Después de abrirme la puerta de rejas del área de habitaciones; de tomar un café envuelto en los lloros de la buena de la señora María pidiendo disculpas arrepentida por cobrarnos 2000 colones (4$) por una llamada local del día anterior que costaba 25 colones; de ofrecernos en desagravio generosamente, de su surtida tienda situada en otra estancia de la vivienda con ventanilla de calabozo a la calle, todo lo que nos apeteciera para desayunar; de proporcionarle todas las monedas que teníamos para cubrir sus necesidades de cambio para el negocio; y de saludar a una pareja recién duchada que salía de una de las habitaciones y a una pareja de hombres que salía de otra, le pedimos que nos solicite un taxi para irnos a San José. Después de hablar con la operadora, me pasa el teléfono y confirmo el trato hecho por ella, estipulado en 50000 colones (100$).
Recogemos inmediatamente, nos despedimos de la señora María embutida en el mismo camisón blanco de la bienvenida, y llegamos pasadas dos horas al Hostel 1110 en San José, donde iniciamos nuestro periplo tico. Ya instalados, Irene organiza una excursión al parque de Manuel Antonio, para los tres próximos días, mientras yo y Cristóbal quedamos pendientes de la búsqueda de los vuelos de vuelta.
A mediodía recibo la llamada de Sonia que me ha organizado una visita de revisión, ante los peligros físicos que le pudiera ocasionar un vuelo, a mi deformada pierna. Como la cita en la Clínica La Católica de Guadalupe, municipio anexo a San José, es inmediata, cogemos un taxi y aparecemos en ese Hotel Hospital de alto standing donde, con la garantía de pago que han recibido de la Cía de seguros, me admiten y me atienden raudamente en unos vestíbulos de estructura inequívocamente bancaria, ya que en los mismos, además de la oficina de admisión, se encuentran varios cubiles con mostrador y cristal antibalas encima con la inscripción superior de Caja 1, Caja 2, Facturación, ...
Tras la revisión de mi “expediente”, me consulto con el Dr. Lisandro Jiménez, costaricense doctorado en medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y cuya tarjeta especifica debajo de su nombre: Ortopedia y Traumatología. Cirugía de pie y tobillo. Lesiones deportivas y Artroscopia. Reemplazos articulares. Me informa de la conveniencia de una intervención inmediata, la cual se podría realizar ese mismo día, puesto que además de minimizar los riesgos de trombosis que puede producir un vuelo en estos casos, facilitaría la soldadura correcta de los huesos fracturados y la labor a los traumatólogos de España, además de poder ser dado de alta el mismo día siguiente, ya operado y en mejores condiciones. Trata de tranquilizarme explicándome la naturaleza de la operación, sus años de experiencia a pesar de su juventud, y su asistencia a un próximo Congreso de ortopedistas en Barcelona.
Esta nueva información me altera de nuevo porque supone un cambio de planes, y me retiro a fumar un cigarrillo para decidir, mientras Irene, telefonea al jefe de traumatología del Hospital donde trabaja para solicitar su opinión experta. Todo es confirmado, lo que me ayuda a dar el beneplácito a la intervención, que se pone en marcha después de comunicárselo a Sonia y recibir su ok, señalándose para la 20h.
Irene se despide puesto que marcha al Hostel para preparar su salida a la madrugada siguiente, y Cristóbal se queda esperando conmigo a que se arregle toda la burocracia entre el Hospital y el seguro.
Pasan las horas y todo sigue igual. El burócrata del hospital me comenta que no llega el fax de garantía de pago de la intervención. Llamo yo a la Cía de seguros y me dicen que la autorización está dada y que instará contundentemente al corresponsal de la Cía en la zona, a que envíe sin dilación la garantía. Media hora después llega, pero por un valor de 2500$, cantidad insuficiente para el hospital.
