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Costa Rica. Los cocodrilos y el ataque del coco asesino

Costa Rica. Los cocodrilos y el ataque del coco asesino ✏️ Diarios de Viajes de America Central America Central

El nuevo destino era el puente de Tárcoles, donde los cocodrilos nos esperaban y la muerte nos acechó en forma de coco. Solo había pasado una noche desde que llegó Marinilla, por lo que en el coche y sin haberlo planificado, cada uno de nosotros...
Escarpiiiiiin Autor:   Fecha creación:   Puntos: 5 (1 Votos)

Diario: América Central

Puntos: 4.5 (2 Votos)  Etapas: 2  Localización:America Central America Central

El nuevo destino era el puente de Tárcoles, donde los cocodrilos nos esperaban y la muerte nos acechó en forma de coco.

Solo había pasado una noche desde que llegó Marinilla, por lo que en el coche y sin haberlo planificado, cada uno de nosotros iba evidenciando cual era su misión en ese viaje.

Mi objetivo era fotografiar animales, había ido en busca del Jaguar en Sirena sin haber conseguido verlo y ahora soñaba con los cocodrilos.

Yolanda revisaba el mapa y sus notas, con la intención (conseguida por cierto) de guiarnos por los mejores lugares de Costa Rica.

Y Marinilla, pegada a su I Phone, buscaba cobertura en cada rincón del país casi de manera compulsiva

Lo primero que nos llamó la atención, eran las tremendas orejas que tenían las vacas de allí, parecían un personaje de la guerra de las galaxias.

Al principio, nos sorprendimos del buen estado en el que estaban las carreteras, incluso, cuando la carretera asfaltada se transformó en una pista que combinaba tramos de arena y guijarros, esta, resultaba bastante lisa y sin demasiados socavones.

Llevábamos los ojos abiertos como platos, viendo a los vaqueros en sus caballos, a los impresionantes camiones americanos con morro y cruzando puentes estrechos… perdón, “puentes angostos”, como los llaman allí.

Nos detuvimos en un precioso puente de hierro casi corroído por el óxido para hacerle fotos, y animados ya a fotografiar todo lo que nos llamaba la atención, Marina nos obligó a parar cuando un rebaño de vacas de orejas grandes nos cortaba el camino. Se bajó rápidamente para fotografiarlas de cerca, pero cuando se estaba acercando con una decisión impresionante, de repente se paró en seco y se volvió corriendo al coche.

- ¿Qué pasa?.- Preguntamos extrañados por su rápida vuelta al coche.

- Pues que me han mirado mal.

Así que entre las risas, unos coches pitándonos detrás y Marina encaramada a la ventana con más de medio cuerpo fuera buscando alguna foto chula, tuve que ponerme en marcha de nuevo con cuidado de no perder a nuestra fotógrafa en el intento.

Después de unas horas de carretera, decidimos parar a comer y después de dejar pasar bastantes restaurantes por falta de decisión (siempre decíamos: ese… y lo dejábamos pasar…), encontramos uno en el que antes de dejarlo pasar nos pusimos todos de acuerdo.

El lugar resultó sorprendente, nos prepararon unos zumos y una comida que estaba tremendamente rica. La señora y su hija eran especialmente encantadoras y amables.

Nuestra sorpresa fue, cuando antes de sacar nuestras cámaras para hacernos una foto con ellas, llegaron con la suya y nos pidieron la foto a nosotros.

Con el retraso que nos había supuesto el alquiler del coche se nos hizo tarde y la noche se nos vino encima, por lo que como no teníamos la seguridad de encontrar algún sitio donde dormir al lado del puente de Tárcoles, comenzamos a buscar algún sitio donde hospedarnos.

Llegamos a Playa Hermosa, vimos algunos hoteles en la carretera y decidimos parar a ver si había habitaciones libres. La gran sorpresa fue cuando encontramos el ambiente que ahí se vivía.

Resultaba que era un destino típico de surferos, absolutamente todas las habitaciones estaban ocupadas por estos invasores, con sus tablas en las puertas, también les encontrabas en amplias reuniones o realizando el mantenimiento de sus tablas de surf. Parecían todos sacados de una película, pero el caso es que no habían dejado una sola habitación libre, por lo que tuvimos que reanudar la marcha.

Al final, y aunque nuestra intención ya era parar a dormir en el primer lugar que pudiéramos, acabamos llegando al puente. Vimos unas luces al cruzarlo y paramos.

El lugar daba una sensación algo lúgubre, todo apagado salvo la luz del restaurante, nos daba incluso algo de desconfianza dejar el coche aparcado.

El caso es que entramos, pedimos unos zumos y al preguntar por habitaciones nos dijeron que sí, que tenían libres y que además eran muy amplias y podríamos estar a gusto los tres.

Ilusionados le indicamos que nos quedábamos una habitación para esa noche.

