.
Salimos hacia el pueblo y dimos una vuelta entre sus casas marineras. En el puerto con bonitas vistas y mucho ajetreo, nos paramos en unos montones de cajas que mostraban magníficos bacalaos, fletan, halibut y otros pescados que no conocíamos junto a un barco pequeño que había llegado esa mañana, y como yo hablo hasta sin saber inglés, le chapurreé al pescador sobre su pesca y ya con el fluido inglés de mi marido echamos un buen ratito: venía de pescar cerca de la
costa de Groelandia, que está a unos 250 km, navega él sólo y conoce bien España porque su chica es de Cómpeta, en la Axarquía malagueña, en esos momentos es cuando siempre pienso que tengo que estudiar más inglés.
[align=center]Puerto de Patreksfjordur
Salimos hacia el pueblo y dimos una vuelta entre sus casas marineras. En el puerto con bonitas vistas y mucho ajetreo, nos paramos en unos montones de cajas que mostraban magníficos bacalaos, fletan, halibut y otros pescados que no conocíamos junto a un barco pequeño que había llegado esa mañana, y como yo hablo hasta sin saber inglés, le chapurreé al pescador sobre su pesca y ya con el fluido inglés de mi marido echamos un buen ratito: venía de pescar cerca de la
costa de Groelandia, que está a unos 250 km, navega él sólo y conoce bien España porque su chica es de Cómpeta, en la Axarquía malagueña, en esos momentos es cuando siempre pienso que tengo que estudiar más inglés.
[align=center]Puerto de Patreksfjordur
Después del intercambio salimos en dirección a la península de Latrabjarg, en un espléndido día soleado. La primera parada fue para el fotogénico y oxidado barco “Gardar”, solitariamente varado en tierra junto al fiordo.
Las impresionantes vistas nos hacían ir muy despacio y la pista tenía sus buenos baches, pero pasada la pista de aterrizaje y el poblado de Hnojótur con su curioso y eclético museo, decidimos desviarnos por la estrecha pista 615 que bordea por este lado el acantilado sobre el Patreksfjördur para conocer “Sellátranes”, que daba nombre a nuestra última habitación, y no nos arrepentimos, era un lugar encantador con su riachuelo, una granja y un bonito faro.
Volvimos y retomamos la 612 para dirigirnos a la playa de Breidavik, muy recomendada por el pescador, y que está situada junto a una agrupación de casas con su pintoresca iglesia blanca con el tejado rojo. Hay un alojamiento muy apetecible para pasar unos días en soledad. La arena dorada contrastaba con las algas que se apiñaban haciendo bonitas figuras, olía a mar, el Mar de Groenlandia donde se encuentra, y en el que sólo mojamos las manos, porque en ese momento comenzó a llover, ¡los 5 mínutos islandeses! Ya desde el coche hermosas vistas sobre Hvallátur, otra fabulosa playa de arena blanca.
Látrabjarg y su faro fueron la siguiente parada, ya no llovía y volvía a lucir el sol para hacer el sendero previsto. El espectacular acantilado de más de 500 mts de altura, se perdía a lo lejos de nuestra visión. Al ser septiembre no encontramos más que chillonas gaviotas que sobrevolaban el magnífico paisaje, y las huellas de donde anidan los puffin. Mientras que ojeábamos con los prismáticos no dejábamos de mirar al frente, porque entre las nubes nos parecía ver algo de tierra, y en un momento de claro se percibió una línea de costa y elevaciones con nieve, ¡Groenlandia! estábamos en esa dirección.
Con la emoción de lo visto, volvimos al coche para deshacer el camino y al encontrarnos con la C614 recorrer los 10 km de grava y baches hasta Raudasandur, la playa de arenas rosadas. Se imponía una parada para comer en unas rocas frente a la laguna que se forma delante de la playa, en un silencio que se agradecía para impregnarnos de lo que nos rodeaba.
Aún recorrimos unos kilómetros más en dirección Lambavatn, hasta llegar a la encantadora iglesia de Raudasandur, de madera negra y tejado rojo, allí dimos la vuelta para ir hacia el camping de Melanes y acercarnos a la playa.
Este lugar nos enamoró, tiene unas cabañas de madera y servicios compartidos de aseo, duchas y cocina, www.lonelyplanet.com/ ...81d/359559 , paseando entre ovejas nos acercamos a la playa a disfrutar de este aislado y bello lugar y como no coger un poco de arena.
Nos quedaba el tiempo justo, ¡con las pistas de tierra que teníamos que volver a hacer!, de llegar a Brjánslaekur, tomar un café frente a la zona de embarque y coger el ferry Baldur hasta la península de Snaesfellsnes, nada del baño en las pozas previsto antes de embarcar.
En la travesía por el Breidajordur el viento fue en aumento y comenzó a llover, y poco a poco nos fuimos acomodando en el interior y la cubierta quedó solitaria, salimos de nuevo en la parada de la isla de Flatey, una encantadora isla con sus coloreadas casas y su faro en una isla próxima, que también queda pendiente de visita. Por cierto hay una novela policiaca sobre “El enigma de Flatey” de Viktor Ingólfsson que ya he leído y que recomiendo. Siempre me gusta leer literatura y ver cine de los sitios que visitamos.
Fuimos entrando y saliendo de la cubierta hasta que ya divisamos los faros que anunciaban Stikkishólmur, el puerto donde arribábamos ya casi de noche junto a la mole de basalto. A esta bonita población no le pudimos dedicar el tiempo que se merece, por la hora y la lluvia que caía. Decidimos parar en la primera gasolinera a echar gasolina y comer algo de lo que hubiera, desafortunadamente para mí sólo tenían hamburguesas y pizzas, así que pedí una sin pan y no sé qué entendieron que tampoco le pusieron cebolla, ni patatas, y a mi marido que pidió la que le pareció mejor, resultó ser la infantil, así que llegó rodeada de un refresco y un puzle. Barata pero nada para recordar.
Los 90 km hasta nuestro Hotel, se nos hicieron eternos, de noche y sin parar de llover. FOSSHOTEL HELLNAR, Brekkubaer, 356 Hellnar. A las 10,30, cómo habíamos imaginado ya no daban de cenar, pero sí pudimos tomarnos unas cervezas que nos sentaron de maravilla. Personal como siempre muy amable, el Hotel cómodo y con los hervidores que tanto nos gustan.[/align]