Primer Día en Brasilia ✏️ Diarios de Viajes de BrasilEl Comienzo. En el enorme Brasil, el quinto país más grande del mundo, hay selva tropical, desierto, sabana, bosques costeros e interiores, y zonas frías, además de, por supuesto, hermosas playas. Y más interesante aun es la gran diversidad...Diario: Los Dos Corazones de Brasil⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas: 4 Localización: BrasilEl Comienzo En el enorme Brasil, el quinto país más grande del mundo, hay selva tropical, desierto, sabana, bosques costeros e interiores, y zonas frías, además de, por supuesto, hermosas playas. Y más interesante aun es la gran diversidad cultural y étnica que presenta. ¡Brasil es como un pequeño continente! ¿Y qué mejor manera de conocer lo mejor posible todo ese mundo visitando algún lugar donde se congregue gente de todos sus rincones? Esa fue una de las motivaciones que encontré para elegir como destinos a Brasilia y San Pablo, sus capitales administrativa y económica respectivamente. ¿La otra motivación? El fascinante paisaje urbano que ofrece cada una. Partí un frío viernes muy de mañana rumbo a Brasilia. Cuatro largas y apretujadas horas transcurrieron hasta mi primera parada. Sí, primera parada. No hay vuelos directos a Brasilia desde Santiago así que debí hacer conexión en San Pablo. Fue así como a eso de las 9 y media de la mañana estaba en Guarulhos, el principal aeropuerto de San Pablo y de Brasil, presentando mis documentos y mi bolso, trámites de rutina. Luego del control aduanero salí al hall del aeropuerto, para nuevamente volver pasar por un control, esta vez el de vuelos domésticos (nacionales). Debo decir que Guarulhos es un aeropuerto con una infraestructura antigua, algo dejada y tal vez un poco precaria para su volumen de pasajeros, por lo que a ratos luce descuidado y desordenado, pero se ve que se está trabajando en mejorarlo. Ese relativo desorden sumado a que ya tenía que echar a andar mi maquinita cerebral de portugués para hacer consultas típicas de un sujeto perdido en un aeropuerto enorme (suele pasar, ¿no?) me hizo sentir algo nervioso en algún momento. Y es que te pillas brasileños que hablan un portugués maravilloso y otros a los que no se les entiende nada, aun teniendo nociones del idioma. Para ingresar a las varias terminales nacionales que tiene Guarulhos, existe solo una entrada y se atocha. Por momentos, la fila parecía más un montón de gente apilada que otra cosa. Ojo con estos problemas a la hora de planificar vuelos con conexión en Guarulhos. Finalmente logré llegar a mi puerta de embarque y esperé mi vuelo en el estrecho espacio de la terminal que me tocó. Siendo sincero, a veces parecía que estaba en un terminal de buses interurbanos más que en un aeropuerto. Guarulhos es un aeropuerto que te hace sentir un poco extraño, ¿quizás inseguro? Quizás fue solo una cosa mía. 1 hora y 20 minutos de vuelo sobre extensas campiñas, de esas que aparecen en las teleseries, y ya estaba en Brasilia. ¡La sonrisa no me la borraba nadie! El aeropuerto brasiliense (gentilicio de Brasilia) no tenía nada que ver con Guarulhos: es un moderno y hermoso terminal que recibe algunos vuelos del extranjero. Llegada y Primera Tarde en Brasilia Bajé raudo con mi mochila a la espalda y salí a esperar el autobús. Transcurridos varios minutos, opté por tomar un taxi. En el volante estaba Luiz, un simpático y conversador conductor. En general los brasileños son de esas personas a quienes les metes de a poco algún tema y enganchan y al final terminas hablando de cualquier cosa con ellos, lo que, ojo, no pasa en todos lados (lo aprendí en otros viajes). Son gente muy abierta, simpática y amable. A medida que vas entrando en Brasilia te vas dando cuenta de lo extremadamente planificada que es, lo que puede parecer obvio para quienes conocemos la historia de esta ciudad, pero estar allí y presenciarlo es otra cosa. Todos los edificios residenciales son iguales, todas las manzanas son idénticas, los nombres de las calles están designados con número y a veces con una letra, las calles son anchas, para cambiar de una arteria principal a otra existen nudos viales (no se cruzan), muchas calles están tapadas de árboles, en fin. ¡Brasilia es una ciudad fascinante! Brasilia fue construida a mediados de los años cincuenta con el objetivo de quitarle algo de poder a Río de Janeiro, la capital histórica del país, disminuir las rivalidades que el estatus que ostentaba Río provocaba en otras ciudades grandes (como San Pablo) y promover la colonización del interior del país. El trazado de sus calles y manzanas fue propuesto por Lucio Costa mientras que el diseño de los edificios más importantes de la ciudad fue labor del célebre y aclamado arquitecto Oscar Niemeyer. Cerca de 30 minutos tardé en llegar al Hostel 7. Este sitio es, por lejos, el mejor hospedaje en el que me he quedado en todos los viajes que he hecho. Es impecable en todo sentido. Cuando abrí la