Dormimos muy bien y nos despertamossobre las 8:00 con vistas al mar, en un día algo nublado. Asomarnos a la ventana nada más que levantarnos era ya casi un rito, y al fondo vimos una mancha que aparecía y desaparecía, los prismáticos, siempre cerca, nos mostraron una ballena que nos daba los buenos días, ¡así da gusto despertarse!, luego aparecieron más, y hubo un momento que nos tuvimos que ir de la ventana para ponernos en marcha.
Buen desayuno en el salón mirando al océano sin ganas de movernos pero tocaba recoger y montar las maletas en el coche, esta sería la última vez que van a viajar en él.
Cerca del Hotel y tras fotografiar la iglesia de Hellnar nos dirigimos a los acantilados de Lóndrangar, con unas fabulosas vistas, donde ya no se veían nuestras orcas juguetonas de la mañana. Muy cerca estaba la entrada a la cueva de Vatnshellir, tubos de lava, que sólo se visita con circuitos guiados de 45 minutos, unos 22€. No la vimos porque no me atreví por mi rodilla a subir y bajar al ritmo de un grupo por una escalera de caracol.
[align=center]Acantilados de Lóndrangar
Buen desayuno en el salón mirando al océano sin ganas de movernos pero tocaba recoger y montar las maletas en el coche, esta sería la última vez que van a viajar en él.
Cerca del Hotel y tras fotografiar la iglesia de Hellnar nos dirigimos a los acantilados de Lóndrangar, con unas fabulosas vistas, donde ya no se veían nuestras orcas juguetonas de la mañana. Muy cerca estaba la entrada a la cueva de Vatnshellir, tubos de lava, que sólo se visita con circuitos guiados de 45 minutos, unos 22€. No la vimos porque no me atreví por mi rodilla a subir y bajar al ritmo de un grupo por una escalera de caracol.
[align=center]Acantilados de Lóndrangar
Nos gustó mucho el faro Karlstadatangi, construidos a principios del siglo XX y reconstruidos en 1946, está situado en los terrenos de la Granja Malarrif que fue una de la más aisladas de Islandia. Tiene un cómodo y bonito paseo desde donde se llega a los acantilados e impresionantes formaciones rocosas, miradores sobre la gran playa de Djüpalonssandur a la que no bajamos y no pudimos probar levantar algunas de las 4 piedras que al parecer se utilizaban para saber si se podía ser marineros. Este faro alumbraba y ayudaba a los numerosos barcos que venían a esta costa rica en caladeros. A nuestra espalda campos de lava y rodeado de nubes el glaciar Snaesfellsjokull que cubre el volcán donde Julio Verne situó la bajada al centro de la tierra.
Eran las 10 y ya abría el cercano Centro de Visitantes del Parque Nacional, que se extiende por 170 km2. No tiene muchas cosas pero las explicaciones son ilustrativas y en temporada ofrecen circuitos guiados al parque, al que nos dirigimos a continuación por la pista 570, sólo para 4x4, a llenarnos de la energía positiva que dicen que desprende. El volcán está indicado a 7 km.
A medida que subíamos se iba despejando la cumbre del volcán y pronto paramos para ver las vistas de la cercana costa y hacer un sendero a la cueva que canta, “Sönghellir”, donde dicen los carteles que vivieron personajes de la mitología islandesaynque aún se pueden escuchar sus cantos, nosotros no las escuchamos pero con el viento y los gorros caladísimos hubiera sido imposible.
El tiempo se enfriaba y las nubes se hacían más densa, cada vez se encontraba más cerca el dormido volcán al que aunque no íbamos a subir sí nos paramos en una zona nevada desde donde se inicia una de las subidas. La soledad y el silencio nos rodeaban en una belleza plena, hasta que empezó a llover y nos tuvimos que volver al coche.
La bajada la acometimos por la pista 575, con más baches que la anterior pero que nos interesaba más para bajar a la zona donde queríamos ir. Aún tuvimos otra parada para hacer un sendero a la cascada Klukkufoss, esta vez sin lluvia y que en la soledad nos pareció un lugar precioso.
La pista nos dejó cerca de la salvaje playa de Skardsvik, donde las olas rompían con fuerza. En este lugar se encontró una tumba vikinga del siglo X que en la actualidad se encuentra en el Museo Nacional que visitamos. Respirar el aire de mar siempre viene bien y la lluvia no había vuelto a aparecer.
A la izquierda por la 579 nos esperaba la costa de Svortuloft con sus escarpados acantilados negros y los campos de lava de la antigua granja Gufuskalar, donde los restos de cabañas se esconden entre ellos, y las ovejas saben esquivar las tremendas grietas que lo surcan. Al final se encuentra el acantilado de Saxhólar, Hvalrauf y el faro de Skalanasgaviti, con una pasarela de madera que se asoma a los tremendos acantilados, donde han naufragado muchos barcos, abstenerse quien tenga vértigo, y desde los que se suelen observan ballenas y todo tipo de aves que suelen anidar en ellos. Aquí, como nos pasó en Latrabjarg, sólo vimos gaviotas y algún cormorán, y pensamos en la dificultad y la dureza de las vidas de quienes aquí vivían en siglos pasados, para bajar por estos recortados y puntiagudos acantilados atados con cuerdas para coger los huevos de las aves como sustento.