El burócrata me llama y me dice que no cubre ni la mitad de los gastos, ya que sólo los honorarios del Dr. Lisandro son 2800$, alrededor de unos 2000$ los de su equipo, y unos 3000$ arriba o abajo, los servicios del hospital, habitación, medicamentos, sala, etc. Me informa de que se han de garantizar un mínimo de 5000$, o sea 2500$ más de los garantizados por mi seguro. Les telefoneo otra vez y les informo de la situación, pero como me dicen que es domingo y que es imposible hacerlo hasta el día siguiente, cuando pueden revisar la póliza, le paso el móvil al burócrata para que parlamenten directamente, el cual corta con diplomacia la conversación en pocos minutos, y me reitera la falta de fondos y la necesidad de avalarlos con por ejemplo, la congelación de una Visa por ese importe. Como no dispongo de Visa, pienso en Barcelona, pero son las tantas de la madrugada allí, lo que hace inútil las gestiones. Hablo con Cristóbal pero como no dispone de ese montante, llamo a Irene al Hostel para explicarle. Me dice que agarra un taxi y viene, se lo digo al burócrata, y éste da el visto bueno una hora y media antes de enfrentarme en San José de Costa Rica, a la primera intervención quirúrgica de mi vida.
Me suben a la habitación para que me cambie y me prepare, y me bajan a preanestesia donde me reciben dos enfermeras. Decido cerrar los ojos y tratar de irme a otro lugar, y voy pasando el rato autoanestesiado aparcado en la camilla, mientras no puedo dejar de escuchar las conversaciones personales de las enfermeras por el movil. Mientras una de ellas le dice a la otra que a todas las mujeres les gusta que les regalen flores, vuelve a sonar el celular, y cambia el tono de voz al contestar.
Me hacen el preoperatorio corriendo, el hemograma, el electro, una placa, y me pasean por delante de visitantes en las plantas. Oigo palabras y me levanto y contesto sonriendo que no estoy dormido pero que pronto lo estaré. De vuelta a preanestesia firmo papeles y me hablan de que fumo demasiado. Con los ojos cerrados y sin estar presente, oigo el timbre de un teléfono y un ok, y siento como voy rodando hasta atravesar una puerta que pone sala de operaciones, que abre un vigilante con una tarjeta magnética, donde veo embozados en batas verdes que ríen y hacen bromas, aunque yo fijo la mirada en la lámpara redonda de focos del techo del quirófano, y escucho que alguien me dice que es anestesista y ni siento un pinchazo en la espalda.
Recogemos inmediatamente, nos despedimos de la señora María embutida en el mismo camisón blanco de la bienvenida, y llegamos pasadas dos horas al Hostel 1110 en San José, donde iniciamos nuestro periplo tico. Ya instalados, Irene organiza una excursión al parque de Manuel Antonio, para los tres próximos días, mientras yo y Cristóbal quedamos pendientes de la búsqueda de los vuelos de vuelta.
A mediodía recibo la llamada de Sonia que me ha organizado una visita de revisión, ante los peligros físicos que le pudiera ocasionar un vuelo, a mi deformada pierna. Como la cita en la Clínica La Católica de Guadalupe, municipio anexo a San José, es inmediata, cogemos un taxi y aparecemos en ese Hotel Hospital de alto standing donde, con la garantía de pago que han recibido de la Cía de seguros, me admiten y me atienden raudamente en unos vestíbulos de estructura inequívocamente bancaria, ya que en los mismos, además de la oficina de admisión, se encuentran varios cubiles con mostrador y cristal antibalas encima con la inscripción superior de Caja 1, Caja 2, Facturación, ...
Tras la revisión de mi “expediente”, me consulto con el Dr. Lisandro Jiménez, costaricense doctorado en medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y cuya tarjeta especifica debajo de su nombre: Ortopedia y Traumatología. Cirugía de pie y tobillo. Lesiones deportivas y Artroscopia. Reemplazos articulares. Me informa de la conveniencia de una intervención inmediata, la cual se podría realizar ese mismo día, puesto que además de minimizar los riesgos de trombosis que puede producir un vuelo en estos casos, facilitaría la soldadura correcta de los huesos fracturados y la labor a los traumatólogos de España, además de poder ser dado de alta el mismo día siguiente, ya operado y en mejores condiciones. Trata de tranquilizarme explicándome la naturaleza de la operación, sus años de experiencia a pesar de su juventud, y su asistencia a un próximo Congreso de ortopedistas en Barcelona.
