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Cinco días sin noticias, los editores debían estar con la mosca tras la oreja. Necesitaba una conexión a internet para enviar los últimos reports. Una de tantas cosas que hacen de Chacahua un rinconcito especial es que no hay conexión a internet en ningún lado. La conexión más cercana está en la estación de policía de Zapotalito, a unos veinte minutos en barca, y hacia allí me fui.
Zapotalito es pequeño y tranquilo aunque viniendo de Chacahua a uno le da la sensación de estar en una ciudad. Buscaba un sitio para tomar un café y pregunté a unas señoras que pasaban por ahí. Preguntar a un mexicano como llegar a un sitio es perder el tiempo. O yo soy negado para entender sus indicaciones o ellos las dan con el culo. En vez de dar las indicaciones tipo “la primera a la izquierda”, acostumbran a contestar al estilo de “la siguiente hacia arriba” cuando la calle ni sube ni baja y el término “siguiente” puede indicar dos o tres calles más adelante. Al principio te pones de los nervios e intentas que concreten más, otra pérdida de tiempo. Cuando ya sabes de qué va el tema, sencillamente preguntas a tres o cuatro personas y de cada una cazas algo para poder hacer el mapa completo.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El café del comedor “Los Almendros” de Zapotalito no era ninguna maravilla pero la mujer que lo llevaba era digna de mención. Al enterarse de que tenía un negocio de turismo rural me inundó con tarjetas y panfletos de un negocio de ecoturismo que estaba abriendo en Zapotalito para que las entregara a los clientes. “Y aquí tienes mi dirección de mail y mi número de teléfono por si te lo piensas y quieres participar en el negocio….por cierto ¿Tienes novia?”. El sorbo de café casi se me atraganta. “¿Cómo?”. “Verás, es que a mi hija no le convence nadie de aquí y no me extraña, ¡vaya panorama tenemos!”. La mujer no callaba ni a tiros mientras a su lado una jovencita preciosa la miraba con cara de “Maaamaaaa, por faaavor”. “Vale, vale, ya me voy”. La jovencita recogió la taza vacía sin mirarme “Disculpa, mi madre habla demasiado”. La miré sonriendo mientras se metía en la cocina y me fui a conectar con el mundo exterior.
Conexión Skype con Londres. La cara de Carlie (directora de sección de colaboradores) era todo un poema. “¿Qué te quedas tres días más en Chacahua?. ¿Queda algo nuevo por reportar?”. “Creo que no”, respondí. Carlie se mordía el labio inferior con cara de pocos amigos. “Ya sé que tienes libertad de ruta pero recuerda que debes llegar a Holbox island sobre el 13 de octubre y necesitamos buenos reports de Holbox y de los puntos intermedios convenidos, no te queda mucho tiempo”. “No te preocupes”, respondí tranquilo. “Ok, buen viaje”. Fin de la transmisión.
