Día 20
Salimos puntuales tras el desayuno, en la recepción del hotel ya nos estaban esperando Albert y Richard, guía y conductor respectivamente para nuestra siguiente aventura, al salir vi que el coche en el que iríamos era un Toyota Yaris, me sorpredió un poco ya que íbamos con nuestras maletas y el maletero de este coche no es demasiado grande pero después de varios intentos fallidos de colocar las maletas, al final le encontraron la forma de que entraran las tres, menos mal pues no lo tenia yo muy claro que que entraran todas.
El recorrido hasta Raqchi fue de cerca de cuatrocientos kilómetros, unas cuatro horas aproximadamente, contando que hicimos varias paradas, para comprar agua, otra en la población de Ayaviri, en esta población nos recomendaron visitar el local de Doña Lucha, un bar-restaurante a pie de carretera para degustar el Kankacho Ayavireño, realmente estaba exquisito, es un cordero cocinado a baja temperatura, tal como dicen en los restaurantes finos, si pasáis por esta ruta os recomiendo que no dudéis en probarlo.
Durante el trayecto cruzamos varias poblaciones, recorrimos amplios parajes rodeados de montañas, nos detuvimos en La Raya, que es la frontera entre las regiones de Cuzco y Puno, situado a una altura de 4.335 metros, en el que había un mercadillo donde vendían ropa de alpaca, guantes, etc., en el lugar también disfrutamos de unas fantásticas vistas de los Andes.
Dejamos las maletas en el alojamiento de Raqchi, una encantadora casa de adobe que es propiedad de nuestro guía Albert, allí nos recibió su simpática esposa Nancy.
Albert cogió el picnic que nos había preparado Nancy y regresamos al coche para ir destino a la famosa montaña de 7 colores o Winikunka, el trayecto fue de casi dos horas, ya que la mayoría del recorrido es por camino sin asfaltar subiendo las grandes montañas.
A mitad de camino, nos detuvimos en un prado donde estaban pastando una llamas a la orilla del río, para almorzar el picnic que nos habían preparado, las fiambreras venían dentro de unas bolsas típicas de vivos colores que nos regalaron.
Mientras comíamos, Albert nos explicó que la idea era llegar arriba a la cima de la montaña cuando se hubiesen marchado los demás grupos de turistas que venían de Cuzco, esta excursión si se hace desde Cuzco es bastante pesada, pues hay cinco horas de ida y cinco de vuelta, aunque los turistas los resistimos todo claro.
Tras el almuerzo, seguimos subiendo con el coche hasta que llegamos al punto de control donde cobran el acceso, continuamos hasta llegar al parking superior a 4.700 metros de altitud, allí contratamos unos caballos para que nos llevaran hasta donde empieza la última subida antes de la cumbre, menos mal que si no no se si hubiéramos llegado.
Subir este último trozo de camino nos costó bastante, pues a esas alturas nos costaba mucho el esfuerzo. Por fin llegamos a la parte donde se veían los dos valles con las espectaculares vistas de la montaña del arco iris, no hay palabras para describirlo, además estábamos completamente solos, gran idea la de Albert de subir más tarde.
Como el letrero con la altura estaba unos metros más arriba, me animé a subir hasta allí, con tres o cuatro paradas a mitad de subida para recuperar el aliento, una vez arriba, que vistas y que colores!, son de esos paisajes que te quedan grabados en la retina para toda la vida.
Para bajar lo hicimos todo el tramo por nuestro propio pie, aprovechando de seguir haciendo fotos y vídeo, mientras el sol se iba ocultando tras las cumbres nevadas.
De regreso al alojamiento, nos encontramos por el camino varios pastores dirigiendo sus llamas y alpacas de regreso a sus corrales, al llegar al alojamiento de Raqchi ya se había hecho de noche, Nancy nos tenía preparada la cena. Cenamos todos juntos, también se apuntó la madre de Albert, una comida tradicional muy rica y sabrosa.
Para terminar la noche, nos dejaron unos vestidos tradicionales, nos los pusimos y bailamos canciones andinas con un guitarrista de acompañamiento, un divertido fin de un día tan completo.