Ya era nuestro penúltimo día en la isla, y hoy lo íbamos a dedicar a conocer la zona de Negril, la zona más al oeste de la isla.
Negril es una de las zonas más turísticas de Jamaica, y eso se nota conforme te vas acercando. Iba a ser un día más relajado y más dedicado al ocio, por eso lo dejamos para el final.
Como casi todos los días, salimos del hotel sobre las 9 de la mañana rumbo a Negril; de Palladium a Negril hay como una hora de camino, más o menos.
Volvimos a hacer una pequeña parada técnica en Lucea y continuamos nuestro viaje por la costa hasta Negril.
Durante el trayecto seguí disfrutando del maravilloso paisaje, la exuberante vegetación, las casitas de colores, el mar y la gente de la isla; era mi última oportunidad de poder disfrutar de todas esas vistas.
Llegamos a Negril y nuestra primera parada fue en una especie de centro comercial. No es como el típico centro comercial que te puedas encontrar en una gran urbe, sino una especie de pequeña concentración de tiendecitas.
La idea de ir allí era para hacer las pequeñas compras de última hora, pero finalmente no compramos nada. Aquello de jamaicano no tenía nada. Eran tiendecitas, en su mayoría regentadas por pakistaníes o hindúes, y en todas tenían lo mismo; recuerdos con la pegatina de "made in china, o taiwan" y a precios un tanto abusivos. Para mi fue algo totalmente prescindible.
Terminadas las supuestas compras, nos dirigimos a la famosa playa de Seven Miles, cuyo nombre lo recibe por medir siete millas.
Esta sí era una playa de postal, agua azul turquesa y arena blanca; muy bonita, e invita a pasar largos momentos de relax, disfrutando al máximo de sus aguas y su agradable clima.
Estuvimos tomando un baño y bebiendo algo en un bar (una bonita y enorme palapa decorada al estilo pirata), mientras hacíamos hora para que llegaran a recogernos la barca.
Pasado ese momento de relax y disfrute, llega la barquita para llevarnos a un catamarán. Íbamos a pasar las próximas cuatro horas navegando en un catamarán.
En el catamarán teníamos barra libre con cerveza, ron y refrescos.
Nos fuimos adentrando en el océano para dirigirnos a un arrecife de coral, era el momento de conocer el fondo marino haciendo snorkel.
Los equipos de snorkel nos los dieron los chicos del catamarán, y ataviados con las gafas, los chalecos y las aletas, nos lanzamos al mar a disfrutar de lo que no se ve a simple vista.
Un fondo maravilloso lleno de corales, peces de colores, erizos de mar, rayas y pulpos.
Una vez concluido el buceo, nos volvimos a subir al catamarán para dirigirnos más hacia el sur, hasta la zona de los cliffs (acantilados), para visitar las cuevas piratas.
En las cuevas piratas estuvimos disfrutando del agua, algo más de snorkel y nadamos hasta meternos en una de las cuevas. Ese entorno tan idílico de aguas tranquilas y azul intenso invitaban a eso y a mucho más.
Volvimos al catamarán y había llegado el momento de volver de nuevo a la costa. El tiempo que estuvimos navegando de vuelta pudimos disfrutar de la panorámica de toda la zona de los cliffs, de las casitas y hotelitos que habían construido encima.
Cuando alcanzamos la costa, tuvimos tiempo de disfrutar más de la playa, de hacer más compras en las distintas tiendecitas que hay en la playa o de tomar algo refrescante en la palapa.
Estuve caminando por la playa, buscando algo bonito y original para llevarme; y te puedes encontrar de todo... camisetas, pareos, pulseras, collares, figuritas, caracolas, tallas de madera, tazas, ceniceros... incluso masajes con aloé vera.
Para mi gusto poca cosa merecía la pena, era lo que ya habíamos visto por otras partes, y al ser una zona muy turística, los precios eran mayores. Hasta que llegamos a una pequeña concentración de cabañas, y allí estaba sin duda la mejor tienda de la playa.
Una tienda de tallas de madera a cada cual más bonita. El dueño de la tienda las hacía allí, tenía sus utensilios para tallar, lijar, barnizar... Realmente el trabajo de este hombre era muy bueno, y merecía mucho la pena perderse entre el sinfín de tallas que tenía. Lo verdaderamente difícil fue regatear... no por el entendimiento, que no hubo ningún problema, sino al cómo valorar el trabajo de este señor... Asunto difícil cuando ves que cualquiera de sus trabajos en España te los venderían muy caros.
