CURSO DE SURF – SEGUNDA SEMANA ✏️ Diarios de Viajes de Nueva Zelanda

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El fin de semana transcurrió con una tranquilidad absoluta. Finn, Txema, Michelle y yo. Cuatro personas¨que no se conocen mucho metidas en una casa, estilo “Gran Hermano” desde el viernes hasta el lunes por la tarde. A ninguno de los cuatro le gustaba molestar ni que le molestaran y eso se notó en el ambiente, fantástico. Daba gusto moverse por la casa en silencio mientras cada uno hacía lo que le apetecía, a su bola. “Dónde está Finn?”....“Se ha ido a surfear”. Finn era el más jovencito y el más introvertido de todos. Participaba poco en las conversaciones y sólo hablaba cuando se le preguntaba.

El tema de las comidas y las cenas resultó ser curioso. Los ingleses comen a las 12 del mediodía y cenan a las 7 de la tarde. Finn y Michelle cumplían a rajatabla ese horario. Sus comidas y cenas se basaban en tostadas con mantequilla y mermelada, sopas instantáneas, leche con cereales, latas de baked beans……no cocinaban una mierda. Txema y yo hacíamos el horario español y preparábamos algún tipo de arroz, filetacos plancha, ensaladas con un poco de imaginación, macarrones curradillos, tortillas, todo acompañado por un vinito. Finn y Michelle acabaron comiendo a las doce y a las tres y cenando a las siete y a las nueve (británicos pero no tontos). Acabamos llegando al acuerdo de que los españoles cocinábamos y los británicos lavaban los platos.

Con Michelle empezó a ocurrir aquello de “El roce hace el cariño”. Excepto sus ojazos azules, que me tenían cautivado, no me ponía mucho físicamente aunque no era fea, imagino que era aquello que se dice habitualmente "No es mi tipo". No obstante, había algo. No sé como empezó el tonteo, pero noté que empezaba, o por lo menos esa era la sensación que tenía. Ya llevábamos una semana juntos y las conversaciones empezaban a ser interesantes.

Michelle tenía un acento británico muy marcado y, a la vez, un tono de voz muy dulce. Era tímida, muy tímida y muy “politically correct”. En algunas cosas me recordaba mucho a Daniella de Philadelphia. Imagino que lo bruto que soy yo a veces le debió parecer atractivo una vez superada la impresión de las primeras frases o actos “politically incorrect” (como cuando se me ocurrió preguntar en voz alta si alguien se había tirado un pedo dentro de la furgoneta y me miró con cara de “No puede ser que preguntes algo así”…..lo cierto es que alguien había soltado un cuesco cebollero de cojones, pero nadie lo admitió. O cuando hice un calvo para una foto al tercer día de estar en el curso). Lo cierto es que empezaba a haber algo y cada día me parecía más atractiva. Tenía la sensación de que la atracción era mutua pero ella no mostraba sus cartas de forma muy clara.

El lunes por la tarde empezó el nuevo curso. En vez de Rangi vino Kane, el nuevo instructor. Le acompañaba Ben, un neozelandés de Auckland aprendiz de instructor y Aye, una japonesa que se encargaba de la logística. Con ellos llegó el nuevo grupo de alumnos. Bruno era un chico de Vancouver que trabajaba en el Four Seasons de Sydney. Su carácter afable y bromista le daba vidilla al grupo. Conectamos en seguida cuando me comentó que era un fanático de Tiesto, Van Bueren y Above & Beyond (música electrónica para los no metidos en el tema). Paul era inglés y hablaba poco pero cuando lo hacía te partías con su ironía británica. Ben era alemán, poco hablador y a su bola. Tatjiana era canadiense y estaba de buen ver pero Ben ya le había echado el ojo y no iba a dejar pasar esta oportunidad aprovechando que venía de instructor en prácticas. Completaba el grupo una pareja de chicas alemanas que no acabaron de integrarse en el grupo, siempre estaban juntas y a una distancia prudencial, ni me acuerdo de los nombres.

