Capítulo 11 – Grandes paseos por los templos de Angkor ✏️ Diarios de Viajes de CamboyaCinco días nos llevó recorrer todos y cada uno de los rincones de los Templos de Angkor, Patrimonio de la Humanidad. Durante ese periodo cogimos la rutina de levantarnos a una hora razonable, desayunar nuestro bocadillo de tortilla y decidir como...Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor⭐ Puntos: 5 (56 Votos) Etapas: 24 Localización: CamboyaCinco días nos llevó recorrer todos y cada uno de los rincones de los Templos de Angkor, Patrimonio de la Humanidad. Durante ese periodo cogimos la rutina de levantarnos a una hora razonable, desayunar nuestro bocadillo de tortilla y decidir como íbamos a llegar al recinto ese día dependiendo de la meteorología. Las opciones no eran muchas, si llovía bastante cogíamos un tuk-tuk y a malas siempre teníamos refugio. Si no llovía… bueno, esa opción era utópica… si no llovía tanto esperábamos a que saliese un rato el sol para alquilar un par de bicicletas y cruzábamos los dedos para que nos diese tiempo de ir y volver sin mojarnos demasiado. Bienvenidos a los Templos de Angkor Iniciamos el minucioso recorrido de las ruinas por el templo más conocido: Angkor Wat. Ese día pudimos llegar hasta allí con la bicicleta y supimos lo que es pedalear debajo del sol a 30 grados, porque eso si, el sol cuando salía aprovechaba las pocas horas de presencia para advertirnos que seguía ahí. Sin la “protección” de un tuk-tuk, esquivar el asalto de los vendedores era una ardua tarea, pero decirle a unos niños que no me llegaban ni a la cintura y que casi suplicaban que les comprase algo que no me iba a quedar, ni una pulsera más porque el primer día ya compré cinco, fue el más difícil todavía. Después del encuentro afrontamos el reto de inmortalizar con nuestras cámaras el templo y nos dirigimos a cruzar el paso elevado de arenisca. Éste atravesaba el foso y era seguido por una avenida de casi 500 metros que nos llevó hasta el templo central. Otra vez nos encontrábamos allí, pero esta vez pudimos parar cuantas veces nos apeteció a fotografiar y grabar cada recoveco; sin prisas, nos deteníamos en cualquier rincón a cambiar el objetivo o a montar el trípode, y todo quedó guardado en nuestra retina y en nuestra cámara cómo tantos millones de personas han hecho desde que tales ruinas fueron redescubiertas por el explorador francés Henry Mouhot en 1868. Montando el trípode para empezar a grabar Angkor Wat, la estructura religiosa más grande del mundo, fue construida como templo funerario para Suryavarman II en honor a la diosa Visnú. Apsaras o ninfas del cielo, los demonios Asuras, los dioses buenos “Devas”, Garudas, Kalas, Nandis, Ningas, Nagas… Hinduismo y budismo amalgamados y todo ello contenido en tres plantas llenas de galerías que encerraban un patio central. Sin dar abasto para procesar tanta información aun tuvimos la osadía de desafiar el calor reinante (y a mi paciencia) y analizar cada centímetro de bajorrelieve que rodea el exterior buscando las figuras más destacadas (y descabelladas si se me permite) para que Toni las pudiese retratar. Buscamos un jefe muerto que yace sobre un grupo de flechas en la “Batalla de Kurukshera”, a Suryavaman sobre un elefante a la sombra de 15 parasoles y abanicado por sus sirvientes en el “Ejército de Suryavarman II”, a los demonios arrastrando a los malvados en “Cielo e infierno”, asuras y devas batiendo el mar para extraer el elixir de la inmortalidad en “El batido del océano de leche”, y un largo etc. No es de extrañar que mi cara cuando salimos del templo fuese la misma que si me hubiesen apaleado. No comment Aun nos faltaba llegar al lugar más emblemático, el estanque desde el que se refleja la silueta de Angkor que aparece tantas veces como símbolo del lugar, muchas veces incluso del país, y hacer la foto de rigor. La gente, consciente de ello se aglomeraba al lado del estanque y aprovechaba la presencia de cualquier natal que transitara por la zona para capturarlo con su cámara y darle mas autenticidad a la foto. Angkor Wat desde uno de sus estanques La vuelta a la guesthouse con la bicicleta me remató, así que una vez limpios y refrescados no faltaron nuestras cervecitas con nuestros cacahuetes en el Temple pub haciendo un poco de tiempo para terminar cenando también por 3 dólares esta vez en un bar. El martes no quiso salir el sol, llovía desde el amanecer y la idea de la bicicleta no era la mejor para visitar los templos. Nos quedamos un buen rato desayunando en la gesthouse con la pequeña esperanza de que desaparecerían las nubes aunque solo