DÍA 14. PARÍS- BARCELONA ✏️ Diarios de Viajes de Francia

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Dedicamos las últimas horas en Francia para visitar algunos puntos de París que aún no conocemos.
Nuestra primera parada del día será uno de los cementerios de la ciudad. Para quien nunca se lo haya planteado, los camposantos de la capital parisina son una de las paradas obligatorias, en especial el magnífico Père Lachaise. En esta ocasión nos centramos en el de Montparnasse, que aún no conocíamos.

Llegar es sencillo porque, como muchos otros puntos de la ciudad, tiene una parada de metro muy cercana. Ya en la entrada nos facilitan un mapa gratis (que debemos devolver a la salida) y que nos ayudará un poco a encontrar a los personajes famosos que están allí enterrados (algo que no siempre es sencillo).


Sin mucho esfuerzo encontramos la primera tumba, y en este caso doble. Una lápida muy sencilla (con algunos besos aunque desde luego no tantos como la de Oscar Wilde) nos dice que allí están enterrados el filósofo Jean Paul Sartre y su pareja, la también escritora Simone de Beauvoir, padres del existencialismo. Una relación de 50 años en la que nunca vivieron juntos y en la que hubo otras personas, muchas en realidad. Pero, al fin y al cabo, siempre fueron el uno para el otro “ese amor necesario”.

Y de ellos pasamos a otra célebre escritora, Marguerite Duras, autora de El amante. Está enterrada con el también escritor, secretario personal y amante, Yann Andréa. En su humilde tumba hay algunas macetas llenas de lápices de colores.

Y como la cosa va de escritores buscamos ahora a Charles Baudelaire, uno de los llamados poetas malditos del siglo XIX y autor de Las flores del mal (texto que le valió una condena por inmoralidad). No es sencillo encontrarla a pesar de ser bastante alta. Y eso es porque el poeta no está solo sino acompañado del hombre con el que su madre se casó poco después de la muerte de su padre y al que siempre odió (ironías del destino), y de su propia madre.

Entre tantas tumbas y mientras seguíamos buscando me puse a hacerme unas fotos con la Torre de Montparnasse de fondo. Esta gran mole mide 200 metros de altura y es el segundo rascacielos más alto de París (de momento). Se inauguró en 1973 y fue el primer edificio de oficinas que se construyó en la ciudad. Como siempre pasa con estas cosas parece ser que no gustó nada porque no encajaba con el entorno. No es que sea demasiado bonita pero supongo que ahora, a fuerza de llevar 45 años viéndola, ya se han acostumbrado.

Volviendo al cementerio, y después de mucho buscar (mucho mucho mucho) acabamos encontrando una tumba con las letras medio borradas de la familia Garnier. Dicho así quizás a nadie le diga gran cosa. En medio de la lápida alguien ha repasado las letras en rojo para que se vea el nombre de su más insigne ocupante, Charles Garnier, el famoso arquitecto sin el que el fantasma de la Ópera nunca hubiera tenido un lugar donde ocultarse y deleitarse con el bel canto.

Las indicaciones de un obrero y una rosa solitaria nos indican el lugar de sepultura de Samuel Beckett, autor de Esperando a Godot y uno de los más importantes dramaturgos del siglo XX.

También escritor pero algo más antiguo es Guy de Maupassant. Su tumba, a pesar de ser bastante grande, estar llena de flores y tener su nombre escrito en letras enormes, nos costó muchísimo encontrarla. Tanto que estuvimos a punto de darnos por vencidos.

Montparnasse es el cementerio de los escritores. Allí también está enterrado César Vallejo, autor peruano; el argentino Julio Cortázar, el rumano Ionesco y el mexicano Carlos Fuentes. Y hablando de México, terminamos nuestro paseo ante el panteón de Porfirio Díaz, quien fue presidente de ese país (dictador mejor dicho) durante muchísimos años, desde 1876 hasta 1911.

Terminado nuestro paseo por el mundo de los muertos es hora de regresar a la tierra de los vivos. Y lo hacemos cogiendo nuevamente el metro para ir a la parada de Bir-Hakeim, muy famosa entre los turistas porque es la que sirve para ir a la Torre Eiffel.

Pero no vamos a ver el famoso amasijo de hierro, que ya conocemos perfectamente, sino que nos vamos hacia el lado contrario para visitar la Isla de los Cisnes, una pequeña isla artificial creada en 1827 sobre el río Sena.

