Viena: del cierzo zaragozano al sol mediterráneo. ✏️ Diarios de Viajes de Austria

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Miércoles 20 de julio. Asomábamos la cabeza por la ventana y sólo se vislumbraban nubes...Bueno, entraba dentro de los planes, mientras no lloviese, la cosa iría bien. Como habíamos decidido la noche anterior, esta mañana íbamos a ir al Schönbrunn, el palacio veraniego de los Habsburgo, y turísticamente hablando, de Sisí. Desayunamos bien, como todas las mañanas, y una vez hechos unos sandwiches para media mañana por si apretaba el hambre, nos dirigimos a la parada de metro de Karlsplatz donde cogemos el metro U4 dirección Hüttlesdorf y bajar en la sexta parada que tiene de nombre su principal atracción: Schönbrunn.
Vaya! parece que no sólo en Zaragoza aprieta el cierzo...Yo, como buen mozo del norte había sido demasiado valiente saliendo en mangas de camisa y pantalón corto, pero bueno, una vez metidos en harina, al final fue llevadero el viento. El palacio está bien señalizado y desde que sales del metro, te lleva prácticamente 3 minutos hacer el recorrido. Eran las 08.50 más o menos, así que no habíamos llegado a la hora prevista para evitar grupos de jubilados, escolares o visitas guiadas. Aún así hay suerte y no tenemos que hacer cola para sacar las entradas. Cogemos dos Classic Pass para estudiantes que salían a 14.90 cada uno (si no recuerdo mal). Con este pase tienes derecho a visitar 40 salas del interior del palacio, subir a la Glorieta, entrar al Laberinto y ver los jardines privados del príncipe. Echamos cuentas previamente, y como no teníamos en mente visitar el Hofburg por dentro, pensamos que por dos euros más cada uno, disfrutábamos bien de todo el recinto veraniego.
Lo primero que hicimos fue la visita del interior. Te dan una audioguía en el idioma que elijas y la verdad que está muy bien porque, a diferencia de otros sitios, está bien explicado y no se hace pesado porque son grabaciones cortitas y al pie

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Nubes sobre los jardines del Schönbrunn.

Tras imaginar cómo vivían Sisí, Francisco José y familia, salimos a los jardines de uso público al que todo el mundo puede acceder sin necesidad de comprar entrada para dar un paseo, que con buen tiempo, debe ser muy gratificante. Amenazaba tormenta, y aunque con algo de viento, ya he dicho que se hizo llevadero así que subimos hasta la Gloriette a ver las vistas. Se puede decir que son algo mejores porque hay más altura, pero vamos, que quien no pague, tampoco se va a perder gran cosa.

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Vistas desde lo alto de la Glorieta.

Fotos y más fotos y de nuevo para abajo a entrar al laberinto. Puede parecer, y quizá lo es, una chiquillada, pero ¡nos lo pasamos genial! Mi novia no sabía de qué iba la historia, pero en cuanto nos adentramos en el laberinto para intentar llegar al meollo (una plataforma desde el que se ve todo el laberinto) y nos íbamos cruzando a gente todavía más perdida que nosotros, nos reímos bastante y parecía que volvíamos a tener 10 años! Incluso nos hicimos cómplices de una pareja con un bebé en brazos que había llegado al centro pero no sabía salir! Así que desde arriba les fuimos indicando por dónde salir...jeje.
Volvimos a salir y ya, un último paseo por los jardines públicos hasta llegar al jardín privado del príncipe donde estuvimos solos para poder pasear mientras la batería de mi cámara llegaba a las últimas y moría en el intento. Por suerte ya habíamos visto y disfrutado de todo el recinto (y eso que no eran ni las 12 del mediodía!) así que al centro de nuevo, a cargar la cámara y a descansar para esta tarde.

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Jardines Privados del Príncipe.

