DÍA 8. ANGERS-PUY DU FOU ✏️ Diarios de Viajes de FranciaEmpezamos el día desayunando tranquilamente en el hotel (tenemos hasta zumo de naranja natural) para salir después hacia la estación de autobuses, donde nos esperará un autobús para llevarnos al parque temático Puy du Fou, una de las cosas que más...Diario: REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas: 14 Localización: FranciaEmpezamos el día desayunando tranquilamente en el hotel (tenemos hasta zumo de naranja natural) para salir después hacia la estación de autobuses, donde nos esperará un autobús para llevarnos al parque temático Puy du Fou, una de las cosas que más ilusión me hacían de este viaje. El parque se sitúa a unos 90 kilómetros de Angers y es posible, si no dispones de coche, contratar por la misma página web el transporte de ida y vuelta. Como es bastante grande y temíamos no ver casi nada, tomamos la decisión de contratar también alojamiento en uno de los hoteles del parque así como una cena. En total, con el acceso de dos días, el transporte de ida y vuelta, una cena buffet y el alojamiento con desayuno nos salió por 205 euros por persona. Caro pero vale la pena (ni la entrada al parque, comprada con bastante antelación, ni la cena me parecieron caras). Puy du Fou es como dije un parque temático inspirado en la historia de Francia. No tiene atracciones (algo que, por culpa del vértigo, ni disfruto) sino únicamente espectáculos. Pero ¡vaya espectáculos!. Vayamos por partes. Llegamos al aparcamiento específico para los visitantes que se alojan en los hoteles del parque. Esos hoteles no siempre están accesibles (conviene mirarlo en la página web oficial) porque el parque es el segundo más visitado de Francia después de Disneyland. ¡Y es casi desconocido fuera de Francia!. Los hoteles están todos muy juntos, por lo que es fácil acceder. Nosotros nos alojamos en Le Camp du drap d’or, basado en el encuentro entre Enrique VIII y Francisco I de Francia. El edificio principal, donde está la recepción, es un palacete al estilo renacentista con los empleados vestidos como nobles o criados del siglo XVI. Allí nos atienden en español y podemos dejar las cosas en la consigna. Nos facilitan toda la información necesaria del recinto y quedamos para venir después a recoger las llaves y cenar (a las 19 horas). Más adelante hablaré del resto de hoteles. Ya en el bus nos dieron un mapa del parque con los horarios de espectáculos de ese día y el día siguiente. Es muy importante porque los cambian cada día y conviene organizarse. No están las cosas las unas al lado de las otras y las colas, sobre todo en verano, son inmensas. Atravesamos el control de entrada y nos metemos de lleno en el recinto. Sorprende ver que es un lugar muy verde puesto que se construyó en el bosque que rodeaba a las ruinas del castillo renacentista (real) de Puy du Fou. Hay muchísimas flores, árboles, y los suelos son de cemento sino de tierra. Por lo que leo, son muy respetuosos con el medio ambiente (dentro de lo que cabe). Lo de las colas pudimos comprobarlo al intentar acceder al espectáculo de Vikingos. Como estaba lleno a rebosar, se cerraron las puertas así que nos encaminamos a otro de los espectáculos de gran formato, El secreto de la lanza. Hicimos aproximadamente media hora de cola (algo normal en este caso) pero cuando abrieron puertas pudimos entrar rápido. Hay un acceso especial para personas que compran un pase o para discapacitados. Los espectáculos se hacen en francés pero más o menos se entienden (en caso de necesidad, se alquilan audioguías). En este espectáculo nos sumergimos en plena Guerra de los Cien años, en la edad media. Antes de que empiece tenemos algo de entretenimiento. Un par de actores hacen el tonto con un carro con un conejito encima que ni se mueve en todo el rato. Aparecen ovejas cuando menos te lo esperas… Vamos, empezamos a darnos cuenta que los animales, sin ser maltratados, forman parte de los espectáculos de Puy du Fou. La historia de este show tiene como protagonista a Marguerite, una pastorcilla que se queda sola en el castillo cuando los caballeros parten. Solo dispone de una lanza pero cuando los ingleses les atacan… Bueno, eso tiene que verse. Acrobacias con caballos, torneos, fuego, incluso escenarios que cambian de sitio… y todo aderezado con una música pegadiza compuesta por Carlos Núñez. Unos 30 minutos que saben a poco. Entre espectáculo y espectáculo recorremos el recinto que, como dije, es muy grande. Entramos a ver el Mundo imaginario de La Fontaine. Enclavado en un bonito jardín, entramos en el mundo de fantasía del escritor viviendo de primera mano sus fábulas. Árboles que hablan, fuentes que se mueven, la gallina de los huevos de oro… Es francamente bonito. Enfrente encontramos el laberinto de los animales y varias zonas con ciervos, vacas…vivos, claro. Nos vamos luego al espectáculo de mayor capacidad del parque y el que tiene más cola. Se llama El signo del triunfo y se hace en un enorme coliseo con capacidad para 6.000 personas. ¡Y estaba lleno!. Dependiendo de dónde te sientas eres galo o romano y antes de que empiece te lanzas varias puyas. La historia recuerda un poco a Quo vadis. El ejército romano regresa victorioso después de una campaña. Traen un fuerte esclavo que luchará como gladiador, las ocas del Capitolio, camellos, avestruces, el carro de Baco, un tigre… Los animales, claro, de verdad, aunque se