Bien desayunados nos despedimos de Stirling, está vez ya definitivamente, y nos fuimos dirección Edimburgo para visitar al fin la ciudad.
De camino pasamos cerca de un último castillo y no nos resistimos a parar a verlo. Cerca del pueblo de Newton o también de Queensferrie, está Hopetoun House.
Se trata de una gran mansión, situada junto al estuario de Forth y rodeada por supuesto de bosques y jardines por los que se puede pasear.
El interior es bastante lujoso, con una importante colección de mobiliario y decoración. Pero si no se quiere entrar se puede visitar solamente los jardines.
Desde el bosque vimos a los lejos el Blackness Castle, pero ya no nos daba tiempo para más castillos, a parte de que ya estábamos un poco saturados.
También hay vistas hacia el río Forth y el puente que lo cruza.
El aeropuerto de Edimburgo, donde debíamos dejar el coche, no queda muy lejos de aquí, así que lo llenamos de gasolina, por cierto que en Escocia no es nada barata, y lo llevamos de vuelta a Europcar. Nos dio mucha pena dejar a nuestro compañero de fatigas, pero en Edimburgo no nos iba a servir de mucho y así ahorramos un par de días de alquiler.
Desde el aeropuerto para ir a la ciudad hay un autobús que lleva hasta el centro, de la compañía Airlink, pasa bastante a menudo y a nosotros nos costó 5 pounds creo recordar, aunque he visto en la web que ahora cuesta 6, ida y vuelta.
Nos bajamos en Princes Street, donde la mayoría de los turistas, y allí cogimos otro autobús para ir al B&B que teníamos reservado. Lo reservamos desde España porque al ser la época del festival vimos que iba a ser difícil encontrar alojamiento, de echo contactamos con un montón de sitios que ya estaban llenos. El nombre no lo recuerdo y aunque quedaba un poco alejado de la zona turística se llegaba bastante rápido en autobús.
Dejamos las maletas y volvimos rápidamente al centro para disfrutar de la ciudad.
Edimburgo es la capital de Escocia desde 1437 y patrimonio de la humanidad desde 1995. No es demasiado grande, tendrá unos 500.000 habitantes, pero con la gran cantidad de turistas que había parecían muchos más.
Lo primero fue ir hasta la Royal Mile, es la calle principal de la ciudad vieja y es en verdad la unión de varias calles que unen el castillo con el palacio de Holyrood y que en total miden una milla. Como el castillo ya lo habíamos visitado a principio del viaje nos dedicamos al resto de la ciudad.
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Aquí ya nos encontramos con el festival y donde pasamos casi toda la tarde. El Festival de Edimburgo se celebra cada año en agosto y en realidad son varios festivales: el Festival Internacional, de música, ópera, teatro y artes escénicas; el Fringe, sobretodo de comedia, pero también teatro, música y baile; Festival de Jazz y Blues, el Military Tattoo; Festival de Libros; Festival de Arte... Todos son independientes, con programas distintos y para comprar las entradas también es independiente.
Nosotros que no estábamos interesados por ver ninguna obra en especial, nos quedamos en el Free Fringe, que se celebra en la Royal Mile.
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Hay varios escenarios donde actúan los distintos grupos de teatro y también había gente actuando en cualquier rincón, sin necesidad de escenario. Había gente cantando, haciendo malabares, equilibristas, grupos de teatros de todo el mundo… Y en cuanto uno acaba empieza otro, así que solo en esta calle te puedes tirar todo el día viendo espectáculos de lo más variado.
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También es gracioso ver a los que para publicitar las obras, conciertos y demás que se realizan en otras partes, intentan llamar la atención todo lo posible.
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Nos dirigimos también a la oficina donde venden las entradas para el Military Tattoo, a ver si teníamos suerte y quedaba alguna libre, ya que a veces la gente las devuelve, pero nada, después de preguntar un par de veces solo quedaba una entrada, así que no pudimos verlo.
El Military Tattoo se celebra cada noche durante agosto, en la explanada de entrada al castillo. Consiste en un desfile de las fuerzas armadas de varios países y algunas bandas militares. Es uno de los eventos más importantes del festival y para conseguir entrada hay que comprarla con bastante antelación. Si no se consigue, con mucha suerte puede quedar la posibilidad de que quede alguna en el último momento.
Enlace a youtube)
Nosotros nos quedamos con las ganas de verlo y nos tuvimos que conformar con quedarnos por la zona, que aunque ya acabados los espectáculos de la calle, quedan muchos pubs abiertos y muy ambientados.
2º Día:
Nos fuimos en autobús hasta Princess Street y de allí andando hasta Calton Hill, está muy cerca, dando un pequeño paseo, aunque hay que subir la colina.
Desde aquí hay unas vistas estupendas de la ciudad, se ve perfectamente el río, el castillo, las iglesias o el monumento a Walter Scott.
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Sobre la misma colina encontramos varios monumentos, como el Monumento Nacional, construido en memoria a los muertos en las guerras contra Napoleón, y que pretendía ser como el Partenón de Atenas, pero por falta de fondos solo se pudo construir una parte.
El monumento a Nelson, construido en honor al almirante Nelson, conocido sobretodo por su victoria ante los españoles en la batalla de Trafalgar, en la que además murió.
El nuevo parlamento, el monumento a Dugald Stewart, filósofo y profesor de la Universidad de Edimburgo o el monumento a Robert Burns, famoso poeta escocés.
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Volvimos a la Royal Mile y fuimos hasta el Palacio de Holyrood, que es residencia oficial de los reyes de Inglaterra.