Nos acercamos a la Cripta de los Capuchinos que está en la Neuer Markt, es decir, a un paso de la pensión, y entramos pagando (precio de estudiante) 4€ cada uno. Sinceramente me esperaba otra cosa ya que si eres de allí, puede que sí interese, pero no explican nada y lo único, que si eres muy macabro, hay muchas tumbas muy bonitas, eso sí, pero poco más. Supuse erróneamente que sería como la de Roma que está decorada con los huesos de los monjes, pero nada más lejos de la realidad. Están enterrados los restos de muchos reyes austríacos como Francisco José, pero no se ve nada macabro.

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Kaisergruft (Cripta de los Capuchinos)

Bueno, no pasa nada!hay que seguir, y antes de volver a la pensión, vamos hasta el Albertina a preguntar en información los horarios y precios de los trenes a Budapest, que sería nuestro próximo y último destino por el momento. Dimos una vuelta por Augustinerstrasse, viendo Burggarten, la propia iglesia Agustina, la entrada a la Biblioteca Nacional (a la que iríamos al día siguiente) y hasta Michaelerplatz donde se encuentra la entrada al Hofburg (curiosamente, con otra bonita lona y andamio!!). Desde ahí subimos por Kohlmarkt, viendo todas las tiendas prohibitivas de marca, la pastelería famosa "Demel"..., hasta Graben y de ahí a la pensión. Tras hacer una compra en el super que está puerta con puerta con ésta, comimos los sandwiches y una ensalada para eliminar tanta pizza y helado de los días anteriores...(aunque luego vendrían otros helados, para bajar la ensalada...jaja)

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Pastelería Demel con el Hofburg al fondo.

Tras una buena siesta para descansar pies y cargar baterías (nuestras y de las cámaras) y pese a que seguía amenazando tormenta, nos pusimos en pie para ir primero a Stadt park, luego a Hundertwasser y Kunst Haus y por último, una visita, según el tiempo que hiciese, al Práter. Pero antes de eso, parada en Graben a por dos heladitos de 2 euros cada uno y bastante buenos.
Pues bien, una vez que llegamos a StadtPark el cielo comenzó a abrirse y dejar paso al Sol, así que sudadera en mano fuimos recorriendo el parque hasta llegar a la famosísima estatua de Johann Strauss. Como la original la están restaurando, han puesto una réplica encima de un podio y, cómo no, nos hicimos la foto de rigor emulando al fantástico violinista.

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El verde, el azul y el dorado.

Y derepente...una oleada de japoneses! Menos mal que llegamos antes que ellos, porque si no, aún estamos esperando a que acaben ellos de hacerse fotos! jeje.
Queríamos aprovechar que el sol nos saludaba para ir a ver las casas nombradas con anterioridad, pero que más nos hubiera gustado que quedarnos tumbados al sol en el césped del Stadt...peeeero, nuestro afán turístico nos llamaba!
Tras andar unos minutos llegamos a Hundertwasser Haus...qué chulada! Había visto fotos pero sinceramente, al natural gana mucho. Es algo diferente, y a los detractores que digan que es poco estético y demás cosas, pues me parece muy respetable, pero a mí me gustó. Lo diferente puede parecer raro, pero me merece todo el respeto todo aquel que se atreve a ser distinto. Allí mismo (en Kegelgasse) se encuentra la Hundertwasser Village, que es un pasaje con tiendas, cafetería, baños...todos decorados del mismo estilo, con mucho colorido y originalidad. Los baños se encuentran abajo y aunque se puede acceder a la sala principal sin pagar, para entrar a hacer necesidades, hay que pagar y pasar por un torno.

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Hundertwasser Haus por fuera.

