A las 8 estábamos desayunando ya en el hotel. Lo cierto es que el desayuno buffet era más que aceptable: bollería, panecillos, miel, tortitas recién hechas, leche, té, café, zumo de naranja y limón, naranjas troceadas, cereales… Suficiente para reponer energías hasta el mediodía.
El día era lluvioso y apuntaba empeorar, pero era algo que no podíamos evitar, por lo que nos equipamos bien con paraguas y chaquetas y bajamos a recepción. A las 9.20 en punto (como nos dijeron) ya estaba el guía listo para recogernos, y salimos en busca de 4 españoles más que compartirían nuestro taxi (cuando es mucha gente la excursión se organiza en autobús). En realidad recogimos a una pareja mayor española y a otra pareja joven mauritana, pero que él hablaba español a la perfección y era socio del otro español.
De camino pasamos por algunos pueblos donde pudimos ver como la carne queda expuesta en muchos comercios sin estar protegida por vitrinas o en cámaras frigoríficas. No obstante, el guía nos aseguró que esa carne se consumía en el día, y que no se volvía a sacar el día siguiente si no era vendida.
Subimos hacia las montañas del Atlas parando en una casa bereber donde la propia familia te invita a tomar un té a la menta, unos panecillos con mantequilla, aceite y miel, todo hecho por ellos mismos.
Nuestro almuerzo...
Este bloque blanco es el azúcar que nos pusieron
Al salir de la casa, varios vendedores de collares están al acecho ofreciéndote de forma insistente que compres alguno… pero de un modo realmente agobiante. Además, varios niños están también junto a ellos esperando recibir alguna moneda. El guía nos dijo que esto era un error pues han sido los turistas los que los han acostumbrado a ello y los propios padres deciden no darle dinero ya que con tan pocos años no suelen usarlo en nada productivo, por lo que nos recomendó no darles nada.
Nos pararon en una pequeña casa con un jardín donde cultivaban todo tipo de hierbas medicinales. Acto seguido, nos invitaron a un té mientras nos explicaban múltiples remedios (cremas, infusiones, aceites...) para gran número de enfermedades. Comprar o no depende de lo que cada uno creyera. Yo concretamente compré un té con Ginseng que estaba realmente bueno.
Subimos luego bordeando el río hasta el final de la carretera, donde empezaba el camino que llevaba a las cascadas. Ahí estaba lleno de guías ofreciéndose a acompañarte para enseñarte las cascadas por un módico precio, pero debido a la que estaba cayendo, decidimos no subir pues el mismo guía nos dijo que el camino con lluvia era muy malo. Sin embargo, el paisaje era genial con ese halo de misterio que las nubes aportan a las montañas.
Paramos de regreso en un restaurante con vistas al río a tomarnos algo. La verdad es que las vistas eran espectaculares, con el río bajo nosotros y las montañas cubiertas por niebla.
Y de aquí a comer a un restaurante inmenso situado a los pies de una colina, donde las vistas también eran de agradecer. La comida estaba incluida en el precio y nos pusieron ensalada, tajín de cordero y naranja con canela, además de té a la menta y pastas marroquíes (muy buenas estas últimas por cierto). Lo único que no incluyen es la bebida.
Entrada al restaurante
Y de aquí volvimos de nuevo al hotel a eso de las 5 de la tarde. Descansamos un rato, y dimos una vuelta por Gueliz, la zona nueva donde están los centros comerciales más occidentalizados: Zara, Mango, Lacoste… y nos hicimos un helado en una cafetería. Allí pudimos comprobar la gran diferencia de clases que existe en Marrakech: junto a nosotros un montón de marroquíes con ropa de marca, iPhones, bolsos de Luois Vuitton (y parecían originales), mientras que a escasos minutos numerosas personas inventaban todo tipo de estratagema para ganarse el sustento. Sinceramente, hay que verlo para sentirlo.
A las 8 ya estábamos listos de nuevo, y puntual como siempre un nuevo guía pasó a recogernos (y después a los mismos compañeros de la mañana) para llevarnos a la cena espectáculo de Chez Ali. La noche seguía siendo lluviosa, y tuvimos que hacer uso del paraguas para poder entrar en el restaurante sin empaparnos. Una vez sentados, varios grupos de bailarinas y cantantes pasaban junto a nosotros para levantarte y hacerte bailar mientras que alguien de la mesa te grababa o hacía fotos. Sin embargo, aunque en teoría lo hacen porque sí, una de las bailarinas estuvo dándome golpecitos todo el rato pidiendo propina, a lo cual no accedí porque considero que las propinas se dan voluntariamente, y sus formas no eran lo que se dice educadas.
La cena estuvo francamente bien: cordero al horno, couscous con pollo (excelente, incluso el chico mauritano que venía con nosotros nos dijo que de los mejores couscous que ha comido), y fruta variada (bueno, manzanas, naranjas y una especie de melocotón pequeño, pero poco maduro). Después té y pastas (¡cómo no!).
Cordero al horno
Cuscús con pollo y verduras
Tras la cena comenzó el espectáculo de caballos al aire libre en un recinto preparado para ello, donde te podías colocar en las gradas colindantes para verlo. Bonito espectáculo que esta vez sí respeto el tiempo.
En acabar, los cientos de personas que estaríamos allí dentro, salimos en tropel hacia la calle, no sin antes comprar (como buen turista) la foto que te hacen a la entrada junto a un par de bailarinas (20 DH).
Volviendo al hotel tuvimos que pararnos un rato debido al desbordamiento de un riachuelo que cubría toda la carretera, por lo que tuvimos que cruzar despacio, pero sin mayores incidentes. Y a eso de las 00:00 ya estábamos en el hotel para descansar de otro intenso día.