Lo más famoso de esa isla es lo que encontramos al final, una réplica de la Estatua de la Libertad.

Tenemos que recordar que la famosa estatua fue un regalo de Francia a Estados Unidos. Ésta de París fue un regalo que la comunidad parisina de EEUU hizo a la ciudad por el centenario de la Revolución Francesa. En un principio parece ser que estaba orientada hacia la Torre Eiffel pero en 1937 se giró hacia el oeste. Tiene una placa conmemorativa en la base y en la tabla de la mano izquierda pone “IV Juillet 1776 y XIV Juillet 1789” (las fechas de la independencia americana y la Toma de la Bastilla).
Nos dirigimos hacia las Arenas de Lutecia, de las que se conserva poco (no son como las de Nimes o Arlés). Es un anfiteatro galorromano del siglo I que se usó primero como teatro para pasar después a albergar peleas de gladiadores y con animales. Se mantuvieron en activo hasta el siglo III y en el siglo VI fueron reconstruidas. Se descubrieron en el siglo XIX cuando se hacían unas obras y personalidades como Víctor Hugo se movilizaron para preservarlas.

En su tiempo podían albergar a 17.000 espectadores aunque hoy, con lo que queda, no podamos hacernos a la idea.

Nuestro siguiente punto fue la Gran Mezquita de París, en el Barrio Latino. Aunque puede visitarse por dentro (visita de pago para los no musulmanes) nosotros no lo hicimos. Es muy grande, la mayor de Francia, ya que mide una hectárea de superficie y tiene un minarete de 33 metros de alto. Se construyó, parece, como homenaje a los musulmanes muertos defendiendo a Francia en la Primera Guerra Mundial y se inauguró en 1926. Se inspira en una de las mezquitas de Fes y el minarete en la mezquita Zitouna de Túnez. Como curiosidad decir que cuenta con un restaurante, una tienda y unos baños de vapor.


El “Jardin des plantes” es un remanso de paz en la capital. Se trata de un bonito jardín botánico gratuito con 23,5 hectáreas. Ya en 1793 se incorporó al Museo Nacional de Historia Natural. Merece la pena hacer una visita.

En esta visita (la cuarta) a París nos limitamos a contemplar por fuera el hermoso teatro de la Ópera Garnier aunque merece la pena la visita (de pago). El rey Luis XIV autorizó al compositor Lully la creación de una Academia real de Música en 1672.

En 1713 el mismo rey hizo que de la Compañía de ópera una institución estatal. Su sede fue cambiando a lo largo del tiempo. Hasta 13 veces hasta que en 1875 se establece en la Ópera Garnier.

Su construcción se debe a Napoleón III, con la supervisión del barón Haussmann. Se derrumbaron 12.000 metros cuadrados de edificios para construir el teatro, cuyas obras se encargaron a Charles Garnier. Se inauguró en 1875 y puede albergar a 2200 espectadores. Vale la pena visitarlo, como dije antes, y con un poco de suerte aparecerá el célebre fantasma.

Muy cerca encontramos las famosas Galerías Lafayette, algo así como El Corte Inglés parisino. Ahora tiene varias sedes pero es aconsejable entrar aunque no se vaya a comprar nada aunque sólo sea para ver uno de los edificios por dentro.

En 1893 dos primos, Théohile Bader y Alphonse Kahn, abrieron una tienda de novedades de 70 metros cuadrados en París. De su forma y su ubicación, en la calle La Fayette, nació el nombre de Galerías Lafayette. Tres años más tarde compraron otro edificio y apenas 7 años después 3 más en el Boulevar Haussmann y uno en la calle de al lado.

En 1912, después de unas obras de remodelación, el edificio lucía espectacular. Una auténtica tienda de lujo para llamar la atención de la clientela, en su mayoría femenina. Lo más llamativo, su magnífica cúpula de 43 metros. Hierro forjado, balcones al estilo de la Ópera Garnier, una escalera monumental… Incluso hoy causa admiración.

Fue la última visita de este largo viaje. Regreso al hotel a recoger las maletas y camino a la estación para coger el TGV de vuelta.

Un incidente con un pasajero unido a que el tren llegó más tarde hizo que llegáramos a Barcelona bastante después de la hora prevista. Conseguimos indemnización del 50%.

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