limitan a pasear. Les lidera un general que recuerda a Marco Vinicio de la historia ya mencionada. Pero resulta que en una época en que el cristianismo empieza a tener su auge, se han hecho presos a unos esclavos que profesan esa religión. Una de ellas es la novia del general y eso hace que éste se acabe enfrentando al emperador. Para salvar a su amada y a sí mismo tendrá que luchar con gladiadores, hacer una carrera de cuadrigas al estilo Ben Hur… Y no faltarán los animales. Leones, un tigre y hasta una hiena. La emoción está asegurada en casi 45 minutos. Salimos entre la multitud y nos vamos a comprar un bocadillo para comerlo mientras hacemos cola en otro de los espectáculos estrella, Los vikingos. No faltan por todo el parque lugares donde comer algo a unos precios razonables dado el lugar en el que estamos. Conseguimos estar delante de la cola así que pudimos sentarnos delante de todo. El escenario nuevamente llama la atención y ya vale la pena verlo por sí solo. Se trata de un poblado del año 1000 en el que la gente vive plácidamente y disfruta de la celebración de una boda. Hasta que llegan los vikingos a asaltarles. Lo que sigue es espectacular. Más animales, fuego, peleas, dos drakkars (uno de ellos emergiendo del agua)… Increíble. No le falta, como a todos los shows, un tonillo cristiano pero es bonito igualmente. No cuento mucho más para no romper la sorpresa. Nos dirigimos luego al Baile de las aves fantasmas. ¡Precioso!. No cuento mucho de la historia para no romper la magia pero solo diré que hay aves, muchas, muchas aves. Cuando salimos de verlo caminamos entre enormes jaulas donde el parque guarda a esos animales (águilas, halcones, buitres…). Tienen un programa de conservación de rapaces muy interesante. Ya dije que en todo momento me dio la impresión de que las tenían muy bien cuidadas. Lo mismo con la vegetación. A veces parece que estás en un bosque, a veces te metes en una rosaleda. En un lago central, las fuentes bailan a tu gusto con el bosque a tus espaldas. Y al juntarse el agua con los últimos rayos de sol sale el arcoiris. Salimos del parque a las seis y algo para ir al hotel a cenar. Pasamos por delante de uno de los hoteles, la Villa galo romana, de la que hablaré más adelante. Recogimos las llaves y nos fuimos a la habitación. Justo por detrás del palacete renacentista que es nuestra recepción encontramos un campo lleno de tiendas de campaña de colores al estilo del siglo XVI. Las hay más pequeñas, con dos “habitaciones” y otras más grandes con tres. La habitación por dentro en realidad son dos, una con una cama de matrimonio con dosel y terciopelos rojos y otra con una litera. El wc está separado del resto y es de madera con tapa. La ducha y las griferías son de una especie de latón, muy típico de la época. La cortina es pesada, de terciopelo, y la barra, de tanto peso, se nos cae encima. Al día siguiente avisamos para que la arreglaran. Todo es tan de la época que hasta tenemos un tapiz con Francisco I de Francia. Pero no nos faltan avances del siglo XXI como una TV o enchufes. Una vez acomodados fuimos a cenar. Nos toman nota y nos llevan a nuestra mesa. La cena, tipo buffet, costaba 23,50 euros con agua incluida (si haces la reserva con antelación, con lo que ahorras 3 euros; el precio de niños con reserva es de 11,50). Es de estilo renacentista como todo en el hotel y constaba de varios tipos de carnes (redondo de ternera, pollo, salchicha brigantina, parrillada y cerdo), buffet de crudités y hortalizas, patatas con mostaza, verduras al gratén, patatas a las hierbas, varios tipos de quesos y distintos postres (de chocolate, tarta merengada de limón, postre de frambuesa, flan de huevo, fresas, macarons…). La presentación es preciosa y que los camareros vayan vestidos de criados de época hace que aún entres más en el ambiente del siglo XVI. Está muy bien también que se cuelguen los menús en Internet para poder verlos antes de hacer la reserva. Después de la cena aún es de día y volvemos al parque. Vemos primero el espectáculo breve Los caballeros de la tabla redonda donde la magia, el agua y las luchas a espada están a la orden del día. Aún pensamos cómo pudo pasar lo que pasa al final. El escenario es precioso, justo por detrás de la ciudad medieval que cuenta con talleres de artesanos y hasta una ermita románica que parece real. En Puy du fou hay dos espectáculos nocturnos. El más famoso se llama La Cinéscénie, cuyas cifras marean. Ha tenido ya desde su inauguración más de 12 millones de espectadores, hay 2.400 actores en escena (más que actores algunos son gente del pueblo, incluso niños, que colaboran y se lo pasan en grande; Puy du fou tiene, además, varios talleres para enseñar varias materias), en una hora y media de espectáculo. Requiere reserva previa pero es casi imposible conseguirlo. A la vista está que nosotros lo intentamos pero no conseguimos plaza. Así pues nos contentamos con ver el otro espectáculo nocturno, el llamado Los órganos de fuego. Música clásica, fuego y un órgano… No cuento más porque se tiene que ver. Y, claro, está hecho de tal modo que empezaba a las 10 de la noche, cuando ya era oscuro, para verlo mejor. Cuando terminó hicimos el camino de vuelta bajo una tenue luz hasta llegar al hotel. Imagenes relacionadas Índice del Diario: REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más
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