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Esta jornada la dedicamos a conocer el centro de la ciudad. Por cierto, estaba lleno de esculturas de elefantes de colores, parecido a lo que hicieron hace unos meses en Madrid con vacas. La primera parada fue en el mercado de las flores, donde compramos unos bulbos de tulipán que ya veremos si salen adelante. La verdad es que el mercado es bastante original.
Seguimos hacia Rembrandtplein, donde supuestamente hay unas esculturas que recrean "La ronda de noche" de Rembrandt. La plaza estaba completamente en obras, y no vimos ninguna indicación de adonde las podían haber trasladado (había algo escrito en holandés, pero como para saber lo que significaba). Cruzamos el Amstel hasta los edificios del ayuntamiento y la ópera (stopera), que desentonan completamente con la arquitectura del centro de la ciudad, hasta Rembrandthuis, la casa donde vivió el artista. No la visitamos porque, a diferencia de la casa de Rubens, esta no es la casa original, es una reconstrucción, y aunque estén todos los detalles muy cuidados pierde el encanto.
Continuamos hasta Nieuw Markt, donde está el Waag, un edificio del siglo XV. Dimos un paseo por el barrio rojo, donde no había mucho ambiente, pero siempre es un barrio curioso, con los escaparates, sex shops, coffee shops donde la gente ya estaba fumada... La Oude Kerk, rodeada de escaparates con mujeres ofreciendo sexo, estaba cerrada.
Decidimos ir a ver la casa de Ana Frank, y fuimos andando por la plaza Dam. Había oído que las colas para entrar eran interminables, pero no esperamos más de 10 minutos. El precio es bastante alto, 8,50 por persona. Una vez dentro, en cada una de las habitaciones que se recorren hay videos de 2-3 minutos de duración en la que explican la historia de lo que alli ocurrió, con lo que la visita es muy interesante, en los videos aparecen el padre de Ana Frank y alguno de los trabajadores que les ayudaron durante aquellos años, y consiguen que los visitantes acaben la visita realmente sobrecogidos por todo lo que esta y otras miles de familias tuvieron que soportar.
La mañana había sido bastante intensa, pero aún así nos dimos un paseíto por el Jordaan hasta nuestro apartamento. Después de comer fuimos al Rijksmuseum, lo teníamos bastante cerca, pero cuando llegamos eran las 4, y cierran a las 5 (no nos acostubramos a estos horarios europeos), con lo que decidimos no pagar los 11 euros (casi el doble que el museo del Prado, y dudo que los fondos de ambos museos sean comparables). Junto al museo pasaban varias empresas de cruceros por los canales, y nos dimos un paseito en barco. El viaje en barco está muy bien, lo malo es que apenas conseguiamos entender al conductor-guia ni en inglés ni en español. El paseo era de 90 minutos y nos costó 9.50 cada uno, y nos llevó por los sitios más típicos de la ciudad. Con esto concluyó lo más importante del día, el resto de la tarde la dedicamos a descansar de la dura jornada.
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