Tocaba volver a la derecha. Ya en Hellissandur paramos en el Museo marítimo con reproducciones de las casas de los pescadores con su techo de turba, barcos pesqueros antiguos, esqueletos de ballenas y las piedras de medir fuerzas. En Rif su puerto estaba sin nadie, el día estaba poniéndose cada vez más negro y a lo lejos se veía la gran cascada Svödufoss, su iglesia no estaba abierta, así que no pudimos ver el cuadro que parece que representa la visita de Cristobal Colón en 1477 para preguntar por los viajes de los vikingos a Vinlandia. Ólafsvik fue un visto y no visto, volvía a llover y la saludamos desde la solitaria playa a su salida casi pegada a los verdes prados. Sí que dimos un agradable paseo por la dorada arena de la gran playa que está antes de llegar al Kirkjufell, con una extensa lengua de arena hasta la montaña. Al final del recorrido comenzó a llover y nos pareció que comer en el coche frente al mar, bien calentitos era la mejor opción, allí también cayó la infusión que hoy traíamos.
Afortunadamente dejó de llover cuando llegamos al Kirkjufell, esa magnífica montaña volcánica que según estés situado te presenta una silueta. Detrás de ella las cascadas Kirkjufellsfoss en las que pudimos aparcar bien. Aquí sí que había mucha gente, muchos coches y hasta autobuses con viajeros de China que no hemos dejado de ver en toda la ruta, excepto en los fiordos del Oeste. Subimos a las cascadas, hicimos todas las fotos de rigor y me enfadé al ver cómo había quien no respetaba las cuerdas de no pasar, bajaba y se ponía delante de las cascadas para que le hicieran sus fotos posando y haciendo tonterías, mientras el resto estábamos esperando que se cansara para poder hacer nuestras fotos sólo a las cascadas. Afortunadamente llegó un coche de policía para que se quitaran los coches mal aparcados de la carretera que obstaculizaban el paso y salieron a estampidas, permitiéndonos al resto continuar con nuestras fotos del paisaje.
Viendo como estaba el tiempo vimos Grundarfjördur muy rápido, la iglesia, y algunas de sus calles y salimos por la 56 hasta la 54 en dirección a Borgarnes. No visitamos el sur de la península que habíamos atravesado la noche anterior con lluvia y viento, el monumento a Julio Verne queda pendiente. Nos pasamos el previsto desvío a Gerduberg, poco indicado, para ver sus famosas columnas de basaltos, era muy complicado dar la vuelta y no dejaba de llover, ahora bastante fuerte, así que tenemos otro pendiente. En la primera gasolinera paramos y tenía una estupenda cafetería y allí nos nutrimos el coche y nosotros. Ya fuimos directamente hasta Reykjiavik, donde llegamos sobre las 18,30 a nuestro cómodo Hotel Skuggi, con aparcamiento gratis. Unos 250 km nos habíamos hecho hoy, pero como si hubiera sido el doble.
Ya en el coche habíamos decidido ir a una piscina local y cerca de nuestro Hotel había una que la chica de recepción nos la recomendó, así que preparamos la mochila de baño y enfilamos hacia “Sundhöllin”, la más antigua de la ciudad, construida en 1937 en estilo art decó y ampliada posteriormente. Fue una idea estupenda porque por 9€ pp, pasamos 2 horas estupendas, entre la piscina cubierta del edificio antiguo, la del nuevo que era al aire libre, los diversos hot-pot, la sauna y el vaporarium. Lo que observaba a mí alrededor me recordó lo que serían los baños en la antigua Roma y los del islam en los que he estado: pasar el tiempo, charlar amigablemente, relajarse después del trabajo. Una piscina donde nos relajamos muchísimo y donde daba gusto estar. Tras el baño y la exhaustiva ducha comunal de los vestuarios separados por sexo, te quedas como nueva y además para los bañadores y gorro, después de lavarlos tienen una especie de secadora individual, con los que te los llevas prácticamente secos. reykjavik.is/ ...eykjavikur
Salimos a las 21,01 según el reloj de la salida, y en la cercana calle de la Iglesia, Laugavegur 74, encontramos un agradable sitio, “Staff Kitchen&Bar”, donde cenamos sopa de verdura, un bacalao y una hamburguesa de buey, que con las 2 cervezas nos sentaron de maravilla, por unos 70€, las cervezas son caras, de 8 a 10€ pero son grandes, sobre 1/2 litro, así que no hay que repetir. Dimos un corto paseo nocturno por las calles hasta el centro, por el que se veían grupos con sombreros de disfraces y banderas de Islandia y Bélgica porque se había jugado un partido entre ambos países que ganaron los belgas, todo en un ambiente festivo y muy distendido, no llovía y la ciudad se veía muy bonita. Ya de vuelta al Hotel, tras poner a terminar de secar las toallas y los bañadores en nuestro estupendo seca-toallas del baño, cogimos la cama con mucho gusto.
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