No llegamos a entrar en el palacio, ya un poco cansados de todos los que habíamos visto y pensando que sería una visita parecida a la del Glamis Castle, en el que todo lo que enseñaban estaba centrado en la reina. Además la entrada es bastante cara, unas 14 pounds, incluyendo la visita del interior del castillo y la abadía que hay junto al palacio, que está en ruinas.
Frente al palacio está el Parlamento Escocés, construido por el español Enric Miralles, y por lo visto muy criticado, ya que el edificio en si es bonito, pero como que no pega mucho con el entorno en el que está.
Volvimos a subir por la Royal Mile para ver un poco más de la Old Town y la Catedral de St. Giles, situada en la misma Royal Mile.
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Una forma curiosa que organizan para visitar la ciudad son recorridos guiados, muchos de ellos nocturnos, por zonas de la cuidad donde se dice que hay fantasmas, cementerios y demás, nosotros no nos decidimos por ninguna de estas excursiones pero para no quedarnos sin una visita del lado más o menos siniestro de la ciudad entramos a ver el Mary King’s Close.
La ciudad vieja de Edimburgo estaba formada básicamente por la calle principal, la Royal Mile, y multitud de callejones que partían de esta, a cada cual más pobre y sucio. La peste bubónica acabó con buena parte de los habitantes de la ciudad y por supuesto de la gente que vivía en estos sitios. La gente más pobre vivía en las plantas inferiores, donde se arrojaban las basuras y desechos, por lo que eran los primeros en coger la enfermedad. Por eso se dice que el gobierno tapió las calles para que la enfermedad no se expandiera, de forma que todos los que vivían allí murieran sin contagiar a nadie.
De todos estos callejones, todavía algunos quedan en la superficie, pero otros quedaron enterrados bajo los cimientos de nuevos edificios. El callejón de Mary King queda debajo del edificio del City Chambers, que está como a mitad de la Royal Mile, aunque se entra por un callejón que hay en la calle de atrás.
Entre los cimientos de este edificio hay quedado las plantas bajas de varias calles de la zona conocida como Mary King’s Close, que es ahora una de las atracciones turísticas más famosas de la ciudad.
Bajamos en grupo con una guía, a la que entendíamos más bien poco, que vestida de época no iba enseñando las distintas casas y contándonos las historias de fantasmas de cada una. También llevábamos una audioguía en español, pero las explicaciones eran mucho menos detalladas.
Todo estaba muy bien ambientado, parecíamos estar paseando por el antiguo Edimburgo de verdad, con la diferencia de teníamos un edificio enorme por cima. Visitamos varias casas, una cuadra con su olor a animales, el taller de sierras del último hombre que vivió en el callejón… Fácilmente nos hicimos a la idea lo mal que debían vivir, la basura que se debía acumular por todos lados y lo dura que tuvo que ser la epidemia de peste.
Una de las visitas más importantes fue la habitación de Annie, que es uno de los fantasmas más famosos de Edimburgo. Se dice que una médium japonesa fue a visitar el callejón y en la habitación de una de las casas encontró el fantasma de una niña que lloraba porque la habían abandonado para que muriera con la peste. La médium, conmocionada, volvió con un juguete para la niña y desde entonces mucha gente lleva su propio juguete para dejarlo en la habitación. Como son miles los que la gente deja estos se donan a ONGs para los niños.
Volvimos a la superficie donde el festival seguía sobre las calles que acabábamos de visitar y fue inevitable volver a parar a ver algún espectáculo.
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Bajamos hasta Princes Street Gardens, uno de los parques más importantes, donde había un montón de gente, sobretodo turistas, descansando y disfrutando del parque, ya que hacía más o menos bueno, no llovía.
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En el mismo parque está el monumento a Walter Scott, famoso escritor escocés, autor de Invahoe, Rob Roy o La Dama del Lago.
También encontramos la Galería Nacional, de entrada gratuita, con cuadros de pintores como Rembrandt, Gauguin, El Greco, Goya, Botticelli, Monet, Velásquez, Leonardo da Vinci…
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Ya a la noche volvimos a tomar algo por la zona y además por si a alguien le interesa vimos que por la calle Hanover Street, perpendicular a Princes Street, había bastante gente de discotecas.
Día 3:
Nuestro último día en Edimburgo y de vacaciones. Que pena tener que despedirnos de la ciudad y del país que tanto nos había gustado.
Nuestro avión salía como a las 5 de la tarde, así que dejamos las maletas en el B&B para poder echar la mañana disfrutando un poco más del festival y de la ciudad.
Paseamos un poco por la New Town, donde encontramos el festival de libros y algunos monumentos más, para luego volver a la Royal Mile, ya que las actuaciones en la calle nos estaban gustando mucho.
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También aprovechamos para comprar algunos regalos a la familia y demás. A parte de los típicos kilts, vendían mantas y bufandas con los cuadros típicos escoceses, pero como las mantas buenas y bonitas se nos iban un poco de precio, fueron las bufandas las que cayeron como regalo para casi todos.
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Tras despedirnos de la ciudad fuimos al B&B a por nuestras maletas y de allí ya directamente al aeropuerto. Con mucha pena por la vuelta a España y con las ganas de volver por allí algún día.
Como último consejo a todo el que quiera visitar el país, pues que Escocia empieza a las afueras de Edimburgo, la ciudad es preciosa, pero el resto del país lo es aun más, no os quedéis a las puertas de tanta belleza.