puerta y me presenté en la recepción, la primera pregunta de la niña recepcionista fue ¿vienes por algún congreso? Y es que, a pesar de ser Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, Brasilia está lejos de ser un destino turístico habitual de Brasil, tanto para los extranjeros como para los propios brasileños. Por ser la capital del país y sede de muchas empresas, quienes la visitan suelen ser personas que vienen a convenciones o cursos (conocí a muchísimos) y, por supuesto, viajeros de negocios. Después de una reconfortante ducha, por fin pude salir a recorrer la ciudad. Eran casi las 3 PM. Dada la hora, decidí ir a un lugar que no me tomara mucho tiempo en caminarlo. Así, tomé un autobús, que son impecables y se pueden pagar con efectivo, y me dirigí a la parte oeste del Eje Monumental, la principal arteria de Brasilia. En esta avenida se concentran los edificios más importantes de la ciudad y, cómo no, del país. Tiene 6 pistas por lado y un enorme bandejón, tal vez de unos 100 m de ancho. Estas características le han valido el récord de ser considerada la vía urbana más ancha del mundo. El primer atractivo con el que me topé fue la Torre de la Televisión, una altísima estructura hecha de acero, que yo la definiría como una versión sencilla de la Torre Eiffel. Tiene un ascensor que te lleva hasta la cima, desde donde se puede observar todo el Plano Piloto de la ciudad. El Plano Piloto es el nombre que se le da al área fundacional de la ciudad, aquel que fue proyectado por Costa y Niemeyer. La vista más notable es la que da hacia el lado este del Eje Monumental, con el Congreso de la República de fondo y los edificios ministeriales, todos iguales, apilados uno al lado del otro, a ambos lados de la avenida. La simetría de la panorámica es notable. Nuevamente se me venía el Sim City a la mente. ¡Qué ciudad fantástica! Cuando bajé, lo primero que hice fue comprar una botella heladísima de agua a una simpática señora aguardando por sedientos transeúntes. Y es que Brasilia se sitúa en una región llamada el Cerrado (no significa lo mismo que en español), una especie de sabana, árida y muy cálida, situada a 1000 metros sobre el nivel del mar y a 1000 kilómetros del Atlántico, cuya flora principal son arbustos. La sensación térmica es la de un calor seco, muy similar a la de Santiago en verano. Me quedé un buen rato conversando con la señora, quien, cómo no, lo primero que me preguntó fue a qué convención asistía. Seguí mi camino por el Eje Monumental hacia el oeste. No es fácil caminar, ya que, a pesar de que el bandejón es amplio, no tiene una senda peatonal definida. Hay que buscar huellas o sencillamente caminar por cualquier parte. Brasilia fue construida en la época de gloria del automóvil, cuando éste era la sensación y todos querían y debían tener uno. A ratos resulta una verdadera osadía caminar de un lugar a otro o cruzar una de las bastante anchas avenidas de la ciudad. A medida que caminaba comencé a divisar el Estadio Mané Garrincha, que fue sede de algunos partidos en el Mundial de 2014. Frente a éste se halla el Planetario, sencillo edificio cuya mayor atracción es la pequeña sonda espacial brasileña situada afuera. Sí, Brasil tiene su propia agencia espacial y, de hecho, fue uno de los países que contribuyó a la construcción de la Estación Espacial Internacional. Proseguí mi camino hacia el oeste. En Brasilia pareciera que todo está lejos. Las manzanas son muy grandes. Quizás sean las grandes distancias y espacios libres los que hacen que, a ratos, la ciudad parezca desierta. De hecho, en un momento yo era el único sujeto caminando por allí, Después de una caminata de 15 minutos alcancé la Plaza del Buriti. Es una plaza dura, frente a la cual están por el norte el Palacio de Buriti, sede del gobierno del Distrito Federal, y por el sur del Tribunal de Justicia del Distrito Federal. En esta plaza confirmé un poco mi percepción inicial acerca de la ciudad. Y es que, si bien los enormes espacios vacíos que tiene forman parte de la concepción misma de la ciudad, no están trabajados ni se les saca provecho alguno. La explanada del Eje Monumental tiene solo pasto seco en su mayor parte y la plaza que visité la noté algo dejada ¿será mucho pedir al menos pasto vivo y uno que otro jardín en la enorme explanada del eje? ¿o al menos que retiren la maleza que crece entremedio de las losas de la Plaza del Buriti? Caminando unos pocos minutos hacia el oeste llegué al Memorial Juscelino Kubitschek ¡Es magnífico! Sin dudas es uno de los museos más fantásticos que he visitado. El museo está dedicado a quien fuera el presidente que impulsó y lideró el proyecto de construcción de Brasilia. En primer lugar, destaco la belleza del edificio. Es sobrio, de baja altura y tiene una serie de piscinas frente a su fachada, una tras otra en forma de escalones, que la separan de la zona de los transeúntes. Al costado hay una especie de obelisco en cuya cima se erige