El volcán está limpio a las 5 y pico de la madrugada desde el balcón de la habitación en el Sierra Arenal. Es la rutina de la estación húmeda, despejado por la mañana, encapotado a partir del mediodía, y aguaceros tarde o noche. A esta hora, gana en majestuosidad la montaña, con las bufandas de algodón alrededor del cuello. Los colibrís se detienen continuamente en los aires del jardín de abajo.
Hablamos y salimos. Hemos resuelto contratar de inmediato, el servicio de transporte a Monteverde, que habíamos medio apalabrado ayer con un cubano tico, por 18$ c/u a cambio del pack jeep-lancha-jeep que te cruza en 3h ½ la laguna, sin tener que rodearla por la carretera. También hemos valorado posibilidades para excursión a El Arenal. Por libre, sería un taxi por 16$ i/v más la entrada al parque por 10$, cada uno. Contratar el servicio con el operador cubano, nos sale según lo pactado, por 25$ cabeza, con recogida y vuelta al hotel, entrada directa al observatorio del volcán, más sendero con guía, más baño en unas pozas termas del río Tabacón. Tiramos por lo cómodo y escogemos esta segunda opción.
Ahora escribo en la Soda La Parada, al compás de las masticaciones de un desayuno americano que, ataco con ganas, después de ayunar anoche. Huevos con bacon, zumo, café, tostadas y mermelada, por 2500 colones (5$), y observando de reojo el movimiento del parque central de enfrente. Luego sigo.
Hoy cada uno ha ido a su aire. Uno al cerro chato, otro en paradero desconocido, y yo me he puesto a caminar un rato. Hago 5 kms gustosos hacia el Este, y alcanzo un centro de conservación de la naturaleza, llamado Danaus. Paseando por las hectáreas de que dispone el centro, logro ver el brazo de un perezoso ovillado en la copa de un árbol, una iguana gigante, dos basiliscos, una guatuza (roedor de considerable tamaño), ....
.... un revoltijo de mariposas, un buen caimán, una ranita roja de unos 3 cms, pechoamarillos y otros pájaros, y legiones de mosquitos, durante un recorrido de 1 km escaso. Solicito un taxi en recepción, y me deja en 10 minutos en La Fortuna, por 2500 colones (5$). Hago compras de detalles, y aparezco en el hotel 5 minutos antes de las 14,30 h, hora a la que nos han de recoger para el tour a El Arenal.
Media hora más tarde, aparece un todoterreno conducido por un guía acelerado de nombre Julio, con una camiseta de Lava Land, transportando a dos viajeros más, Juan un catalán y Thomas un francés. Como faltan chubasqueros y linternas, volvemos a quedar 15 minutos después, para finalmente arrancar a las 3 y algo, acompañados de la omnipresente lluvia. Al llegar, El Arenal por supuesto se encuentra totalmente cubierto, así que enfundados en los chubasqueros, caminamos por un sendero del parque con catarata y puente colgante, mientras Julio el golfo, comparte lo que se ha aprendido de memoria para estas ocasiones.
Flor del Jengibre
A la vuelta en el observatorio, topamos con una serpiente de 2 metros subiendo las escaleras, que tomamos para llegar a la sala del sismógrafo, para ver el alucinante movimiento en la pantalla de las 2 líneas de registro del movimiento y del sonido de los temblores de la tierra, y posteriormente subir al mirador, donde nos unimos a otros grupos de entusiastas observadores de los nubarrones que esconden la montaña, pero protegidos de la tormenta tropical que descargan las alturas.
Heliconia colgante
Lo oímos rugir, pero como no se descubre para permitirnos ver la lava que arroja, abandonamos ya de noche el ya vacío mirador, agarramos carretera abajo hasta la vivienda de una ranita verde de ojos rojos, y aparcamos en total oscuridad al lado de la carretera, unos kilómetros más abajo, en las paredes del recinto del Resort Tabacón.
Lo que sigue es real. Nosostros 3, Juan, Thomas y Julio, en bañador bajo la lluvia cruzando la carretera en la oscuridad, e introduciéndonos en un sendero al otro lado del asfalto. Bajamos un rato a duras penas en fila india, y aparecemos en las aguas que descienden con la fuerza suficiente para crear una pequeña cascada de un metro, que forma un jacuzzi natural, y dónde se logra ver a 7 u 8 personas jugando y luchando contra el caudal. Sentados y con ayuda de un empujón, caemos en esa piscina natural de agua caliente, mientras caen las gotas de lluvia. Todos los dolores del cuerpo desaparecen, así que nos dedicamos a oponer el cuerpo al caudal, que con placer masajea y cura con el impacto de sus chorros, mientras charlamos con un grupo de madrileños, y nos rozamos con otros cuantos de otros lares.
Pasado un tiempo indeterminado, me vence la preocupación por algo que jamás volveré a hacer, y que es dejar mis pertenencias en un vehículo aparcado en una carretera. No pasó nada. Nos secamos, cambiamos, subimos, rodamos, llegamos, cenamos en La Parada con dos viajeras con las que coincidimos en ruta, hotel, escritura, y ... ciao.