Stavanger y el Púlpito ✏️ Diarios de Viajes de Noruega

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Nos marchamos de Oslo sin mucha pena. La ciudad es bonita, pero no da para mucho más de dos días.
Nuestra intención es subir a ver la zona de Holmenkollen, donde se celebran muchas competiciones de salto de esquí, y desde donde, al parecer, hay bonitas vistas de la ciudad. Pero somos incapaces de encontrar el camino para subir, ni con Via Michelin ni con el GPS, así que después de un rato dando vueltas por Oslo, desistimos e iniciamos el camino hasta Stavanger. Ocho horas de coche. Buff.

El viaje es muy aburrido. Las carreteras noruegas son en general bastante malas, como las nacionales sin arcén españolas, y por supuesto, un solo carril en cada sentido. En cuanto te encuentras un camión… 50 km/h y paciencia!!! El paisaje tampoco es ninguna maravilla, así que en general nos aburrimos bastante.
Comemos por el camino en un área de descanso bastante cuca junto a un lago. Hemos tenido la precaución de llevarnos embutido desde España (sabia elección, como comprobamos en cuanto ponemos el pie en un supermercado noruego). Al lado del hotel de Oslo teníamos un Kiwi, donde hemos comprado cuatro cosas básicas: chocolate, patatas fritas, un poco de fruta, pan y queso. Con eso vamos tirando. Lo que más nos ha sorprendido, en nuestra primera incursión en un súper noruego, es el pan. Únicamente hay pan de molde, de muchos tipos diferentes, pero la mayoría integral o de semillas, y con una miga increiblemente densa. En todos los supers tienes una máquina que te hace rebanadas la barra de pan, que viene entera. Curioso. Al principio nos hace gracia. Después de una semana comiendo ese pan, hubiésemos matado por una barra de pan "de verdad", jejeje

Cerca ya de Stavanger, nos desviamos hacia Bryne para visitar la cascada de Fotlandsfossen, que resulta ser un salto de agua sin ningún encanto ni particularidad. Espero que el resto de cascadas que he ido anotando para ver no sean esto!!!!

Llegamos a Stavanger sobre las seis de la tarde, y encontramos el hotel muy fácil. Park Inn Stavanger, 130€/noche, con parking gratis y desayuno incluido. Un poco lejos del centro, a unos quince minutos andando, pero muy recomendable.
Después de dejar las cosas en el hotel, nos acercamos andando al centro. Stavanger no parece tener mucho que ver, el barrio viejo junto al puerto es muy pequeño y nada espectacular. Además, hace un tiempo de perros.


Comemos en una pizzería y prontito al hotel que al día siguiente toca madrugar para uno de los platos fuertes del viaje: la subida al Púlpito.

Hemos preparado toda la visita por nuestra cuenta. Con el coche, nos montamos en el ferry que nos lleva hasta Tau y desde allí nos acercamos al Preikestolen Fjellstue, donde dejamos el coche para iniciar la subida a pie.
Afortunadamente, yo, que no soy muy deportista, he tenido la precaución de comprarme unas botas de monte en España…. La subida es asumible para cualquier persona joven o con una buena condición física, pero no es un paseo cualquiera por el monte. Hay partes muy escarpadas, en las que tienes que ir saltando de roca en roca, y si se pone a llover, como fue nuestro caso, llega a ser bastante resbaladizo. Vamos, que yo no me imagino a mi madre subiendo por allí… eso sí, llegar hasta arriba y ver lo que la madre naturaleza te tiene preparado, hace que se te olvide todo el cansancio del camino. Espectacular, uno de los mejores días de las vacaciones, sin duda alguna.




Nos comemos unos bocadillos sentados en el Púlpito, hay bastante gente, a pesar de que hemos madrugado (hemos cogido el ferry a las ocho y media), pero tampoco llega a ser molesto.

La bajada nos lleva un poco más de tiempo que la subida, porque las rocas están mojadas y resbaladizas. Vemos alguna caída, y yo misma me tropiezo entre las rocas, aunque sorprendentemente no me hago daño. Tardamos algo menos de dos horas en volver al albergue.
Comemos algo, y como todavía es pronto, decidimos acercarnos a la cascada de Manafossen, que está a algo más de una hora en coche de aquí. Por el camino, nos encontramos por primera vez con un fiordo “de tú a tú”, no desde las alturas…. Es precioso. Además, no hay nadie, y cuando nos bajamos del coche y nos sentamos en la orilla de la carretera, sólo se oye el silencio. Es una maravilla.

La cascada de Manafossen nos sorprende positivamente. Después de una subida muy dura (esta sí que no es para todos los públicos, tenemos que trepar literalmente, sujetos a unas cadenas sin las que resultaría imposible subir), la cascada aparece de repente entre los árboles, y la fuerza con la que el agua baja y se estrella en las rocas de la poza, te deja sin palabras. Es la primera cascada que vemos en Noruega, en la próxima semana vamos a ver muchísimas (casi demasiadas), pero creo que esta es de las más bonitas.


Nos quedamos con la pena de no poder acercarnos hasta el Kjerag. La subida ya la habíamos descartado, porque no podíamos hacer Púlpito y Kjerag en el mismo día, y no teníamos más tiempo para dedicarle a esta zona. Al menos, nos hubiese gustado acercarnos con el coche, pero está a más de una hora de aquí, y se nos haría en exceso tarde. Esta es una de las cosas que cambiaría del viaje, porque en los siguientes días vemos bastantes cosas mucho más prescindibles que, seguramente, la subida al Kjerag.

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