El día del viaje que estás esperando con más ansia, expectación, ilusión y ganas es, normalmente, el día en que no duermes bien y te despiertas nervioso y antes de que suene el despertador sólo por el simple deseo de que se inicie. Este día era hoy y este ha sido la primera vez en nuestra vida que nos hemos dormido, que el despertador no ha sonado y que los niños no se han despertado en cuanto ha entrado un poco de luz por la ventana. Es la Ley de Murphy.
Nos hemos arreglado inusualmente rápido y en poco más de 20 minutos teníamos las mochilas cargadas y estábamos en la calle del riad, la Rue Dabachi, comprando tres crêpes (15 DH) para desayunar y unos bricks de zumo y unos panecillos (5 DH) para comer algo un poco más tarde. En Jemaa el Fna hemos parado el primer Grand Taxi que hemos visto y nos ha llevado al aeropuerto por 60 DH sin regatear.
Nuestra víctima: un pobre KIA Picanto
De nuestro acelerón matutino no se le ha contagiado nada al señor de FirstCar, la empresa de alquiler de coches, que, con todas sus pachorras, nos ha tenido esperando un buen rato, muy lento con todos los trámites documentales y le ha costado localizar la silla que hemos alquilado por mi hija. En su defensa debemos decir que nos lo ha explicado todo perfectamente, nos ha dado todos los documentos del vehículo y del alquiler perfectamente ordenados y grapados. Hemos estado, sin embargo, casi una hora para terminar los trámites del alquiler. Haremos una mención especial a mi misma (y no me doy una colleja porque no puedo) cuando compruebo que me he olvidado el carné de conducir en casa. A mi pobre compañero le ha tocado por sorteo conducir todos los kilómetros de la ruta.
Nuestra víctima nos esperaba aparcada al final de todo del aparcamiento del aeropuerto, un KIA Picanto con 18.873 Km., una lata de sardinas con cuatro ruedas donde el trabajo ha sido nuestro para meter en el maletero las dos diminutas trolley con nuestro equipaje. La mochila ha sido imposible y la hemos tenido que llevar detrás del asiento del conductor. Hemos puesto el silenciador a los niños (les hemos dado una crêpe a cada uno) y salimos del aeropuerto a las 09:00 h.
La N9 saliendo de Marrakech con el Atlas al fondo
AAAHHHHH!! Estamos conduciendo por Marruecos! Los cinco primeros minutos son impagables por la tensión que producen, pero tenemos que parar de inmediato a la gasolinera Áfrikia que hay justo al tomar la carretera porque necesitamos llenar el depósito. Con todo el pavimento mojado de gasolina hemos llenado el depósito por 370 DH y hemos salido pitando antes que a alguien se le ocurriera fumarse un cigarrillo. Al menos en Marruecos, a diferencia de Egipto, la gente para el motor para repostar!
El Atlas cada vez más cercano
Hemos ido con bastante tensión por dentro de la ciudad hasta que a las 09:25 hemos cogido la N9 en dirección a Ouarzazate y hemos empezado a respirar y a disfrutar. Realmente no resulta tan difícil conducir por Marruecos si exceptuamos los interiores de las poblaciones y de noche. Las carreteras generales están bastante bien, la señalización es muy correcta y hay gasolineras en prácticamente todas las poblaciones importantes.
Día de mercado en Zerkten, camino del Tichka
Y nosotros, unos enamorados de las ciudades marroquíes (con Marrakech, Fez y Meknes a nuestras espaldas) descubrimos que lo que verdaderamente nos apasiona es el Marruecos rural, en el que nos encontramos profundamente sumergidos en poco más de media hora. Resulta difícil de describir, pero los paisajes producen una paz inmensa, una sensación de pertenencia y complicidad muy curiosa.
Subiendo el Tizi'n Tichka
Con el dedo en el disparador de la cámara quieres captar cada instante para no olvidarlo nunca: la señora que apedrea una cabra, esa cafetería que te ha parecido un buen lugar para parar a comer, el mercado improvisado en los arcenes de la carretera al cruzar un pueblo, las paradas de fósiles y minerales y la maravilla del paisaje después de cada curva.