El programa del curso fue similar al de la semana anterior y no voy a aburrir con detalles. Mi intención para este curso era empezara a intentar surfear olas de lado ahora que ya más o menos me aguantaba sobre la tabla. El primer día ya hice los primeros intentos y ya ví que no iba a ser fácil. Los primeros tortazos fueron de antología y el problema, en este caso, es que al ser olas más grandes (1,5-2 metros), el trompazo venía acompañado de la ola cayendo encima mío viéndome metido en medio de toda la turbulencia (lo que en lenguaje surfero se denomina una “lavadora”). Me acojoné un poco y decidí volver a surfear la espuma de olas más pequeñas para coger confianza.

Kane no era como Rangi, lo cierto es que no me llegó a entrar del todo. Rangi era un surfista medio y un excelente profesor. Kane era un excelente surfista y un pésimo profesor. Dedicaba más tiempo a disfrutar surfeando las olas y exhibir su calidad surfera que a observar a los alumnos corrigiendo los fallos que pudiéramos tener. Se lo comenté de forma diplomática y al día siguiente estuvo más atento….durante la primera hora, para acabar surfeando por su cuenta mientras nosotros nos seguíamos tragando las olas, una pena. Por suerte, Txema no se separaba de mí y constantemente me iba corrigiendo. “Arquea más la espalda, sube la punta de la tabla, no la pongas tan recta, gírala hacia la derecha....”, no era nada fácil, has de pensar en tantas cosas mientras vas a toda leche empujado por la ola, que al final te acabas piñando mientras vas notando como la frustración va en aumento. Como dijo Rangi, es cuestión de práctica, paciencia y perseverancia (y clases de esta naturaleza nunca se olvidan).

Los días pasaron rápido, demasiado. Ya era jueves y Txema me preguntó por mis planes. Rangi volvía como instructor la semana siguiente, las previsiones meteorológicas y de olas eran muy buenas……”voy a ver si puedo cambiar el billete”. Txema, Michelle y Finn se me quedaron mirando con cara de póker "Por segunda vez?". Finn añadió un “coun dous cougones” y me puse a trabajar. La respuesta de Qantas fue inmediata “puedes cambiar el billete para volar hasta el jueves que viene pero no después”. No me servía de nada ya que el curso acababa el viernes y yo no podía volar hasta el sábado. La posibilidad de comprar otro billete nuevo me pareció descabellada y el asunto quedó en mera anécdota. El curso acababa mañana y me iba hacia Auckland, decidido.

Txema pensaba ir a Raglan a pasar unos días y me propuso ir con él. Raglan es el sitio surfero de Nueva Zelanda por excelencia. Mi problema era que está lleno de surferos y para un novatillo no es el mejor sitio para surfear ya que molestas a todo el mundo. No, no iba a ir a Raglan.

Michelle pensaba pasar la noche en Whangarei, a medio camino entre Ahipara y Auckland, y al día siguiente ir a Bay of Islands a pasar varios días. Era un plan muy bueno y con una sonrisilla maliciosa le pregunté si le importaba que la acompañara. Se me quedó mirando con esos ojazos azules y me contestó “Me encantaría”, sublime. El plan de final de viaje parecía perfecto. Tres días en Bay of Islands con una chica interesante ......y entonces pasó algo que envió todo el plan a tomar polculo!!.

El “river boarding” consiste en surfear con una tabla pequeña en un río. Como evidentemente no hay olas, la jugada consiste en ir sobre la plancha agarrado de una cuerda que a su vez, está atada al parachoques de una furgoneta. La furgo avanza al lado del río mientras tú vas surfeando. Txema estaba disfrutando como un enano, la furgo tiraba…20 km/h, 30, 40, 50….y hostión del quince. Txema salió volando por los aires no sin antes pegarse un buen golpe en el pie.

Al principio no le dio importancia y se sentó tranquilamente a tomar una cerveza pero a las dos horas, el tema se complicó. No podía apoyar el pie. Decidimos ponerle una buena plasta de hielo y esperar al día siguiente.

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