fuese un rato, aunque finalmente decidimos hacer un poco más de tiempo y nos fuimos al Psar Chaa, el mercadillo de Siem Reap; aprovechamos que el tiempo no nos acompañaba para comprar algunos regalos. Queríamos comprar una estatuilla de buda de madera pero ninguna nos convenció, eran demasiado caras (incluso regateando) o demasiado simples. Al final terminé comprándome unos pantalones bombachos bastante típicos en los mercadillos de Camboya por solo 6 dólares. La dueña del puesto me hizo la oferta cuando vio que por 15$ no tenía intención de quedármelos, y aunque era tartamuda y no hablaba inglés con una simple calculadora nos entendimos para llegar a un acuerdo. Otra vez lloviendo....... Finalmente decidimos ir a ver el templo de Bayon en tuk-tuk. Acordamos 8 dólares con un conductor e hicimos bien ya que no paro de llover en toda la visita. Con vehículo llegamos rápido y ya a lo lejos empezamos a advertir los semblantes. De frente y de perfil centenares de rostros esculpidos en el templo miraban hacia todas direcciones en Bayon, situado justo en medio de la ciudad de Angkor Thom. Una de las caras de Bayon Accedimos y anduvimos entre los tres niveles. La parte más baja, decorada también con bajorrelieves, la vimos rápidamente para luego terminar subiendo unas escalinatas y ver la parte superior. El acceso por unas escaleras excesivamente empinadas nos hizo presenciar el tremendo batacazo que se dio uno de los vigilantes que, acostumbrado como debía estar a caer al suelo, se levanto más rápidamente todavía y se fue como quien no se acaba de caer desde unos dos metros de altura de culo. Desde arriba cambiaba la perspectiva; una vez fuera a la intemperie la sensación claustrofóbica daba paso a un alivio que nos hizo simpatizar con las caras que con una extraña expresión entre sonrisa amable y soberbia nos vigilaban bajo la lluvia. Desde allí pudimos disfrutar del paisaje aunque no dejara de llover. El semblante misterioso En la torre central vimos a unas jóvenes vestidas con el traje típico ensayando para lo que supongo que sería un baile que no llegamos a ver, pero aprovechamos el momento e hicimos algún retrato de una de las muchachas. Joven con el traje tradicional Entre las piedras nos cobijamos durante unos minutos del agua que amenazaba con ser mas fuerte cada vez, pero tuvimos un poco de suerte y pudimos salir unos minutos a grabar los alrededores del templo. Esperando el tuk-tuk ya en la salida una niña quedó absorbida mirando la cámara de fotos, momento que aprovechó Toni para hacerle un par de retratos. La visita fue corta, nuestro deseo de dar una vuelta por Angkor Thom no llegó a realizarse puesto que el temporal no menguaba, así que nos resignamos y volvimos a Siem Reap. Niña con Bayon de fondo Llegamos pronto a la guesthouse así que estuvimos un rato en la sala de Internet que tenían en la entrada y aprovechamos también para descansar en la terraza de la planta superior. El ambiente de la Popular guesthouse era de los mejores de todo el viaje, atendida por chavales jóvenes que siempre daban conversación, te preguntaban lo que habías visto o lo que querías ver, te recomendaban y te ofrecían cualquier tipo de ayuda. Si vuelvo algún día a Siem Reap sin dudarlo iré al mismo sitio, solo espero que la calle esté al menos adoquinada porque salir y entrar de allí, ya sea andando o en tuk-tuk, era siempre una odisea. Descansando en Popular guesthouse Nuestro último día en los templos de Angkor fue para visitar Ta Prom, sin duda uno de los sitios más representativos de toda la ciudad por su característica mezclanza con la naturaleza. Las piedras han sido todas desplazadas de su ubicación original por las raíces de los árboles encargadas de destrozar el templo durante siglos y darle semejante aspecto. Templo de Ta Prom Llegué exhausta después de casi una hora en bicicleta por un camino excesivamente soleado. En la entrada del templo (en realidad era la salida, pero no nos dimos cuenta hasta que vimos que no era todo el mundo quien iba a contracorriente) habían fundado un coro un grupo de niños que sonrientes cantaban a los turistas y pedían la voluntad. Tan tiernos como simpáticos no me pude resistir a grabarlos y, acordándome de mis años cantando en el coro de mi pueblo, tuve que dejarles dinero en la hoja que usaban a modo de bandeja para recoger sus “ganancias”. El coro infantil de Ta Prom Mas adelante, en medio del camino, tocaban sus instrumentos otro grupo de músicos mutilados que aprovechaban el filón de los turistas para vender sus cd’s. Hoy es el día en que me arrepiento de no haber comprado ninguno. Llegamos