16/08/2010
Aquí amanece más tarde que en el resto de lugares en los que hemos estado. Así que tras desayunar y preparar los bocatas para comer durante el día, nos ponemos en marcha, todavía de noche.
Ponemos rumbo a Puerto Bajo las Sombras. Lugar desde donde parte la excursión.
Por el camino nos sorprende el amanecer… delicioso.
La carretera que lleva hasta allí es buena. Cruzas la puerta de entrada al Parque Nacional de los Glaciares y tenemos que pagar la entrada (75AR$).
A partir de este punto, la carretera se estrecha algo, no mucho, y se vuelve más revirada… y al salir de una de esas curvas, aparece… Allá a lo lejos, lo ves descender majestuoso sobre la ladera de la montaña… El Glaciar Perito Moreno.
Vamos con tiempo de sobra. Así que acerco a las damas hasta la zona de las pasarelas. Ellas pasarán allí el resto de la mañana, mientras yo pateo sobre el hielo. Como tienen 5 horas, le da tiempo para recorrer las pasarelas enteras… un par de veces o más.
Yo me acerco hasta el Puerto Bajo las Sombras, lugar desde donde comienza la excursión.
Te montan en un barco. Te acercas hasta el frente del glaciar. Cuando te vas acercando es cuando comienzas a tener una perspectiva de lo grande que es.
Pared sur del Glaciar Perito Moreno
Desembarcamos en la orilla y nos juntan a todos en una cabaña donde dejamos las mochilas. Un pequeño paseo hasta una playa con un panel explicativo. Charla al canto acerca de los glaciares, el famoso fenómeno de la ruptura… Continuamos el camino hacia el glaciar. Las vistas son increíbles.
Perito Moreno y fragmentos de hielo desprendidos
Marcas de una de las crecidas antes de la ruptura
Poco a poco me he ido quedando el último. Y de esta forma, se van separando los grupos. Van unos 6 guías con nosotros, así que nos separan más o menos en tres grupos de unos 20. Nos ponen los crampones y para arriba.
Pero de repente...
Un fuerte ruido... como un crujido... como si el propio glaciar se estuviese quejando... y un desprendimiento.
Los crampones son como unas suelas de hierro con 6 ó 8 puntas. Se atan a las botas y con el peso del cuerpo se clavan en el hielo haciendo que te retenga.
El paseo en sí, no es nada del otro mundo. Todo va muuuuuuy despacio.
Andas 5 minutos y te paras.
El guía cuenta algo.
Andas otros 5 minutos.
Y vuelves a parar.
El guía cuenta otra cosa.
Andas otros 5 minutos…
Así durante hora y media aprox.
Un momento muy entrañable de la excursión viene cuando nos hacen callarnos a todos. La intención es que podamos oír… sentir el ruido del hielo. Al estar en continuo movimiento, ese roce con las rocas del fondo del lago, el desgajarse algún trozo de hielo en el frente, la ruptura de dos capas de hielo que se mueven en sentidos opuestos… todo eso es lo que pretenden que oigamos.
El resultado del experimento, es que oímos al resto de excursiones que nos damos cita sobre el glaciar.
En nuestro barco han salido 3 grupos. Pero detrás nuestra ha llegado al menos otro barco, así que estamos al menos 6 grupos de 20 personas sobre el glaciar. Es decir que en un pequeño espacio de hielo estamos congregadas unas 120 personas… como para oír el ruido del glaciar.
El Glaciar en plena ebullición de gente
Como decía el paseo es muy sencillo. La senda está muy marcada. En los tramos con mayor pendiente hay unos escalones tallados en el hielo para facilitar el avance.
Y para finalizar nos invitan a whisky con hielo (del glaciar) y a alfajores.
En algunas excursiones el guía les obsequia con una escalada en hielo… nosotros no tuvimos esa suerte.
En definitiva, si quieres sentir la experiencia de caminar sobre el hielo, de girarte en redondo y no ver más que montañas de hielo por todos los sitios, de ir caminando y oír el ruido del hielo resquebrajándose bajo tus crampones (suena como cuando se rompe el cristal), está muy bien esta excursión. Pero si vas buscando algo de aventura, de trekking, de encontrar a ese montañero que todos llevamos dentro, de deporte, esta no es tu excursión. Pasa de este paseo para turistas y aprovecha el tiempo en otro lugar.
Salimos del glaciar y nos retiramos los crampones. Vuelta a la cabaña donde hemos dejado las mochilas por medio de un bosquecillo. Y por abajo, más gente que se dirige hacia el glaciar.
Me demoro en el bosque tirando fotos. Ese momento es de lo mejor del día. Se llega a sentir un poco el ruido del bosque… aunque solo sea un poco.