En estos sitios, la artesanía es una de mis debilidades, y acabé llevándome un rastafari la mar de bonito, y ambos acabamos muy satisfechos.
Después de las compras y disfrutar de la playa por última vez, volvimos a retomar el autobús para dirigirnos al final de nuestra excursión.
Era el momento de terminar en día en el archiconocido Rick's Café.
Rick's Café es un sitio muy recomendable, porque se pasa muy bien.
Un bar construido sobre los acantilados, con piscina, escenario con actuaciones en vivo, restaurante, y te ofrece una de las mejores vistas de la puesta de sol de todo el mundo.
Tienen un acantilado desde el que los chicos ultramusculados del Ricks Café se lanzan al vacío, haciendo saltos acrobáticos; son unos verdaderos artistas. Eso sí... como siempre previo pago. Van pasando un cubo para que tú les des una propina; cuando juntan 20$ se lanzan desde alturas vertiginosas. Pero merece mucho la pena verlos saltar.
Cualquiera que quiera disfrutar de esa experiencia lo puede hacer, incluso hay distintas alturas desde las que tirarse.
Hay una amplia carta de bebidas a elegir, un poco carito pero bueno, estás en Negril disfrutando del Ricks Café, cuándo vas a volver?
Lo más barato es la cerveza, Red Stripe (la nacional) a 3$, de ahí... haced los cálculos para los cóckteles.
Había un escenario con una banda de reggae tocando, como siempre canciones de Bob Marley y alguna que otra conocida como por ejemplo Alicia Keys.
Al final, nos animamos y acabamos bailando reggae delante del escenario. La cantante muy agradecida por nuestra complicidad con ella, por seguirle el ritmo y disfrutar de su música; no como por ejemplo la gran parte de la clientela, los americanos, cuya misión es beber y beber, sin más.
Pasamos un rato muy muy muy divertido.
Llegada la noche era el momento de volvernos para el hotel. Cuando ya alcanzábamos la puerta para salir del Ricks Café, la cantante de reggae nos gritó desde el escenario "I love you, my friends of Spain!", nosotros desde la puerta saltando y aplaudiendo, y con eso me quedo. Con ese bonito final que iba a ser nuestra despedida de Jamaica.
Jamaica nos quiso, y nosotros a ella.
Negril es una de las zonas más turísticas de Jamaica, y eso se nota conforme te vas acercando. Iba a ser un día más relajado y más dedicado al ocio, por eso lo dejamos para el final.
Como casi todos los días, salimos del hotel sobre las 9 de la mañana rumbo a Negril; de Palladium a Negril hay como una hora de camino, más o menos.
Volvimos a hacer una pequeña parada técnica en Lucea y continuamos nuestro viaje por la costa hasta Negril.
Durante el trayecto seguí disfrutando del maravilloso paisaje, la exuberante vegetación, las casitas de colores, el mar y la gente de la isla; era mi última oportunidad de poder disfrutar de todas esas vistas.
Llegamos a Negril y nuestra primera parada fue en una especie de centro comercial. No es como el típico centro comercial que te puedas encontrar en una gran urbe, sino una especie de pequeña concentración de tiendecitas.
La idea de ir allí era para hacer las pequeñas compras de última hora, pero finalmente no compramos nada. Aquello de jamaicano no tenía nada. Eran tiendecitas, en su mayoría regentadas por pakistaníes o hindúes, y en todas tenían lo mismo; recuerdos con la pegatina de "made in china, o taiwan" y a precios un tanto abusivos. Para mi fue algo totalmente prescindible.
Terminadas las supuestas compras, nos dirigimos a la famosa playa de Seven Miles, cuyo nombre lo recibe por medir siete millas.
Esta sí era una playa de postal, agua azul turquesa y arena blanca; muy bonita, e invita a pasar largos momentos de relax, disfrutando al máximo de sus aguas y su agradable clima.
Estuvimos tomando un baño y bebiendo algo en un bar (una bonita y enorme palapa decorada al estilo pirata), mientras hacíamos hora para que llegaran a recogernos la barca.
Pasado ese momento de relax y disfrute, llega la barquita para llevarnos a un catamarán. Íbamos a pasar las próximas cuatro horas navegando en un catamarán.
En el catamarán teníamos barra libre con cerveza, ron y refrescos.
Nos fuimos adentrando en el océano para dirigirnos a un arrecife de coral, era el momento de conocer el fondo marino haciendo snorkel.
