RAMALES DE LA VICTORIA-NACIMIENTO DEL RÍO GÁNDARA-MIRADOR DEL GÁNDARA-CENTRO DE INTERPRETACIÓN DEL RÍO ASÓN-MIRADOR DE LOS COLLADOS DEL ASON-NACIMIENTO DEL RÍO ASÓN (RUTA SENDERISTA)-PUERTO DE ALISAS-LIÉRGANES.
El recorrido de la jornada lo pongo en la siguiente captura de GoogleMaps. En total hicimos algo más de 100 kilómetros, con unas dos horas y media de trayecto en coche.
RAMALES DE LA VICTORIA.
Por Ramales habíamos pasado un par de años antes, de camino a la ruta que hicimos por el País Vasco. Ya entonces nos gustó, aunque ni siquiera nos detuvimos. Esta localidad, que cuenta con unos 1.500 habitantes, se encuentra emplazada entre montañas, en el valle que forman las aguas del río Asón y su afluente el Gándara, que confluyen en las inmediaciones de Ramales. Estos lugares estuvieron habitados desde la prehistoria, como ponen de manifiesto las pinturas de varias cuevas de los alrededores, entre las que destaca la de Covalanas. Por lo demás, siempre tuvo importancia al constituir camino de paso y comunicación entre Laredo y la Meseta. Su apellido “de la Victoria” se debe a que la batalla que aquí tuvo lugar en 1839 determinó el triunfo liberal en la Primera Guerra Carlista.
Entorno de Ramales de la Victoria.
Nos alojamos en el Hotel Río Asón, de tres estrellas, que ocupa una casona tradicional restaurada, con mobiliario moderno y habitaciones cómodas y espaciosas. Además, el personal muy atento y servicial nos dio todo tipo de explicaciones para recorrer la zona y también un completo mapa turístico. Nos costó 90 euros con un buen desayuno que incluía una jarra de zumo de naranja natural recién exprimido. Hay que tener en cuenta que al estar en la primera quincena de agosto, el precio, aunque alto, resultaba competitivo teniendo en cuenta la relación calidad/precio.
Habitación y plano turístico que nos facilitaron en el hotel.
Cuando llegamos, ya de noche, fuimos directamente a cenar en uno de los mesones del centro. El pueblo Cuenta con varios caserones de piedra y arquitectura tradicional, aunque el edificio más destacado es el Palacio de Revilagigedo, cuyo origen se remonta al siglo XVI si bien fue muy reformado en el siglo XVIII. En sí, Ramales se ve en poco tiempo caminando por su calle principal que la atraviesa y que es, también, la carretera.
NACIMIENTO DEL RÍO GÁNDARA Y MIRADOR.
Al día siguiente, después de desayunar, nos dirigimos hacia el suroeste, siguiendo la carretera que va paralela al río Gándara, que nos mostró bonitos paisajes, enmarcados por frondosos bosques y llamativos picachos de roca caliza, hasta que llegamos a un punto donde el valle, al abrirse, nos permitió contemplar uno de los más típicos panoramas cántabros.
Atravesando algunos pequeños pueblos, casi aldeas, nos dirigimos hacia el nacimiento del río Gándara. Dejamos el coche en un aparcamiento, en el que hay un panel informativo que detalla los lugares que se visitan en la llamada “ruta del Gándara”, de unos cuatro kilómetros y medio de recorrido a pie, que incluye un antiguo molino junto al nacimiento del río, actualmenTe convertido en centro de captación de aguas para su mincentral eléctrica, el palacio de los Zorrilla, el Mirador del Gándara y el Centro de Interpretación de los Collados del Asón. Salvo que se desee caminar o sobre el tiempo, no lo aconsejo ya que estos lugares son accesibles en coche.
Después de pasear un rato por el bonito entorno del centro de captación, muy cerca del nacimiento del río, volvimos al coche y nos dirigimos al Mirador de las cascadas del Gándara, una aparatosa estructura metálica con suelo de rejilla erigida a varias decenas de metros de altura sobre el valle, desde la que se puede apreciar una panorámica espectacular.
Lo malo, aunque esperado, era que las cascadas estaban muy mermadas dada la época del año y apenas se contemplaban unos hilillos de agua en las chorreras. En época de lluvias debe ofrecer un panorama espléndido. En cualquier caso, merece la pena acercarse porque, aunque no abunde el agua, las panorámicas son muy bonitas.
CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LOS COLLADOS DEL ASÓN. MIRADORES DEL ASÓN.
A poco más de un kilómetro del mirador, se encuentra el Centro de Interpretación de los Collados del Asón, al que acudimos para pedir información sobre la caminata que queríamos hacer esa mañana y que nos llevaría al nacimiento del río Asón. Nos atendieron muy amablemente y nos dieron un mapa y las explicaciones pertinentes.
De nuevo en el coche, nos dirigimos hacia el norte, por la carretera CA-265 que desciende vertiginosamente en dirección al pueblo de Asón. En el alto, nos detuvimos para disfrutar de unas vistas realmente espectaculares en el Mirador de los Collados del Asón. No os perdáis este mirador; mejor por la mañana.
RUTA DEL NACIMIENTO DEL RÍO ASÓN (a pie).
Más adelante, en una de las revueltas de la carretera, hay otro mirador, desde el que se contempla directamente el salto del Asón, que ocasiona su nacimiento. Éste sí pierde espectacularidad con poca agua, como era el caso.
Todavía hay un apartadero más, donde suelen verse aparcados algunos coches. De ahí sale una ruta corta para ir a la cascada que da origen al río, pero nosotros teníamos otro propósito, así que seguimos carretera abajo hasta llegar a un lugar llamado Casas del Asón, donde torcimos a la izquierda y seguimos hasta que se acabó la pista asfaltada. Según nos comentaron, en días de mucha afluencia pude resultar problemático aparcar aquí, de modo que será preciso dejar el coche en el pueblo de Ason. No fue nuestro caso y aparcamos justamente al comienzo de la ruta a pie, con lo cual nos ahorramos casi tres kilómetros, entre la ida y la vuelta.
Desde las Casas de Asón (en buena parte, casas rurales turísticas), el recorrido es de unos cinco kilómetros entre la ida y la vuelta, que puede convertirse en circular yendo por un margen del río y volviendo por el otro. La duración es de unas tres horas, con tiempo para hacer fotos y tomar un bocata. Al principio, el itinerario resulta sencillo y va por pista de tierra y sendero, pero ya cerca de la cascada se complica un poco pues el camino desaparece y hay que avanzar entre las piedras.
Después de encontrarnos con prados y vacas, nos acogió el bosque con su vegetación de ribera y un buen surtido de veteranos árboles de grandes copas, cuyas ramas se retorcían formando figuras extrañas que recordaban leyendas de brujas y duendes. Y es que la imaginación no tiene límites.
La ruta está señalada, así que no tiene pérdida. La parte final se nos hizo un poco pesada por las grandes piedras a sortear y porque la meta, la pared por donde cae la cascada, no acababa de aparecer. Menos mal que en esta zona el paisaje seguía otorgando alas a la fantasía. Espero que algunos entendáis a lo que me refiero y no penséis que estoy como una cabra .
Por fin, divisamos la cascada, que estaba muy mermada a esas alturas del verano, aunque no estaba seca ni mucho menos. Nos sentamos frente a ella y tomamos nuestro bocata tan ricamente. En la poza, unos chavales franceses se estaban bañando pese a que el agua estaba muy fría.
Parte inferior de la roca por la que cae la cascada. Es imposible sacarla entera.
Panorama dejando la cascada a nuestra espalda.
Panorama dejando la cascada a nuestra espalda.
En época de abundantes lluvias, la cascada debe ser una gozada como pudimos apreciar en un buen número de fotografías. En este caso, habrá que prestar especial atención al camino por el barro.
Siguiendo el consejo que nos habían dado en el Centro de Interpretación, volvimos por el margen contrario del río. Al principio agradecimos dicha recomendación, ya que el itinerario era más sencillo y nos ahorró volver a pasar por el campo de piedras, con un sendero amplio, cómodo y bonito, y los árboles metamorfoseándose en personajes de mis cuentos favoritos. La verdad esa parte del camino se me hizo entretenida.