El rallie de Súper5
En el tramo final de la subida del Atlas hacia su puerto de montaña nos hemos cruzado con un rallie curioso de Renault 5 tuneados al más puro estilo París-Dakar. A veces los turistas hacemos cosas muy curiosas y, a menudo, nos montamos tal performance que nos olvidamos del entorno en el que nos encontramos.
A las 11:30 paramos en el Col du Tizi'n Tichka, el puerto de montaña más alto de Marruecos, con una altura de 2260m, y donde hemos estado aproximadamente 2 minutos después de ver que resultaba imposible parar con un poco de paz, con los vendedores de fósiles acosando con bastante agresividad. Foto rapidilla con el cartel y vuelta al coche para parar un momento más adelante en una cafetería solitaria.
Después del frío que hacía en Marrakech estos días pasados y del viento helado que hacía justo arriba del Tichka, hemos agradecido poder sentarnos en unas mesas en el exterior de la cafetería, tomando el sol mientras disfrutábamos de dos tés a la menta (15 DH) y los panecillos comprados a primera hora. Hemos hecho el guiri yendo a unos aseos infames justo al llegar, pagar una propina de 5DH y descubrir después que los de la cafetería estaban en unas condiciones exquisitas (aunque sea por comparación).
La cafetería ... muy bien... Los lavabos ... uffff
Antes de continuar el camino hemos subido a la azotea de la cafetería y hemos visto el primer aduar (pueblo) de barro, perfectamente integrado en el paisaje, el preludio de lo que sería esta ruta. Sabemos que lo que nos espera por delante nos encantará.
Preludio de mil imágenes inolvidables
Pocos minutos después pasamos por el primer gran exponente de la arquitectura de barro que encontramos en nuestra ruta, el granero comunitario de Ighrem N'Ougdal.
Granero comunitario de Ighrem N'Ougdal, restaurado por CERKAS
Y en cada curva hay una excusa suficientemente buena para parar el coche en el arcén a mirar o hacer una foto: la Kasbah en Imini, las "puertas" en la carretera en los cambios de provincia o un morabito en Tamdakht. Y a las 13:50 llegamos al gran Ksar de Aït Ben Haddou, tras 190 km de camino desde Marrakech y de 4:50 h de camino con las pertinentes paradas.
Ksar de Aït Ben Haddou desde el aparcamiento
Links de información útil sobre Aït Ben Haddou
Wikipedia
Unesco
Aït Ben Haddou es como un espejismo para el viajero de la ruta de las mil kasbahs porque puede inducir a pensar que este es el estado de conservación de las siguientes fortalezas de barro a lo largo del camino. Y nada más lejos de la realidad. Este fantástico Ksar fue gradualmente abandonado por sus habitantes frente a edificaciones más cómodas en la otra orilla del río, donde actualmente está la máxima concentración de albergues y restaurantes y por donde se produce el acceso al conjunto. Gracias a inversiones millonarias de la UNESCO y el inestimable apoyo del CERKAS, este ksar ha sido reconstruido en buena parte y se está terminando de construir una pasarela nueva para el acceso de los turistas. En su interior hay alguna casa habitada y algunas pequeñas tiendas, pero se respira un ambiente de irrealidad, de decorado presente de pretéritas producciones como Gladiator o Lawrence de Arabia, rodadas en este lugar.
Un paseo por el interior del Ksar
Al llegar con el coche a la parte nueva, hay que aparcar y bajar a pie hasta el cauce del río, camino en el que han aprovechado para instalar todo tipo de tiendas de souvenirs. Cabe decir que los comerciantes estaban muy amortiguados por el calor y no nos han acosado mucho ... era más bien un ronquido desde la alfombra donde estaban tumbados que nos decía si queríamos esto o aquello ... les hemos dicho el típico "La, shukran" y no hemos recibido ni respuesta. Una vez en el cauce del río la panorámica es fantástica y la fotografía, obligada. En el momento de nuestra visita el río estaba prácticamente seco y lo hemos cruzado saltando sobre unos sacos de arena dispuestos a tal fin y, por tanto, no hemos tenido la oportunidad de vernos acosados por los propietarios de burritos que ofrecen sus servicios para cruzar el río.