De vuelta al embarcadero decidí darme una vuelta por Zapotalito, con calma, no tenía ninguna prisa, se respiraba una tranquilidad que merecía ser disfrutada. En una de las callejuelas de tierra me pareció ver un asador de pescado y fui para allá. Una familia estaba en plena faena frente a una inmensa rejilla llena de pescados sobre un montón de brasas, el calorazo era de impresión. El padre se me quedó mirando fijamente con una sonrisa mientras sudaba la gota gorda. “Buenos días, ¿has venido a ayudar?”. “Buenos días, si hay que hacerlo, se hace”, respondí con otra sonrisa. Al momento estaba ayudando a sacar la inmensa parrilla de las brasas y colocando otra cargada con más pescado mientras las hijas miraban riendo. ¡Qué calooor!. Tras las presentaciones pertinentes, Fidel (el padre) empezó a explicarme los pormenores de su negocio, lo duro que era y lo poco que se ganaba. Entre cambios de parrilla, “voltear” los pescados y vuelta a las brasas pasamos una agradable sesión “regada” con zumo de piña a litros y sudando generosamente. Fidel me enseñó lo que eran las malacapas, las lisas y las zalemas, pescados que nunca había visto. También me enseñó la importancia de la hospitalidad cuando estás en país extranjero y eso no tiene precio. “Al español se le da bien este trabajo”, una de las hijas me miraba riéndose mientras volteábamos juntos una parrilla de lisas. Fidel se dirigió a mí, “Si te interesa el trabajo, son 150$MXC (11 euros)/día. Desde las 3 de la mañana hasta las 10 de la noche”. “Creo que no”, respondí sonriendo. Toda la familia se partió de risa al unísono. Acabamos compartiendo un caldo de camarones buenísimo sino fuera por el puto chile rojo que te abrasa la lengua y te revienta la garganta, pero esta vez no iba a declinar una invitación de este tipo. “Adios Fidel y gracias”. “Adios, amigo, buen viaje”.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Ya de vuelta en Chacahua un pequeño paseo por el pueblecito bajo el sol abrasador y zambullida inmediata en el mar. Al salir del agua, Lionel andaba mirando unas redes maltrechas. “Laura lo estuvo esperando toda la mañana”, dijo con su sonrisa habitual. “Estuvo con la otra en Zapotalito, ¿Eh?”, añadió dándome un codazo. Lo miré con una sonrisa “Ni Laura me ha estado esperando ni yo anduve con la otra, Lio”. “Ustedes dos son una pareja muy rara”. Lio desvió la mirada hacia las redes mientras reía.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ya me habían hablado de las corrientes del Pacífico mexicano. Sin saberlo, esa tarde Laura y yo las íbamos a experimentar de forma desagradable. Hace unos días, cuando subimos al faro de Chacahua vi una playa desierta con unas olas muy buenas al otro lado de la playa. Me extrañó no ver a ningún surfero por lo que pregunté antes de ir si era peligroso. “No, no se preocupe, las olas son buenas, amigo”, Cirilo parecía seguro de lo que decía y para allí nos fuimos. La playa estaba desierta. Fantástico. Las olas rompían bastante cerca de la orilla y los “espumotes” eran muy buenos para que Laura pudiera seguir aprendiendo. Tras unas cuantas intentonas divertidas con la espuma empezaron a llegar series largas de 8-10 olas seguidas que rompían con fuerza sobre nuestras cabezas. Intentamos pasarlas pero fue imposible. El tema se ponía feo y en vista del panorama le hice indicaciones a Laura para que saliera del agua. Al intentar nadar hacia la playa algo fallaba….me encontraba a unos 30 metros de la orilla y por mucho que nadara, no me movía un centímetro. Miré a Laura, estaba igual que yo. Las olas iban cayendo con furia sobre nuestras cabezas. Venga a nadar tragando agua y nada. La corriente nos empujaba mar adentro de forma casi imperceptible. Sólo esperaba que Laura no entrara en pánico y las cosas empeoraran más ya que yo estaba lejos de ella. Estábamos en lo que se denomina un “canal de corriente” y para salir de ahí nunca hay que nadar de frente sino hacia uno de los lados. Nadé de lado y la corriente continuaba, empezaba a notarme cansado y un poco acojonado, la verdad. Otra ola encima, y otra…!la madre que os parió!. Tras diez larguísimos minutos de batalla con la corriente y las olas vi la cabecita de Lau avanzando hacia la playa, había salido del canal. Nadé hacia su zona y conseguimos llegar hasta la playa. Los dos estábamos agotados. Laura no sabía muy bien lo que había pasado “Joder, como me ha costado salir, Xavi”. Le expliqué lo ocurrido y nos abrazamos con fuerza. Los treinta metros más largos de nuestras vidas.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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Una buena cena para olvidar lo ocurrido sin olvidar la lección y una fantástica “sesión” en la habitación sin preocuparnos de si Catalina escuchaba grititos o nos deleitaba con otro cuesco trompetero de los suyos. No estábamos para muchas tonterías. Buenas noches.
