Suena el despertador, de nuevo las 6:15!!!! Estoy muy cansado, pero con muchas ganas de volver a ver lugares nuevos. Hoy nos movíamos de ciudad, nos íbamos a Koyasan, lugar donde comienza una de las Rutas de Peregrinación del Camino Kumano (Patrimonio de la Humanidad). Para que os hagáis la idea son rutas como El Camino de Santiago, de hecho ambos caminos están hermanados.
Pedimos un taxi que nos llevase a la estación de Osaka Namba, estación donde sale nuestro tren destino a Koyasan. Indicaros que este tren no entra dentro del JR, por lo que nos tocó abonar los billetes. El JR lo activaríamos a la vuelta de Koyasan, dirección a Kyoto. Queríamos tomar un taxi sobre todo por el problema de las maletas, pero también por vivir la experiencia al montar en uno, así con sus puntillitas en los asientos y que abran y cierren las puertas solos jejejeje
Una vez en la estación nos dirigimos hasta el mostrador de NANKAI compramos un pack que incluye los billetes ida y vuelta a Koyasan, el billete ida y vuelta del funicular, uso ilimitado en los autobuses durante dos días y 20% de descuento en la entrada a algunos puntos turísticos de la ciudad. Indicar que si cogéis el Nankai directo (tarda unos 80 min), como hicimos nosotros, tiene un sobrecoste de 780 ¥ por persona. Sopesamos con antelación los gastos y vimos que podríamos ahorrar un dinero, así que lo cogimos. Los billetes nos costaron 3400 ¥ / persona. Tomamos nuestro tren que salía a las 8:30 y llegamos a Koyasan sin ningún problema. El paisaje que se puede ver desde el tren es increíble, entre las montañas y su río, no te cansabas de mirar por la ventana.
Llegamos a la estación, parecía que habíamos aterrizado en un lugar de cuento, la estación estaba decorada con bolas de cristal y palabras en japonés colgando; eso sumado a lo impresionante del paisaje.
Una vez llegamos a la estación tomamos el funicular, que es obligatorio ya que no se puede ir andando, que nos dejó en la estación de autobuses del pueblo. Preguntamos para que nos indicasen el bus que debíamos tomar y la parada más cercana a nuestro hotel, que en nuestro caso era la parada 6, enseñamos los billetes subimos al bus y nos pusimos en marcha. El pueblo es más bien pequeño y muy muy tranquilo. Indicaros que aunque las tiendas de alimentación abren hasta las 18:00 más o menos, los restaurantes que vimos (más bien pocos) cerraban a eso de las 16:00. Así que si no vais a media pensión, como nosotros, debéis comprar comida para la cena y desayuno antes del cierre de las tiendas. Los templos también cierran muy pronto, a eso de las 16:00.
Nuestro hotel estaba a dos minutos de la parada del autobús, se llamaba Jokiin. Casi todos los hoteles, por no decir todos, son monasterios donde viven los monjes. Como tales monasterios que son la verdad es que no debéis esperar demasiados lujos, son lugares muy tranquilos con servicios básicos (la gran mayoría), donde la idea es ir a relajarse, meditar y encontrarse con uno mismo. A mi parecer, aunque tengo que reconocer que nos gustó, nos pareció una instancia bastante cara para lo que se ofrecía. Normalmente suelen ofrecer alojamiento o media pensión, que consta de una cena y desayuno veganos. Para eso son muy estrictos, ya que me puse en contacto con ellos con anterioridad para explicarles el problema de intolerancias de mi mujer e indicándoles que yo sí estaba interesado en probar la cena y desayuno, y me indicaron que no podían hacer nada y que mejor solo cogiésemos la opción de alojamiento sin darme la posibilidad a mi de probar la cena y desayuno :(. El trato con el personal del hotel fue más bien frío aunque correcto. Eran las 10:20 cuando llegamos al hotel y el check in no se hace hasta las 15:00, así que entre tanto, el monje que nos atendió nos explicó las normas del hotel y nos enseñó un poco las dependencias. El hotel tenía varios patios con fuentes naturales y mucha vegetación, también tenía un templo en el que a las 6:00 a.m. había oración y en la que si querías, podías participar. Nosotros, como no, también lo hicimos .
Indicaros también que nuestro hotel cerraba sus puertas a las 23:00, por lo que después de dicha hora no puedes entrar y tienes que hacer noche en la calle. Esto es una norma común en los hoteles de la zona, nos cruzamos con unos españoles que su hotel cerraba a eso de las 21:00. El pueblo es muy tranquilo, por lo que a partir de ciertas horas de la tarde ya no hay nadie por la calle y los comercios y locales están cerrados.
Después de ver el hotel nos fuimos a recorrer el pueblo. Nuestra primera parada sería el complejo de templos Danjo Garan. La verdad que ya solo entrar en el recinto te invade una sensación de paz y tranquilidad muy grande, todo lleno de templos, pagodas y mucha, mucha vegetación con pinos y árboles milenarios de distintas clases.