La idea era dejar el equipaje dentro y luego ir a disfrutar tranquilos de un zumo y algo de picar.

El encargado nos acompañó por un camino… iba a decir oscuro, pero más bien era negro y nos indicó la habitación.

Esta, era indescriptible, creo recordar que en la habitación no había absolutamente nada que no diera asco.

La ducha estaba completamente oxidada, el grifo del lavabo daba cosa tocarlo, el aire acondicionado funcionaba de una manera inexplicable, ya que el aspecto era de pura chatarra, para las mantas y sábanas no tengo palabras.

La habitación tenía un aspecto tan lamentable que tuvimos que hablar un momento los tres para decidir si nos quedábamos ahí o no.

Al final, los tres decidimos quedarnos. ¿Por qué? Es curioso.

Yo, que suelo estar acostumbrado a dormir en sitios lamentables, les dejé la responsabilidad a ellas, estaba seguro que dirían que no, ¿Cómo iban a decir que si?????

Yolanda, que veía la hora que era y además no quería arriesgarse a no encontrar alojamiento en kilómetros ,dijo:

- Es una asco de habitación, pero es lo único que tenemos.

Marina, que además veía la hora que era y no quería ser la nota discordante, dijo:

- Es un asco de habitación, pero es lo único que tenemos.

Entonces me miraron a mi y yo, que era al que más igual le daba, dije:

- A mi me parece bien, si a vosotras os gusta a mi también.

Así que nos quedamos.

A pesar de nuestra decisión, salimos pitando de la habitación, no sé si por las ganas que teníamos de cenar o por las ganas de salir de ese cuchitril.

El caso, es que los zumos en Costa Rica se disfrutan en cualquier parte, ¡Qué ricos los hacen!!!!!

Después de elegir entre la gran variedad que te ofrecen, disfrutarlos y picar algo, volvimos a la habitación.

Casi cuando estábamos llegando comenzamos a oír un leve silbido parecido al que ponen en las películas cuando va a caer una bomba y de repente, oímos justo a nuestro lado….

BOOOOOOMMMMMMMMMM!!!!!!!!!!!!

Fue un golpe tremendo, dimos un salto sin saber que había pasado y de repente descubrimos con las linternas el motivo de semejante estruendo.

Era un coco que había caído justo a nuestro lado desde una palmera de unos 10 o 15 metros.

En ese momento recordamos una estadística que habíamos leído en algún sitio: Diez personas en el mundo mueren anualmente por ataque de tiburón, en compensación, 150 mueren en el mismo periodo por la caída de un coco en la cabeza.

Con el susto en el cuerpo y como no, con las correspondientes risas acabamos entrando en la habitación y buscando la manera de dormir.

Digo buscando la manera de dormir, porque sacamos toda nuestra ropa para intentar ponerla debajo de nosotros y entre camisa, camisa y alguna toalla poder taparnos con algo, cualquier cosa antes de tocar esas mantas y sábanas.

Las risas volvieron a invadirnos, y es que al final hicimos una puesta en común del porqué se había tomado la decisión.

A ninguno nos había gustado la habitación, pero como ninguno quería tomar la iniciativa de decir:

- ¿Pero cómo vamos a dormir aquí???????????

Pues al final desembocó en que estuviéramos allí enrollados en nuestra propia ropa, con miedo a entrar en la ducha por si salía una cucaracha a comernos.

Creo que fue la combinación de las risas y la incomodidad que teníamos, las que no nos dejaron dormir más de dos o tres horas.

Al levantarnos, grabamos la habitación, le sacamos mil fotos y nos desesperamos al no ser capaces de reflejar, el lamentable estado en el que estaba.

- Jo!!!! Si es que en las fotos sale bien!!!!!!!!

Creo que es algo que dijimos los tres desesperados por no ser capaces de plasmar el lamentable estado de la habitación.

Después de desayunar nos dirigimos al puente. Ahora sí, desde él podíamos ver los enormes cocodrilos que allí descansan plácidamente al sol.

Todas las guías que habíamos consultado, nos advertían del peligro que suponían, ya que están acostumbrados a que la gente les ofrezca pollos y gallinas para comer, por lo que identifican a las persona como fuente de alimentación y los ataques de cocodrilos ahí, no resultan algo meramente ocasional.

Por ese motivo nos tomamos la visita con tranquilidad, sobre todo contando con la cordura y responsabilidad que suponíamos que nos proporcionaba la presencia de Yolanda, eso, hasta que nos preguntó:

- Ya? No pensáis bajar?

Después de recoger los trocitos de mis esquemas, nos dirigimos a rodear el puente por un puesto abandonado de policía y comenzamos a bajar entre un bosque de mimosas, que nos entretuvo un ratito jugueteando con sus tímidas hojas.