a las ruinas y empezamos a ver gente, turistas de todo el mundo recorrían los pasillos oscuros y se fotografiaban al lado de inmensas raíces que parecía que sostenían piedras a punto de caer encima de nuestras cabezas; caminar por en medio de rocas, raíces y moho era como perderse por la selva. Las impresionantes raíces de los árboles El sitio daba de si para hacer decenas de fotos: al lado de enormes árboles, en la salida de los pasillos, debajo de piedras, encima de montañas de rocas; todo el mundo buscaba la foto más original. Nos entretuvimos todo lo que quisimos, era nuestra última visita y nadie nos esperaba para volver a casa, así que solo nos fuimos cuando nos hartamos del templo. Carme en una puerta pequeña Toni en una raíz grande Llegó el último día en Siem Reap y no quisimos saber nada más de templos; queríamos holgazanear y darnos un pequeño homenaje por la noche. Aprovechamos la mañana para enviar las postales y buscar algún banco para sacar unos cuantos dólares que empezaban a escasear. La oficina de correos estaba cerca aunque nos costó un poco encontrarla. Dentro no había nadie, nada de colas para enviar las postales así que terminamos enseguida: un dólar por postal para un viajecito de Camboya a España. Después fuimos a buscar algún cajero en el que sacar algo de dinero para continuar el viaje y el resto del día fue haraganear. Otra visita al mercado, una cerveza aquí, un rato en la terracita… Hasta que se hizo de noche y la tacañería de toda la semana a la hora de cenar tuvo su recompensa. El primer día que llegamos a Siem Reap decidimos que la última noche haríamos una cenita especial en alguno de los restaurantes del pub street que tanto nos maravillaron el primer día. Rebuscamos los mejores harapos de la mochila que nos bastaron para ponernos guapísimos y salimos a buscar el mejor restaurante de todos, no sin antes tomarnos nuestra cervecita de rigor. Esa cerveza en el Temple Club... Tantas veces paseando por el mismo lugar nos había echo decantarnos por 2 de los restaurantes: Red Piano y Kamasutra. El primero, dos pisos con mesas ambientadas con luz tenue y roja que lo convertían en un sitio muy elegante. Sin lugar a dudas una zona perfecta para descansar, tal y como debía pensar Angelina Jolie cuando se relajaba en el mismo sitio entre toma y toma de Tomb Raider, o al menos eso nos decía la guía. Aun así no nos convenció y mi devoción por la comida india sumada a la belleza del restaurante Kamasutra consiguieron persuadir a Toni que sin muchas pegas accedió y nos sentamos en una mesa. En el restaurante Kamasutra El restaurante aunque algo más pequeño que los de su alrededor era precioso y durante unas horas me trasladé al subcontinente asiático: las mesas, las paredes, los cuadros y las jóvenes camareras vestidas con un sari blanco de lo más favorecedor estaban hermosísimas. Nos deleitamos probando platos nuevos, saboreamos cada ingrediente y aplacamos el picante con un vino chileno que nos sorprendió ver en la carta. La cena, sin duda una de esas que guardo entre mis mejores recuerdos, duro tanto como nos apeteció, y entre indios y camboyanos nos despedimos de nuestra visita a Siem Reap y los templos de Angkor. Índice del Diario: Camboya, más allá de los Templos de Angkor
01: Capítulo 1 - Viaje a Camboya
02: Capítulo 2 - Camino a Bangkok
03: Capítulo 3 - Bienvenidos al reino de Camboya
04: Capítulo 4 - Phnom Penh y el genocidio de los jemeres rojos
05: Capítulo 5 - Los campos de exterminio de Choeung Ek y el palacio real
06: Capítulo 6 - Kompong Cham, entrando en la Camboya más profunda
07: Capítulo 7 - Kratie, más Mekong y los delfines Irrawaddy
08: Capítulo 8 - Excursión en bicicleta por Koh Trong
09: Capítulo 9 – Camino a Siem Reap y las tarántulas fritas
10: Capítulo 10 – Primer día en los templos de Angkor
11: Capítulo 11 – Grandes paseos por los templos de Angkor
12: Capítulo 12 – De la jungla a la república de los monos
13: Capítulo 13 – La playa de Serendipity
14: Capítulo 14 - La playa de Otres
15: Capítulo 15 - Kampot
16: Capítulo 16- El Parque Nacional de Bokor y la fantasmagórica Estación de Montaña
17: Capítulo 17 - Escapada en moto por los alrededores de Kampot
18: Capítulo 18 - Despedida de Kampot y vuelta a Phnom Penh
19: Capítulo 19 - Paseando por Phnom Penh
20: Capítulo 20 - Visita al centro escolar de la ONG “Por la sonrisa de un niño”
21: Capítulo 21 – Les paillotes y las casas del vertedero de Phnom Penh
22: Capítulo 22 - Adiós Camboya
23: Capítulo 23 - La noche de Bangkok
24: Capítulo 24 - Bangkok express
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