Los equipos de snorkel nos los dieron los chicos del catamarán, y ataviados con las gafas, los chalecos y las aletas, nos lanzamos al mar a disfrutar de lo que no se ve a simple vista.
Un fondo maravilloso lleno de corales, peces de colores, erizos de mar, rayas y pulpos.
Una vez concluido el buceo, nos volvimos a subir al catamarán para dirigirnos más hacia el sur, hasta la zona de los cliffs (acantilados), para visitar las cuevas piratas.
En las cuevas piratas estuvimos disfrutando del agua, algo más de snorkel y nadamos hasta meternos en una de las cuevas. Ese entorno tan idílico de aguas tranquilas y azul intenso invitaban a eso y a mucho más.
Volvimos al catamarán y había llegado el momento de volver de nuevo a la costa. El tiempo que estuvimos navegando de vuelta pudimos disfrutar de la panorámica de toda la zona de los cliffs, de las casitas y hotelitos que habían construido encima.
Cuando alcanzamos la costa, tuvimos tiempo de disfrutar más de la playa, de hacer más compras en las distintas tiendecitas que hay en la playa o de tomar algo refrescante en la palapa.
Estuve caminando por la playa, buscando algo bonito y original para llevarme; y te puedes encontrar de todo... camisetas, pareos, pulseras, collares, figuritas, caracolas, tallas de madera, tazas, ceniceros... incluso masajes con aloé vera.
Para mi gusto poca cosa merecía la pena, era lo que ya habíamos visto por otras partes, y al ser una zona muy turística, los precios eran mayores. Hasta que llegamos a una pequeña concentración de cabañas, y allí estaba sin duda la mejor tienda de la playa.
Una tienda de tallas de madera a cada cual más bonita. El dueño de la tienda las hacía allí, tenía sus utensilios para tallar, lijar, barnizar... Realmente el trabajo de este hombre era muy bueno, y merecía mucho la pena perderse entre el sinfín de tallas que tenía. Lo verdaderamente difícil fue regatear... no por el entendimiento, que no hubo ningún problema, sino al cómo valorar el trabajo de este señor... Asunto difícil cuando ves que cualquiera de sus trabajos en España te los venderían muy caros.
En estos sitios, la artesanía es una de mis debilidades, y acabé llevándome un rastafari la mar de bonito, y ambos acabamos muy satisfechos.
Después de las compras y disfrutar de la playa por última vez, volvimos a retomar el autobús para dirigirnos al final de nuestra excursión.
Era el momento de terminar en día en el archiconocido Rick's Café.
Rick's Café es un sitio muy recomendable, porque se pasa muy bien.
Un bar construido sobre los acantilados, con piscina, escenario con actuaciones en vivo, restaurante, y te ofrece una de las mejores vistas de la puesta de sol de todo el mundo.
Tienen un acantilado desde el que los chicos ultramusculados del Ricks Café se lanzan al vacío, haciendo saltos acrobáticos; son unos verdaderos artistas. Eso sí... como siempre previo pago. Van pasando un cubo para que tú les des una propina; cuando juntan 20$ se lanzan desde alturas vertiginosas. Pero merece mucho la pena verlos saltar.
Cualquiera que quiera disfrutar de esa experiencia lo puede hacer, incluso hay distintas alturas desde las que tirarse.
Hay una amplia carta de bebidas a elegir, un poco carito pero bueno, estás en Negril disfrutando del Ricks Café, cuándo vas a volver?
Lo más barato es la cerveza, Red Stripe (la nacional) a 3$, de ahí... haced los cálculos para los cóckteles.
Había un escenario con una banda de reggae tocando, como siempre canciones de Bob Marley y alguna que otra conocida como por ejemplo Alicia Keys.
Al final, nos animamos y acabamos bailando reggae delante del escenario. La cantante muy agradecida por nuestra complicidad con ella, por seguirle el ritmo y disfrutar de su música; no como por ejemplo la gran parte de la clientela, los americanos, cuya misión es beber y beber, sin más.
Pasamos un rato muy muy muy divertido.
Llegada la noche era el momento de volvernos para el hotel. Cuando ya alcanzábamos la puerta para salir del Ricks Café, la cantante de reggae nos gritó desde el escenario "I love you, my friends of Spain!", nosotros desde la puerta saltando y aplaudiendo, y con eso me quedo. Con ese bonito final que iba a ser nuestra despedida de Jamaica.
Jamaica nos quiso, y nosotros a ella.