Cuando llegamos a la orilla nos fuimos acercando poco a poco, no sé si buscando la mejor foto, o la situación más peligrosa, el caso es que poco a poco íbamos ganando terreno con la suficiente calma como para no espantar a los cocodrilos, e intentando mantener una distancia cada vez más corta.

Fuimos tomando confianza poco a poco, hasta que en alguna ocasión, estuvimos a lo que creo que llegó a ser una distancia algo imprudente, sobre todo cuando Marina comenzó a gritar:

- Ya, ya, ya!!!!!!

Al verme cerca de la orilla y como un cocodrilo se movía con intenciones más que dudosas.

Una vez vivida la aventura con los cocodrilos reanudamos viaje, el plan era ir a Monteverde y después visitar El Arenal, el volcán activo más visitado en Costa Rica.

Yolanda miraba el plano para indicarnos el siguiente desvío.

- En el siguiente cruce podríamos ir a Tortugero.

- Y que hay en Tortuguero? Preguntó Marina.

Después de una pequeña explicación nos entró la duda a todos de qué nos apetecía más. Ver el bosque nuboso de Monteverde y hacer Canopy o navegar por los manglares en una canoa y visitar un pueblo pintoresco con sus casa de colores y donde los coches no existían.

Se acercaba el cruce y aún no se había decidido el siguiente destino, por lo que di un volantazo y dije:

- A Tortuguero!!

No se discutió la decisión y continuamos el camino.

La carretera de nuevo estaba en muy buen estado, cosa que agradecíamos porque nuestra intención era hacer kilómetros, ya que teníamos que cruzar el país desde el Pacifico hasta el Caribe.

Cruzamos el Parque Nacional de Braulio Carrillo, nos sorprendió la exuberante vegetación, nos rodeaba por completo y no pudimos evitar parar en un puente para hacer fotos. Nuestra sorpresa fue cuando vimos que, justo por debajo, pasaban dos ríos que se unían con distintos colores. Uno verde y otro rojo, formando el que allí se conocía por Río Sucio.

Después Marina, haciendo gala de sus conocimientos de geología, nos explicó que el río “rojo” se trataba de aguas férreas y que la zona debía ser muy rica en hierro.

Reanudamos de nuevo el camino y conseguimos llegar a Guapíles donde hicimos una parada técnica para que Marina sacara dinero. Mientras ella estaba en el banco, nosotros paseamos viendo las tiendas de la zona y sorprendiéndonos con los maniquíes que tenían en los escaparates.

Después de repostar preguntamos cómo llegar a La Pavona y a qué distancia estaba.

- A unos 15 kilómetros.- Nos dijeron.

Emprendimos camino de nuevo y al cruzar una pequeña aldea después de haber recorrido unos 10 Km. Volvimos a preguntar.

- Sí, por allí, a unos 15 kilómetros.

En fin, algo extrañados continuamos, y como el camino se nos hacía largo, volvimos a preguntar unos 4 Km. después.

- Sí, por allí, a unos 15 kilómetros.

Esto ya nos sonaba a cachondeo y cuando volvimos a preguntar, ya esperábamos la respuesta, pero nos sorprendieron.

- Si, por allí, a unos 25 kilómetros.

Confiando poco y obteniendo dos nuevas respuestas de 15 Km. al final conseguimos llegar.

La Pavona era el lugar donde dejaríamos el coche para embarcanos destino Tortuguero. Al llegar nos recibió Ronald un chico simpático y servicial con quien mantuvimos una agradable conversación. Nos comentó que el coche podíamos dejar allí, pero que tendríamos caminar unos tres kilometros más o que podíamos esperar un autobus que nos llevaría hasta llegar a la parte donde el río era navegable, ya que en época seca allí no quedaba ni una gota de agua.

Caminar a pleno sol y con las mochilas lo descartamos enseguida, así que como teníamos unas dos horas de espera, nos acomodamos en unas sillas junto a la barra del bar y pedimos unas latas de bebida. Ronald nos dió toda la información que necesitabamos, incluso nos dejó su móvil para llamar a las "cabinas" donde reservar una habitación.

Bombardeamos a Ronald a preguntas sobre el pueblo, le preguntábamos curiosos sobre su vida y sobre Costa Rica y el hacía lo propio con nosotros.

Tras una hora de conversación se acercó un coche, detuvimos la charla y Ronald se acercó a saludar a sus ocupantes, era un conocido del pueblo, David, que volvía de San José con unos familiares. Enseguida le preguntó si nos podía llevar hasta el embarcadero y se giró hacia nosotros diciéndonos que en cuanto dejara a todos los que llevaba en el coche volvería a recogernos. Es increible las molestias que se llegan a tomar por los demas sin pedir nada a cambio.

David, resultó un chaval majísimo y todo un descubrimiento, ya que no sólo nos guió en Tortuguero, sino que nos descubrió un maravilloso lugar que pocos conocen.

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