Esta nueva información me altera de nuevo porque supone un cambio de planes, y me retiro a fumar un cigarrillo para decidir, mientras Irene, telefonea al jefe de traumatología del Hospital donde trabaja para solicitar su opinión experta. Todo es confirmado, lo que me ayuda a dar el beneplácito a la intervención, que se pone en marcha después de comunicárselo a Sonia y recibir su ok, señalándose para la 20h.
Irene se despide puesto que marcha al Hostel para preparar su salida a la madrugada siguiente, y Cristóbal se queda esperando conmigo a que se arregle toda la burocracia entre el Hospital y el seguro.
Pasan las horas y todo sigue igual. El burócrata del hospital me comenta que no llega el fax de garantía de pago de la intervención. Llamo yo a la Cía de seguros y me dicen que la autorización está dada y que instará contundentemente al corresponsal de la Cía en la zona, a que envíe sin dilación la garantía. Media hora después llega, pero por un valor de 2500$, cantidad insuficiente para el hospital.
El burócrata me llama y me dice que no cubre ni la mitad de los gastos, ya que sólo los honorarios del Dr. Lisandro son 2800$, alrededor de unos 2000$ los de su equipo, y unos 3000$ arriba o abajo, los servicios del hospital, habitación, medicamentos, sala, etc. Me informa de que se han de garantizar un mínimo de 5000$, o sea 2500$ más de los garantizados por mi seguro. Les telefoneo otra vez y les informo de la situación, pero como me dicen que es domingo y que es imposible hacerlo hasta el día siguiente, cuando pueden revisar la póliza, le paso el móvil al burócrata para que parlamenten directamente, el cual corta con diplomacia la conversación en pocos minutos, y me reitera la falta de fondos y la necesidad de avalarlos con por ejemplo, la congelación de una Visa por ese importe. Como no dispongo de Visa, pienso en Barcelona, pero son las tantas de la madrugada allí, lo que hace inútil las gestiones. Hablo con Cristóbal pero como no dispone de ese montante, llamo a Irene al Hostel para explicarle. Me dice que agarra un taxi y viene, se lo digo al burócrata, y éste da el visto bueno una hora y media antes de enfrentarme en San José de Costa Rica, a la primera intervención quirúrgica de mi vida.
Me suben a la habitación para que me cambie y me prepare, y me bajan a preanestesia donde me reciben dos enfermeras. Decido cerrar los ojos y tratar de irme a otro lugar, y voy pasando el rato autoanestesiado aparcado en la camilla, mientras no puedo dejar de escuchar las conversaciones personales de las enfermeras por el movil. Mientras una de ellas le dice a la otra que a todas las mujeres les gusta que les regalen flores, vuelve a sonar el celular, y cambia el tono de voz al contestar.
Me hacen el preoperatorio corriendo, el hemograma, el electro, una placa, y me pasean por delante de visitantes en las plantas. Oigo palabras y me levanto y contesto sonriendo que no estoy dormido pero que pronto lo estaré. De vuelta a preanestesia firmo papeles y me hablan de que fumo demasiado. Con los ojos cerrados y sin estar presente, oigo el timbre de un teléfono y un ok, y siento como voy rodando hasta atravesar una puerta que pone sala de operaciones, que abre un vigilante con una tarjeta magnética, donde veo embozados en batas verdes que ríen y hacen bromas, aunque yo fijo la mirada en la lámpara redonda de focos del techo del quirófano, y escucho que alguien me dice que es anestesista y ni siento un pinchazo en la espalda.