Tras levantarnos y bajar a desayunar, hicimos las maletas y salimos a coger el autobús que nos llevaría al aeropuerto. Concretamente íbamos a coger la línea 21 de autobús, ya que los fines de semana la línea 12 no funciona. La pega de la 21 es que tenía más de 20 paradas hasta el aeropuerto, aunque por suerte no iba mucha gente y no tuvo que parar en todas. Sin duda, si se puede elegir, mejor la línea 12, aunque en nuestro caso tampoco se hizo mucho más larga la 21.
Llegamos con mucho tiempo (casi hora y media antes de que pudiéramos facturar las maletas), por lo que decidimos esperar ante el mostrador de facturación. De hecho, fue la primera vez que facturamos los primeros... lógico tras una hora y media de cola. Eso sí, el check-in lo habíamos hecho ya en las máquinas de Iberia situadas en el aeropuerto, por lo que sólo faltaba entregar el equipaje. Lo que nos facilitó la espera fue que, junto al mostrador, estaban rodando una especie de programa en los que un grupito de chicas elegía a un chico... bueno, realmente ridículo. Repitieron la escena del encuentro entre la chica y su supuesto chico más de 10 veces... vamos, real real... Pero mira, al menos nos entretuvimos...
Tras facturar, dimos una vuelta por las tiendas Duty Free dónde compramos cervezas (asegurándonos que así no se romperían en la maleta facturada) y tomamos algo (una hamburguesa con patatas... sano, sano...).
Tras ello, el vuelo puntual hasta Madrid. Sin embargo, en la escala Madrid-Alicante estuvimos casi 40 minutos esperando subidos en el avión porque, en pleno mes de agosto se les ocurre a los responsables de Barajas dejar una única pista en la T4 para despegue, por lo que asistimos a una dantesca imagen en la que al menos 12 aviones (los que podíamos ver desde el avión, aunque habría más) estaban en cola esperando para salir...
El caso es que con 45 minutos de retraso llegamos por fin a Alicante, donde poníamos punto y final a nuestras vacaciones, aunque nuestro cuerpo aún necesitaría algo de tiempo para volver a recuperar su estado prevacacional, jejeje...
Llegamos con mucho tiempo (casi hora y media antes de que pudiéramos facturar las maletas), por lo que decidimos esperar ante el mostrador de facturación. De hecho, fue la primera vez que facturamos los primeros... lógico tras una hora y media de cola. Eso sí, el check-in lo habíamos hecho ya en las máquinas de Iberia situadas en el aeropuerto, por lo que sólo faltaba entregar el equipaje. Lo que nos facilitó la espera fue que, junto al mostrador, estaban rodando una especie de programa en los que un grupito de chicas elegía a un chico... bueno, realmente ridículo. Repitieron la escena del encuentro entre la chica y su supuesto chico más de 10 veces... vamos, real real... Pero mira, al menos nos entretuvimos...
Tras facturar, dimos una vuelta por las tiendas Duty Free dónde compramos cervezas (asegurándonos que así no se romperían en la maleta facturada) y tomamos algo (una hamburguesa con patatas... sano, sano...).
Tras ello, el vuelo puntual hasta Madrid. Sin embargo, en la escala Madrid-Alicante estuvimos casi 40 minutos esperando subidos en el avión porque, en pleno mes de agosto se les ocurre a los responsables de Barajas dejar una única pista en la T4 para despegue, por lo que asistimos a una dantesca imagen en la que al menos 12 aviones (los que podíamos ver desde el avión, aunque habría más) estaban en cola esperando para salir...
El caso es que con 45 minutos de retraso llegamos por fin a Alicante, donde poníamos punto y final a nuestras vacaciones, aunque nuestro cuerpo aún necesitaría algo de tiempo para volver a recuperar su estado prevacacional, jejeje...