Comenzamos por la puerta Daimon, traducido "puerta grande", es la principal que da entrada al recinto con sus 25 metros de altura. Una vez dentro paseamos por todo el complejo viendo su pagoda principal de color rojo, Konpon Daito, que estaba tapada en su mayor parte debido a que la estaban restaurando; la sala Kondo y el Templo Miedô, así como el resto de edificios y salas. Muy recomendable su visita.
La siguiente parada será el Templo Kongobuji, construido en 1593. Pero no será hasta 1869, cuando el templo se transformará en el principal de la rama budista shingon, con 3600 templos adscritos en todo el país. Nos perdimos entre sus salas y pasillos hasta que llegamos a su jardín de rocas Banryutei, el mayor jardín de rocas de Japón.
Estaba llegando la hora de comer y el cielo se estaba oscureciendo amenazando tormenta, por lo que decidimos que era el momento idóneo para buscar un restaurante y comer. Nos metimos en un restaurante que se llama Nishiri con comida vegana. Creo que es lo único que se come allí, es difícil encontrar restaurantes con carne o pescado, pero seguro que buscando encontráis alguno. Mi mujer tomó una sopa de fideos con un onigiri de arroz y yo un arroz de verduras con curry, una cerveza y agua del grifo, todo por 2350 ¥. No se si era el hambre o no, pero estaba rico.
Mientras comíamos empezó a llover, parecía que se acababa el mundo de lo que llovía. Estuvimos haciendo tiempo en el restaurante hasta que dejó de llover un poco, momento en el que nos fuimos al hotel (que estaba a 3 min) para hacer el check-in. De camino paramos en una tienda de comida para hacer compra para la cena y desayuno del día siguiente. Cuando llegamos al hotel nos enseñaron la habitación, las maletas ya estaban allí. Era una habitación muy espaciosa con una tele y un pequeño altar. Las paredes eran paneles japoneses de papel por lo que se podía oír fácilmente si había o no gente en la habitación de al lado, tuvimos suerte porque no estaba ocupada por lo que la estancia fue bastante agradable y placentera.
Descansamos un poco en la habitación, cuando volvimos a salir para seguir con las visitas todos los templos ya estaban cerrados, por lo que solo pudimos verlos por fuera.
Imágenes de Koyasan:
Eran sobre las 17:00 y es que en Japón, en esta época del año anochece muy temprano a eso de las 17:30, por lo que el día comenzaba a oscurecerse. Queríamos hacer la visita nocturna a Torodo (Sala de las Linternas) que nos habían recomendado, para ello teníamos que atravesar el Cementerio de Okunoin. Tomamos el bus que nos dejó en uno de los accesos al cementerio y cogimos uno de sus caminos, el camino corto. Tengo que decir que nos dió un poco de respeto, no solo por el sitio del que se trataba sino también porque estábamos en medio de un bosque con la luz que ilumina un móvil o algún que otro farolillo que había; y por todos esos ruidos que escuchábamos en nuestro camino de pájaros y alimañas nocturnas que lo habitaban. Sí, estábamos cagados, era como estar dentro de la película de La Bruja de Blair . Finalmente, y a paso muy ligero, después de 20 minutos llegamos hasta nuestro destino. Nos quedamos boquiabiertos cuando vimos la belleza del lugar, dos estancias iluminadas con 1200 farolillos en medio de un bosque de pinos, la visión era espectacular.
Ya era tarde y noche cerrada, por la hora que era no llegábamos al último bus, por lo que decidimos hacer la vuelta por el camino largo que nos llevaría hasta una parte del pueblo en 30 minutos. Los ruidos de animales y pájaros seguían sonando, entre risas y sustos tomamos el camino que hicimos de forma rápida. En el camino vimos delante nuestra una chica japonesa con una linterna que volvía de rezar a sus difuntos y dioses, nuestro objetivo era intentar ir lo más cerca posible de ella por la cosa de ir en un grupo de tres... Es muy curioso el significado de ciertas costumbres y rituales en una cultura y en otra, en España sería impensable que alguien fuese a un cementerio a rezar a sus difuntos en plena noche cerrada y sin iluminación.
El mal trago mereció la pena, el lugar era fascinante, solo iluminado con la luz de más de mil de farolillos. Esta imagen creo que nunca se borrará de nuestras retinas. Nos gustó tanto aunque no pudimos ver mucho del cementerio, que decidimos repetir la excursión por la mañana a plena luz del día.
Llegamos a la habitación del hotel, los futones estaban abiertos y las camas hechas en la habitación. Nos pusimos los yukatas que había en la habitación para estar más cómodos. Me decidí a probar el onsen del hotel y tengo que decir que fue una experiencia muy gratificante. Una pequeña piscina con agua caliente que te ayuda a relajar y mitigar los signos del cansancio de todo el día. Experiencia que seguiré repitiendo en el resto de onsen de los hoteles en los que nos alojamos durante el viaje.
Cenamos comida que habíamos comprado y seguidamente nos metimos en los futones para dormir. Queríamos asistir a la oración de las 6:00 por lo que nos tocaría madrugar basante.