Sin embargo, al cabo de un rato nos encontramos el paso cortado por una cadena, lo cual nos obligó a cruzar por el río y sortear como pudimos la vegetación en ambas orillas a lo largo de unos doscientos metros. Eso fue lo que se nos dio peor y nos retrasó como un cuarto de hora. Después pudimos recuperar el sendero y llegar sin más novedades al coche. Una ruta muy bonita: merece la pena. Y más todavía la merecerá con la cascada a tope de agua.
PUERTO DE ALISAS.
Por la tarde, queríamos ir a Liérganes, pasando previamente por el Puerto de Alisas. El cielo se había nublado un poco y había una ligerísima bruma, pero que no nos impidió contemplar unas vistas estupendas desde el mirador, que está indicado y al que se accede a pie tras dejar el coche en el aparcamiento. Se llega a distinguir perfectamente la costa y Santander, pero las fotos no salen bonitas porque el paisaje se ve salpicado por las líneas de asfalto de la carretera. Por tanto, habrá que utilizar el zoom.
Desde la propia carretera, también se tienen buenas perspectivas hacia el valle de Asón. Desde aquí nos quedaban 22 kilómetros hasta Liérganes.
Ya en pleno descenso, nos encontramos con un curioso aunque pintarrajeado recordatorio de las numerosas veces que la Vuelta Ciclista a España ha pasado por aquí.
LIÉRGANES.
Antes de llegar, pasamos por la Cavada, en el municipio de Riotuerto, donde vimos la Portalada barroca de Carlos III, construida entre 1783 y 1784 que honraba al rey por su intervención en las fábricas de Santa Bárbara y cuyo arco se convirtió en la puerta de acceso al recinto de las fundiciones reales, cerrado por un alto muro de piedra.
Paisajes de la comarca de Trasmiera.
Liérganes pertenece a la comarca de Trasmiera y su río, el Miera, proporciona las aguas termales que hicieron famoso a su Balneario inaugurado en el siglo XIX y que todavía funciona con éxito. Cuenta con unos 1700 habitantes y sus principales atractivos turísticos son su caserio tradicional y el Puente Mayor. Su casco antiguo es conjunto histórico-artístico y está incluido en el catálogo de la Asociación de los pueblos más bonitos de España.
A orillas del río Miera, junto al puente que algunos llaman “romano” aunque se erigió a finales del siglo XVI, se obtienen las vistas más bonitas y características de Liérganes. También se encuentra aquí la escultura de bronce del “hombre-pez” (Francisco de la Vega Casar), cuya curiosa leyenda se explica en un centro de interpretación situado junto al río, en un antiguo molino remodelado.
Una de las imágenes más conocidas de Liérganes: su puente.
Puente y a la derecha la escultura del hombre-pez.
Puente y a la derecha la escultura del hombre-pez.
El casco histórico es pequeño y se recorre en poco tiempo. Algunas de las casas tradicionales presentan escudos en sus fachadas. Además de las flores que embellecen el aspecto de ventanas, balconadas y calles, cuenta con varios palacios, como el de La Rañada, del siglo XVI, aunque se considera más emblemático la “Casa de los Cañones”, en la Plaza del Marqués de Valdecilla (antigua Plaza del Mercadillo, del siglo XVIII, recuerdo vivo en piedra de la antigua fábrica de artillería que contribuyó a la prosperidad económica de la villa.
Casa de los Cañones.
Hay un dicho que afirma que “quien no ha visitado Liérganes, no ha visitado Cantabria”, queriendo señalar que este pueblo reúne todas las características que conforman la idiosincracia y los parajes cántabros, excepto el mar. Sin discutir en modo alguno el encanto de Liérganes, a mi no me sedujo hasta ese punto. Vi demasiados muros de piedra alrededor de algunas de sus casas, demasiado espacio cerrado entre sus calles. Claro que cada cual tendrá su opinión.
Para completar nuestra segunda noche de alojamiento regresamos a Ramales de la Victoria por el Puerto de Alisas, en el que nos encontramos con esta imponente panorámica ya cayendo la tarde.
En Ramales, el mesón del día anterior estaba cerrado y, como habíamos comido de bocata, buscamos un restaurante para cenar más contundente de lo habitual. Y casi sin querer nos tropezamos con el Restaurante Ronquillo, toda una sorpresa. Aunque algo subido de precio (la chuleta de vaca tudanca rondó los 37 euros, claro que pesaba más de medio kilo), nos gustó por los detalles de la cocina y la calidad de la comida.