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Los baños del Hundertwasser Village

Después fuimos, unas calles más arriba, a Kunst Haus, del mismo estilo que el anterior y ya puestos a ver uno, pues veíamos los dos.
Tras esta refrescante visita que mi novia no esperaba y que le encantó, nos dirigimos dirección Práter con un sol ya brillante y con cada vez menos nubes en lo alto. Ya veíamos la Noria, cómo no, pero ninguno de los dos nos imaginábamos que el Práter sería...así! Parecía como Disneyland (salvando las distancias, claro) pero está muy bien montado y muy chulo. Dimos una vuelta por el parque de atracciones viendo posibles atracciones donde montarnos, y finalmente montamos en "Volare" en la que vas tumbado cual Supermán de turno, y que bueno, es corta pero entretenida. Pecamos de golosos y compramos unas frutas con chocolate en forma de pincho moruno que habíamos probado en un viaje a Alemania el invierno pasado y que nos encantaron, eso sí, algo caras aprovechando el tirón de los parques de atracciones.

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Atracción "Volare" en el Práter (4€ por persona)

Más tarde, fuimos a la Noria y compramos los tickets (para estudiantes 7,5€, para adultos un euro más). Primero te pasan a una sala de espera donde hay maquetas con reconstucciones antiguas, fotos de famosos asutríacos, etc. Luego te hacen pasar por una sala donde tienen la típica máquina para hacer una foto y clavarte a la salida (sólo si quieres), y después a la Noria. El trayecto dura alrededor de 15 minutos, y bueno, el compartir vagón con 10 personas más lo hace menos romántico de lo que pueda parecer, pero el que quiera que sea muy romántico, puede alquilar un vagón con cena, eso sí, que prepare billetera..jeje.

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Estructura de la Riesenrad desde el vagón.

Tras las preciosas vistas de toda Viena desde la Noria más antigua y grande de Europa, unos perritos calientes enooormes y buenísimos por 3€, y salimos del Parque de Atracciones dirección Ernst Happel Stadium, el estadio donde España fue campeona de Europa hace tres años y que mi novia aceptó ir porque sabía que me hacía algo de ilusión, eso sí, tras una buena caminata cruzando el Práter.

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Ernst Happel Stadion, Viena.

Ya estaba anocheciendo y desde la Noria habíamos visto una iglesia que está en Mexicoplatz que tenía apuntada, pero que al quedar algo lejos del centro no había metido en los planes. Pero nos gustó tanto desde la lejanía que decidimos coger metro y plantarnos allí para saborearla mientras disparábamos nuestras cámaras antes de que fuese completamente de noche. La iglesia es Franz von Assisi y no es de las más conocidas, pero por fuera nos entusiasmó ¡parece sacada de un castillo de Disney!

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Iglesia Franz von Assisi en Mexicoplatz.

Ya eran las 21h de la noche y empezaba a aflorar el hambre. Al final nos había respetado más que de sobra el tiempo, y de un cierzo mañanero pasamos a una tarde estupenda y soleada en el Práter.
Cogimos el metro para ir al centro y, sólo por curiosidad pasamos a Figlmüller a ver cuánta fila había...Ante nuestra sorpresa había sólo 6 personas o así, así que nos quedamos para probar ese famoso wiener Schnitzel. Para no dejar de sorprendernos, aprovechan las mesas a tope, así que nos plantaron con dos asiáticos, un chico y una chica pero que no se conocían y bueno, aunque al principio fue algo extraño, luego nos dedicamos a observar a ella y a comer bien a gusto. El Schnitzel se salía literalmente del plato (13,90€) y también pedimos una ensalada mixta pequeña (3,80€) y una ensalada de patatas muy ricas (3,80€) junto con una botellita de agua de 0,75l. Todo esto por 26 euros y muy pero que muy bien cenados. La chica asiática se dejó prácticamente todo el Schnitzel y él no pidió ni bebida, por lo que se llevó una mirada "rara" del camarero..jeje.

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Nuestra cena y el "peazo" escalope que ponen.

Tras un día, de nuevo, agotador pero intenso, nos íbamos con una sonrisa en el cuerpo y es que Viena nos estaba deslumbrando con sus diferentes encantos y sitios.

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