Vistas desde el punto más elevado con el río y la nueva población al fondo
La entrada al Ksar es gratuita tomando una curva hacia la derecha o entrando por donde desemboca la nueva pasarela. Hay algunos propietarios que te ofrecen entrar a través de sus Tighrematin a cambio de un donativo. Y esta ha sido nuestra opción porque quería entrar al ksar a través de una de sus edificaciones y, por 20DH los cuatro hemos podido comprobar como un propietario seguramente extranjero ha creado un acceso de estranquis, no ha invertido ni un duro en acondicionarlo y ha puesto cuatro herramientas para hacer una performance rural para embaucar a los turistas. Hemos caído de cuatro patas, y mira que lo sabíamos! La parte positiva es que a los niños les ha encantado este acceso misterioso.
Adobe en proceso de secado
Museo improvisado en el acceso
En unos 30-45 minutos hemos dado un paseo hasta el punto más alto, donde las vistas son espléndidas, que nos ha permitido ver y tocar por primera vez el sistema constructivo tradicional de estas edificaciones de barro, un auténtico ejemplo de integración y sostenibilidad.
Tighremt restaurada por la Unesco
Un poco ahogados de calor, hemos vuelto a la villa nueva para comer en el Auberge Bilal, una de las muchas opciones disponibles y hemos acertado. Por 160 DH hemos podido comer los cuatro en la terraza a base de tortilla bereber, patatas fritas, brochetas y disfrutando de unas vistas maravillosas del Ksar. Al salir hemos comprado unas galletas en un supermercado para guiris con precios equivalentes a los de El Corte Inglés y a las 16:00 salíamos con nuestro bólido en dirección al palmeral de Skoura.
... tortilla bereber ... brochetas ... tortilla de queso ...
De Aït Ben Haddou a Ouarzazate hay poco más de 15 minutos y en aproximadamente una hora desde esta ciudad se llega a Skoura por una carretera muy bien asfaltada que recorre orilla de la presa de Al-Mansour.
El pantano de Al-Mansour
La aventura comienza a partir del pueblo de Skoura donde, a imitación de los juegos de pistas de cuando éramos pequeños e íbamos de campamentos, hay que ir siguiendo las indicaciones que nos enviaron por mail los propietarios del hotel para poder llegar.
Sawadi: indicador con la flecha blanca y verde
Por lo que hemos visto cada alojamiento del Palmeral tiene un código de colores asignado para la señalización: si vas al Sawadi, como ha sido nuestro caso, hay que seguir las flechas blancas con un punto verde, si vas a Aït Abou (que es justo al lado) hay que seguir las flechas rojas, etc. Parece complicado, pero no lo es a excepción del punto donde se cruza el río seco, el Oued Hajaj.
Cruzando el Oued ... el momento más crítico
Hasta este punto el asfalto se ha convertido en una pista bastante correcta y totalmente apta para turismos pero, al cruzar el río, la pista está llena de piedras y hoyos. Hay que tener mucho cuidado y yo he estado rogando que no le pasara nada al coche, porque los desperfectos fuera de las vías asfaltadas no los cubre el seguro. Y justo en el punto medio del río, el camino se bifurca ... el coche que iba delante de nosotros ha tomado el camino de la derecha y nos lo hemos ido mirando desde lejos sin saber si seguirlo o tomar el de la izquierda hasta que hemos visto que hacían un giro de 180º al encontrar que el camino había sido borrado por una riada anterior. A partir de ese momento ha sido sencillo de encontrar el camino correcto, no de circular por él, sin embargo.
Hemos tenido la ocasión de ver la aparición de una nueva profesión en el palmeral: el guía motorizado (o cazador de guiris perdidos ...). Son tantos los turistas que no son capaces de encontrar su alojamiento (por la abundancia de éstos y por la falta de puntos de referencia en un entorno de edificaciones bajas y lleno de palmeras) que siempre encuentras un señor en moto dispuesto a conducirte a donde tú le digas a cambio de una pequeña propina. Sin embargo, no nos ha sido necesario y, después de aproximadamente un cuarto de hora circulando por las pistas del palmeral con el estómago del tamaño de una avellana, hemos llegado a nuestro alojamiento: el fantástico Sawadi, un oasis en su acepción más paradisíaca. Estamos en el km 265 de nuestra ruta y son las 17:25 de la tarde.
Puerta de acceso al Sawadi, finalmente!
