Llegó el viernes y con él el día de la partida.
Como teníamos pensado ir hacia Trevi por el bus de Terravision sobre las 12 decidimos que no era factible visitar nada nuevos, así que preferimos hacer, por fin, una visita diurna a la piazza Spagna.
Pasamos por via dei Condotti para poder ver de cara la postal de las escaleras con la iglesia en su cima entre las paredes de la calle más cara de la ciudad. Aunque no fuimos muy temprano, la calle parecía otra ya que no había ni la habitual movida de turistas sentados en las escaleras ni el murmullo de la gente hablando. Eso sí, el vendedor de castañas ya estaba en su puesto habitual calentando los frutos secos.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Pudimos retratar sin complicaciones la fuente que representa una barca que se está hundiendo. Incluso pudimos entrar en ella para tocar el agua que emana la nave uno de sus lados, y es que la gente la usa para llenar sus botellas de agua o incluso cubos enteros.
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Luego pasamos por delante de la embajada de española (que es la que da nombre a la plaza) para proseguir hasta plaza Navona (no era cuestión de irse de Roma sin visitar nuevamente el triángulo Spagna-Navona-Panteon). Aprovechamos el camino para entrar en alguna iglesia, como la de san Agustino. Una vez más pudimos comprobar, que tras la fachada, las iglesias romanas esconden secretos muy preciados.
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Al llegar a piazza Navona nos encontramos que los tenderetes navideños ya habían ocupado la mayor parte de ella y que no la embellecían para nada. Suerte de haberla podido ver al “natural” porque gana muchos enteros. Pasamos luego a saludar al amigo Pasquino, que aunque tapado en gran parte por plásticos y tarimas, no era cuestión de irse sin un último adiós.
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Última parada, el Panteón. Como teníamos tiempo pudimos visitarlo nuevamente por dentro. Tras esquivar los centuriones de la entrada entramos en el recinto sagrado para degustar uno de los sitios que más nos había impactado. De nuevo fotos a todos los rincones con taronada incluida bajo el óculo.
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El tiempo aun no apretaba, así que fuimos a la parte trasera del Panteón para entrar en la iglesia della Minerva que está junto detrás del obelisco del elefante. Una vez más quedamos prendados de las iglesias romanas. En esta destaca poderosamente el techo que, pitado de azul, representa el cielo con todo de imágenes de santos allí representados.
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Tocamos retirada hacia Trevi. Esta vez pasamos por Via delle Murate, una calle repleta de sitios de recuedos, fotos y carteles de antiguas pelis rodadas en la ciudad, cuadros y un Mc Donald's. Así que no pudimos resistirnos a una última visita a los escusados de la cadena americana en Roma. Como fan de los urinarios macdolianos puedo decir que este es de los mejores donde hemos estado, limpio, bonito, una cosa maja porque sí. También el establecimiento está muy bien decorado con pinturas de fotogramas de películas. Al ir a bajar, me encontré cara a cara con una pintura de los que el “Viento se llevó” que otra hora vi en un relato de referencia. Al sentir que estaba en el punto justo que este gurú estuvo para tirara la foto no pude más que esgrimir una cálida sonrisa.
Poquita cosa nos quedaba ya. Pasamos por la Fontana sintiéndonos como si los nuevos venidos nos quitaran nuestro sitio, pero es ley del viaje y el día de partida llega inevitablemente, así que buscamos un lugar vacío en un lateral y dedicamos los últimos instantes deleitándonos del momento.
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Poco más queda por explicar. Llegamos al hotel, pagamos la estancia. Nos despedimos de nuestra ya amiga Francesca y del Trevi B&B del cual marchamos grátamente encantados, y para el metro en pos de Termini.
Llegamos al bus casi 45 minutos antes de la partida y ya estaba más de la mitad del vehículo ocupado. Estuvimos de suerte porque a los 10 minutos ya no habían asientos para parejas libres.
El desplazamiento fue lento debido al tráfico romano pero llegamos sin más al destino. Detrás dejábamos cuatro días y medio en Roma, una ciudad que nos ha llenado y de la que nos llevamos un muy buen recuerdo. Tal vez haya ciudades más bonitas, no lo dudo, pero la familiaridad que encontramos en Roma pocas veces la hemos sentido tan próxima en otros destinos.
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