Zapotalito es pequeño y tranquilo aunque viniendo de Chacahua a uno le da la sensación de estar en una ciudad. Buscaba un sitio para tomar un café y pregunté a unas señoras que pasaban por ahí. Preguntar a un mexicano como llegar a un sitio es perder el tiempo. O yo soy negado para entender sus indicaciones o ellos las dan con el culo. En vez de dar las indicaciones tipo “la primera a la izquierda”, acostumbran a contestar al estilo de “la siguiente hacia arriba” cuando la calle ni sube ni baja y el término “siguiente” puede indicar dos o tres calles más adelante. Al principio te pones de los nervios e intentas que concreten más, otra pérdida de tiempo. Cuando ya sabes de qué va el tema, sencillamente preguntas a tres o cuatro personas y de cada una cazas algo para poder hacer el mapa completo.
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El café del comedor “Los Almendros” de Zapotalito no era ninguna maravilla pero la mujer que lo llevaba era digna de mención. Al enterarse de que tenía un negocio de turismo rural me inundó con tarjetas y panfletos de un negocio de ecoturismo que estaba abriendo en Zapotalito para que las entregara a los clientes. “Y aquí tienes mi dirección de mail y mi número de teléfono por si te lo piensas y quieres participar en el negocio….por cierto ¿Tienes novia?”. El sorbo de café casi se me atraganta. “¿Cómo?”. “Verás, es que a mi hija no le convence nadie de aquí y no me extraña, ¡vaya panorama tenemos!”. La mujer no callaba ni a tiros mientras a su lado una jovencita preciosa la miraba con cara de “Maaamaaaa, por faaavor”. “Vale, vale, ya me voy”. La jovencita recogió la taza vacía sin mirarme “Disculpa, mi madre habla demasiado”. La miré sonriendo mientras se metía en la cocina y me fui a conectar con el mundo exterior.
Conexión Skype con Londres. La cara de Carlie (directora de sección de colaboradores) era todo un poema. “¿Qué te quedas tres días más en Chacahua?. ¿Queda algo nuevo por reportar?”. “Creo que no”, respondí. Carlie se mordía el labio inferior con cara de pocos amigos. “Ya sé que tienes libertad de ruta pero recuerda que debes llegar a Holbox island sobre el 13 de octubre y necesitamos buenos reports de Holbox y de los puntos intermedios convenidos, no te queda mucho tiempo”. “No te preocupes”, respondí tranquilo. “Ok, buen viaje”. Fin de la transmisión.
De vuelta al embarcadero decidí darme una vuelta por Zapotalito, con calma, no tenía ninguna prisa, se respiraba una tranquilidad que merecía ser disfrutada. En una de las callejuelas de tierra me pareció ver un asador de pescado y fui para allá. Una familia estaba en plena faena frente a una inmensa rejilla llena de pescados sobre un montón de brasas, el calorazo era de impresión. El padre se me quedó mirando fijamente con una sonrisa mientras sudaba la gota gorda. “Buenos días, ¿has venido a ayudar?”. “Buenos días, si hay que hacerlo, se hace”, respondí con otra sonrisa. Al momento estaba ayudando a sacar la inmensa parrilla de las brasas y colocando otra cargada con más pescado mientras las hijas miraban riendo. ¡Qué calooor!. Tras las presentaciones pertinentes, Fidel (el padre) empezó a explicarme los pormenores de su negocio, lo duro que era y lo poco que se ganaba. Entre cambios de parrilla, “voltear” los pescados y vuelta a las brasas pasamos una agradable sesión “regada” con zumo de piña a litros y sudando generosamente. Fidel me enseñó lo que eran las malacapas, las lisas y las zalemas, pescados que nunca había visto. También me enseñó la importancia de la hospitalidad cuando estás en país extranjero y eso no tiene precio. “Al español se le da bien este trabajo”, una de las hijas me miraba riéndose mientras volteábamos juntos una parrilla de lisas. Fidel se dirigió a mí, “Si te interesa el trabajo, son 150$MXC (11 euros)/día. Desde las 3 de la mañana hasta las 10 de la noche”. “Creo que no”, respondí sonriendo. Toda la familia se partió de risa al unísono. Acabamos compartiendo un caldo de camarones buenísimo sino fuera por el puto chile rojo que te abrasa la lengua y te revienta la garganta, pero esta vez no iba a declinar una invitación de este tipo. “Adios Fidel y gracias”. “Adios, amigo, buen viaje”.