una estatua de Kubitschek. Al museo se ingresa a través de un pasillo que va descendiendo entremedio de las piscinas, dando la sensación de que te vas sumergiendo en el agua. ¡En el interior te recibe el mismísimo Kubitschek! Era la primera vez en mi vida que veía un holograma. Me pareció notable. El museo exhibe una completa colección de fotografías de la construcción de Brasilia, relatando la historia de esta magnífica ciudad. También, cómo no, se expone parte de la vida de Kubitschek. En un solemne salón del segundo piso, se halla el ataúd de este célebre personaje que quedó para siempre en la historia de Brasil. No cabe duda de que este lugar es un imperdible de Brasilia. Frente al Memorial de Kubitschek se encuentra el Memorial de los Pueblos Indígenas. Es una especie de cilindro cuya fachada se encuentra pintada con motivos indígenas. Estaba cerrado. Decidí volver rumbo al este. Como en la ida me había ido por la pista norte, la vuelta la hice por la pista sur. En un momento pasé por fuera del Parque Sara Kubitschek, el más grande de la ciudad. Eran casi las 6 PM así que pasé de largo. Volví a la Torre de la Televisión, a cuyos pies hay una pequeña y fotogénica plazoleta que luce una escultura con la palabra "Brasilia", similar a otros lugares del mundo, además de una bella fuente de agua. De allí pude contemplar la hermosa zona financiera de la ciudad bajo el atardecer. La estructurada Brasilia tiene concentrados todos los edificios corporativos en torno a la intersección de las tres avenidas más importantes de la ciudad, que son el Eje Monumental y las Asas Norte y Sur (las asas en realidad son solo una avenida). Noche Brasiliense Volví al hostel en autobús y apenas llegué me apresté a pegarme una ducha para sacarme el sudor que el incisivo sol brasiliense me había provocado, descubrí que había llegado un compañero de habitación. Era Raphael, un carioca que estaba de paso por la ciudad, ya que su objetivo final era visitar un parque nacional cercano. Después de una entretenida conversación decidimos salir, animados por la recepcionista Sara, a ver alguno de los espectáculos culturales nocturnos que ofrece la ciudad. Brasilia tiene un buen panorama cultural, con conciertos de artistas brasileños al aire libre, exposiciones de arte y otros eventos, todos gratuitos. Esperamos a que cayera la noche y con ello el calor y partimos a la Plaza de los Tres Poderes, donde se suponía que habría unas tocatas musicales. El evento no prendió mucho así que, algo decepcionados, decidimos volver al hostel a compartir algunas cervezas. Cuando esperábamos el uber, coincidimos en el mismo lugar con otro frustrado turista. Era Leonardo, un psicólogo goianense, que estaba en la ciudad por una convención, quien, durante un breve intercambio de palabras, reveló, para sorpresa nuestra, que también se hospedaba en el Hostel 7. Bueno, en cierto modo no debía ser tanta sorpresa ya que en Brasilia hay poquísimos hostales, quizás contados con los dedos de las manos. La decepción pasó a risa y finalmente nos animamos a pasar el bajón del show fallido con unas cervezas yendo al barrio bohemio de la ciudad que, en realidad, no son más que tres cuadras con sencillos bares donde, mayormente, se reúnen jóvenes universitarios de la ciudad. De hecho, se ubica a pasos de la Universidad de Brasilia, la más importante de la ciudad. A pesar de su tosquedad, se puede pasar un muy buen rato si la intención es conversar y reírse un rato. Depende de cada uno. Después de una muy entretenida conversación en portugués en medio de cervezas y brindis, con Leonardo decidimos volver temprano al hostel, mientras que Rapha optó por quedarse. La verdad es que, si quieres interactuar de verdad con brasileños, vas a necesitar más que un par de frases rutinarias en portugués sacadas de un manual de turista. De igual manera, el español te va a ser útil solo para tomar un taxi, comprar algo o, en definitiva, armar alguna frase breve y básica. A pesar de la similitud escrita entre ambos idiomas, la fonética no es tan semejante y utilizan un vocabulario diferente para referirse a no pocas cosas. Con nociones del idioma y relajo, la conversación te fluye de manera muy natural. Ahí te das cuenta de que las trabas lingüísticas que a veces se nos presentan, especialmente con el inglés, tienen mucho de psicológico. Bueno, quizás las cervezas también ayudaron a soltar la lengua ¿no? En todo el día no había comido casi nada, así que cuando regresé al hostel lo primero que hice fue comprar algo para comer. Afortunadamente, había un bendito local abierto, justo al costado del hostel. Manduqué un caldo de mandioca, me fui a la cama y pegué las pestañas al instante. Estaba cansadísimo y al día siguiente iría a conocer todo lo que me faltaba de la ciudad, que, por cierto, era el sector más importante. Imagenes relacionadas Índice del Diario: Los Dos Corazones de Brasil
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