Cuando llego a la cabaña, me sobresalta el ruido que allí se produce. Las 120 personas que estábamos antes sobre el glaciar, ahora estamos congregados alrededor de esta cabaña…
Agarro la mochila y me alejo de allí. Me encaramo en unas rocas y me como mi bocata con la mirada perdida en el glaciar. Me vuelve a invadir esa sensación de soledad, de paz interior… sí… esto vuelve a estar bien.
ZAAAAAASSSSSSSS!!!!!!!!!
Todo se desvanece en un instante. Un grupo de japoneses irrumpen en escena. Si de normal damos por asumido que los españoles hablamos por lo general bastante alto, estos japoneses se llevan la palma. Les tienen que oír desde la orilla de enfrente donde se localizan las pasarelas.
Recojo todo y me largo de allí. Justo a tiempo, el barco está preparado para zarpar de vuelta.
Otra cosa común en este tipo de excursiones. A la ida, todo el mundo iba en las cubiertas, por lo que era imposible tirar alguna foto. Por el contrario, ahora solo van los que han salido a fumar (ya que dentro no se puede fumar), y los 4 colgados que estamos tirando fotos tranquilamente. Un viejo truco es dejar pasar ese primer momento de agobio de gente. Suele hacer frío. Así que en seguida se cansa la gente de congelarse y dejan espacio y tranquilidad para el que va buscando alguna buena foto… que por lo general se queda allí, ya que un paisaje maravilloso y un buen equipo, si no hay detrás un buen fotógrafo, no hay nada que hacer.
Regreso a las pasarelas donde me junto con las damas. Les ha dado tiempo a recorrerse varias veces las pasarelas, así que me enseñan los mejores lugares con las mejores vistas.
Pared norte del Perito Moreno
A las 17:30 regresamos a El Calafate. Tranquilos, con los deberes cumplidos.
Esa noche nos metemos en el Restaurante Ricky's (209AR$). Buffet libre de ensaladas, 2 parrilladas libres y una milanesa de pollo que no cabe en el enorme plato que han sacado… Mmmmmm de vicio.
17/08/2010
Hoy nos levantamos temprano. Al igual que ayer, preparamos los bocatas mientras nos desayunamos. Nuestro destino es Puerto Bandera. Como nos dijeron que podíamos comprar el boleto allí mismo, nos disponemos a agarrar el auto y tirar para allí.
Descorro las cortinas de la habitación esperando contemplar la oscuridad de ayer saludándonos, pero…
NOOOOOOOOO
La sorpresa blanca
Está todo nevado. Ayer nos fuimos a dormir y hacía una buena noche. Nada hacía presagiar esto. Hoy en cambio está todo completamente nevado.
Es increíble que en unas pocas horas, haya caído tal cantidad de nieve. Se ven las calles, en las que han pasado alguna máquina retirando la nieve. Pero donde no han pasado, hay unos 30 cm de nieve.
Bueno, no importa. Nos acercaremos a las oficinas de Fernández Campbell y preguntamos allí a ver si el crucero sigue en pie.
Bajamos las escaleras con precaución, que ninguno queremos emular desde las alturas a Casillo’s mum. Montamos en el auto y comienza las aventura.
Es imposible mantener recto el coche dentro de la calle. Vamos patinando para todos los lados. Los frenos no funcionan, vamos todo una hazaña.
Llegamos a las oficinas y preguntamos, allí nos dicen que el crucero sigue en pie.
Salimos de allí… sigue nevando… y doy por imposible llegar hasta Puerto Bandera. Tal y como patinaba el coche para llegar hasta aquí, va a ser imposible.
Bien, decidimos acercarnos hasta la oficina de turismo para preguntar que se puede hacer un día de nieve en El Calafate.
Vamos allí y son pocas las opciones que dan. Un paseo por el pueblo, algún museo… pero no están seguras de que estén abiertos… vamos, una cantidad de información increíble.
Con la resignación pintada en la cara regresamos al auto. Para acceder de nuevo a la carretera hay que subir una pequeña cuesta… claro… pequeña, pero con la cantidad de nieve que hay, y las ruedas que no agarran… os podéis hacer una pequeña idea…
Encaramos la cuesta y las ruedas comienzan a girar… pero el coche va para atrás… Mierda, veo luces por el retrovisor… enciendo las luces de emergencia y el coche me adelante sin ningún problema.
Vuelvo a intentarlo… y que si quieres arroz Catalina…
Así que opto por la única alternativa que se me ocurre… doy marcha atrás… pero no, no temáis, como diría Leónidas en 300, no retrocedo, solo estoy tomando carrerilla. Recorro unas decenas de metros y me detengo.
Sujeto el volante con las dos manos.
Fijo la mirada en mi objetivo.