Cruzamos la gran puerta de la finca de Sawadi, dejamos el coche en el aparcamiento y un chico nos pide que le sigamos hasta nuestra habitación. En la realidad es como las fotografías de la web, pero aún mejor. En esta gran finca cultivada de olivos y hortalizas, se erigen las pequeñas agrupaciones de habitaciones nuevas pero construidas al estilo tradicional con su revestimiento de barro y paja, las paredes interiores revestidas de dress y el techo de cañizo entramado al más puro estilo bereber. Eso sí, aquí no falta nada de nada! La habitación es fantástica y el baño ... un lujo. Y no hablo de lujo en el sentido más estricto sino más bien de la sensación de ver que todo está muy cuidado, hasta el último detalle, para que el huésped se sienta mimado y en paz.
... el baño ...
... la sala de estar ...
... el huerto rodeando las habitaciones ...
... nuestra habitación ...
Salimos a dar una vuelta para investigar un poco los alrededores, la piscina, los juegos infantiles, la jaima y pedimos si tienen wifi, que nos conectan de inmediato. Aparece Phillipe, el propietario, un señor muy educado que, en un castellano perfecto, nos explica las muchas posibilidades de excursión por la zona y acordamos la cena. Justo en ese momento llega otro coche con huéspedes que resulta ser el vehículo que se había perdido ante nosotros al cruzar el río. Decidimos ir a visitar Aït Abou enseguida porque está a punto de empezar a oscurecer.
Puerta de acceso a Aït Abou, con su flecha roja
Por el camino hemos encontrado niños pequeños y mujeres cargadas de leña que enseguida han parado a saludarnos y a decirles alguna cosita a los niños, qué lástima no podernos comunicar... me hubiera encantado hablar con ellos un poco ... Es evidente que, en cuanto te alejas de las grandes ciudades, la amabilidad de la gente se multiplica (y que conste que en la ciudad nos hemos sentido muy bien). Te da que pensar mucho encontrarte cara a cara con una chica de tu misma edad cargada con un fardo de leña de un bulto enorme, con tres o cuatro criaturas y las manos curtidas del trabajo, te das cuenta que todos somos iguales y que por más tener no implica ser más feliz. Esta gente del sur tienen una mirada y una sonrisa que te conmueve de verdad, es el principal recuerdo que me llevo.
Jaima en Aït Abou
Esta tighremt, Aït Abou, está cerca de nuestro hotel y su visita es muy recomendable, al ser la edificación más alta del palmeral. La edificación principal se encuentra en un estado de abandono importante, pero de momento no parece amenazar ruina. En el exterior hay unas jaimas muy sencillas y agradables que ofrecen posibilidad de alojamiento a los viajeros en los meses de más calor. Por una propina de 20 DH nos han acompañado hasta la cubierta, con unas vistas impresionantes magnificadas por la puesta de sol detrás de las palmeras. El palmeral de Skoura es, de momento, la gran oportunidad de este viaje, el gran descubrimiento.
Vistas desde la terraza de Aït Abou
Ahora ya sabemos que deberíamos haber previsto una noche más en este lugar (tal como me había dicho Pablo Muñoz). Nos encantaría poder estar un día más para poder alquilar unas bicicletas y explorar el palmeral, que tiene muchísimo para ofrecer. Queda pendiente para la próxima.
Puesta de sol en palmeral de Skoura
Volvemos al hotel y tomamos un té en el jardín mientras consultamos el mail a mi teléfono aprovechando el wifi mientras esperamos que llegue la hora de cenar. Es difícil describir la paz de este lugar, el horizonte tan lejano, el cielo estrellado ... es nuestra primera noche en el Marruecos rural e intuimos que es el preludio de un viaje mágico.
La cena ha cumplido con creces las expectativas. Hemos llegado un poco temprano y hemos ido a curiosear por la sala y la biblioteca, todo decorado con un gusto exquisito. En el comedor sólo éramos tres mesas: nosotros, los alemanes del coche que se había perdido y los propietarios. El menú es el mismo para todos: sopa boullabesa, tajine de kefta y huevos y una especie de crema catalana muy curiosa. Hemos disfrutado de la cena y de la compañía de los propietarios y nos hemos sentido muy orgullosos de nuestros hijos, que se han comportado magníficamente. Después de un buen rato en la biblioteca mirando libros con los niños, hemos ido a dormir sintiendo que hemos pasado uno de los mejores días de todos los viajes que hemos hecho.