Fuimos por libre. La entrada es a las 20.00 horas hora local hasta las 22,00 horas más o menos, nosotros abandonamos el lugar de los últimos más allá de las 22.30 ya que nos quedamos un buen rato rezagados los últimos y disfrutar aún más del "Siq" en el silencio de la noche y para realizar algunas fotos.
Estábamos algo nerviosos e impacientes, no habíamos visitado antes Petra y nos moríamos de ganas por verla. Nos reunieron antes de entrar y nos dieron una charla en inglés en la que te dicen que se camine en fila de a uno, que no se hable, que no se saque fotos y cuantos consejos más que casi nadie cumple. Como en todo el viaje a Jordania tuvimos suerte con el tiempo, hacía algo de fresco y un viento que se antojaba perfecto para la situación; esa noche además había colgada del cielo una luna espléndida, casi llena, preciosa, y que iluminaba todo con su pálida y tenue luz mágica de plata, de ensueño. Todo se conjuraba para de forma inmejorable disfrutar de toda la grandeza de Petra.
El Siq es el estrecho pasadizo natural de unos cinco metros de anchura de media y que en algunas zonas llega a ser solo de dos metros y cuyas paredes oscilan entre los 30 y los 200 metros de altura.
Caminamos en silencio a través de ese paraje único, de cuento; de vez en cuando me paraba a mirar el cielo a mirar las estrellas y escuchar al viento ulular entre las inmensas rocas del desfiladero disfrutando del instante. Avanzamos los últimos metros del estrecho pasadizo y poco a poco se nos fue desvelando una imagen terriblemente bella, entre las rocas como si fueran cortinas de piedra que se separaban un poco con cada paso se entreveía ya El Tesoro. Por fin hemos llegado al más emblemático y conocido monumento de Petra, el camino se de kilómetro y medio se nos ha hecho corto. En la explanada delante de la fachada del monumento las luces de las candelas hacen que parezca que hemos retrocedido al pasado, de fondo un beduino toca música tradicional, nos sentamos a disfrutar con un té que nos sirvieron.
Quisiera parar el tiempo, que no se acabe el momento, más solo puedo intentar que mi cámara refleje el paisaje que en ese instante impresiona mis retinas.
Solo pienso en que he de volver algún día mientras vienen a mi memoria los versos del poeta chino Li Tai-Po:
El santuario de la cumbre
La cumbre, el monasterio.
Ya es noche. Alzo la mano
y toco a las estrellas.
Hablo en voz baja: temo
que se despierte el cielo.
La cumbre, el monasterio.
Ya es noche. Alzo la mano
y toco a las estrellas.
Hablo en voz baja: temo
que se despierte el cielo.
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