El segundo día en Vientane seguimos tomándo las cosas con calma (¿hay otra manera de tomárselas en Laos?). Visitamos cuatro templos más,sin prisas
Todos tenían algo interesante y los monjes nos saludaban con una sonrisa cuando entrábamos. Algunos charlaban un rato con nosotros. Te suelen preguntar de donde eres, qué sitios de Laos has visitado o piensas visitar y se llenan de orgullo cuando les dices que el país te gusta mucho, que la gente es un encanto.
Enfrente del Wat Si Saket, este templo es también museo y está cuidadísimo. Es muy bonito y hay algunas estatuas de buda preciosas.
Intentamos pasear a orillas del Mekong, pero la zona estaba en obras.
Buscamos un restaurante que recomendaba la Lonely Planet. Primera decepción con la comida laosiana: la ensalada de papaya. Con ese nombre parecía un plato refrescante, dulce y jugoso. Claro, no contábamos con la pasta de pescado fermentado…
A pesar de la ensalada de papaya,el restaurante era muy agradable.
Por la tarde volvimos al hotel, nos duchamos y fuimos al Papaya Spa,donde habíamos reservado un masaje laosiano de más de una hora por un precio ridículo.
Después, relajados y olorosos, nos fuimos a pasear por la orilla del Mekong, en otra zona diferente a la de la mañana. Para mi, sin duda, lo mejor de Vientiane. Es una calle sin asfaltar que discurre al lado del río y está llena de restaurantes y barecillos. Bueno, llena, llena… quizá son seis o siete y algún hotel. Más grandes, más pequeños, con más o menos encanto, con terraza… Decidimos que esa noche tocaba tapeo y fuimos tomando cervezas y algo para picar en tres o cuatro locales. Claro que el que nos gustó mucho más que los otros fue el Spirit House.
Mi terraza favorita en Laos.La otra orilla es Tailandia
Un local no muy grande, de corado con mucho gusto y una terraza muy pequeña, con pocas mesas, a la sombra de unos enormes árboles, justo al lado del Mekong. En la otra orilla, Tailandia.
Después me he acordado muchas veces de esa terracilla, de las beer laos que nos tomamos allí (volvimos al día siguiente) y de cómo era de agradable ver ponerse el sol sentados, sin nada que hacer, sin prisa, sin obligaciones, saludando a los dos gatos del local, disfrutando de las tapas y la BeerLao y dejándonos mimar por los camareros.
No es muy asiático, pero estaba riquísimo.
Todos tenían algo interesante y los monjes nos saludaban con una sonrisa cuando entrábamos. Algunos charlaban un rato con nosotros. Te suelen preguntar de donde eres, qué sitios de Laos has visitado o piensas visitar y se llenan de orgullo cuando les dices que el país te gusta mucho, que la gente es un encanto.
Enfrente del Wat Si Saket, este templo es también museo y está cuidadísimo. Es muy bonito y hay algunas estatuas de buda preciosas.
Intentamos pasear a orillas del Mekong, pero la zona estaba en obras.
Buscamos un restaurante que recomendaba la Lonely Planet. Primera decepción con la comida laosiana: la ensalada de papaya. Con ese nombre parecía un plato refrescante, dulce y jugoso. Claro, no contábamos con la pasta de pescado fermentado…
A pesar de la ensalada de papaya,el restaurante era muy agradable.
Por la tarde volvimos al hotel, nos duchamos y fuimos al Papaya Spa,donde habíamos reservado un masaje laosiano de más de una hora por un precio ridículo.
Después, relajados y olorosos, nos fuimos a pasear por la orilla del Mekong, en otra zona diferente a la de la mañana. Para mi, sin duda, lo mejor de Vientiane. Es una calle sin asfaltar que discurre al lado del río y está llena de restaurantes y barecillos. Bueno, llena, llena… quizá son seis o siete y algún hotel. Más grandes, más pequeños, con más o menos encanto, con terraza… Decidimos que esa noche tocaba tapeo y fuimos tomando cervezas y algo para picar en tres o cuatro locales. Claro que el que nos gustó mucho más que los otros fue el Spirit House.
Mi terraza favorita en Laos.La otra orilla es Tailandia
Un local no muy grande, de corado con mucho gusto y una terraza muy pequeña, con pocas mesas, a la sombra de unos enormes árboles, justo al lado del Mekong. En la otra orilla, Tailandia.
Después me he acordado muchas veces de esa terracilla, de las beer laos que nos tomamos allí (volvimos al día siguiente) y de cómo era de agradable ver ponerse el sol sentados, sin nada que hacer, sin prisa, sin obligaciones, saludando a los dos gatos del local, disfrutando de las tapas y la BeerLao y dejándonos mimar por los camareros.
No es muy asiático, pero estaba riquísimo.