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Ya de vuelta en Chacahua un pequeño paseo por el pueblecito bajo el sol abrasador y zambullida inmediata en el mar. Al salir del agua, Lionel andaba mirando unas redes maltrechas. “Laura lo estuvo esperando toda la mañana”, dijo con su sonrisa habitual. “Estuvo con la otra en Zapotalito, ¿Eh?”, añadió dándome un codazo. Lo miré con una sonrisa “Ni Laura me ha estado esperando ni yo anduve con la otra, Lio”. “Ustedes dos son una pareja muy rara”. Lio desvió la mirada hacia las redes mientras reía.
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Ya me habían hablado de las corrientes del Pacífico mexicano. Sin saberlo, esa tarde Laura y yo las íbamos a experimentar de forma desagradable. Hace unos días, cuando subimos al faro de Chacahua vi una playa desierta con unas olas muy buenas al otro lado de la playa. Me extrañó no ver a ningún surfero por lo que pregunté antes de ir si era peligroso. “No, no se preocupe, las olas son buenas, amigo”, Cirilo parecía seguro de lo que decía y para allí nos fuimos. La playa estaba desierta. Fantástico. Las olas rompían bastante cerca de la orilla y los “espumotes” eran muy buenos para que Laura pudiera seguir aprendiendo. Tras unas cuantas intentonas divertidas con la espuma empezaron a llegar series largas de 8-10 olas seguidas que rompían con fuerza sobre nuestras cabezas. Intentamos pasarlas pero fue imposible. El tema se ponía feo y en vista del panorama le hice indicaciones a Laura para que saliera del agua. Al intentar nadar hacia la playa algo fallaba….me encontraba a unos 30 metros de la orilla y por mucho que nadara, no me movía un centímetro. Miré a Laura, estaba igual que yo. Las olas iban cayendo con furia sobre nuestras cabezas. Venga a nadar tragando agua y nada. La corriente nos empujaba mar adentro de forma casi imperceptible. Sólo esperaba que Laura no entrara en pánico y las cosas empeoraran más ya que yo estaba lejos de ella. Estábamos en lo que se denomina un “canal de corriente” y para salir de ahí nunca hay que nadar de frente sino hacia uno de los lados. Nadé de lado y la corriente continuaba, empezaba a notarme cansado y un poco acojonado, la verdad. Otra ola encima, y otra…!la madre que os parió!. Tras diez larguísimos minutos de batalla con la corriente y las olas vi la cabecita de Lau avanzando hacia la playa, había salido del canal. Nadé hacia su zona y conseguimos llegar hasta la playa. Los dos estábamos agotados. Laura no sabía muy bien lo que había pasado “Joder, como me ha costado salir, Xavi”. Le expliqué lo ocurrido y nos abrazamos con fuerza. Los treinta metros más largos de nuestras vidas.
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Una buena cena para olvidar lo ocurrido sin olvidar la lección y una fantástica “sesión” en la habitación sin preocuparnos de si Catalina escuchaba grititos o nos deleitaba con otro cuesco trompetero de los suyos. No estábamos para muchas tonterías. Buenas noches.
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