Solos tu y yo, pienso… bueno, y las dos damas que están con más miedo que alma hundidas en sus asientos.
Vamos, chico, alégrame el día.
Comienzo a acelerar lentamente, el primer momento es el peor, una vez pasado ese primer impulso suelen agarrar mejor las gomas.
El auto comienza a moverse.
Y voy acelerando poco a poco, adquiriendo velocidad.
Nos acercamos irremediablemente a nuestro destino.
Solos ante el peligro… como Los inmortales, solo puede quedar uno…
Pero saber si vencemos nosotros o la cuesta con nieve… esa es la cuestión.
Bueno, por romper un poco el dramatismo de la situación. Recuerdo cuando estábamos en Ushuaia, que el tío que nos alquiló el coche hacía especial hincapié en que las cubiertas eran especiales y que estaban preparadas para la nieve. Yo las miré y me parecieron normales… pero tras ver los problemas que estábamos teniendo, ahora entendía lo que me decía el tipo aquel.
Pero en fin, ¿dónde nos habíamos quedado?
Nos movemos hacia la cuesta… ¿o es ella la que viene hacia nosotros? Da igual. El resultado es el mismo.
Comenzamos a subir y no perdemos velocidad… esto funciona…
Pero las ruedas comienzan a patinar y la velocidad decrece rápidamente… El auto asciende despacio… movido por la inercia que llevábamos. Pero esta se estaba acabando.
Las ruedas sigeun girando locas, arrojando nieve para atrás, como si de un quitanieves se tratara.
Estamos casi detenidos. Nos restan unos pocos metros para llegar al cruce. A partir de ahí, la nieve decrece ya que por esa carretera han pasado los quitanieves… y volvemos a terreno llano.
Tan cerca... y a la vez tan lejos…
Con desesperación aprieto el acelerador a fondo…
El motor ruge y la nieve sale disparada con mayor violencia, pero esto no hace que avancemos más…
Levanto el pie del acelerador… solo me queda esa última alternativa.
Y como por arte de magia, las gomas encuentran un pequeño agarre, pequeño, ligero, insignificante… sí, pero lo justo para darle ese pequeño impulso que necesitábamos.
Y así, lentamente, trastabillando, como a cámara lenta, llegamos a la cima.
Tras esta experiencia, decidimos regresar al apartamento.
Como tenemos wi fi, nos pasamos por el foro para saludar a la gente y pedir consejos. Nos aconsejan jugar al truco (todavía no he aprendido) mientras tomamos mate (eso si que lo estoy haciendo), esquiar, ir a un spa… Todas unas buenas ideas.
Desde el otro lado del Pacífico, la Kiwifamilia nos alegra las penas con su berborrea incesante... planes de boda en el Milford Sound de maese Montaraz... la original idea (como no podía ser menos) de bañarnos en bolas en el fiordo sugerida por Vecogu (creo, aunque es mas propia del bueno de Monti). En fin, haciendo que esos eternos minutos que tenemos que estar encerrados en el apartamento, se hagan mas llevaderos.
Y allí estamos viendo como sigue nevando sin parar, cuando de repente llaman a la puerta.
Es el tipo que nos alquiló el coche. Como han visto que está nevando nos traen un coche con las ruedas de clavos, para que podamos movernos… y yo pienso, joder, ya era hora, podrían haber venido antes…
Bueno, el cambio es a mejor. Nos han dejado un Polo y este sí que agarra bien. Bueno, por lo menos ahora, cuando quiero girar a la izquierda, el coche va hacia allí…
Vamos a comer. No sé si es demasiado pronto, o es que durante el día los restaurantes no abren, o tal vez con el día que hace, no hay apenas gente por la calle y deciden no abrir…
El caso es que probamos en un par de lugares y están cerrados. Así que para no tentar a la suerte, nos metemos en el primero que vemos abierto.
Ha dejado de nevar. Así que con el auto nuevo, decidimos explorar un poco los alrededores.
Nos acercamos al Lago Argentino donde damos un pequeño paseo… y bueno, aprovechando la situación, hacemos una guerra de bolas de nieve. Vamos como los chiquillos.
La carretera que lleva al Parque Nacional, está con bastante nieve, pero se puede circular… con un auto con las ruedas de clavos. Con el de esta mañana, hubiésemos terminado en la cuneta.
Reponemos fuerzas en la librería – cafetería más famosa de la Patagonia. Imagino que todos los que pasamos por El Calafate nos tomamos algo allí…
Dejo a las damas en casa y bueno, una vez que me veo solo, sin el limitador de velocidad sentado al lado, compruebo lo que agarran estas gomas con clavos.
El resultado es satisfactorio.
Además, está atardeciendo y las vistas desde el paseo del Lado Argentino son… en fin, una imagen vale más que 1000 palabras…